solo un tema por semana,
y con que le guste al diyei alcanza

lunes, 26 de mayo de 2014

[80] Decúbito dorsal


“Fangal”, letra de Enrique Santos Discepolo + Homero Expósito y música de Virgilio Expósito (1951-1953)




Empiezo una serie que no es tal, pues no hay nada que conecte los temas que presentaré (si sigo existiendo en las próximas semanas). Sin embargo levanto, como un flor de tomate, la inconexión como una fortaleza, diré que la serie se titula “La palabra con F” y declararé bajo juramento que alguna palabra con F habrá para cada canción. La palabra de hoy: fango.

El grandísimo Enrique Santos Discepolo nació el 27 de marzo de 1901 y murió tan joven, a los 50 años, en vísperas de la Navidad de 1951.

Y cuando murió, peronista hasta la médula y amargado por los ataques y la incomprensión que recibía a causa de esa adhesión, dejó sobre su escritorio, entre algunos otros escritos, un poema sin terminar, “Falsa escuadra”, que se convertiría después en este tango desconocidamente célebre, “Fangal”.

La versión elegida hoy es la de Edmundo Rivero: pero la verdad es que no había tanto para elegir. No sé por qué, pero ningún otro de los grandes cantantes de tango cantó “Fangal” (Gardel, obviamente, no llegó con el avión; los demás no tienen excusa).
O al menos, no encontré grabaciones que demuestren mi error, tal vez alguien pueda desasnarme. Mi gran ídolo, Goyeneche, me falló aquí.

Y no sé por qué es eso. No lo sé, es algo increíble. Yo creí que iba a abrir el shutub e iba a encontrar dos mil versiones de “Fangal”, que es un tango que adoro, pero evidentemente fui un gil.

Y sigo gil, porque espero que en cualquier momento florecerán, como tomates, las versiones de este hermoso tango extraño que nos dejó como un garabato a medio terminar, al irse, Discepolín, y que completaron con maestría, en 1953, los hermanos Homero y Virgilio Expósito.

Homero y Virgilio, ¿me entendés? No el griego y el romano, sino los autores de “Naranjo en flor”, de “Maquillaje”, de “Farol”, de “Chau, no va más”… (son, además, los autores de uno de los pocos boleros que me encantan, y eso que a mí no me gustan los boleros).

Para quienes no tengan ni una pálida idea sobre el tango: esto es como si Da Vinci dejara un cuadro inconcluso y lo terminaran Van Gogh y Picasso. O como si un texto inconcluso de Shakespeare lo terminaran Cervantes y Dante. O como si una jugada que empezó Maradona la terminara Messi y… y el mismo Maradona que picó en punta. Es decir: es lo más de lo más.

Y sin embargo, no es lo mismo: la estrofa final, la que escribió Homero (Expósito), es muy buena, pero corta totalmente la onda del comienzo. Se pasa de la primera a la tercera persona, y el yo que venía desgajando su corazón como una mandarina, en la estrofa final es relatado en tercera persona, desde afuera, como a través de un vidrio. Me parece que es decepcionante y, a la vez, una forma muy noble y honesta de homenajear a Discepolo. Como diciendo: “no podemos seguir esto como él lo hubiera seguido: podemos solamente homenajearlo a él”.

La música de Virgilio (Expósito) es impecable, porque no interfiere con las palabras, sino que se amolda a ellas, a su ritmo canyengue y desolado, reproduciendo ese avance en zigzag y siempre a punto de caer de la coprotagonista del tango.

Este es, en muchos sentidos, un tango típico: el varón que se lamenta del amor pasado, que denosta a la “mujer perdida” que lo enamoró y luego lo abandonó (o lo que es lo mismo: se hizo merecedora de que que él la abandonara). Pero en otros sentidos, es un tango atípico: él se culpa a sí mismo por su destino infeliz. A medias, porque indirectamente sigue echándole tierra a ella, pero por lo menos se culpa un poco a sí mismo y acepta que fue y es un gil, un gil de goma, que se autoengañó y que volvió “a la mugre de vivir tirao” por su propio error, con el agravante de que ni siquiera puede seguir autoengañándose y pensar que, al menos, esa historia de amor la salvó a ella de caer en el fango.

Porque la canción está armada sobre una metáfora: el fango, esa palabra con F que sirve para decir todo lo negativo del barro, sin ninguna de las cualidades positivas, pues el fango no sirve para construir ni para dar pie a la vida: solo para ensuciar. Aquí, el fangal es la vida perdida, la mugre, la perdición, la deshonra, la vergüenza. Y ella, ya desde el primer verso, se viene “en falsa escuadra”, se ladea se ladea, a punto se caer en el barro… y encima pisa una banana, una trampa que “alguien” (un varón, se supone) tiró a propósito y ella pisó sin querer.

Como en los dibujitos animados, ella, después de pisar la banana, se resbala con los pies para adelante y queda flotando en el aire con la noche boca arriba y el fango debajo, horizontal, en la posición llamada técnicamente decúbito dorsal (hay que ser un genio como Discepolo para incluir decúbito dorsal en un poema y que no le quede como a a Arjona).

Y entonces, cuando ella está en el aire, a punto de caer de espaldas y de lleno en el fango inmundo… él se la agarra. Porque ella le gustó, claro: él estaba enamorado. Y por eso no percibió la situación en su verdaderísima significancia, y confundió la realidad (el tomate) con sus fantasías románticas (una flor). Él creyó que la salvaba a ella (lo cree todavía), pero admite que eso no es así, pues en realidad fue ella, Miss Tomate, “quien a trompadas me rompió las penas”. Es un verso hermoso y memorable ese, una forma muy tanguera de definir el amor.

Al escuchar este tango, siempre tengo la sensación de que él, el cusifai, quizá fue un gil al agarrarla a ella, pero con seguridad es un gil ahora al renegar de aquel amor. Porque ella no solo le rompió las penas a trompadas, al mejor estilo Bonavena, sino que seguramente tenía algo de flor en su tomatitud.

Y aquí pienso que un buen tomate no tiene nada que envidiarle a una flor, y seguramente hay muchos pintores y poetas y escritores dispuestos a defender la belleza de lo esférico y lo vibrantemente colorido. “Cristina Macjus dice que las arvejas son elegantes y que las naranjas son hermosas”, me sopla mi hermana la tercera, que está acá tomando mate conmigo.

Siempre pienso que el error del cusifai no fue agarrársela, sino dejar después que ella se le desprendiera. Peor de lo que terminó, no iba a terminar. Porque tal vez ella terminó finalmente en el fangal, como se preveía, pero él está, pareciera, mucho peor, ahí tirao en la mugre de aquel bar, con una ginebra desastrosa por todo alimento y acompañado por la Lista de Sabella para el Mundial de los Lúmpenes.

Él, al final de cuentas, es quien pisó la última banana.


Aquí va el tango, por Edmundo Rivero, con la orquesta de Stamponi (ni siquiera me deja shutub poner el videoclip, estoy perdido hoy, no hay caso):



Fangal 

Yo la vi que se venía en falsa escuadra,
se ladeaba se ladeaba
por el borde del fangal,
pobre mina que nació en un conventillo
con los pisos de ladrillos,
el aljibe y el parral.
Alguien tiró la banana
que ella pisó sin querer
y justito cuando vi que se venía
ya decúbito dorsal,
me la agarré.

Fui un gil
porque creí que allí inventé el honor,
un gil
que alzó un tomate y lo creyó una flor,
y sigo gil
cuando presumo que salvé el amor,
ya que ella fue
quien a trompadas me rompió las penas.
Ya ven,
volví a la mugre de vivir tirao.
¡Caray!
¡Si al menos me engrupiera de que la he salvao!

(Esto dijo el cusifai mientras la cosa
retozaba retozaba ya perdida en el fangal
y él tomaba una ginebra desastrosa
entre curdas y malandras en la mesa de aquel bar.
Si alguien tiró la banana, él, que era un gil, la empujó,
y justito cuando vio que se venía
ya decúbito dorsal,
se le prendió).



Hay una versión cantada por el propio Virgilio Expósito en 1991 (es decir, a los mil años de edad), con él mismo al piano, Néstor Marconi en bandoneón y Lito Nebbia en los teclados y el bajo. Está muy bien, y aquí va:


Y eso es todo por hoy: tomeito-tomato, hasta el lunes próximo no te desato.


DJ Fango

lunes, 19 de mayo de 2014

[79] Livin la vida poca



“Livin´ on a prayer”, de Bon Jovi, en su álbum Slippery when Wet (1986)



Hoy termino la serie “ella dice él dice”, y voy a dejar muchos famosos y buenísimos temas fuera, pero no quería terminarla sin poner algo de rock (en los últimos meses, lo más parecido a un rock en este blog fue el tema punk-medieval “Chapirón de la reina”).

Y vamos, si les parece (y si no les parece, vamos más todavía) con “Livin´ on a prayer”, una archifamosa canción de Bon Jovi de su famoso álbum “Resbaloso cuando está mojado”. Esta canción es considerada por muchos, incluyendo el canal Vh1, como el mejor tema de los ochentas. Yo no creo para nada que lo sea (está séptima en mi ránking de esa década), pero sin dudas es una canción atípica y memorable dentro del rock.

Y no voy a decir “hard rock”, por más que wikipedia mienta que Bon Jovi es una banda de heavy metal. Son más bien una banda de glam-rock-melódico con ropa de cuero. Digo: no basta con gritar “guoooo” para ser heavy, así como no basta con volar en un videoclip para entrar en el equipo de quidditch, y no basta con ser lindo, melenudo y usar pantalones ajustados para tener millones de fans. Aunque en el caso de Bon Jovi eso ayudó, sin duda.


Este es un tema lindo de escuchar, simpático, pero sin dudas lo que lo lanzó a su duradera fama es la letra, basada en las penurias económicas de una pareja joven.

Tommy y Gina, los protagonistas de la canción, son dos jóvenes enamorados (y ya juntados o casados o similar) que se dan ánimos uno al otro, diciéndose que aunque no tengan nada, se tienen uno al otro, y eso ya es mucho. Ellos están económicamente en la lona y “viviendo en un rezo” (frase equivalente, ponele, a “pendiendo de un hilo”). Tommy hace changas y hombrea bolsas en el puerto, pero el sindicato está de huelga y por lo tanto, la patronal no está pagando y no hay laburo por el momento, así que no tiene un mango partido al medio. Empeñó su “seis cuerdas” (su guitarra) y se volvió taciturno, introvertido. Gina, entretanto, labura de sol a sol atendiendo mesas en un bar, y lo poco que gana lo lleva a la casa. Pero no alcanza, ni cerca, para vivir. Es todo difícil, tan difícil. Ella se angustia y llora y sueña con irse lejos, con que los dos escapen a un lugar lejano: pero no parece posible por ahora (aunque Tommy la alienta diciéndole que lo harán “algún día”). Están solos, pues nadie los ayuda ni da dos pepinos por ellos ni por su futuro. Y no tienen nada; mejor dicho: tienen poco. Tan poco, que el listado de sus pertenencias se reduce prácticamente a un ítem solo, el mutuo amor. Y es ese amor, al que se aferran, el que los hace aguantar la situación, sostenerse mutuamente, esperar esperanzados, livin´ la vida que les tocó en (mala) suerte. Y se dicen, ella primero y él después, que “ya están en mitad del río”, a mitad de camino de lograrlo. Y ese “lo” que quieren lograr, por supuesto, es sobrevivir. Sobrevivir juntos: que su amor no resulte, al final del día, un daño colateral de la crisis.



Esta canción me recuerda siempre a un cuento que me contó que leyó mi hermana la tercera, “El regalo de los reyes magos” de O´Henry, también protagonizado por una joven pareja de recién casados que no tienen un mango y que venden lo único valioso que tienen (él, su reloj de bolsillo; ella, su larga cabellera) para comprarle al otro un buen regalo de reyes: él le compra a ella un juego de peinetas; ella le compra a él una cadena para su reloj. Y el cuento termina así, con ella sin pelo pero con peinetas, y él sin reloj pero con cadena: y sin embargo, felices por tenerse mutuamente. Debe ser un cuento precioso el de O´Henry, algún día debería yo leerlo.



La canción empieza con una frase recitada, un "había una vez" que asemeja esta historia con un cuento de hadas.

El videoclip, como la mayoría de los clips de Bon Jovi, muestra a los integrantes de la banda en un recital y/o en el backstage de uno de sus recitales. La primera mitad en blanco y negro, la segunda mitad en colores (como para hacerse los artísticos). Y muestra a Bon Jovi y a Sambora (el guitarrista) practicando sus vuelos, en los que Rowling (fanática declarada de la banda) se basó parcialmente para crear su Harry Potter. Supongo.

Acá va la canción:

https://www.youtube.com/watch?v=lDK9QqIzhwk


Livin´ on a prayer

Once upon a time
not so long ago…

Tommy used to work on the docks, union's been on strike
He's down on his luck, it's tough,
so tough

Gina works the diner all day
working for her man
she brings home her pay, for love,
for love.

She says, we've got to hold on to what we've got,
It doesn't make a difference
if we make it or not
We've got each other
and that's a lot for love
We'll give it a shot.

Woah, we're half way there
Woah, livin' on a prayer
Take my hand, we'll make it I swear
Woah, livin' on a prayer

Tommy's got his six-string in hock
Now he's holding in
what he used to make it talk.
So tough, it's tough

Gina dreams of running away
When she cries in the night, Tommy whispers:
Baby, it's okay, someday.

We've got to hold on to what we've got
It doesn't make a difference
if we make it or not
We've got each other
and that's a lot; for love
We'll give it a shot.

Woah, we're half way there
Woah, livin' on a prayer
Take my hand, we'll make it I swear
Woah, livin' on a prayer

Livin' on a prayer

Oh, we've got to hold on,
ready or not
You live for the fight
when it's all that you've got

Woah, we're half way there
Woah, livin' on a prayer
Take my hand, we'll make it I swear
Woah, livin' on a prayer
Viviendo en una plegaria

Érase una vez
no hace mucho tiempo…

Tommy trabajaba en los muelles
el sindicato está en huelga,
está de mala racha… es difícil,
tan difícil.

Gina labura en el bar todo el día
trabajando para su hombre,
trae su sueldo a casa por amor,
por amor.

Ella dice: Tenemos que aferrarnos a lo que tenemos,
porque a nadie le importa
si lo logramos o no.
Nos tenemos el uno al otro y eso es mucho. Por amor,
haremos un intento.

Oh, estamos a medio camino,
oh, viviendo en una plegaria.
Toma mi mano, lo lograremos, lo juro,
oh, viviendo en una plegaria.

Tommy empeñó su guitarra,
ahora él se guarda
lo que solía contar.
Tan difícil, tan difícil.

Gina sueña con escapar.
Cuando llora en la noche,
Tommy susurra: “Nena, está bien:
algún día.

Tenemos que aferrarnos a lo que tenemos
porque a nadie le importa
si lo logramos o no.
Nos tenemos el uno al otro
y eso es mucho. Por amor,
haremos un intento.

Oh, estamos a medio camino,
oh, viviendo en una plegaria.
Toma mi mano, lo lograremos, lo juro,
oh, viviendo en una plegaria.

Viviendo en una plegaria.

Tenemos que aguantar,
estemos listos o no;
vives para la lucha
cuando es lo único que tienes.

Oh, estamos a medio camino,
oh, viviendo en una plegaria.
Toma mi mano, lo lograremos, lo juro,
oh, viviendo en una plegaria.




Y acá termina esta entrada, ya a medio camino de esta temporada, que quién sabe si tendré las energías y las ganas de terminar. Es difícil. Tan difícil.


BJ Vago

lunes, 12 de mayo de 2014

[78] Introducción al Karma - nivel 1


“Something good”, de Richard Rodgers (1959), en la banda de sonido del film “La novicia rebelde” (1965)




Como tercera y penúltima entrega de la serie “ella dice él dice” va una canción romántica, tranqui, en 4/4, conocida por participar de la banda de sonido de uno de los filmes más vistos y recordados de la historia del cine: “The sound of music” (“el sonido de la música”), título que los Traductores Mafiosos de Títulos de Película tuvieron el buen tino de reemplazar por el genial “La novicia rebelde”, que parece título de película porno y tiene mucho más que ver con la obra que “el sonido de la música”, por más musical que sea la película de Julie Andrews en el papel de la novicia rebelde, pero recatada, que cambia su noviazgo con Jesús por el casamiento con un militar austríaco, con lo cual ella consigue un buen pasar y él se asegura de contar con una buena niñera ad infinitum: “a win-win situation”, evidentemente. El capitán von Trapp fue representado por Christopher Plummer, quien recién a los 80 aprendió a actuar, pero entretanto, en su juventud, era un galán recio, o más bien durengue, a quien hubo que doblar en las canciones (Julie, en cambio, sí cantó ella sus partes de los temas).




Ya sé que la vieron a la peli, pero probablemente no tantas veces como yo, gracias a mi hermana la quinta, que además de “Casablanca”, es fanática también de “La novicia rebelde” (y de otras cuantas películas semiépicas, semimusicales y telenovelescas). Así que, aunque ya la hayan visto, igual les voy a contar brevemente de qué trata la película, solo para quitarme ese peso de encima:

Una novicia quilombera, María, tiene locas a las demás monjas, que cuestionan su vocación religiosa y/o no se la bancan más. Surge una gran oportunidad de deshacerse de María cuando un militar de la zona (Salzburgo, en Austria) pide una niñera-institrutriz para sus siete hijos, preponderantemente rubiones. La niñera calma a los niños-fieras con la música de su guitarra, su voz algo nasal y un repertorio bastante empalagoso, pero de canciones memorables y simpáticas. Finalmente, la niñera Blancanieves y los siete niños se hacen amigos, y con eso termina la fase 1.


La segunda parte es que, paralelamente, María se enamora de su jefe, el capitán von Trapp, que está comprometido sentimentalmente con una baronesa rubia, y patrióticamente con la resistencia austríaca antinazi (están justo en los momentos pre-Segunda Guerra, y post-anexión de Austria a Alemania). Pero la inocencia, el candor, la buena onda y el trepadorismo de la ex novicia terminan por minar la relación del capitán con la baronesa, e inmediatamente después de confesarse mutuamente su amor, ambos se casan. Con eso termina la fase 2.

En la fase 3, la ex novicia rebelde formó, con sus hijastros y su flamante esposo, una banda musical, al mejor estilo de los Jacksons Five. 


Ellos están vigilados, porque los nazis ya junan sobre el pensamiento rebelde de Von Trapp, y le quieren pasar el trapp lo antes posible, atrapp-ándolo. Pero ellos utilizan una actuación en un festival musical para escabullirse entre las sombras, a pie y hacia las montañas, a pesar de que el buchoneo del noviecito nazi de la nena mayor casi los hace arrestar y terminar en otra película mucho menos simpática, como “La lista de Schindler”. Y la película termina con los siete niños y los dos adultos salticando felices y libres por los verdes y soleados prados de los Alpes suizos.
La película nació a partir de un musical de Broadway (de 1960, ya con el título “The sound of music”), y el musical nació a partir de la biografía de María von Trapp, que era una mujer real (aunque probablemente no tan parecida al personaje de Julie Andrews). La critica la consideró melosa, pero como sabemos, no hay mejor receta para el éxito en cine que juntar nazis con monjas y música: es el Oscar garantizado, y efectivamente así fue, “La novicia rebelde” arrasó como ninguna película antes, estando en cartel durante añares.

Y la banda de sonido ayudó, porque las canciones son muy buenas. En todos los temas de la película, la música es de de Richard Rodgers y la letra es de Oscar Hammerstein II (hijo de Oscar Hammerstein I y padre de Oscar Hammerstein III [me pregunto cómo habrán llamado al nieto]). Excepto en el tema de esta semana, “Something good”, cuya letra y música pertenecen a Rodgers exclusivamente.

Esta canción se da en una escena sumamente íntima. Los críos ya se fueron a dormir, después de despedirse en todos los idiomas (“so long, farewell, aufwiedersehen adieu”), los nazis están maquinando en otras locaciones, y ellos dos, María y el Capitán, están solos por fin. La canción se canta en voz baja, y en penumbras: en un mundo tenue de paredes de cristales y árbole alimentados por el claro de la luna, donde todo lo demás parece accesorio e innecesario. Lo único importante es ella (para él) y él (para ella).


(Va clip con un cacho de la escena:)
http://www.youtube.com/watch?v=UetJAFogqE4
En este momento romántico, al verse sumidos en una improbable felicidad, ellos hacen un raconto y se hacen una pregunta.
El raconto los lleva a repasar su infancia y juventud, llenos de infelicidad y de maldades, destinos descarriados y errores.

Y a partir de eso, llega la pregunta, la misma que se hace uno cuando se ve hundido en una inmerecida desgracia: “¿Qué hice yo para merecer esto?”. La respuesta frecuente del inconsciente (cualquiera que esté cerca) es, tanto en los casos felices como desgraciados, falaz y conocida “algo habrás hecho”. Porque nada es gratuito e inmerecido: el azar es apenas una excusa, el nombre de nuestra incapacidad de conocer los sutiles motivos del destino. Y por lo tanto, si ahora estamos juntos y felices, en algún momento de mi vida descarriada “debí haber hecho algo bueno”.

Pues “nada viene de la nada”, o lo que es lo mismo: todo es por algo. Entonces, algo bueno tuve que haber hecho, dice ella dice él, para que estés aquí amándome así… aunque probablemente no deberías (pero no voy a protestar, quedate nomás). Ese “algo bueno”, ese punto blanco en un pasado negro es el cheque al portador del destino que nos presentamos a cobrar en el Banco Karma, mientras rogamos que el cajero no nos pida el documento.

La idea de la canción es sencilla, y no tiene más estrofas que la primera. Le alcanza para sonar en mi blog y permitirme soñar con un futuro en el que el destino kármico me recompense con creces por esta impensada semana de buena onda. O si no.




Something good

[She:]
Perhaps I had a wicked childhood.
Perhaps I had a miserable youth.
But somewhere in my wicked, miserable past
there must have been a moment of truth.
For here you are standing there,
loving me whether or not you should.

So somewhere in my youth
or childhood,
I must have done something good.

Nothing comes from nothing.
Nothing ever could.
So somewhere in my youth
or childhood,
I must have done something good.

He:
For here you are standing there,
loving me whether or not you should.

She:
So somewhere in my youth
or childhood,
I must have done something good.
Nothing comes from nothing,
Nothing ever could:
So somewhere in my youth
or childhood
I must have done something good.
Algo bueno

[Ella:]
Tal vez tuve una infancia terrible,
tal vez tuve una juventud infeliz.
Pero en algún lado en mi terrible, infeliz pasado
debió haber un momento de verdad.
Ya que tú estás parado aquí,
amándome aunque tal vez no debieras.

Así que en algún momento en mi juventud
o infancia
debí haber hecho algo bueno.

Nada viene de la nada,
nada nunca podría;
así que en algún momento en mi juventud
o niñez
debí haber hecho algo bueno.

[Él:]
Ya que tú estás parado aquí,
amándome aunque tal vez no debieras.

Ella:]
Así que en algún momento en mi juventud
o infancia
debí haber hecho algo bueno.
Nada viene de la nada,
nada nunca podría;
así que en algún momento en mi juventud
o niñez
debí haber hecho algo bueno.


Se despide hasta la próxima, abrazado por las dudas a su terrible juventud,


DJ Vago

lunes, 5 de mayo de 2014

[77] Qué crecidita está, pobrecita

“Lamento della Ninfa”, de Claudio Monteverdi (1638), por Anna Prohaska (2013)




Para Susana Aime.


Esta semana, como segunda entrega de la serie “ella dice él dice”, hablaremos del “Lamento de la Ninfa”, un impresionantemente bello e inquietante madrigal de Monteverdi. Para darnos una idea, la obra tiene casi 400 años, pero suena muy contemporánea, mucho más que la mayoría de las obras de música clásica, incluidas las óperas.

Tanto es así que en los últimos años esta obra vuelve a estar en el candelero, y se produjeron versiones excepcionales. Por dar un ejemplo, la reciente película “Le Pont des Arts” (2004) tiene a este madrigal como omnipresente banda de sonido y eje conceptual. Y la versión elegida es de 2013, por la notable soprano Anna Prohaska, que está muy de moda en el universo de la lírica, y por algo es (los de Deutsche Grammofon no son nada giles, para elegir cantantes).

¿A qué se debe la actualidad de esta pieza? Creo que hay varios factores. Por un lado, es breve, de cinco minutos: apenas un poco más que un tema de Arjona o de Violetta. Pero con brevedad sola, por supuesto, no hacemos nada: hay un contrapunto de voces que dialogan mientras cantan, y un ritmo que se modifica y se amolda a la letra de los versos, a lo que está diciendo la Ninfa. En palabras del mismo compositor, ella, la Ninfa, “canta al tiempo del sentimiento”, frase que define más que bien una de las principales virtudes de esta obra.

En cuanto al género musical, este es un “lamento”. Esto significa no solo que la protagonista se lamenta, sino que participa de un género barroco extendido en el siglo XVII: piezas musicales que exploran la temática de la tristeza, la pérdida y el sufrimiento. En el mismo género, Monteverdi tiene el “Lamento de Ariadna”, y Purcell, el “Lamento de Dido”. Pero este lamento es lo más de lo más.



Dijimos que el ritmo se amolda a la letra; al mismo tiempo, la letra también se amolda a los sentimientos de la pobre Ninfa, de forma que ciertas palabras, ciertas frases, son repetidas una, dos o hasta tres veces, para enfatizar. Por ejemplo, en la primera estrofa, el apelativo “Amor” se dice cuatro veces, intercaladas por las palabras del Coro masculino; y “dónde” / “el traidor” (la referencia a “él”) se repiten también:

«Amor», decía.
«Amor», deteniendo el pie,
mirando el cielo,
«Amor, Amor,
¿dónde,
dónde está la fidelidad
que el traidor
que el traidor juró?»

El resultado es una pieza que, aunque bien estructurada, se siente y se escucha como algo plenamente flexible, cambiante, vivo.

El autor de la letra y libretista es un tal Rinnuccini, quien a pesar de su nombre poco serio era poeta oficial de los Medici. La historia del “Lamento de la Ninfa” es ultrasencilla y, a pesar de los tantos años, nunca pasa de moda. Es también, por ejemplo, la historia favorita de las canciones de Adele. Es el tema de Dido o, más modernamente, de “la costurerita que dio el mal paso”: ellos dos se enamoraron y se hicieron amantes, pero él inmediatamente la dejó por otra (con lo que en realidad comprendemos que la enamorada era ella, él estaba fingiendo nomás, para usufructuarla).

La Ninfa se lamenta por su enamorado infiel y por su amor perdido, y sus palabras se enmarcan en otras, masculinas, que van formando un diálogo con las suyas.  Pero esas voces masculinas no son las palabras de él, del “traidor”, sino los comentarios de un conjunto de varones, un Coro griego que presenta la situación de la ninfa, la va comentando a medida que se desarrolla, y le da un cierre, conteniéndola, manejando esa pena femenina, controlándola.

A un nivel superficial, esos varones se compadecen del sufrimiento de la Ninfa, parecen estar de su lado: no dicen nada a favor del amante infiel. Pero al escuchar la obra, a mí y a muchos otros comentaristas nos parece que hay otra cosa subyacente, otro matiz en esos comentarios. Cuando ellos, por ejemplo, dicen “miserella” (“pobrecita”), con esos cuatro tonos graves en escala descendente (la – sol – fa – mi) uno no escucha compasión, sino condescendencia (y no estoy hablando de mi madre). Como si ellos estuvieran hablando desde un pedestal, de la pobre infeliz. Y al mismo tiempo, también hay, a la vez que reprobación y ese aire de superioridad patriarcal, un interés cuasi erótico hacia la ninfa, una fascinación sutilmente lasciva, como esos viejos verdes repugnantes que ven a una adolescente y dicen “qué crecidita está la nena”. No sé, tal vez soy yo nomás que soy malpensado; aunque les aseguro (y lo comprobarán enseguida) que no soy el único en “leer” esto, en esta pieza musical de Monteverdi.

Pero en el contrapunto, la voz de la ninfa es absolutamente conmovedora, creíble tanto en su amor desesperado y desesperanzado como en su despecho hacia “ella”, la nueva amante. La Ninfa, estrofa a estrofa, va oscilando entre el odio hacia el amoroso traidor, el deseo de que regrese con ella, toma la resolución de que “ya no me atormentará más, lo juro” y luego, inmediatemente, se pregunta, inútilmente esperanzada “y si me alejara de él, ¿volvería a buscarme?”. Y concede que tal vez ella (la chirusa) tenga “una mirada más serena hacia él” (porque ella está atormentada), pero nunca tendrá su fidelidad ni besos más dulces, porque ella, a pesar de todo, lo quiere como nunca.

Bueno, podría seguir hablando, pero no es necesario. Pasemos a las versiones, comenzando por la elegida, la de Prohaska, que es la versión que musicalmente más me gusta, incluso más que la de Dessay y la de “Le Pont des Arts” (incluyo los links), porque enfatiza la dulzura y el dramatismo. 



La versión Prohaska viene con un videoclip que es una película, un cortometraje ultraheavy, prohibido para menores y más terrorífico que “El resplandor”. Si son impresionables, no lo vean, porque incluye imágenes sumamente perturbadoras de violencia de género. El director del film, Andreas Morell, interpreta igual que yo el “coro masculino” y sitúa a la Ninfa, enloquecida de amor, en un manicomio, donde tres seudomédicos “tratan” a la muchacha aparentemente “por su bien”, pero en realidad disfrutando de su sufrimiento. Después de vacunarla, sujetarla, reducirla, palmearla, lamerla, olerla y mirarla como a un bife de lomo, llegan al colmo del sadismo cuando le sirven un vaso de agua y se lo dejan en la mesita de luz… cuando segundos antes le pusieron una camisa de fuerza, con lo cual resulta imposible para ella beber del vaso. Cuando la dejan sola, la Ninfa recuerda a su enamorado, que se le aparece como si fuera un dios griego, un Mercurio, un Ares (la cota de malla de él es el único toque de color en todo el videoclip), pero enseguida esa imagen se trastoca y el Enamorado Divino se convierte en una Muerte Momia que podría ser hasta graciosa, si no fuera tan dramático e inquietante el resto del film. Hacia el final, cuando ella termina de cantar, se la ve libre y corriendo por las escaleras, pero es difícil interpretar eso como un happy end: esa liberación solamente pudo llegar con la muerte, pues la Ninfa está condenada a un eterno final infeliz. El clip se cierra con los “médicos” haciendo unos movimientos y gestos muy extraños, sin sentido, y cubriéndose la cabeza con bolsas de papel con agujeros para los ojos (haciéndolos semejantes a esa Muerte Momia Anónima que había aparecido antes)… todo eso no es nada simpático, sino muy tétrico. Pero en síntesis, es un gran videoclip, si se lo bancan.



Si no se lo bancan, van otras dos versiones buenísimas y mucho más light: la de la película del puente, y la de Dessay.



Lamento della Ninfa

Non havea Febo ancora
recato al mondo il dì,
ch’una donzella fuora
del proprio albergo uscì.
Sul pallidetto volto
scorgeasi il suo dolor,
spesso gli venia sciolto
un gran sospir dal cor.
Sì calpestando i fiori
errava or qua, or là,
i suoi perduti amori
così piangendo va:

«Amor», dicea.
«Amor», e ’l piè,
mirando il ciel, fermò,
«Amor, Amor,
dove, dov’è la fe’
che ’l traditor,
che ’l traditor giurò?»

Miserella.

«Fa che ritorni il mio amor
com’ei pur fu,
o tu m’ancidi, ch’io
non mi tormenti più.

Miserella, ah più no, no,
tanto gel soffrir non può.

«Non vo’ più ch’ei sospiri
se non lontan da me,
no, no che i martiri
più non darammi affè.

«Perché di lui mi struggo,
tutt’orgoglioso sta,
che si, che si se ’l fuggo
ancor mi pregherà?

«Se ciglio ha più sereno
colei
colei
colei che ’l mio non è,
già non rinchiude in seno,
amor si bella fè.

«Né mai sì dolci baci
mai 
mai
mai 
mai
da quella bocca avrai,
nè più soavi, ah taci,
taci, che troppo il sai.»


Sì, tra sdegnosi pianti,
spargea le voci al ciel;
così nei cori amanti
mesce Amor fiamma e gel
Lamento de la Ninfa

Febo no había todavía
revelado al mundo el día,
cuando una muchacha salió
de su propia casa.
Sobre su pálido rostro
afloraba su dolor,
y a menudo provenía
de su corazón un gran suspiro.
Andando sobre las flores
iba vagando, aquí, allá,
llorando de esta manera
su amor perdido:

«Amor», decía,
«Amor», deteniendo el pie,
mirando el cielo,
«Amor, Amor,
¿dónde, dónde está la fidelidad
que el traidor
que el traidor juró?»

Pobrecita.

«Haz que vuelva mi amor
tal como antaño fue,
o déjame morir, para que
no me atormente más.

Pobrecita, no puede más, ay no,
ya no puede soportar tanta frialdad.

No quiero ya que él suspire
sino estando lejos de mí,
no, no, él no me causará
más martirios, lo juro.

Pues al saber que por él ardo
él se siente orgulloso,
¿quizá, quizá si me alejara
él volverá a rogarme?

Si ella tiene una mirada más serena
hacia él
hacia él
hacia él que la mía,
no alberga en su seno,
Amor, una fidelidad como la mía.

Ni nunca tan dulces besos
nunca
nunca
nunca
nunca
de aquella boca tendrás,
ni más tiernos, ay calla,
calla, que bien lo sabes.»


Así, entre amargas lágrimas,
alzaba su voz al cielo;
así en el corazón de los amantes
mezcla Amor el fuego y el hielo.


En “Le Pont des Arts”:

Por Natalie Dessay:
https://www.youtube.com/watch?v=-qz2aj2oB68 



Bueno, eso es todo por hoy.

Acongojadamente se despide entre llanto,

DJ Vago