solo un tema por semana,
y con que le guste al diyei alcanza

martes, 28 de julio de 2015

[132] Puedes llamarme S.



“You can call me Al”, de Paul Simon, en su álbum Graceland (1986)




A Ana Lucía Salgado.



Como segunda entrega de la serie “Dime cómo te llamas”, nos volvemos de la China y viajamos a Graceland, un gran disco del gran Paul Simon.


Graceland es el nombre de la mansión de Elvis Presley, en Memphis. Para un músico estadounidense, ir a Graceland sería, supongo, como decir: ir a La Meca. Un viaje iniciático. Que es el que hizo Paul pero a Sudáfrica, donde conoció montones de músicos y estilos nuevos para él, y escuchó, admiró y a veces hasta afanó, melodías y canciones enteras. El resultado fue un disco buenísimo, que les recomiendo escuchar en su conjunto (en Youtube se consigue fácil, si junto ganas, va el link abajo). Y el tema “Graceland”, dentro del disco, también es genialidatt, con dos T.

https://www.youtube.com/watch?v=mcnpcFoEBWQ


Para quienes no conocen a Paul Simon, es el Simon de Simon & Garfunkel. De los sesentas. Si no les suena Simon & Garfunkel, es que ustedes son muy jóvenes o muy burros. Eduquensé o crezcan un poco, y luego vuelvan acá y sigan leyendo. Los espero.

¿Listo? Sigo.



Garfunkel, a quien en mi posteo 45 comparé (acertadamente), por su aspecto, con un John MacEnroe adicto al ribotril, me cae muy simpático. Aunque no parezca. Pero en ese dúo desparejo, el verdadero talento no era el alto rubio que metió los dedos en el enchufe, sino el otro, Paul, el petiso con esa cara de caído del catre onda Chespirito, quien compuso prácticamente todas las canciones (incluyendo el trío de temas “top” que alcanzaron el número 1 en todos los charts de la época, en especial luego de la salida de la película “El graduado”: “Señora Robinson”, “El sonido del silencio” y “Puente sobre aguas turbulentas”. Temazononones.

Por eso, cuando en 1970 el dúo se separó, era fácil prever quién de los dos iba a hacer una gran carrera solista. Paul Simon sacó tres discazos, y luego en la primera mitad de los ochentas tuvo un bache, del que salió, luego de su viaje a Sudáfrica, pum para arriba con este discazo.

“You can call me Al”, el tema elegido hoy, no está ni en el top 3 de las canciones del disco; pero es el que me queda bien con el tema de la serie (“Dime cómo te llamas”), y por eso lo elegí. Además, la canción me encanta. Y el clip, a pesar de que es una boludez total, me causa gracia cada vez que lo veo.

En esta canción, Paul conjuga una base rítmica incesante y pegadiza (algo bien africano) con una onda pop y una sucesión de solos jazzeados: por momentos suena a algo caribeño, luego a zulú, luego a Britney Spears, luego a Santana… pero al final, es un Paul Simon auténtico.

En especial por la letra: esta canción iba a formar parte de otra serie (que quizás ya salga de mi calendario, ya bastante sobrecargado), titulada “Los parcos”, dedicada a músicos que gustan de hacer canciones con letras larguísimas (no haré la serie, pero sí habrá, hacia el final de esta secuencia, un “parco” más).

No sé si tiene un nombre en particular, pero me gusta pensar en estos temas como “canciones-río”, como un fluir de imágenes y palabras que se apelmazan, a veces sin orden ni aparente concierto, y que van formando una historia compleja, intensa. Eso me hace acordar, claro, al tema zulú que reseñé en este blog (posteo 97): las canciones-río son un invento africano. Como la humanidad.

La canción tiene tres estrofas, cada una es como un río de pensamientos que se suceden sin pausa ni corte, desordenadamente (pero no tanto). Todas comienzan con el mismo verso: “Un hombre camina por la calle”. Hasta ahí vamos bien. Pero lo cierto es que es una letra difícil de interpretar. Si tuviera que titularla, la llamaría: “una cartografía de la incomodidad” (estuve a punto de titular así el posteo, pero sonaba súper intelectual, no me da la caradurez para tanto). Las estrofas, sí, van “mapeando” una crisis interior, una incomodidad con el presente.

La primera estrofa es (para mí) muy graciosa, porque el cantor parece estar hablando de su panza: “¿Por qué estoy blando en el medio, ahora?”, como diciendo, ¿Por qué tengo este salvavidas en la zapán, de golpe?” (también se puede leer: ¿por qué me volví blando ahora que estoy en mitad de la vida?). Él se lamenta de que tiene blanda la panza, pero el resto de su vida está dura: necesita una oportunidad instantánea (photo-opportunity), una chance de redención. Y esos pensamientos oscuros que le roen la cabeza son como perros que le ladran a la luz de la luna, en plena noche en un lugar inhóspito, y solamente le puede pedir ayuda a ese desconocido que es él mismo, sí, ese tipo, el de la panza cervecera:

Perros a la luz de la luna
lejos de mi puerta bien iluminada
señor Panzadecerveza, Panzadecerveza,
aleje a esos perros de mí
sabe que esto ya no me hace gracia

La segunda estrofa revolotea por el mismo tema: el mismo hombre, que es él pero a la vez no es, camina por la calle y se lamenta de tener tan poca capacidad de atención, de que aún no tiene una familia (o su familia no está con él), que qué pasa si muere allí mismo, que quién será su modelo a seguir ahora que su modelo a seguir (él mismo) se distrajo y se fue, al igual que su corta capacidad de atención, con la primera chica que se le cruzó por la calle.

Y la tercera estrofa presenta al mismo infeliz en un país extraño, donde no conoce a nadie, ni el idioma, ni plata, donde lo rodean sonidos e imágenes extrañas (vacas en el mercado, huérfanos, pungas, ángeles en la fachada de los edificios)…

Un hombre camina por la calle
es una calle en un mundo extraño
quizás es el Tercer Mundo
quizás es su primera vez allí
no habla el idioma
no lleva dinero local
es un hombre extranjero
está rodeado por el sonido
el sonido
reses en el mercado
buscavidas y orfanatos
ira alrededor alrededor
ve ángeles en la arquitectura
girando en el infinito
dice ¡Amén y Aleluya!

Y sobre todas esas situaciones desconsoladas sin gracia y esos cuestionamientos existenciales sobrevuela un deseo: el deseo de redención. De salir de la crisis, de superar la incomodidad, de llegar a algún lugar amable. De encontrarse con alguien. Y a ese alguien le dice, en un estribillo que es una total genialidad: no importa quién sos, ni quién soy yo. No importan ni siquiera nuestros nombres (onda “Último tango en París”). Vos podés ser mi guardaespaldas, yo seré tu viejo compañero de la escuela a quien no ves hace mucho. Te llamaré Betty, vos podés llamarme Al.

Si fueras mi guardaespaldas
puedo ser tu viejo amigo perdido.
Puedo llamarte Betty,
y Betty, cuando me llames,
puedes llamarme Al.

En fin: me encanta este tema, que es como la reafirmación de la posibilidad de que un encuentro nos saque del pozo.

Mi hermana la tercera, mientras me devuelve al mate, levanta la vista brevemente de la lectura de su novela para decirme que el verso “Puedes llamarme Al” es una referencia al comienzo de la novela Moby Dick. Yo desconozco: lo dejo a vuestro criterio. Lo que si sé que se dice es que la primera idea de esta canción le surgió a Paul cuando, en una fiesta, el músico Pierre Boulez (que ya estaría pasado de copas) lo llamó a él Al, y a su esposa Peggy le dijo Betty.


El videoclip es una especie de sketch donde se los ve a Paul Simon, tan petisito él, al lado de Chevy Chase (el cómico), tan alto él, en una habitación rosada. Chevy Chase mueve la boca, como si él cantara, y Paul se limita solo a tocar (a hacer como que toca) algunos instrumentos. Es una pavada total, el clip, pero me divierte igual.


https://www.youtube.com/watch?v=uq-gYOrU8bA


You can call me Al

A man walks down the street
He says why am I soft in the middle now
Why am I soft in the middle
The rest of my life is so hard
I need a photo-opportunity
I want a shot at redemption
Don't want to end up a cartoon
In a cartoon graveyard
Bonedigger Bonedigger
Dogs in the moonlight
Far away my well-lit door
Mr. Beerbelly Beerbelly
Get these mutts away from me
You know I don't find this stuff amusing anymore

If you'll be my bodyguard
I can be your long lost pal
I can call you Betty
And Betty when you call me
You can call me Al

A man walks down the street
He says why am I short of attention
Got a short little span of attention
And wo my nights are so long
Where's my wife and family
What if I die here
Who'll be my role-model
Now that my role-model is
Gone Gone
He ducked back down the alley
With some roly-poly little bat-faced girl
All along along
There were incidents and accidents
There were hints and allegations

If you'll be my bodyguard
I can be your long lost pal
I can call you Betty
And Betty when you call me
You can call me Al
Call me Al

A man walks down the street
It's a street in a strange world
Maybe it's the Third World
Maybe it's his first time around
He doesn't speak the language
He holds no currency
He is a foreign man
He is surrounded by the sound
The sound
Cattle in the marketplace
Scatterings and orphanages
He looks around, around
He sees angels in the architecture
Spinning in infinity
He says Amen! and Hallelujah!

If you'll be my bodyguard
I can be your long lost pal
I can call you Betty
And Betty when you call me
You can call me Al
Call me Al.

Puedes llamarme Al

Un hombre camina por la calle
dice por qué estoy blando en el medio ahora
por qué estoy blando en el medio
el resto de mi vida es tan duro
necesito una foto de tapa
quiero una chance de redención
no quiero terminar como un dibujito
en un cementerio de dibujitos.
Entierrahuesos, entierrahuesos.
Perros a la luz de la luna
lejos de mi puerta bien iluminada
señor Panzadecerveza, Panzadecerveza,
aleje a esos perros de mí
sabe que esto ya no me hace gracia

Si fueras mi guardaespaldas
puedo ser tu viejo amigo perdido.
Puedo llamarte Betty,
y Betty, cuando me llames,
puedes llamarme Al.

Un hombre camina por la calle,
pregunta por qué tengo tan poca atención
tengo un lapso muy breve de atención
y por qué mis noches son tan largas
dónde están mi mujer y mi familia
qué pasa si muero aquí
quién va a ser mi modelo a seguir
ahora que mi modelo a seguir
se fue, se fue,
se escurrió por el callejón
con una chica rellenita con cara de murciélago
todo el camino todo
hubo incidentes y accidentes
hubo indirectas y alegatos

Si fueras mi guardaespaldas
puedo ser tu viejo amigo perdido.
Puedo llamarte Betty,
y Betty, cuando me llames,
puedes llamarme Al:
llámame Al.

Un hombre camina por la calle
es una calle en un mundo extraño
quizás es el Tercer Mundo
quizás es su primera vez allí
no habla el idioma
no lleva dinero local
es un hombre extranjero
está rodeado por el sonido
el sonido
reses en el mercado
buscavidas y orfanatos
ira alrededor alrededor
ve ángeles en la arquitectura
girando en el infinito
dice ¡Amén y Aleluya!

Si fueras mi guardaespaldas
puedo ser tu viejo amigo perdido.
Puedo llamarte Betty,
y Betty, cuando me llames,
puedes llamarme Al.
Llámame Al.



Y eso es todo por hoy. La semana que viene rellenaré uno de los grandes agujeros de este blog, con la banda de rock más famosa y la canción más versionada de todos los tiempos.

Hasta entonces, pueden llamarme S.


DJ S. Vago

martes, 21 de julio de 2015

[131] A los gritos en plena madrugada

“Nessun dorma”, de Giaccomo Puccini, en su ópera póstuma Turandot (1924)



Comienzo aquí una serie titulada “Dime cómo te llamas”, que bordeará por el tema de los nombres propios y su importancia. Como primera entrega, bastante obvia por cierto, voy con “Nessun dorma” (“Nadie duerma”), el aria más famosa de la ópera Turandot, de Puccini. Que muy probablemente esté en el top five de las arias más famosas de todas las óperas del mundo.

Antes de empezar, voy a aclarar, nuevamente, que no soy un experto en música. Me gusta la música, nomás. Y menos que menos, en ópera. Ni siquiera me gusta, la ópera. Pero escuché bastantes, gracias (de nada) a mi sorda abuela italiana, Annunziata. Esa es toda mi formación operística. Así que si buscan experticia, vayan por otros lados.

Puccini comenzó a componer Turandot hacia 1921, y cuando murió de cáncer, en 1924, no estaba terminada. Recién dos años después, Ricardo Alfano completó, a partir de los borradores que había dejado Puccini, lo que faltaba del tercer acto. Pero los dos primeros actos (incluyendo el aria de la que hablamos hoy) y la primera mitad del tercero son puro Puccini.

La historia es esta: Turandot es una princesa china. El nombre Turandot es impronunciable, en chino, pero bueno, ponele que se llama así, la princesa Turandot. Bastante arisca, ella. El padre la quiere casar, ella no quiere. Pero ella es la que corta el bacalao, parece, así que logra que se establezca, siguiendo la antigua tradición de la Esfinge y de las comedias de Shakespeare, un concurso: cualquiera que pretenda casarse con ella, deberá antes contestar tres acertijos. Si los aciertan, bárbaro, me caso (dice Turandot); pero si no los aciertan, ¡que le corten la cabeza! (al mejor estilo Reina de Corazones del País de las Maravillas). Así pierden la cabeza (y no metafóricamente) varios príncipes, al intentar obtener la mano de Turandot.



Pero llega un príncipe desconocido. Nadie sabe cómo se llama, pero de alguna manera, nadie duda de que es príncipe. Y él, a pesar de que todos (incluyendo los ministros Pang, Ping y Pong) le advierten, le repiten y le recontrarepiten que ser pretendiente de Turandot equivale a morir, él se enamoró de ella a primera vista y está decidido a probar suerte con los acertijos.

El príncipe, entonces, desoye a Ping y Pong. A Pang también. Increíble, pero previsiblemente, logra responder los acertijos de la princesa, que resultan extraños, la verdad, pero tampoco eran guau, qué difíciles:

“¿Qué nace cada noche y muere cada amanecer?”, larga Turandot.
“La esperanza”, responde el príncipe, medio frotándose el cuello como despedida, pero increíblemente esa era la respuesta correcta.

“¿Qué chispea de rojo y calienta como el fuego, pero no es fuego?”
“La sangre”, responde el príncipe anónimo, envalentonado, y vuelve a acertar.

Viene el tercer acertijo, el decisivo. Turandot, ya nerviosa, cual Odol pregunta:
“¿Qué hielo te quema como fuego, al cual tu fuego vuelve más frío aún?”
“¡Turandot!”, responde el príncipe, y esa era la respuesta nomás.

El concurso parece arreglado, sí, pero igualmente Turandot no se lo esperaba, y se pone como loca, porque no quiere de ninguna manera casarse con el desconocido. El padre (recordemos: es el emperador de China) le dice que, en tanto dio su palabra, se tiene que casar, qué tanto.
Turandot, sin darse por vencida, le pregunta al príncipe si aceptaría casarse con ella por la fuerza, en tanto ella no quiere casarse. El príncipe, que es todo un caballero, le hace una contrapropuesta: “Tú no sabes cuál es mi nombre. Si lo averiguas antes del amanecer, puedes cortarme la cabeza. Si no lo averiguas, te casarás conmigo por voluntad propia.”

La princesa acepta. El príncipe se retira a sus aposentos y Turandot decreta que todo el mundo se ponga a buscar ya mismo el nombre del príncipe, porque si no lo averiguan antes del amanecer, ella les cortará la cabeza a todos. ¡A todos, dije! Una pinturita, la principessa.

En esa noche decisiva, entonces, sucede el aria. “Nadie duerma” es lo que había pedido Turandot (y lo repiten ensimismados los cortesanos de palacio), pero también es lo que canta el príncipe:

(no lean los subtítulos del clip, están mal: la traducción correcta es la que pongo abajo)


Nessun dorma

Nessun dorma! Nessun dorma!
Tu pure, o principessa,
nella tua fredda stanza,
guardi le stelle
che tremano d'amore, e di speranza.

Ma il mio mistero è chiuso in me;
il nome mio nessun saprá! No, No!
Sulla tua bocca lo dirò
quando la luce splenderà!
Ed il mio bacio scioglierà il silenzio
che ti fa mia!

(Il nome suo nessun sapra,
E noi dovrem, ahim, morir, morir!)

Dilegua, o notte!
Tramontate, stelle!
Tramontate, stelle!
All'alba vincerò!
Vincerò! Vincerò!

Nadie duerma

¡Nadie duerma! ¡Nadie duerma!
Incluso tú, o princesa,
en tu fría habitación
miras las estrellas
que tiemblan de amor y de esperanza.

Pero mi secreto está escondido en mí,
¡nadie sabrá mi nombre! ¡No, no!
Sobre tu boca lo diré
cuando la luz brille.
Y mi beso disolverá el silencio
que te hará mía.

(Voces de la gente de palacio:)
(El nombre suyo nadie sabrá
Y deberemos morir, oh, morir, morir.)

¡Desvanécete, oh noche!
¡Ocúltense, estrellas!
¡Ocúltense, estrellas!
Al alba, venceré.
¡Venceré! ¡Venceré!



No sé a ustedes, pero a mí me encanta la letra, y también la música. Es una hermosa aria. Es un poco cursi, sí, pero hay un tema muy oriental allí, que es que conocer el nombre (el nombre verdadero) de alguien te da un poder sobre él. Y que uno puede regalar, como prueba máxima de amor y de confianza, su propio nombre a otra persona. Con eso, y un par de cositas más, Ursula Le Guin se hizo la saga de Terramar, y le quedó pipicucú. Pero lo inventaron los chinos, el concepto, al igual que casi todo: equivale a decir que es patrimonio de la humanidad, la idea.

El príncipe anticipa que vencerá (que nadie sabrá su nombre antes del alba) y, ansioso, le pide a las estrellas y a la noche que se vayan de una vez, porque la llegada de la luz señalará su triunfo. Que no es mantener la cabeza (aunque eso debería preocuparlo, al menos un poquito), sino confirmar el sí de su amada.

Pero Turandot, en esa larga noche, mueve cielo y tierra intentando descubrir el nombre del extranjero. No lo logra, por más que Ping y Pang van a los tiros, de acá para allá. Turandot llega incluso a torturar a un pobre infeliz, delante del príncipe, intentando conmoverlo. El príncipe le reprocha su crueldad, pero ella es dura, no le afecta.

En un momento, los dos se quedan solos, y el príncipe la besa. Turandot medio lo rechaza pero también lo acepta, y le confiesa que desde que lo vio lo odia y lo ama al mismo tiempo. Turandot le suplica al príncipe que abandone China, que se lleve su nombre secreto y no le exija casamiento. Pero el príncipe, que hay que confesar que es bastante osado, larga el as que guardaba en la manga: al oído de la princesa, le dice: “Mi nombre es Calaf”.

O sea: le regala su nombre; lo que significa, a la vez, regalarle su vida entera.

Porque llega el amanecer, y cuando el emperador le pregunta a la princesa, ella dice, triunfante: “Sé el nombre del príncipe”.

Mientras el verdugo afila la cuchilla, la princesa anuncia: “Su nombre es Amor”. Okey, okey, no es la mejor frase del mundo, y a esta altura de la ópera la música ya es de Alfano, pero bueno, es lo que hay: el funeral se cambia por banquete nupcial, y todos felices. Hasta hay fuegos articificiales, organizados por Pang Pong Ping.

De las miles de versiones disponibles, elegí una de Pavarotti. Por un lado, para que quienes lo escucharon solamente como un gordísimo viejo sudador con un pañuelo de seda en la mano entiendan el porqué de su extensa fama: sabía cantar, el muchacho. En su mejor momento, el mejor de los tenores que yo escuché, sin dudas.

Sin embargo, lo que a menudo me pasa (y es la razón, en parte, por la cual la ópera no me gusta, como género) es que preferiría, antes de que arias como esta fueran cantadas por gente con enormes voces potentísimas, que fueran cantadas por cantantes con voz más suave, más tranquilamente: son las tres de la mañana, no necesitamos despertar a todo el mundo con unos gritos capaces de quebrar todas las ventanas. Alcanzaría con un susurro. Y a mí me sonaría mucho más creíble ese “venceré” cantado entre dientes, como algo que uno se dice a sí mismo para darse ánimos y buscando la dudosa confirmación del destino.

Entre los proyectos que ideé (y que, por supuesto, no emprendí nunca, porque me da fiaca) están las óperas cantadas por no-cantantesdeópera. Cuando alguien lo haga, avísenle que yo lo inventé antes. (En cambio, si alguien lo hubiera inventado antes que yo, no es necesario que me avisen.)

Y bueno, eso es todo por hoy. Ahora déjenme volver a dormir, que aún es re temprano.

Hasta una próxima mañana,


DJ V…?

martes, 14 de julio de 2015

[130] Soplaré y soplaré

“Elfin Knight”, anónimo escocés del siglo XVII, por Kate Rusby (2005)



Y bueno, finalmente estoy de regreso, tras cuánto, ¿tres semanas? Estuve a punto de dejarme llevar por la infinitamente agradable sensación de no hacer nada, pero había algo, una espinita clavada en mi cerebro que me decía que no podía dejar la serie “Sobrenaturales” sin su cierre. Especialmente cuando el cierre es un tema que me encanta y que tengo marcado en mi agenda mental desde hace dos años y que hace diez días que no puedo dejar de tararear en mi cabeza. Así que aquí estoy de nuevo, para gusto de unos pocos e indiferencia de tantísimos. Bostezante, pero cuasi animoso, considerando.

“Elfin Knight”, “Caballero élfico”, es una canción tradicional tan escocesa como anónima del siglo XVII. Está muy emparentada con otra canción anónima, mucho más famosa, que ya reseñé (con modestia diré: magistralmente) en el posteo 45, de septiembre de 2013: “Scarborough fair”, y que también mutó en varias zonas de Escocia y Gales como “Wittingham fair”. Los estudiosos aseguran que Scarborough y Wittingham son canciones derivadas de esta, la del elfo, que sería la canción original y primera con esa propuesta de tareas imposibles.

Como toda canción de 400 y pico de años, hay montones de versiones de “Elfin Knight”. En todas hay dos protagonistas: el caballero élfico (podría ser un elfo, o un descendiente de elfos, o un tipo sobrenaturalmente pintón: decidan ustedes) y una chica. En todas las versiones, el caballero está parado en la cima de una colina, y la chica está en su casa (en algunas versiones, en especial las primeras, ella está dentro de la casa, en su habitación; en otras podría estar en el palier o en el zaguán).



En las primeras versiones, el caballero élfico, muy poco caballero, después de hacer sonar su instrumento (no, no ese que están pensando, aunque casi) y generar un vientazo con él, propone y/o amenaza raptar a la chica y, redondamente, yacer con ella (si ella consiente) o violarla (si no consiente). La chica, ante esa propuesta tan varonilmente primitiva, cierra la ventana (para que el viento no desordene todo); aunque no rechaza de plano, exige que el caballero élfico cumpla antes de llevársela unas “simples” tareas: labrar un acre de tierra, hacerle un vestido. Pero esas tareas, tan sencillas, son imposibles, porque el terreno debe estar ubicado “entre el mar y la línea de la costa”, y el vestido debe hacerse “sin coser ni bordar”. Estas primeras versiones son, según yo, masculinas, porque aunque la chica es quien pone las condiciones, su rol es pasivo (espera quieta a que el caballero haga lo suyo) y ella es casi como un trofeo, mientras que el caballero élfico es quien propone y avanza.

Sin embargo, en algún momento del siglo XVII, pasó algo notable con esta canción, y es que una mujer la tomó y la dio vuelta. Estamos en el Renacimiento, pero es sabido que el renacimiento ese del arte y de los libros era cosa de varones. En la música popular, sin embargo, sí había alguna oportunidad, algún resquicio para que las mujeres tomaran la palabra y expresaran un irreverente, por no decir hereje, deseo de vivir. En las nuevas versiones de “Elfin Knight” que comenzaron a surgir a partir de fines del siglo XVII y en adelante, es la chica quien, al escuchar el cuerno del caballero élfico (cuyo sonido es “tan fuerte y estridente”, por no decir “penetrante”) y verlo en la cima de su colina, siente un intenso deseo sexual, que se nota porque el viento generado por el cuernazo del caballero ya no queda solo como una curiosidad meteorológica, sino que (en tanto ella ya no se queda dentro de la habitación, sino que sale de la casa) le vuela la pollera:

El caballero élfico está parado en su colina
(sopla sopla sopla, viento, sopla)
Soplando su cuerno fuerte y estridente,
y el viento que sopla me levanta la pollera.

Recuerden en qué época estamos, y se darán cuenta de que este estribillo es, de tan erótico, subversivo. En especial porque el erotismo que muestra es tan sutil como femenino, en tanto no hay ningún contacto físico directo entre el caballero y la chica, sino a través del viento que el genera con su instrumento (musical, ponele). Pero un soplido fuerte puede derribar, dice el Lobo, una casa de paja o de palos, y como se sabe desde la época de los griegos, el viento en Europa es capaz de embarazar a una ninfa si se descuida; así que yo diría que este viento escocés es bastante subido de tono, para el mil seiscientos.

En estas versiones “femeninas”, es ella la que propone a don Élfico que se la lleve para así poder estar juntos (en algunas versiones, con casamiento previo; en otras, sin papeles). Ella llega directamente hasta decir que “ojalá tuviera tu cuerno en mi regazo”, lo cual ya se pasa de castaño oscuro.

Y, quién lo diría, es el caballero quien, en lugar de agarrar viaje enseguida, se pone remilgoso y dice que, si ella quiere irse con él, antes cumpla unas tareas:

Entonces debes hacerme una camisola de holanda
sin ninguna costura ni trabajo de agujas,
y debes lavarla en aquel pozo
que nunca tuvo agua ni recibió jamás lluvia.


La chica no se da por vencida, y le hace una contrapropuesta de tareas imposibles (labrar, cosechar), para que funcione como tributo y parte de su dote:

Mi padre quiere una parcela de tierra
entre el salado mar y la línea de la costa,
y deberás ararla con tu resoplante cuerno
y sembrarla con un solo grano de pimienta.

(En algunas versiones, le pide además que la cosecha sea reunida en una carreta armada solamente con piedras y barro, y que esa pesada carreta imposible sea tirada solamente por un único gorrión. Lindo, ¿no?)

Cuando él labre la parcela, ella le dará su camisa sin costuras, y todos contentos.

Esta canción, ya en el siglo XVIII, a menudo se consideraba como una “balada para niños”, lo que suena curioso, porque los padres de hoy probablemente no estarían de acuerdo con que esta canción les fuera cantada a sus hijos y, especialmente, a sus hijas.

Abajo pondrá links y letras de las versiones de las que estuve hablando hasta aquí. Pero ahora me enfocaré en la versión elegida hoy, la de Kate Rusby, una cantante folk británica que me encanta, con una voz impresionantemente hermosa, y a quien ya presenté en uno de mis posteos menos leídos: “Volvé a las 9 hija, o sos boleta”, sobre el romance anónimo inglés “Una rosa en abril” (posteo 103). Como en ese romance, aquí en la versión que hizo Kate de “Elfin Knight” es la protagonista femenina la que avanza y actúa para que su amor y/o su deseo lleguen a concretarse.

La canción forma parte del disco La chica que no podía volar (“The girl that couldn´t fly”), de 2005. 


En su versión, Kate Rusby deja de lado todo eso de las tareas imposibles (que hoy en día, inevitablemente, nos suena como sacado de “Scarborough fair”, aunque no sea así) y se centra en lo importante: en el deseo de la muchacha por el caballero élfico y cómo el viento que él produce le vuela la pollera. Solo con eso, Kate hace una canción preciosa, pegadiza y rítmica y tierna, con solo tres estrofas, entre las cuales se cuela el ventarrón del estribillo.

En la primera estrofa presenta al caballero élfico, y a diferencia de otras versiones, se detiene para describir, además del sonido del cuerno, cómo se ve el aplomado y varonil caballero (ella está fuera de la casa, liberada para sentir el viento en la falda y para verlo a él directamente, allá arriba):

El caballero élfico está parado en aquella colina,
sopla su cuerno tan alto y estridente,
su porte es tan orgulloso y tan sereno,
sopla el viento sopla mi pollera.

En la segunda estrofa, ella se permite comenzar a soñar:

Si tuviera al caballero que está en esa colina,
mi verdadero amor seguramente habría hallado:
abajo hasta la iglesia y pronto estaríamos unidos,
sopla el viento sopla mi falda.

Fíjense que se usa, como en “Scarborough fair”, la expresión “true love”, “amor verdadero”, y al igual que allí, lo que se quiere decir en realidad es “true lover”: un amante fiel. Ella sueña con tener al caballero en sus manos, y lo primero que haría entonces sería llevarlo a la iglesia para casarse con él. Ella es una chica de buena familia, después de todo. Pero sus verdaderas intenciones no son esas, y el casamiento es solamente un requisito para lo que realmente quiere, que se expresa con claridad en la tercera estrofa:

Él me hará un vestido con costuras de hilo fino,
pondrá una diadema de flores en mi cabeza,
abajo a la iglesia y después iremos a la cama,
sopla el viento sopla mi falda.

Él le dará el vestido de hilo fino (fíjense que en esta versión ella no pide que sea hecho sin coser ni bordar: le tiene sin cuidado la técnica de costura) y le pondrá una corona nupcial de flores en la cabeza (lo que remarca la cercana relación entre el caballero élfico y la naturaleza indomable, silvestre y salvaje) y entonces sí, pasando por la iglesia (rapidito), luego sí irán (¡por fin!) a la cama juntos.




Es solo un sueño de la muchacha, y nada dice que ese deseo que siente se concrete: sin embargo, la intensidad poética de esos personajes de los que casi nada sabemos logran que esta canción sea memorable, y que siga viva cuatrocientos años después. Ojalá les guste.




The elfin knight

The elfin knight stands on yon hill
He blows his horn both loud and shrill
He stands so proud and he stands so still
Blow winds blow my bonnie o
Blow winds blow my bonnie


If I had the knight that stands on yon mound
My true love then surely I have found
Down to the church then soon we will be bound
Blow winds blow my bonnie o
Blow winds blow my bonnie.

He'll make me a dress with seams of fine thread
Make me a garland of flowers for my head
Down to the church then away we'll go to bed
Blow winds blow my bonnie o
Blow winds blow my bonnie.

The elfin knight stands on yon hill
Blowin' his horn both loud and shrill
He stands so proud and he stands so still
Blow winds blow my bonnie o
Blow winds blow my bonnie.

El caballero élfico

El caballero élfico está parado en aquella colina,
sopla su cuerno tan alto y estridente,
su porte es tan orgulloso y tan sereno,
sopla el viento sopla mi pollera, oh,
sopla el viento sopla mi pollera.


Si tuviera al caballero que está en esa colina,
mi verdadero amor seguramente habría hallado:
abajo hasta la iglesia y pronto estaríamos unidos,
sopla el viento sopla mi pollera, oh,
sopla el viento sopla mi pollera.

Él me hará un vestido con costuras de hilo fino,
pondrá una diadema de flores en mi cabeza,
abajo a la iglesia y después iremos a la cama,
sopla el viento sopla mi pollera, oh,
sopla el viento sopla mi pollera.

El caballero élfico está parado en aquella colina,
sopla su cuerno tan alto y estridente,
su porte es tan orgulloso y tan sereno,
sopla el viento sopla mi pollera, oh,
sopla el viento sopla mi pollera.



Y aquí adjunto, para los que quieran comparar otras versiones, un par más, que ilustran lo que conté en la primera parte del posteo:




    The Elfin Knight
              
The Elfin Knight stands on yon hill,                                 
Blaw, blaw, blaw winds, blaw                                                 
Blawing his horn loud and shrill.                                              
And the wind has blawin my plaid awa                                

‘ If I had yon horn in my kist,                                              
And the bonnie laddie here that I luve best !                       

Ye maun make me a fine Holland sark,                            
Without ony stitching or needle wark.                                 
And  ye maun wash it in yonder well,                              
Where the dew never wat, nor the rain ever fell.               

Now sin ye’ve askd some things o me,       
It’s right I ask as mony o thee.

My father he askd me an acre of land,                           
Between the saut sea and the strand.                                  
And ye maun plow’t wi your blawing horn,                   
And ye maun saw’t wi pepper corn.                                     

When  ye’ve dune, and finishd your wark,                    
Ye’ll come to me, luve, and get your sark.     

The Elfin Knight

El caballero élfico está parado en su colina.
(sopla sopla sopla, viento sopla)
Soplando su cuerno alto y estridente.
Y el viento me levanta la pollera.

Si tuviera tu cuerno en mi regazo
Y llevara puesta mi falda preferida…

Entonces debes hacerme una camisola de (hilo de) Holanda
sin ninguna costura ni trabajo de agujas.
Y debes lavarla en aquel pozo seco
Donde nunca hubo agua ni cayó la lluvia.

Ahora que me pediste algunas cosas,
Tengo derecho a pedirte yo otras tantas:
Mi padre me pidió un acre de tierra
Entre el salado mar y la línea de la costa.
Y debes ararlo con tu resonante cuerno
Y debes sembrarlo con un grano de pimienta.

Cuando lo hayas hecho y termines tu obra,
Entonces ven a mí, amor, y tendrás tu camisa.




The Elfin Knight

If you would be married with me,
A favor you must do for me.

'For you must make a shirt for me,
Without any cut or hem,' quoth he.

'You must cut it knife and sheerless,
And you must sew it needle and threadless.'

'Before I make a shirt for thee,
You must do this favor for me.

'You must find me an acre of land,
Between the water and the sand

'You must plough it with a ram's horn,
And sow it with one peppercorn.

'And in a cart of stone and lyme,
A single sparrow must bring it home.

'And when you have finished this work,
Come back to me and get your shirt.'
El caballero élfico

“Si quieres casarte conmigo,
un favor me debes hacer.

Debes hacerme una camisa
Sin ningún corte o costura”, dijo él.

“Debes cortarla sin cuchillo ni tijera
y coserla sin aguja ni hilo”.

Antes de que te haga tu camisa,
Debes hacerme tú un favor a mí:

“Debes hallarme un acre de tierra
Entre el agua del mar y la arena,

Debes ararla con un cuerno de carnero
Y sembrarla con una sola pimienta.

Y en una carreta de piedra y barro,
Un solo gorrión debe traerla hasta casa.

Y cuando hayas terminado tu tarea,
Vuelve a mí y tendrás tu camisa”.


Y eso es todo por hoy. Estoy agotado, pero tengo la satisfacción del deber cumplido. Y no es poco deber, considerando que escribir estos posteos me cuesta tanto como sembrar una parcela entre el mar y la costa.

Hasta la próxima, si es que mi despertador suena alto y estridente,

DJ Vago