solo un tema por semana,
y con que le guste al diyei alcanza

lunes, 29 de abril de 2013

[27] Pegame y llamame “DJ”


“No me llamen por el nombre”, de Mísia, en su álbum Garras dos sentidos (1998)


 A los románticos alegres, en especial a Silvia Rixina.


Mísia es el nombre artístico de Susana Maria Alfonso de Aguiar, portuguesa de Oporto. Su padre es portugués, pero su madre es catalana; tal vez por eso su voz me suena tan cercana, tan de familia. Ella trabajó en Barcelona de bailarina de cabaret (tiene incluso una onda Liza Minelli, pero es mucho más linda), pero se hizo famosa cuando decidió, siguiendo el estilo de Amália Rodrigues y tomando textos de los grandes poetas portuguesas, dedicarse al fado.



En mi intención de ir emparchando ausencias en este blog, faltaba, evidentemente, una canción en portugués, y faltaba también un buen fado; con este tema de Misia quedan saldadas ambas deudas.

El fado es pariente del tango: ambos comparten una visión desalentadora de la vida, una visión urbana, oscura, nostálgica. Sin embargo, en comparación con el fado, el tango vendría a ser como el carnaval carioca. Porque hay pocas cosas, muy pocas, más depres que un fado. Ponele algunos poemas de García Lorca, la película Love Story, el tema principal del film Trapito de García Ferré: poco más.

Aporto dos definiciones famosas del fado. La primera, del gran poeta portugués Fernando Pessoa: “El fado es la fatiga del alma fuerte, el mirar de desprecio de Portugal al Dios en que creyó y que también lo abandonó”. O sea: es un canto de alguien que fue y que dejó de ser, que confió y que fue traicionado, que tuvo y dejó de tener.

La segunda definición es de Amália Rodrigues, una de las más famosas intérpretes de fados, que indica cómo deben cantarse: “[al fado] hay que sentirlo y hay que nacer con el lado angustioso de las gentes, sentirse como alguien que no tiene ambiciones ni deseos; una persona que sea… como si no existiera. Esa persona soy yo, y por eso he nacido para cantar el fado”. Esta definición es genial porque toca uno de los puntos más característicos del “yo” del fado: una des-identidad, una tristeza que te hace casi casi no ser nadie, y que se expresa en una voz dulce pero desgarrada, femenina (en oposición al tango, que casi siempre es masculino, aun cuando lo cante una mujer), romántica (del romanticismo siglo XIX de tumbas y crímenes y dioses impiadosos y pasiones mortales).

Este fado, “Não me chamem pelo nome” (“no me llamen por el nombre”, con música de José Antonio Amaral sobre un poema de primera mitad del siglo XX del poeta modernista portugués Antonio Botto) es uno de mis preferidos, y además responde casi al pie de la letra con las dos definiciones previas: la yo poética se va disolviendo ante nuestros ojos, consumiéndose como una vela: una “vela de altar”, dedicada al amado como si fuera su dios. De hecho, lo llama “señor”, como se llama solamente a dios o al amo, y este fado es así, mezcla de fe traicionada, esclavitud sentimental y masoquismo.



Después de la intro de acordeón, entra la guitarra portuguesa (una guitarra redondita, de 12 cuerdas) y más adelante, dos guitarras españolas. Un bajo (muy sutil, casi no se lo escucha) completa el cuarteto de cuerdas que le hace el contrapunto al acordeón. Entre ellos, la intensa voz de Mísia va naufragando exitosamente.



Y eso que el tema comienza (al menos, si consideramos la letra) bastante positivo: las primeras estrofas, eróticas, plantean un juego de pregunta-respuesta tipo “¿de quién es esta manita?: tuyita, tuyita”. Lo único que hace prever que la cosa no va a seguir muy alegre es que, cuando le habla dulcemente al oído, este “señor de mis ojos” no le habla a ella de amor, sino de muerte. Y ella, sin voluntad, dedicada a él como a un dios, hace todo lo que él le pide. Y entre lo que él le pide (suponemos que hay varias cosas), lo más terrible es cantar. ¿Por qué cantar será lo más terrible? Porque cantar, en la forma en que ella canta, la hace sufrir, la consume, la vacía: no canta “La cucaracha” ni “El payaso Plimplín”, evidentemente. Canta fado. Y cantar-actuar-amar (va todo junto) la va matando, a Mísia, lenta y dolorosamente, como a la Dama de las Camelias en la novela homónima de Dumas hijo o como a Nicole Kidman en Moulin Rouge: evidentemente, el de cabaretera es un oficio muy de riesgo, ninguna ART quiere hacerse cargo.

El verso más impresionante, en mi humilde parecer, es el que da título a la canción: ella pide que no la llamen por su nombre, pues se siente como una hoja otoñal, ya caída y a punto de morir sin haber disfrutado nunca del verdor de la primavera. Es decir, ella solo le queda llorar por ella misma.

La última estrofa es, como suele suceder en los fados, la más inquietante y la más terrible: la fuente (que es un símbolo nefasto, como saben todos los lectores de García Lorca: a diferencia del río, el agua de la fuente nunca avanza, siempre queda ahí estancada, muerta) murmura algo, y eso que dice es: si es que hay felicidad en algún lado, no me digas dónde. La yo poética ya no cree en la felicidad, pero aun en el caso de que la hubiera en algún lado, no considera posible que exista para ella. No solo siente que su propia felicidad ya es imposible: ni siquiera quiere saber dónde vive la felicidad.

Un canto a la vida, bah: alegría não tem fin.

Sin embargo, al menos para mí, la belleza es siempre una ocasión alegre, aunque comunique un tema triste. Y esta canción es bella, así que vale la pena brindar entrechocando las copas y escucharla con una sonrisa, y si es en buena compañía, mucho mejor. Eso sí: al menos por esta vez, dejemos los nombres de lado.



Não me chamem pelo nome

Quem é que abraça o meu corpo
Na penumbra do meu leito?
Quem é que beija o meu rosto,
Quem é que morde o meu peito?

Quem é que fala da morte
Docemente ao meu ouvido?
- És tu, senhor dos meus olhos
E sempre no meu sentido.

A tudo quanto me pedes
Porque obedeço não sei:
Quiseste que eu cantasse
Pus-me a cantar , e chorei.

Não me peças mais canções
Porque a cantar vou sofrendo;
Sou como as velas do altar
que dão luz e vão morrendo.

Não me chamem pelo nome
Que me deram ao nascer;
Sou como a folha caída
Que não chegou a viver.

Meus olhos que por alguém
Deram lágrimas sem fim,
Já não choram por ninguém
-Basta que chorem por mim.

O que é que a fonte murmura?
O que é que a fonte dirá?
- Ai, amor, se houver ventura,
Não me digas onde está.
No me llamen por el nombre

¿Quién abraza mi cuerpo
en la penumbra de mi cama?
¿Quién besa mi rostro,
quién muerde mi pecho?

¿Quién me habla de muerte
dulcemente al oído?
Eres tú, señor de mis ojos
y siempre en mi sentimiento.

A todo cuanto me pides
por qué obedezco, no sé:
quisiste que cantara,
me puse a cantar y lloré.

No me pidas más canciones,
porque al cantar voy sufriendo;
soy como las velas del altar,
que dan luz y van muriendo.

No me llamen por el nombre
que me dieron al nacer;
soy como una hoja caída
que no llegó a vivir.

Mis ojos, que por alguien
dieron lágrimas sin fin,
ya no lloran por ninguno:
basta que lloren por mí.

¿Qué murmura la fuente?
¿Qué es lo que la fuente dirá?
Ay, amor, si hubiera felicidad,
no me digas dónde está.


Saluda anónimo mientras se deshoja,
DJ Vago

lunes, 22 de abril de 2013

[26] Sexo, escabio, rocanrol y carnes grasas


“Dead ringer for love”, de Meat Loaf (1981)


 Antes de empezar: la traducción correcta de “a dead ringer for love” no es, como se propone en Internet, “un timbre de muertos por el amor”, sino “el vivo retrato del amor” o, más prosaicamente, “idéntico/a al amor”.

Antes de comenzar a hablar de esta canción, es necesario decir algunas palabras sobre su intérprete, Marvin Lee Aday, mejor conocido como Meat Loaf, “Pan de carne”.


¿Cómo pudo un pibe gordinflón, fanático de las camisas con jabot, incapaz de componer una canción decente y que lanzaba de sí océanos de transpiración desde el minuto uno en que se ponía a cantar, llegar a ser una estrella de rock? Por un lado, con mucha voluntad y un gran talento interpretativo. Por el otro, porque se encontró con su opuesto complementario, Jim Steinman, con quien estableció una relación simbiótica como hay pocos ejemplos en la historia musical occidental (un caso similar, pero no igual, es el de Elton John con su letrista Bernie Taupin).

Por un lado, tenemos a este compositor, Steinman, capaz de hacer canciones de rock fuertes, llenas de drama, casi operísticas y a la vez sentimentales y sencillas de comprender. Pero el tipo, cantando, es de madera. Interpretando sus propias canciones, se hubiera muerto de hambre (de hecho, en los años en que estuvo separado de Meat Loaf, sacó un disco y no se lo vendió ni a sus tías).

Por otra parte, tenemos a este chico Marvin, gordo, sudoroso, el sujeto perfecto para practicar el bullying escolar, laboral o sentimental. Me imagino que desde chico habrá recibido todos los apodos denigrantes que puede recibir un gordo; pero él, lejos de amilanarse, cual epítome de la resiliencia, eligió uno de esos apodos horribles y lo tomó como nombre propio. Así como hubiera podido llamarse Sopa Fría, Tapón de Océano o Cementerio de Canelones, tomó el nombre artístico de Pan de Carne, es decir, una preparación densa, maciza, calórica, navideña. Resulta que Marvin no sabe componer, pero al cantar, se transforma. Y al reunirse las canciones de Steinman con la elaborada interpretación de Marvin, llena de teatralidad, energía y apasionamiento, el rock se hace memorable, y las canciones logran expresar todo su potencial.



Así lograron un gran éxito con el álbum Bat out of hell, frase hecha que, traducida a la manera de Internet, sería “murciélago fuera del infierno”, pero que significa en realidad “a todo galope”, “como alma que lleva el diablo” o, más rioplatensemente, “a los pedos”. Vendieron nada menos que 43 millones de discos, y aún hoy, más de treinta años después, se calcula que siguen vendiéndose más de 200.000 discos anuales de Bat. Se mantuvo firme en los charts durante una década. ¿Qué tul?




Cuando intentaron hacer proyectos por separado, ambos fracasaron. Pero doce años después, cuando se volvieron a juntar para hacer Bat out of hell II, otra vez hicieron saltar los tapones de la industria musical, y el disco fue número 1 en todos los charts del mundo.

Después, Meat Loaf tuvo muchos problemas (incluyendo una especie de mudez psicológica que le impidió cantar durante años), y se dedicó parcialmente a la actuación (seguramente lo vieron en su personaje de Bob Paulsen, el gordo de los grupos de autoayuda en “El club de la pelea”; o en un capítulo de Dr. House (temporada 5, capítulo 20, “Explicación simple”) en el que él es un paciente terminal que se va curando mientras su esposa se va enfermando más y más. Actuó en varias películas más.



Pero bueno, vamos al tema de la semana, que ya me estoy cansando de mí mismo. Si no conocen a Meat Loaf, “Dead ringer for love” es un buen tema para hacerlo. Fue lanzado en single, junto con “Más de lo que mereces” en el lado B. Producida por el mismo Jim Steinman junto a Jimmy Iovine (a quien hoy en día se puede ver asesorando a los participantes del reality de cantantes American Idol).

Ningún temas bueno de Steinman dura menos de cinco minutos, y este no es la excepción. El videoclip es tan bizarro como memorable, planteando una mini-película. Que empieza en un bar “Walt´s Inn” en que hay un grupo de chicas solas, con sus espléndidas pelambreras ochentosas. ¿Quién está ahí entre las chicas? Nada menos que Cher, antes de volverse una especie de momia de cera blanca, equivalente femenino de Michael Jackson. Entra un ruidoso grupo de varones, supuestamente saliendo de un partido de fútbol o similar, con un Meat Loaf camuflado en sus anteojos oscuros y su remera de… ¡Meat Loaf! Sí, lleva una remera de él mismo, es un capo total. Con su pinta de Jesucristo Superstar cruza Alfredo Casero, se acerca a las chicas, encantado con Cher, quien no deja de mascar su chicle, lo que es una de las actividades menos sexys del universo, pero se ve que no era así en los inicios de los ochentas. El barman empieza a tirar porrones a toda velocidad por la barra, y Cher, toda cuero negro, brillos y minifalda, deja su birra para ir hacia la rockola y poner una ficha.

Empieza a sonar el ritmo rápido de un rock, y de golpe, entre el minuto cero seis y el minuto cero siete del video, en una fracción de instante que es, en mi ránking, uno de los segundos más memorables de la historia de los videoclips, el hasta entonces discreto y silencioso gordito se saca los lentes, se suelta el pelo, se cambia la ropa (más rápido que Clark Kent surge, de la remera negra, un chaleco y una camisa con runfles) y comienza a cantar a toda velocidad, en una exacerbación de gestos de ceja, de mirada, de muecas con la boca, de ademanes, mientras va acercándose, paso a paso, hacia ella, pidiéndole que “tirale un hueso a este perro” y la estrofa da paso al estribillo, una hermosa pieza poetica que propone que el rocanrol y el escabio son grandes cosas, pero no alcanzan para realizarse en la vida: el tercer nodo de la tríada es el sexo (o el amor, si prefieren, pero en realidad la canción habla más bien de sexo). Detrás de Meat Loaf, los varoncitos hacen el coro, y todavía tenemos el bar separado en dos “equipos”: los nenes con los nenes, las nenas con las nenas. “No sé quién sos ni qué hacés ni adónde vas cuando no estás por acá: no sé nada de vos, pero sos todo lo que soñé”. ¿No es romántico? Para un levante en el bar no está nada mal, al menos. “No sé quién sos, pero sos el vivo retrato del amor”. Cuando dice eso, los gestos de Meat Loaf son impagables. En el documental que linkeo abajo, Steinman define a Meat Loaf como un gran actor más que un cantante, y Meat Loaf explica que, antes de cantar cada canción, él se arma un personaje para interpretarla; efectivamente, en “Dead ringer for love” vemos un personaje totalmente enfocado en seducir, y el resultado por momentos da mucha risa, pero al final creo que convence.

Al menos, a Cher la convence fácilmente, porque ella misma está también bastante desesperada, en el videoclip, y asevera, con un dejo a “Último tango en París”: “No quiero saber tu nombre y no voy a decirte qué hacer, pero una chica no vive solamente de rocanrol y birra”.

Este tema fue uno de los caballitos de batalla de Meat Loaf en su carrera, pero Cher nunca jamás lo cantó, fuera de este videoclip. Ella se lo perdió.

A partir del minuto 2, cuando se repite el estribillo, los gestos que hace Pan de Carne con sus manos son desopilantes. Y al llegar al 2:35 y hasta el 2:38, comienza un gesto memorable; yo lo practiqué durante horas frente al espejo, hasta lograr dominarlo. Sin embargo, debo confesar que no tuve mucho éxito con él, cuando lo utilicé en los bares y boliches para atraer a las chicas. Sigo intentando.

Cher y Meat chasquean sus dedos, lo que hace que sus seguidores empiecen una especie de coreo con movimiento de hombros y pucheritos, y la canción entra en un largo puente, mientras ellos entablan un diálogo que recuerda fuertemente al de Caperucita Roja con el Lobo Feroz. Acá, Caperucita Pan de Carne va diciéndole frases con doble sentido, tipo “me parece que esas piernas hacen algo más que caminar”, “tenés el tipo de labios que hacen más que beber”, y así, mientras la Loba parece que le va echando flit (“tenés el tipo de cerebro que hace algo menos que pensar”), pero al final de cuentas, como ya se mencionó, ella está igual de interesada que él en complementar su tríada de sexo, escabio y rocanrol, así que le sugiere que se vayan yendo de aquel bar.

Pero antes de irse, a Cher la suben a la barra y le manosean los tobillos, y luego, con sorprendente facilidad, lo suben también a Meat Loaf, y allí, parados sobre la barra, cantan a todo trapo una vez más el estribillo, mientras detrás se ve un cuadro al óleo con una mujer desnuda que no parece tener nada que ver con la decoración del bar. Los dos se abrazan (se nota ahí que Cher es bastante más alta que Meat) y están a centímetros de chuponearse, pero en el último segundo ella (tal vez pensando en Sonny) retira la cara y solamente se contactan mejilla con mejilla. A esta altura, por fin los varones y las mujeres comienzan a bailar entremezclados, y mientras ella y él se van, abrazados, el barman, resignado, ya no vende un puto trago, y solamente limpia la barra con una franela.




Dead ringer for love

Every night I grab some money
And I go down to the bar
I got my buddies and a beer
I got a dream - I need a car
You got me begging on my knees
C'Mon and throw this dog a bone
A man he doesn't live by
Rock 'n'Roll and brew alone.

Baby, Baby
Rock 'n' Roll and brew
Rock 'n' Roll and brew
They don't mean a thing
When I compare next to you
Rock 'n' Roll and brew
Rock 'n' Roll and brew
I know that you and I
We got better things to do

I don't know who you are or what you do
Or where you go when you're not around
I don't know anything about you baby
But you're everything I'm dreaming of
I don't know who you are
But you're a real dead ringer for love
You're a real dead ringer for love


Ever since I can remember
You been hanging around this joint
You been trying to look away
But now you finally got the point
I don't have to know your name
And I won't tell you what to do
But a girl - she doesn't live by only
Rock 'n' Roll and brew

Baby, Baby, baby, Baby
Rock 'n' Roll and brew
Rock 'n' Roll and brew
They don't mean a thing
When I compare 'em next to you
Rock 'n' Roll and brew
Rock 'n' Roll and brew
I know that you and I
We got better things to do.

I don't know who you are or what you do
Or where you go when you're not around
I don't know anything about you baby
But you're everything I'm dreaming of
I don't know who you are
But you're a real dead ringer for love
A real dead ringer for love.

You got the kind of legs
That do more tan walk
I don't have to listen
To your whimpering talk.
Listen you got the kind of eyes
That do more than see
You gotta lot of nerve
Coming on to me
You got the kind of lips
That do more than drink
You got the kind of mind
That does less than think

But since I'm feeling kinda lonely
And my defenses are low
Why don't we give it shot
And get ready to go
I'm looking for anonymous and fleeting satisfaction
And I want to tell my Daddy that I'll be missing in action.

Ever since I can remember
I've been hanging around this joint
My Daddy never noticed it
Now he finally got the point

You got me beggin' on my knees
C'Mon and throw this dog a bone
A man he doesn't live by
Rock 'n' Roll and brew alone

Baby, Baby, Baby, Baby
Rock 'n' Roll and brew
Rock 'n' Roll and brew
I know that you and I
Oh we got better things to do

Rock 'n' Roll and brew
Rock 'n' Roll and brew
They don't mean a thing
When I compare 'em next to you

I don't know who you are or what you do
Or where you go when you're not around
I don't know anything about you baby
But you're everything I'm dreaming of
I don't know who you are
But you're a real dead ringer for love
You're a real dead ringer for love
El vivo retrato del amor

Cada noche tomo algo de dinero
y bajo hasta el bar,
tengo a mis amigos y una birra,
tengo un sueño, necesito un auto.
Me tenés rogando de rodillas,
vení y tirale un hueso a este perro.
Un hombre no vive
solamente de rocanrol y birra.

Nena, nena,
rocanrol y birra,
rocanrol y birra
no significan nada
si los comparo con vos.
Rocanrol y birra,
rocanrol y birra,
sé que vos y yo
tenemos mejores cosas que hacer.

No sé quién sos o qué hacés,
o adónde vas cuando no estás por acá;
no sé nada de vos, nena,
pero sos todo lo que soñé.
No sé quién sos,
pero sos el vivo retrato del amor.
Sos el vivo retrato del amor.


Desde que tengo memoria
Estás rondando este tugurio.
Intentás mirar para otro lado
pero finalmente captás el punto.
No tengo que saber tu nombre,
y no voy a decirte qué hacer,
pero una chica no vive solamente
de rocanrol y birra.

Nena, nene, nena, nene
rocanrol y birra,
rocanrol y birra
no significan nada
si los comparo con vos.
Rocanrol y birra,
rocanrol y birra,
sé que vos y yo
tenemos mejores cosas que hacer.

No sé quién sos o qué hacés
o adónde vas cuando no estás por acá;
no sé nada de vos, nena,
pero sos todo lo que soñé.
No sé quién sos,
pero sos el vivo retrato del amor.
Sos el vivo retrato del amor.

Tenés el tipo de piernas
que hacen más que caminar.
No tengo que escuchar
tu charla gimoteante.
Escuchá, tenés el tipo de ojos
que hacen más que mirar.
Tenés mucho tupé
para venir a encararme.
Tenés el tipo de labios
que hacen más que beber.
Vos tenés el tipo de mente
que hace menos que pensar.
Pero ya que me siento algo sola
y mis defensas están bajas,
por qué no le damos una oportunidad
y nos vamos de acá.
Estoy buscando una satisfacción anónima y fugaz,
y quiero decirle a mi papi que me perdí en combate.
Desde que tengo memoria
estoy rondando por este tugurio,
mi papi nunca se dio cuenta,
ahora finalmente capta el punto.

Me tenés rogando de rodillas,
vení y tirale un hueso a este perro.
Un hombre no vive
solamente de rocanrol y birra.

Nena, nena, nena, nena,
rocanrol y birra,
rocanrol y birra,
sé que vos y yo
tenemos mejores cosas que hacer.

Rocanrol y birra,
rocanrol y birra
no significan nada
si los comparo con vos.

No sé quién sos o qué hacés,
o adónde vas cuando no estás por acá;
no sé nada de vos, nena,
pero sos todo lo que soñé.
No sé quién sos,
pero sos el vivo retrato del amor.
Sos el vivo retrato del amor.


Como bonus track, acá va la canción “Dos de tres no está mal”, que estuve a punto de elegir como tema principal, porque tiene un estribillo muy de calidad, en el que él, muy románticamente, cuenta cómo la única mujer a la que amó en la vida le dijo: “te quiero, te necesito, pero no hay forma de que nunca pueda llegar a amarte. Ahora, no te pongas triste, que dos de tres no está mal”. Genial, genial.




Se despide, extendiendo los dedos uno a uno con la palma hacia arriba y luego cerrando lentamente la manito,


DJ Vago

lunes, 15 de abril de 2013

[25] Taaaaaarde piaste


“Nada”, de Dames-Sanguinetti, por Liliana Felipe, en su álbum Tangachos (2005)


A los tangueros.

Faltaba un tango en este blog, evidentemente. Faltan muchas cosas, pero que no hubiera un tango era imperdonable. Aquí va uno que me encanta, para ir tachando ítemes de mi lista de mal karma.

Elegí “Nada”, con música de José Dames (rosarino él) y letra del uruguayo Horacio Sanguinetti (seudónimo de Horacio Basterra, un talentoso poeta que murió apenas pasados los cuarenta años).

Lo elegí por varias razones. Por un lado, porque la melodía es muy bella. Además, tiene una estructura impecable, que comienza muy suavecita y te va conduciendo en un crescendo de desesperación hasta terminar pum para arriba en el estribillo, dominado por las dos terminantes sílabas de la palabra nada. Y por último, porque es el segundo tema que me vino a la mente cuando me inundé, la semana pasada.

La historia es bastante sencilla. Y es una especie de refutación de la propuesta de “Las cuatro y diez” de Aute (revisen los temas del mes pasado, si se lo perdieron). Mientras Aute proponía un reencuentro con la noviecita del secundario en el que todo iba como sobre ruedas, y terminaba con un “llamame, que no se corte”, acá el punto intenta hacer la Gran Aute, pero fracasa notablemente, porque ni siquiera la encuentra, a la ex papusa. Llega a la casa de ella y se encuentra con nada. Peor que nada: con un nada-nada, un nada repetido que, como ya vimos (me remito al posteo sobre “No me importa nada”, de Luz Casal, en algún mes que me da fiaca chequear), es mil veces peor que un nada común y corriente, porque no deja lugar a ninguna duda.


Una genialidad de la letra es que, a diferencia de lo que casi siempre sucede en los tangos, el encuentro no se produce. Por lo general, el yo poético del tango repudia a la mujer, o la ensalza, o la odia, o la echa, o la levanta del piso, o le da ternura, pero siempre a partir de un encuentro (que a veces es más bien un choque). En “Nada”, el encuentro no se produce, y solamente tenemos la voz única del yo-macho-tanguero que, como un infeliz integral, y a pesar de que le avisaron que era al pedo, va nomás a la casa de la noviecita para encontrarse lo que era obvio que se iba a encontrar: cualquier cosa, menos a ella. En este caso, ni siquiera halla a nadie, solamente una casa abandonada, un portón vacío, un candado, telarañas, amuletos-signos del paso del tiempo que realzan su soledad y lo mal que la está pasando, que es, por supuesto, una de las condiciones sine qua non de los tangos. Al menos, de los tangos que me gustan a mí.

Si se fijan en los sustantivos que va presentando la letra, pueden captar muy sintéticamente la coherencia de la propuesta:

casa - nieve – alma - silencio – puerta – umbral - candado – dolor – corazón – nada - telarañas – yuyal - rosal – cruz - tristeza – quietud – amor - pena – portón – lágrima - flor
(eliminé las repeticiones)

Hay una serie de objetos-lugares (casa, puerta, candado, telarañas, portón, etc.), una serie de sentimientos y sensaciones (nieve, silencio, dolor, nada, tristeza, quietud, etc.) y una (pequeña) serie de remisiones a un pasado glorioso y positivo, que son como la pizca de azúcar necesaria para realzar el amargo sabor de la salsa en dos por cuatro (rosal, amor, corazón, flor). La cruz del candado es comparada con la cruz (la carga insoportable) que lleva sobre sí el narrador, y en el nevado invierno de su alma, la única flor que puede crecer es la de una lágrima.

Y todo, por no escuchar a los gomías, que le habían batido (más de una vez, al parecer) que NO fuera a la casa de ella. Que NO la iba a encontrar. Que NO vivía más allí. Pero él, típico cabezadura rioplatense, va nomás, a darse la cabeza contra la pared (o contra el portón con candado, en este caso).

¿Y por qué? Porque está arrepentido. Es decir, que él la había dejado a ella. Y “hoy”, años y años después, decidió que no, que en realidad se había equivocado, y vuelve a buscar su amor. Qué otario, la verdad. Te digo que se salvó de que ella no estuviera en la casa, porque además del desencanto de verla pasada de kilos y con arrugas (como seguramente está él también, con el agregado de estar quedándose ya medio pelado) se hubiera comido flor de sopapo. Qué fácil es venir ahora al pie, con el caballo cansado, gil de goma, como quien fue un turro toda su vida y decide convertirse en santurrón a los ochenta. Pero la Gran Aute sale una vez de cada cien. Tarde piaste, pichón del arrabal.

Pero aunque no me simpatice la causa del punto, este tango me gusta mucho. En especial en las versiones canyengues y arrabaleras, como la de Goyeneche (pondré abajo el link, si estoy de humor), opuestas al pulido y casi hollywoodense “tango canción”, por ejemplo, de Julio Sosa (sin dudas una de las mejores voces del rubro, pero esos tangos con coritos de fondo y violines no me los banco).

Elegí, entre todas, la versión de la cantautora cordobesa (villamariense) Liliana Felipe, en su excelente álbum Tangachos. Por un lado, porque sigue la línea de Goyeneche, y nos presenta una versión muy diferente de “lo esperado” de una intérprete mujer de tangos (adjuntaré abajo, como ejemplo de una buena cantante de tangos femenina “estándar” el link de la versión de María Isabel Bozzini). Este “Nada” de Liliana no es lírico, limpio y armónico, sino dramático, descarnado, disonante, exagerado, sentido. Ni siquiera te cambia, como hace la típica cantante tanguera, el género del yo, y dice “hoy he vuelto arrepentido”, y no “arrepentida”. Y con ese vozarrón que tiene, tan sugerente y tan imposible de olvidar, en el que cada tanto se suelta algún gallito cordobés-amexicanado. Alarga algunas letras casi hasta el infinito (puertaaaaa, corazoooooooooon, nnnnnnnnnnada, quietuuuuuuud, ennnnnnnnn), en un tartamudeo sentimental autista que refleja, en mi humilde opinión, magistralmente la limitación insana del yo poético.

(en el link que pongo, aparece, después de "Nada", "Naranjo en Flor", del mismo disco de Liliana Felipe; por las dudas, pongo abajo otro link, donde también se puede escuchar la canción)




Nada

He llegado hasta tu casa,
yo no sé cómo he podido,
si me han dicho que no estás,
que ya nunca volverás,
si me han dicho que te has ido.
¡Cuánta nieve hay en mi alma!
¡Qué silencio hay en tu puerta!
Al llegar hasta el umbral,
un candado de dolor
me detuvo el corazón.

Nada, nada queda en tu casa natal,
solo telarañas que teje el yuyal,
y el rosal tampoco existe
y es seguro que se ha muerto al irte tú,
todo es una cruz.
Nada, nada más que tristeza y quietud,
nadie que me diga si vives aún.
Dónde estás, para decirte
que hoy he vuelto arrepentido
a buscar tu amor.

En la cruz de tu candado
por tu pena yo he rezado,
y ha rodado en tu portón
una lágrima hecha flor
de mi pobre corazón.

Nada, nada queda en tu casa natal,
solo telarañas que teje el yuyal,
y el rosal tampoco existe
y es seguro que se ha muerto al irte tú,
todo es una cruz.
Nada, nada más que tristeza y quietud,
nadie que me diga si vives aún.
Dónde estás, para decirte
que hoy he vuelto arrepentido
a buscar tu amor.


Para comparar y elegir, van otras versiones, en las que van a notar, además de los diferentes estilos, cambios en la melodía y hasta en la letra. La de Goyeneche primero, porque me gusta. Después la de Julio Sosa, un gran exponente del tango “de estudio”. En tercer lugar, la de Baglietto (a quien banco) con Vitale (a quien fumigaría con glifosatos), que da por resultado un engendro más lento que la justicia, con una onda Richard Kleidermann que te mata. Y por último, la versión de Bozzini, como muestra de “tango femenino” (que a mí no me gusta, aunque la voz de ella es sin dudas muy linda, y canta muy bien).

Goyeneche:

Juio Sosa:

Baglietto-Vitale:
https://www.youtube.com/watch?v=oy3JyNHriIk



María Isabel Bozzini:

Se despide con una queja de bandoneón y un salto de dominante-tónica (chaaaaan-chán!),

DJ Vago

martes, 9 de abril de 2013

[24] Sigo intentando, aunque no parezca


“Modern love”, de David Bowie, por Kevin Johansen (2013)


Ayer no escribí porque estaba inundado y sin luz. Vivo en un octavo piso, pero igual me inundé, porque cuando fue la tormenta, el agua me entró por la ventana de la cocina-comedor, mientras dormía. Había olvidado cerrarla, y cuando escuché los truenos, en la madrugada, me dio fiaca levantarme a cerrar: pensé que iba a ser una lloviznita nomás. Cuando me desperté, varios discos LP, cedés y casetes bailoteaban entre las olitas, y aunque el equipo de música se salvó por un pelito, el Winco se mojó bastante, y toda la música que estaba guardada en los estantes de abajo se arruinó. Por suerte, siempre dejo los estantes de abajo para la música que no me gusta, así que en realidad no se perdió nada muy valioso que digamos. Por suerte, no tengo televisor, y la compu se salvó de milagro.

Lo peor fue la luz: con diferencia de un día, se me quemaron las lamparitas de la habitación y de la cocina-comedor (la del baño ya se había quemado un mes atrás). Entonces estuve a oscuras por cinco días, sin decidirme a bajar de mi cama hasta que no se secara del todo el piso.

Ahora que ya pude salir y comprar tres lamparitas, y mientras junto fuerzas para colocarlas, pienso que quizás debería reclamar mi subsidio de inundado. Aunque seguramente habrá que hacer trámites y colas. Mejor no, no lo pido nada.

Mientras me concentraba en sobrevivir a mi adversidad, escuché música toda la semana: dos temas, vagamente relacionados con mi situación de inundación y mi oscilación entre la esperanza y la desesperanza. Uno de ellos es el que aquí ofrezco (el otro ilustrará la semana que viene), “Modern love”, originamente de David Bowie, pero en la versión nuevita de Kevin Johansen.

El tema original es de David Bowie, en 1983, en su álbum Let´s Dance, “vamos a bailar” (hace treinta años, increíble). Aquí va.







Tiene mucho ritmo (un 4/4 que es casi un 2/4, una especie de rock-marchoso), y David no para de bailar, porque además de tener trajes de todos los colores del pantone, es el rey de lo “in”.

La letra es bastante extraña y sin embargo, cautivante a su manera. El yo empieza con una declaración de principios rebelde, que recuerda a Sumo (“no sé lo que quiero, pero lo quiero ya”): no quiere salir ni quedarse, no quiere hacer las cosas que se supone que tiene que hacer. Cómo lo entiendo.

El yo comprueba que atrapar al canillita no elimina las noticias del diario: el mundo avanza aunque no lo deseemos, pero él está dispuesto a no ceder a las presiones, a nunca decir adiós agitando la mano, por más que esté allí solo, parado en el vendaval, llevado por los vientos y la lluvia. A seguir intentándolo. Aunque no está del todo claro qué es lo que intenta: ¿acomodarse a los tiempos, “pertenecer” con los demás? ¿o, por el contrario, cambiar las cosas por fin, y hacer un mundo más allá de las convenciones? Es difícil definirlo, y probablemente no valga la pena. Pero lo intento.

El largo estribillo, con formato de retahíla dadaísta, presenta una serie de frases repetidas que se van completando de forma diversa y, a veces, insólita (procedimiento que me recuerda a “Construcción”, de Chico Buarque). Pasada a fórmula algebraica, la estructura del estribillo sería esta:
A – B.
A – C.
A – D.

D – E.
D – F.
D – G.

G – H.
G – I.
G – A.

Esto se entiende así: una frase principal (A, “amor moderno”) se va completando, y al llegar a su tercera repetición, la frase asociada (D, “iglesia a tiempo”) pasa a ser frase principal de la siguiente tríada de versos; luego se repite la misma operación con (G, “dios y hombre”), y al llegar a su tercera repetición, la frase asociada vuelve a ser “amor moderno” (A), lo que cierra la retahila planteando una hipotética repetición al infinito.

Pero las frases, por supuesto, no son totalmente azarosas ni sin sentido: solamente lo parecen. El yo sigue en sus trece: nunca caeré, no cederé. Nunca me rendiré al amor moderno, que camina a mi lado y, a la vez, pasa de largo sin detenerse, que me lleva (en una forma nada moderna) a la iglesia a tiempo. Acá entra el otro gran tema de la canción: la religión. Como muchas cancione de Bowie, este es un tema de amor y, a la vez, de lucha entre la idea de dios y la voluntad humana. La iglesia a tiempo lo aterroriza y, a la vez, lo hace irse de joda (“la iglesia a tiempo me hace parrandear” es una gran imagen). Confía en dios, pero sin iglesia ni religión, y sin creer tampoco en ese amor moderno, frenético, incomprensible, al que intenta llegar desde su desamparado lugar solitario entre la lluvia y el viento (zucundúm).

Fast-forward 30 años, y aquí estamos. De pronto, esta canción ya vieja recobra vida, se vuelve interesante. John Friusciante, ex guitarrista de los Red Hot Chilli Peppers, tras muchos problemas con la heroína, lanza su carrera solista con temas experimentales, y elige “Modern love” para hacer un cover muy interesante, con un dejo de rabia, de desconsuelo, de incomprensión:



Y acá en el sur, Kevin Johansen lo retoma también, como una balada romántica súper tranqui pero rítmica, apenas melancólica, con un comienzo bien grave, recitado onda Barry White, mientras va en un bote (Saltarín) por el Delta (o algo así) tocando la guitarra, acompañado por una chica linda (pero la que rema es ella, incansable), él con sombrero y anteojos oscuros (aunque está nublado). Rodeados de naturaleza, ese “no creo en el amor moderno” ya no suena a rebeldía sino a añoranza. Porque lo moderno ya está en el pasado, y entonces se puede renegar de ello (de lo moderno, digo) sin renunciar al hoy, a lo que está sucediendo ahora, que es minimalista, íntimo, verde.



Hacia el final del videoclip, Kevin ya se da cuenta de que está perdiendo puntos con la chica y se decide a remar… ¡con la guitarra! Y teniendo los remos a mano… ¿hay necesidad? Esa guitarra quedará arruinada, es una pena, y ni siquiera hace avanzar mucho al bote... Me hace acordar a mi Winco y se me escapa un lagrimón.

Bueno, eso es todo por hoy, espero que les guste. Y si no les gusta, bueno, imagínense que no me desvelaré por ello.




Modern love

I don't want to go out,
I wont stay in,
get things done.

I catch a paper boy,
but things don't really change.
I'm standing in the wind
but I never wave bye-bye.

But I try. I try.

There's no sign of life,
it's just the power to charm.
I'm lying in the rain
but I never wave bye-bye.

But I try, I try.

Never gonna fall for
modern love: walks beside me.
Modern love: walks on by.
Modern love: gets me to the church on time.
Church on time: terrifies me.
Church on time: makes me party.
Church on time: puts my trust in god and man.
God and man: no confessions.
God and man: no religion.
God and man: don't believe in modern love.

It's not really work,
it's just the power to charm.
I'm still standing in the wind
but I never wave bye bye.

But I try. I try.

Never gonna fall for
modern love: walks beside me.
Modern love: walks on by.
Modern love: gets me to the church on time.
Church on time: terrifies me.
Church on time: makes me party.
Church on time: puts my trust in god and man.
God and man: no confessions.
God and man: no religion.
God and man: don't believe in modern love.

Amor moderno

No quiero salir,
no voy a quedarme
ni a dejar listas las cosas.

Agarré a un canillita,
pero las cosas no cambiaron realmente.
Estoy parado en el viento,
pero nunca diré adiós con la mano.

Pero lo intento. Lo intento.

No hay signos de vida,
es solo el poder de encantar.
Estoy acostado en la lluvia,
pero nunca diré adiós con la mano.

Pero lo intento. Lo intento.

Nunca caeré por el
amor moderno: camina a mi lado.
Amor moderno: pasa de largo.
Amor moderno: me lleva a la iglesia a tiempo.
Iglesia a tiempo: me aterroriza.
Iglesia a tiempo: me hace parrandear.
Iglesia a tiempo: pone mi confianza en dios y en el hombre.
Dios y hombre: sin confesiones.
Dios y hombre: sin religión.
Dios y hombre: no creo en el amor moderno.

No es realmente trabajo,
es solo el poder de encantar.
Sigo parado en el viento,
pero nunca diré adiós con la mano.

Pero lo intento. Lo intento.

Nunca caeré por el
amor moderno: camina a mi lado.
Amor moderno: pasa de largo.
Amor moderno: me lleva a la iglesia a tiempo.
Iglesia a tiempo: me aterroriza.
Iglesia a tiempo: me hace fiestear.
Iglesia a tiempo: pone mi confianza en dios y en el hombre.
Dios y hombre: sin confesiones.
Dios y hombre: sin religión.
Dios y hombre: no creo en el amor moderno.


Los saluda desde la penumbra,

DJ Vago

lunes, 1 de abril de 2013

[23] Guardá las copas, que ahí viene mamá


“La infernal sed de venganza” de la Reina de la Noche, de Wolfgang Amadeus Mozart, en su ópera La flauta mágica (1791).



A la señora Gati y Anigati, que cantan este tema todas las noches 
sin ningún esfuerzo, y sin hacer muecas.



Con esta entrega nocturna culmina, a todo trapo, la serie de temas dedicados a los momentos del día. El tema en sí no habla de la noche, pero está cantado por la Reina de la Noche, uno de los personajes más famosos de la ópera mundial (a pesar de que canta solamente dos números en una ópera ligera alemana).

La ópera es La flauta mágica, de Mozart, estrenada en 1791, dos meses antes de la muerte de su autor, el compositor austríaco-alemán Wolfgang Amadeus Mozart, que en ese momento tenía 35 años (a pesar de lo cual es uno de los compositores más prolíficos de la historia, solamente superado, entre los grandes de verdad, por Bach, que vivió casi el doble de tiempo).

Debería decir algo de Mozart, me doy cuenta. Hagámoslo breve, que me canso.
Entre los superamigos de la música (Bach, Mozart, Beethoven), él es el que siempre fue considerado el más genial, el epítome de la genialidad musical (aunque Bach era capaz de improvisar fugas a seis voces y Beethoven creó algunas de las melodías más famosas y taladrantes de la historia). Pero es cierto que Mozart, paseado por su padre desde los 6 años por toda Europa para que tocara el violín y el clavicordio (junto con su hermana) para príncipes, papas y emperadores, fue siempre genial. Sus partituras (como se comenta en la galardonada película Amadeus, de Milos Forman) no presentan borroneos ni cambios de opinión, y aunque era tarambana, parrandero y escatológico (son famosos sus intercambios de correspondencia con su madre, en los que se cuentan cuántas veces cagaron por día y hasta qué colores y texturas tenían dichas deposiciones), su música fue siempre limpia, brillante, intensa. Durante los últimos dos siglos, fue un lugar común proponer que Dios, mientras descansa en el Cielo rodeado por sus coros angélicos, escucha música de Mozart.

Hablemos ahora de La flauta mágica. A mí, personalmente, la ópera (como género) no me gusta. Tampoco la comedia musical: son géneros demasiado pretenciosos. Cantar bien es difícil. Actuar bien es difícil también. Las dos cosas: casi imposible. Y lo mismo vale para los compositores: podés ser un gran compositor, y hacer óperas totalmente olvidables (como las de Beethoven, por ejemplo). Y las óperas italianas (las más famosas) para mí siempre se quedan un poco cortas en cuanto a lo musical: los italianos fueron buenos músicos, pero no al nivel de un Bach o de un Mozart. Wolfgang mismo no fue parejo en su nivel operístico. Siempre en mi opinión, solamente hizo tres óperas excepcionales:

-          Cosí fan tutte (“así hacen todas”), famosa por su hit “Voi che sapete” (“ustedes que saben”: ustedes que saben / qué es el amor / díganme, mujeres / si es lo que tengo en el corazón), una típica comedia de equivocaciones, con personajes enmascarados y enredos travestidos.

-          Le nozze di Figaro (“las bodas de Figaro”), que comienza con Fígaro midiendo la cama que compartirá, después de casado, con su prometida, y va agregándole metros y metros; más adelante en la ópera, se hace cantar a ocho personajes a la vez, cada uno con su propio texto y melodía, y se le dice “condecito” al personaje del Conde, por lo que casi catalogan a Mozart como marxista antes de tiempo.

-          Die Zauberflöte (“la flauta mágica”), esta última en idioma alemán, con lo que demostró sobradamente que se puede hacer una gran ópera sin necesidad de apuntalarse en las múltiples emes y enes de la lengua del Dante.

El libreto de La flauta mágica, escrito por Emanuel Schikaneder, un empresario teatral amigo de Mozart (y compañero de hermandad masónica), rebosa de referencias a la masonería, con todo el blablá de la blanca sabiduría, la ciencia sobre la oscuridad (tan femenina) de los sentimientos y la ignorancia, etcétera. También rebosa, el libreto, de desprecio hacia las mujeres y de racismo (el personaje del moro, tan morocho como perverso y libidinoso, confiesa que “lo negro es malo”, mientras manosea un poco a su prisionera, la pálida Pamina); pero estas dos características son muy de la época, en toda Europa Occidental, por lo que sería algo injusto y anacrónico culpar a Schikaneder o a Mozart por algo que “estaba en el aire” por todos lados.

A pesar de que el texto recalca una y otra vez lo inferiores que son las mujeres y cómo deben someterse a la “sabiduría” de los varones juiciosos, y de que Pamina, la jovencita linda (pero tontísima y sin un gramo de personalidad) va de acá para allá, comerciada casi como moneda de curso legal, hay un personaje que “se roba” la ópera. Hay dos, en realidad; los dos, curiosamente (o nada curiosamente) son personajes secundarios:

-          Papageno, el hombre-pájaro que captura pajaritos y se los vende a la Reina de la Noche; es gracioso, simpático, cobarde (y lo asume sin problemas), pragmático, y su única ambición es encontrar una chica y “tener hijos” con ella.

-          La Reina de la Noche, que al quedar viuda fue despojada de sus propiedades (porque el inútil de su marido, antes de morir, le dejó todo a Sarastro, desheredando a su esposa y a su hija para que “vivieran bajo la guía de los hombres sabios”) y despojada también de su hija, que es secuestrada (sí, secuestrada) por el “sabio” Sarastro, el Luminoso,  una especie de semi-sacerdote, líder de una secta personalista de culto a él mismo (identificado con el Sol); Sarastro será muy luminoso y canta muy, pero muy grave, pero es (en mi opinión) tremendo hijo de puta.

La Reina de la Noche, entonces, es despojada, vituperada y cascoteada durante toda la ópera, y sin embargo, termina siendo algo así como la heroína moral del asunto, y a pesar de que aparece solo un par de veces, cuando lo hace, brilla. Brilla de seducción (como cuando convence, en el primer acto, al joven Tamino de que vaya a rescatar a su hija de las garras de Sarastro) y de furia, cuando se enfrenta a la tonti de su hija para conminarla a que apuñale a Sarastro o corto-mano-corto-fierro-tijerita-tijerita.

Esta última escena, donde la Reina expone toda su nocturna furia vengadora ante su hija mientras le encarga un asesinato, es el tema elegido esta semana. Porque es mozartiano a full y porque incluye algunos de los sonidos más extremos que puede articular un ser humano, en una forma dramática, bella y memorable. Son tan extremos, los agudos (sobreagudos sería más exacto) que llegan a un fa6, lo que se traduce, técnicamente, como “la nota en que ya se rompieron todas las copas, y empiezan a agrietarse las paredes”.

En tanto La flauta mágica es una de las óperas más cantadas en la historia (la número uno entre 2005 y 2010, por ejemplo), hay miles de versiones. Yo pondré dos o tres, pero elegí, como referencia principal, la de la soprano alemana Diana Damrau en el Festival Mozartiano de Salzburgo de 2006. No la elegí por el vestuario (a pesar de que a mí sí me gustó el traje verde oscuro, por lo que Diana recibió el apodo de “Reina del Brócoli”), sino por la notable ejecución vocal de la pieza y la gran expresividad y emotividad con que actúa el personaje. Se le ponen un poco los ojitos bizcos al hacer los sobreagudos, pero bueno, quisiera verlos a ustedes, a ver qué cara ponen al cantar un fa seis (yo paso).






Der Hölle Rache

Der Hölle Rache kocht in meinem Herzen,

Tod und Verzweiflung flammet um mich her!

Fühlt nicht durch dich Sarastro Todesschmerzen,

So bist du meine Tochter nimmermehr.

Verstoβen sei auf ewig, verlassen sei auf ewig,

Zerstrümmert ser´n auf ewig alle Bande der Natur.

Wenn nicht durch dich Sarastro wird erblassen!

Hört, Rachegötter, hört der Mutter Schwur!
La infernal sed de venganza

Una infernal sed de venganza hierve en mi corazón,

muerte y Desesperación arden a mi alrededor!

A menos que Sarastro reciba de ti el dolor de la muerte,

ya no serás hija mía,

repudiada para siempre, abandonada para siempre,

destruidos para siempre todos los vínculos naturales.

A menos que Sarastro muera por tu mano!

Escuchen, dioses de la venganza, el juramento de una madre!




Van también otras versiones importantes, como para que (si tienen ganas) escuchen y comparen:

-          Por Edita Gruberova, famosa cantante eslovaca (dos versiones, en estudio [jovencísima] y en vivo [ya más grandecita]).




http://www.youtube.com/watch?v=-HXHTHgNfnw



-          Por la francesa Natalie Dessay (que la revolea a la hija y casi le arranca la mandíbula).




-          Por la holandesa Cristina Deutekom, que se parece tanto a la enfermera Ratchet, de Atrapado sin salida, que me da miedito, y que en los sobreagudos parece balbucear, lo que no me gusta nada:





Se despide hasta otra noche, mientras barre los vidrios rotos,
DJ Vago