solo un tema por semana,
y con que le guste al diyei alcanza

martes, 28 de julio de 2020

[236] Se nota que me dedico



“Una cerveza”, de Ráfaga (2016)


Empieza hoy una serie titulada “Desamor y popular”, dedicada a temas sobre amores que desbarrancaron y a los géneros más subrepresentados históricamente en este blog, como la cumbia bailantera, el soft-pop melódico en castellano y el rock cursi latino. No, reguetón no busquen, a tanto no llego (aunque, como dije una vez, no es por principios: si alguna vez un reguetonero decide hacer una buena canción, no tendría problemas en traerla aquí; por ahora, igual, no corremos peligro).

Empiezo con un tema que me encanta: “Una cerveza”, de Ráfaga. Y eso que yo no soy muy de la cumbia, ya saben. Pero este es, a pesar de que tiene menos de cinco años (es de 2016), un clásico. Una melodía pegadiza como chicle al sol y una letra sorprendentemente profunda. Bueno, no, Shakespeare no estaría siendo, pero para cumbia bailantera, te diría que es de una profundidad notable.

A la vez, “Una cerveza” es una canción incomprendida. ¿Por qué digo esto? Porque sus creadores (escuché sus propios testimonios) se propusieron hacer un himno a la cerveza, una apología de la ingesta alcohólica. Y el cantante Rodrigo Tapari, cuando dejó los vicios para refugiarse en la religión, sentía (y sufría) que ya no podía cantar este tema, que era sobre beber alcohol...

Bueno: no es sobre eso, la canción. Lo lamento, pero no; el título no se corresponde con la letra. Es como si a “El payaso Plinplín” le hubieran puesto “Una aspirina” y dijeran que es una apología de la automedicación sin receta. O que alguien sintiera que es un fraude al cantar “En el auto de papá” porque está haciendo dieta y ya no come torta.

Esta es una canción de desamor, liso y llano. El amor se terminó; ante eso, el cantor busca un método para olvidar y encuentra el más a mano, que son las bebidas alcohólicas (Daniel Toro encontró una zamba, pero le dio el mismo nulo resultado, porque el olvido es una tarea imposible).


Entonces, el cantor ni siquiera toma: recién está en la etapa previa, en la que se propone que va a beber próximamente una cerveza (o dos), con dos objetivos complementarios:

1. Olvidarse de “aquella trampa mortal”. No sabemos exactamente a qué se refiere, pero por cómo viene la letra, al parecer el cantor cayó en, o hizo, una trampa, y eso fue lo que provocó el abrupto final de la relación con su amada/o.

2. No quedarse “sin esperanzas”. No sabemos tampoco esperanzas de qué (¿de recuperar su amor?, ¿de comenzar un amor nuevo?), pero dependen de alcanzar previamente el olvido y, por lo tanto, son esperanzas infundadas.

Esas son las únicas estrofas de la canción. Y el estribillo, que es bastante breve también, explica el motivo de este proyecto etílico: ya no me querés, ya no hay amor, y por lo tanto, no hay nada mejor que hacer que emborracharse (para intentar olvidar).

Lo dice, eso sí, de una manera muy graciosa:

Porque vos
se nota que no me querés,
se nota que ya no hay amor;
entonces ya no hay más que hacer
y yo me dedico al alcohol.

Me gusta ese “se nota”, que implica que el desamor no fue expresado pero que hay indicios fuertes de que existe. Y ese verso final “y yo me dedico al alcohol”, como si fuera un trabajo full time, me parece una genialidad. En particular en la versión original de la canción, por Rodrigo Tapari, que extiende las eles al infinito: “y yo me dedico al alcoholllllllll”.

Por eso y por la voz un poco rasposa y melancólica de Rodrigo Tapari, mi versión preferida es la original; en 2018, luego de que Tapari dejara la banda para perseguir una carrera solista y abstemia, regresó el cantante fundador, Ariel Puchetta, y la banda regrabó “Una cerveza” con los miembros y las ropas originales de Ráfaga, una mezcla de Sargent Pepper, Matrix y Game of Thrones que es muy bizarra (aunque, como dije, prefiero, por detalles, la versión de 2016).

Hay otras cosas del tema que, para mí, no aportan mucho, como el recitado inicial (que anticipa lo que se dice en el estribillo) y la repetición última grupal a capella, como si fuera un candombe.
Pero es, en todo caso, un tema que se deja escuchar y se resiste a irse, una vez que se instala, porrón en mano, en las butacas de la mente.

Versión 2016 con Rodrigo Tapari

Una cerveza
Una cerveza voy a tomar,
una cerveza quiero tomar y así olvidarme
de aquella trampa, de aquella trampa mortal.
Otra cerveza voy a pedir,
otra cerveza para brindar y no quedarme
sin esperanzas, sin esperanzas tal vez.

Porque vos
se nota que no me querés,
se nota que ya no hay amor,
entonces ya no hay más que hacer
y yo me dedico al alcohol.

Amor, amor.


Para que comparen si quieren, la versión 2018 con Ariel Puchetta y las ropas de Matrix medieval:


Y como bonus track, un muy divertido momento televisivo. Al igual que Chaplin una vez participó de un concurso de imitadores de Chaplin y quedó segundo, aquí Rodrigo Tapari participa de un reality en el que se imita a artistas conocidos: él se imita a él mismo (incluyendo canto, pasito de baile y hasta camisa con brillos característica), pero es rechazado por el jurado, que no queda convencido de que le haya salido bien su imitación y, ni siquiera, de que se parezca a él mismo...


Eso es todo por hoy. Volveré la semana próxima. Mientras tanto, dedíquense. U olvídense, si pueden.

DJ Vago

miércoles, 22 de julio de 2020

[235] A volver, vamos a volver



Madrigales “Vuelve Céfiro” I y II (1614, 1632), de Claudio Monteverdi


Este invierno encuarentenado, ultrahúmedo y pandémico se nos está haciendo largo, y nos vendría bien que regresara ya la primavera: por eso elegí para hoy temas de alabanza primaveral. Además, como la semana próxima empiezo una serie en la que me sumergiré decúbito dorsal en el fango de la música popular más básica, comento aquí dos madrigales de comienzos del siglo XVII, para que recuerden que no soy (únicamente) un ícono bailantero.

Ambos madrigales son del grandísimo Claudio Monteverdi (de quien ya comenté el “Lamento de la ninfa” (posteo 77, mayo de 2014) y tienen la particularidad de que, aunque sus letras y músicas son totalmente diferentes, se titulan igual: “Zéfiro torna” (“Vuelve Céfiro”). El primero de estos madrigales fue compuesto en 1614 y el segundo fue publicado dieciocho años más tarde, en 1632.

De los dos, el segundo (cuyo primer verso dice “Zéfiro torna e di soavi acenti”) es sin dudas el mejor: es con seguridad uno de los mejores madrigales que existen, y para muchos es el favorito. Elegí, además, una versión espectacular, del ensamble L´Arpeggiata, que son unos genios (vale la pena verlos y escucharlos en todo lo que hacen).

Pero como ese madrigal no existiría sin su antecesor, lo traigo también, y lo comentaré brevemente. En lo musical, este primer “Vuelve Céfiro” (cuyo primer verso dice “Zéfiro torna e´l bel tempo rimena”) está aún metido de lleno en la música renacentista, y aunque es agradable de escuchar, hoy en día nos suena un poco cuadradito y predecible, pausado, casi eclesiástico por momentos, con un cambio marcado entre la primera mitad alegre y la segunda mitad melancólica. Elegí la muy buena versión del ensamble Les Arts Florissants.

La letra es un soneto del famoso Cancionero de Francesco Petrarca, poeta del siglo XIV, cuando recién se empezaba a escribir algunas cosas en toscano (el antecesor del italiano actual) en vez de en latín. Yo no lo leí, por supuesto, pero mi hermana la tercera me contó que en su Cancionero Petrarca reúne todas las poesías que le dedicó a su amada Laura: la primera parte son rimas que escribió cuando Laura vivía, y la segunda parte son rimas que escribió después de que Laura muriera, sin darle, viva ni muerta, la menor bola nunca.

Este soneto en particular es de los de después de la muerte de Laura. Con muchas referencias mitológicas, el cantor anuncia que está volviendo la primavera (Céfiro es la personificación del viento cálido primaveral), y en los dos cuartetos iniciales describe cómo todo florece y fructifica y brota, con la llegada de la primavera, y cómo toda la naturaleza está feliz.

(Digresión: Céfiro tiene un cameo en el cuadro "La Primavera" de Boticelli, donde se lo ve, oscuro y calentón, secuestrando a la ninfa Cloris, que en vez de putearlo le tira flores por la boca y luego se transforma en el personaje de su izquierda, la diosa Flora).

Pero en los dos tercetos finales plantea una contraposición con lo que le pasa a él: al llegar la primavera, el recuerdo de su amada muerta (“la que al cielo se llevó las llaves” del amor y la felicidad) hace que él emita graves suspiros de dolor, y el canto de los pajaritos y las flores e incluso las bellas mujeres son para él como un desierto y como fieras salvajes. O sea: la primavera vuelve para todos, menos para mí.

Es una gran letra y un buen madrigal. Aquí va.


Zefiro torna (I)

Zefiro torna, e'l bel tempo rimena,
e i fiori e l'erbe, sua dolce famiglia,
e garrir Progne, e pianger Filomena,
e primavera candida e vermiglia.

Ridono i prati, e'l ciel si rasserena;
Giove s'allegra di mirar sua figlia;
l'aria, e l'acqua, e la terra è d'amor piena;
ogni animal d'amar si riconsiglia.

Ma per me, lasso!, tornano i più gravi
sospiri, che del cor profondo tragge
quella ch'al ciel se ne portò le chiavi;

e cantar augelletti, e fiorir piagge,
e'n belle donne oneste atti soavi
sono un deserto, e fere aspre e selvagge.
Vuelve Céfiro (I)

Céfiro vuelve y el buen tiempo regresa
y las flores y las hierbas, su dulce familia
y a cantar Procne y a llorar Filomena
y la primavera blanca y bermeja.

Ríen los prados y el cielo se serena;
Júpiter se alegra de ver a su hija;
el aire, el agua y la tierra de amor se llenan,
todo animal con el amar se reconcilia.

Pero para mí, ¡ay! vuelven los muy graves
suspiros que del corazón profundo extrae
aquella que al cielo se llevó las llaves;

y el cantar de pajaritos y el florecer del campo
y las bellas mujeres de honestos suaves actos
son un desierto, y fieras amargas y salvajes.



La vuelta de “Vuelve Céfiro” ocurrió, como dije, dieciocho años después, también con un soneto, pero de Ottavio Rinuccini, poeta y libretista mecenazgueado por los Borgia y contamporáneo de Monteverdi. Rinuccini, claramente, no era tan buen poeta como Petrarca, así que su soneto, además de copiar la idea del de Francisquito P, es menos memorable. En las primeras tres estrofas se describe qué linda está la primavera ahora que volvió Céfiro, y en el terceto final la contraposición con el yo del cantor, que, solo y abandonado, se atormenta por dos bellos ojos (se supone que de su amada) y, como no sabe si cantar alegre o ponerse a llorar, hace ambas cosas alternadamente.

Pero en la música de este madrigal, Claudio M se pasó. Tomó una base de chacona (un ritmo bailable popular) y armó el madrigal con el nuevo estilo que había desarrollado, que bautizó “segunda práctica”, en el cual “las palabras son dueñas de la armonía, no esclavas de ella”. Y efectivamente, la música cambia y se adecua a las palabras que se van cantando: cuando la soprano canta “montes”, las notas suben; cuando el contratenor canta “valles profundos”, baja; cuando cantan “lloro”, la música parece llorar; cuando cantan “queridas”, se enternecen, y cuando cantan “ondas”, ondean. De esta manera, el madrigal se adapta a las emociones que representa y el resultado es admirable y se siente moderno, actual, a pesar de que la obra tiene ya casi cuatrocientos años.

La versión de L´Arpeggiata es increíble. No solo la interpretación del contratenor francés Philippe Jaroussky (“el que canta finito”) y de la soprano catalana Núria Rial, sino también los cancherísimos músicos, con esos instrumentos barrocos que parecen sacados de una cantina de Star Wars; en particular, la flauta curvada y el laúd gigante (llamado tiorba) que toca Christina Pluhar, la austríaca directora del ensamble, y que parece una especie de tanque-elefante musical.

Aquí lo tienen.



Zefiro torna (II)

Zefiro torna, e di soavi accenti
L'aer fa grato, e 'l piè discioglie a l'onde,
E mormorando tra le verdi fronde,
Fa danzar al bel suon su'l prato i fiori.

Inghirlandato il crin Fillide e Clori
Note tempran d'amor care e gioconde;
E da monti e da valli ime e profonde
Radoppian l'armonia gli antri canori;

Sorge più vaga in ciel l'aurora, e 'l sole
Sparge più luci d'or, più puro argento
Fregia di Teti il bel ceruleo manto.

Sol io, per selve abbandonate e sole,
L'ardor di due begli occhi e 'l mio tormento,
Come vuol mia ventura, hor piango hor canto.
Vuelve Céfiro (II)

Zéfiro vuelve y con suaves brisas
hace grato el aire y dispersa el pasto en olas
y murmurando entre las verdes ramas
hace danzar al bello son las flores del prado.

Con cabellos en guirnaldas Fílide y Chloris templan notas de amor queridas y alegres;
y de montes y de valles altos y profundos 
duplican la armonía las cuevas cantoras.

Surge muy ligera en el cielo la aurora, y el sol extiende rayos de puro oro, de pura plata
cubre el bello cerúleo manto de Tetis.

Solo yo, por la selva abandonado y solo,
el ardor de dos bellos ojos y mi tormento,
como exige mi fortuna, ahora lloro, ahora canto.



Y como exige mi fortuna, me despido hasta la próxima (quizás, quien te dice, volveré con la primavera), ya durmiendo, ya escuchando música, encerradeli.

Como bonus track, un tema más por L´Arpeggiata: la “Chacona del Paraíso y del Infierno”, de autor anónimo, en el cual se alternan estrofas en las cuales se describe qué lindo es el Paraíso y lo bien que se está allí, qué buen clima que hace, etcétera, con otras en las que se describe qué feo es el Infierno y lo mal que se lo pasa acá... allá, perdón. Los músicos se divierten a la par de los espectadores.



Sin más, los saluda como lo hace el viento. 

Hasta la vuelta,

DJ Vago

martes, 14 de julio de 2020

[234] No hago mucho de nada, estos días


“These days”, de Jackson Browne, por Nico (1967)


Las grandes canciones suelen hablar del amor, del tiempo o de la muerte. A veces, de los tres temas a la vez. Comento hoy, continuando con la banda de sonido de esta cuarentena, una canción reflexiva, tristona y melancólica sobre el tiempo y cómo nos afecta, que escribió un pibito de dieciséis años (justo antes de cumplir cincuenta), que grabó por primera vez una modelo alemana en los sesentas y que no fue pensada para una situación de pandemia, pero es casi como si sí.

Se trata de “Estos días”, de Jackson Browne, en la inigualable versión de Nico, en 1967. Luego el autor también grabó la canción (en una buena versión, por cierto) y tuvo, en las siguientes cinco décadas, millones de covers: Greg Allman [amigo de Jackson Browne], St Vincent, Fountains of Wayne, Paul Westerberg, Glen Campbell, el rapero Drake... Las escuché a todas, y aunque algunas son buenos covers (los de Drake y St Vincent me resultaron pasables), lo cierto es que ninguna versión se acerca musicalmente a la altura de Nico (así como pocos se acercarían a su altura física, porque rozaba el metro ochenta). 




Nico, por cierto, era una famosa modelo rubia alemana, que tuvo un papel breve en La dolce vita de Fellini y, años después, un hijo con Alain Delon, que era amiga de Andy Warhol, de Lou Reed, de John Cale y Jim Morrison... Y también cantaba. ¿Era una gran cantante? Seguramente no. Aunque eso depende, claro, de cómo uno defina ser un gran cantante. Tenía una voz y un estilo inconfundible, tristón, grave, semihablado, con acento extranjero y como descentrado, ideal para esta canción, que formó parte de su primer y principal disco, Chelsea Girl (disco que tuvo, la verdad, un éxito comercial tendiente a cero). Pero cuando uno escucha esta canción en la versión de Nico, es imposible no reconocerla y difícil olvidarla.

Con ese título, es claro que “Estos días” hablará sobre el tiempo. Como curiosidad, les cuento que hay montones de canciones diferentes que se llaman “These days”: hay una de Bon Jovi, otra de Foo Fighters, otra de Rudimental, otra de Wallows, hay también una que se llama “En estos días” de Silvio Rodríguez... Las escuché a todas, y ninguna se compara (en mi opinión, claro) con la de Jackson Browne (aunque sí es cierto que la de Wallows, aunque musicalmente muy básica, tiene un clip muy divertido, seguramente al final de este posteo lo incluya como bonus).

En la canción, la cantora (o quien sea que cante) reflexiona sobre cómo la están afectando estos días. Creo que cualquiera de nosotros puede conectarse con eso, en estos días (los nuestros) de pandemia en los que estamos a punto de naufragar en el mar de nosotros mismos y donde también pensamos un montón sobre las cosas que olvidamos hacer, hablamos poco, dudamos si alguna vez volveremos a ver una ruta, tenemos miedo a vivir la vida que mostramos a los demás que vivimos, no queremos arriesgarnos a nada (ni siquiera a nuevos amantes), contamos el tiempo en moneditas y pusimos en pausa todos nuestros sueños. Y tenemos también pocas pulgas, así que mejor que no nos confronten con nuestras propias fallas: no es necesario, amego, no las hemos olvidado.

Esta canción tranquilamente podría haberse compuesto en julio de 2020; creo que es más fácil conectarnos con ella hoy que lo que fue hace diez o veinte años.

A mí me gusta la onda del tema (la musicalización es principalmente con guitarra, a lo “Colours” de Donovan, aunque le agregaron en la edición unos instrumentos de cuerda, de dudoso aporte) y cómo queda en la voz de Nico, y creo que ese es motivo suficiente, no voy a comentar mucho más: estos días estoy poco hablador y, por ahorrar energía, aprovecho cada oportunidad de.



These days

I've been out walking
I don't do too much talking these days
These days
These days I seem to think a lot
About the things that I forgot to do
And all the times I had
A chance to

I've stopped my rambling
I don't do too much gambling these days
These days
These days I seem to think about
How all these changes came about my ways
And I wonder if I'd see another
Highway

I had a lover
I don't think I'd risk another these days
These days
if I seem to be afraid
To live the life that I have made in song
It's just that I've been losing
So long

I've stopped my dreaming
I won't do too much scheming these days
These days
These days I sit on cornerstones
And count the time in quarter tones to ten
Please don't confront me with my failures
I had not forgotten them.
Estos días

Estuve saliendo a caminar,
no hago mucha conversación estos días.
Estos días...
estos días parece que pienso un montón
sobre las cosas que olvido hacer
y todas las veces que tuve
una oportunidad para.

Detuve mis desvaríos,
no hago muchas apuestas estos días.
Estos días...
estos días parece que pienso acerca
de cómo todos estos cambios cambiaron mis maneras
y me pregunto si veré otra
carretera.

Tuve un amante,
no creo que me arriesgue a otro, estos días.
Estos días...
y si parezco tener miedo
a vivir la vida que llevé en canciones,
es solo que vengo perdiendo
desde hace tanto.

Paré mis ensueños,
no hago muchas maquinaciones estos días.
Estos días...
estos días me siento en piedras angulares
y cuento el tiempo en cuartos de tono al diez.
Por favor no me confrontes con mis fallas:
no las olvidé.


Va también, por si quieren comparar, la versión de Jackson Browne.


Como bonus track, va la canción “These days” de la novísima banda Wallows, que sacó su primer disco en 2019 (uno de sus integrantes es Dylan Minnette, el pibito actor que coprotagonizó la serie “13 razones”). En la canción, el cantor le dice a su amante que estos días está intentando descifrar qué onda con ella, si va a estar con él o con el otro, y que espera que alguna vez al despertar ella siga allí, en lugar de ese espacio vacío del otro lado de la cama. 

El clip es desopilante, los tres muchachos de la banda dan una especie de serenata son izados hasta la altura de la ventana de ella, una damisela tan hastiada y aburrida (así como parecen hastiados y aburridos los músicos, en particular el tecladista, que toca infinitamente el mismo acorde monótono); ella ni siquiera deja de desayunar, mientras escucha a los invasores musicales, hasta que se cansa y, con las piedritas de la pecera, los baja a hondazos. Los músicos caídos, con fracturas expuestas y sin levantarse del suelo, siguen sin embargo tocando su único acorde, mientras llega un paramédico bailarín que les trae, en camilla, una guitarra de repuesto.



Y eso es todo, por estos días. No me busquen, no estoy.

Hasta otros,

DJ Vago

sábado, 11 de julio de 2020

[233] Para que tengas y guardes



“El diablo de tu corazón”, de Fito Páez (2000), y “Tuve para dar”, de Julieta Venegas (2013)


Por una vez que tenemos cuarentena obligatoria yo, a la cuarentena, la tengo que disfrutar a pleno. Por eso me tomé un par de meses de pausa para encerrarme bien encerrado y dormir multisiestas igual que siempre, pero con un sentimiento de heroica responsabilidad social.

Pero aquí vuelvo, como los chinos de “El ascenso del Fénix” (además de dormir siestas miré series orientales en necflit), para seguir poniéndole onda musical al encierro con la banda de sonido cuarenténica.

Considerando que el encierro continuado hace que uno tenga, más fácil y frecuentemente, ganas de salir a romper todo, en particular cuando comete el error de pausar la comedia coreana para mirar un noticiero, para hoy elegí dos temas que ahondan en la violencia urbana. La violencia que recibimos como requerimiento para poder vivir en una ciudad latinoamericana de las nuestras, y también la violencia que nosotros mismos repartimos, porque ya somos parte de esto también. Llegado un punto, es difícil evitarlo.



Ambos temas no tienen mucho que ver, musicalmente: el de Julieta es un pop simpático (aunque la letra es bastante oscura y depre), mientras que el otro es un rock ácido y rasposo, típico de mi Fito Páez favorito, el previo a El amor después del amor (por más que este tema es de Rey Sol, un disco bastante posterior).

No tendrán tanto que ver, pero las dos canciones aparecen curiosamente conectadas por sus videoclips. “Tuve para dar” es posterior, así que es posible que para el clip de Julieta se hayan inspirado en el de Fito; pero también podría ser que se les ocurrió una idea igual: la violencia urbana está en el aire, no la inventó Fito, ni la inventé yo ni tampoco vos (y no me hagas enojar que te reviento).

Empiezo, sin embargo, comentando “Tuve para dar”, solo porque me parece que queda con más punch la secuencia así.

De entrada, se presenta un pasado urbano feliz (pre-pandemia, digamos), donde la cantora “era tan feliz” y “todo era alegría en mi ciudad”; hasta turismo, había (“todos querían venir a este lugar”). En ese pasado feliz, ella tenía un amor que le decía: “tú y yo somos uno, este amor nos salvará de caer”.

Pero luego, no sabemos por qué pero podemos imaginar una opción cualquiera, “mi sangre corrió”, y esa sangre “todo llenó a mi alrededor”. “Ninguna promesa sobrevivió” a esa debacle. Luego de ese hecho traumático, la cantora ahora inspira temor y está sola (cuarentena), sin que nadie se le acerque.

Hoy, en mitad del encierro solitario en que se ve sumida, ella recuerda aquel pasado feliz, en el que tuvo felicidad de sobra, y lo pone como excusa para la negrura presente: “Alegrías tuve para dar, no creas que siempre fui así”. Se permite, sin embargo, un mínimo resquicio de esperanza o, el menos, poner los pies en la tierra: “Hoy intento mirar hacia adelante, hacia donde voy”.

El videoclip nos presenta a una mujer joven, vestida de rojo, que maneja su auto por las calles frenéticas de una gran ciudad, rodeada de tensiones y peligros. En un momento, casi atropella a Julieta Venegas, peatona vestida de verde (entre las dos hacen el semáforo que no vieron), se putean un poco y luego la piba de rojo se harta, se baja del auto (ni se molesta en cerrarle la puerta), agarra un palo y comienza a recorrer la ciudad dando palazos a pisos, paredes, vidrios y demás, “despertando” en quienes la rodean una ola de violencia desatada que enseguida gana a la ciudad entera: todos empiezan a pegarse, tirarse de los pelos, vuelan las trompadas y los empujones por doquier. No sé si alegrías, pero golpes sí tenían para regalar, y los dan para que tengan.

En un momento, todos los violentos, vestidos de negro, confluyen en un mismo espacio, al que llegan corriendo, y empiezan un pogo-pelea de proporciones bíblicas, aunque luego de “sacarse del sistema” esa violencia, aparecen vestidos de blanco, la ex chica de rojo se mira sonriente con Julieta y todos, moretoneados y tajeados, logran armar una coreo amable y alegremente polite que anticipa que, quizás, pueda existir para nosotros un futuro más amable (o al menos, tenemos la esperanza de que lo haya).


Tuve para dar
Era tan feliz,
era todo alegría en mi ciudad.
Mi árbol florecía,
todos querían venir a este lugar.
Pero mi sangre corrió
y todo llenó a mi alrededor.
Hoy inspiro temor,
nadie se acerca hasta donde estoy.

Alegrías tuve para dar:
no creas que siempre fui así.

Nunca olvidaré
lo que me dijiste un día sin querer:
“tú y yo somos uno,
este amor nos salvará de caer”.
Pero el tiempo cambió
y ninguna promesa sobrevivió.
Hoy intento mirar hacia adelante
y hacia donde voy.

Alegrías tuve para dar:
no creas que siempre fui así.

El otro tema es “El diablo de tu corazón”, de Fito (no confundir con las varias canciones tituladas “El diablo EN tu corazón”).

Acá también se recuerda una época mejor, con el final del proceso y el retorno de la democracia (“comienzos de los años ochenta”) en que en la ciudad (en este caso, específicamente Buenos Aires) “estaban altas las defensas” y “no se comía tanta mierda”, mientras que ahora ya sabemos: “Buenos Aires, hoy te falta mambo, te sobra muerte y pasarela”. El poeta le habla a la gran ciudad (onda Lorca llegando a Nueva York, salvado las distancias), pidiéndole que recuerde sus épocas mejores, que no sea tan infeliz y tan violenta. La canción es del 2000, pero tranquilamente podría hablar del 2020, si agregáramos un par de barbijos y un puñado de anticuarentennials terraplaneros.

El videoclip es genial: en la zona del Obelisco, calles atiborradas, dos personas se chocan hombro con hombro y empieza la debacle, peleas de todos contra todos (baja del taxi con una llave inglesa!), con mucha más violencia que en “Tuve para dar” (acá si se dan para tener y guardar, con furia), y las escenas de violencia (se sacan el diablo del corazón a las patadas) se replican en una oficina (fotocopias de culo y piñas!), en un andamio de altura (cae un tipo desde un rascacielos!), en la peatonal Florida (propaganda a Directv!), en el subte (perro muerde mano!), en un macdonald (la cabeza en la freidora!). En esta ciudad llena de rabia y desesperación, donde hay pibes que “terminan en un cajón” solo porque sí, en un momento se pelean dos colegialas adolescentes y entonces, al llegar al minuto 3 del clip, mientras están revolcándose en el suelo pegándose, de repente se besan. Así como se replicó antes la violencia, ahora son los besos los que se replican, de todos con todes (un linyera feliz recibe doble, y todos los bondis lo dejan cerca). El clip se cierra con Fito, víctima de un choque (o de una paliza), resucitando del asfalto (junto al edificio del Plata, cerca del Obelisco), magullado pero listo para ser un poco más feliz, considerando que “las cosas tienen que estar bien”, pues “ya no se puede estar peor”.



El diablo de tu corazón
Ey, ¿qué te pasa, Buenos Aires? Es con vos.
No es la tecno ni el rock,
es tu parte que vos no conocés:
cuidado, la conozco yo.
¿Sabes qué va a ser lo mejor?
Cuando estés así, sacate el diablo de tu corazón.

Hace un tiempo en esta misma ciudad,
allá en los comienzos de los años ochenta
el mundo aún se podía mover,
estaban altas las defensas,
no se comía tanta mierda.
Buenos Aires, hoy te falta mambo,
te sobra muerte y pasarela.

No me pidas que me porte cool,
no me metas tensión.
Te haces la chica sin tabús
pero sufrís baja presión.
¿Sabes qué va a ser lo mejor?
Aprende de mí, que soy un chico pobre de allá, del Interior.

Juguemos nena, peleemos nena, bancateló.
Buenos Aires, sí, sacate el diablo de tu corazón.

Porque aquí y en todas partes hay pibes en el balcón,
también hay pibes en un cajón
y hay mucha rabia suelta, y angustia, nena,
y hay mucha, mucha desesperación.

La puta madre que los remil parió,
¿por qué nos cuesta tanto el amor?
Yo quiero ver tu risa y besar tu boca
y sacarte el diablo de tu corazón.
No te asustes Buenos Aires, no, no te asustes amor:
las cosas tienen que estar bien,
ya no se puede estar peor.
Las cosas van a estar mejor,
vas a ser feliz,
sacate el diablo de tu corazón.

Buenos Aires, sí, cortá la mufa de tu corazón.
Buenos Aires, sí, vayamos juntos a patear el sol.
Sacate el diablo de tu corazón.


Y eso es todo por hoy. Intenten aliviar las tensiones de cuarentena en una forma menos violenta que la propuesta en estos clips (por ejemplo, escuchando canciones o practicando coreos). Pero alívienlas, en todo caso, sin matarse ni matarme a mí, y la seguimos luego.
Cuando pase lo peor.

Saludos,

DJ Vago