“El que atrasó el reloj” (Cadícamo-Barbieri, 1933) por Tita Merello, y “Los mareados” (Cadícamo-Cobián, 1942) por Adriana Varela
La serie va dedicada a las amigas tangueras
Belén Torras, Laura Villaveirán, Flor Gattari y Dolores Giménez.
Comienzo aquí la penúltima serie del año. Será una serie
doble que durará dos meses, titulada: “Tango/Drama”, en la que intercalaré
tangos pulenta con canciones en inglés que no son tangos pero sí dramones que (al menos
en mi mente delirante) pueden asimilarse conceptualmente y/o bailar con los
tangos.
Pero el comienzo sí será a puro tango, con una serie doble
de Cadícamo y de grandes (grandísimas) intérpretes femeninas, en un género
musical generalmente ultramachomachista (en las letras, al menos: del baile no
opino, no es lo mío).
Enrique Cadícamo nació en julio del año 1900 y murió en 1999,
en la flor de la vida. Compuso letras para unas 1.200 canciones (tangos, en su
gran mayoría). Y no hablo de poemas, sino de canciones grabadas en estudio por
distintos músicos. Pero nadie sabe el número exacto, porque claro, ¿quién se va
a poner a contar? Yo no, por cierto.
Gardel, él solito, grabó más de veinte tangos de Cadícamo. Y
repasando los tangos con letra de él, es muy notable cómo incluyen algunos de
los más famosos de la historia y que, al compararlos, no parecen tener nada que
ver unos con otros: ¿“Madame Yvonne”? Letra de Cadícamo. “Niebla del Riachuelo?”
De Cadicamo. ¿“Nunca tuvo novio”? Cadícamo también. ¿”Nostalgias”, “La casita
de mis viejos”, “Muñeca brava”? Todos de él. Hacía letras y las daba a
musicalizar, pero también podía tranquilamente ponerle letra a tangos instrumentales
ya existentes.
Estas son las personas que me hacen quedar como un ocioso.
Digo: joden mucho con que Shakespeare y Homero eran muchas personas, pero, ¿a
nadie se le ocurrió proponer que Cadícamo es un club, un montón de gente? Así
las personas normales (“normal” = “menos esforzado”) no quedamos tan mal
paradas.
Y para muestra traigo aquí dos botones bien distintos, pero
igualmente notables: un tango cómico y uno súper dramático. El primero es
bastante desconocido, pero el segundo, “Los mareados”, es sin dudas uno de los
más memorables tangos que existen en el universo y sus alrededores.
Pero empiezo por el tango gracioso, porque me encanta y
porque pareciera que Cadícamo me hubiera conocido y que me lo hubiera dedicado
a mí. De hecho, agradezco que ni a mis padres ni a mis hermanas les guste
especialmente el tango, porque de haber conocido este tema, me lo habrían
cantado cada semana de mi vida, y me habrían cansado.
Se llama “El que atrasó el reloj” (música de Guillermo Barbieri,
compuesto en 1933) y presenta dos personajes: quien canta (que puede ser,
indistintamente, varón o mujer) y Pepino, quien está durmiendo y no se quiere
levantar (que es, indudablemente, varón, y me lo imagino exactamente igual a
ese que veo cada tanto en el espejo). El cantor está, básicamente, repodrido de
que Pepino siempre esté haciendo nada y aprovechándose de su laboriosidad, y se
lo reclama en lunfardo. Empieza livianito, pidiéndole que se levante de la
catrera, pero enseguida va subiendo los decibeles del reclamo, con frases
inolvidables como: “¡Guarda, que te cacha (te alcanza, te agarra) el porvenir!”.
Otros términos lunfardos o similares, ya en desuso, que
aparecen en el tango son “cortar el bacalao” (equivalente a mandar, a “tener la
sartén por el mango”), “vento” (= dinero), “lastrar” (= comer), “vivir de ojo”
(= mirar sin hacer nada), “bufoso” (= revólver), “piantar” (= salir, enloquecer),
“vagoneta” (carro o similar que no tiene motor y debe ser impulsado, como el vagón
en el tren… quizá de allí salió la contracción “vago”, pero no sé, me da fiaca
guglearlo).
Al final, después de explayarse en metáforas y reclamos, el
cantor termina cantándole a Pepino cuál es su verdadera identidad, la única
acción (además de dormir) que lo define: “Vos sos, che vagoneta, el que atrasó
el reloj”.
Los tangos por lo general son oscuros, lastimeros y
bajoneantes, pero no todos son así, y esta es la prueba. Este es un tango que
siempre me pareció muy divertido y muy logrado.
Y elegí, sin dudas, la mejor de las interpretaciones
posibles, para este tema: la de Tita Merello. Es lo más. Este tango nació
solamente para que lo cantara Tita, así como lo canta. Para que entiendan lo
que digo, abajo voy a poner la versión de Alberto Castillo (un gran cantor, y
una versión muy buena), y verán que hay un abismo de distancia.
Por Tita Merello:
El que atrasó el
reloj
¡Che, Pepino!
Levantate ´e la
catrera
que se ha roto la
tijera
de cortar el bacalao.
¿Qué te has créido?
¿Qué dormís pa´ que yo
cinche?
¡Andá a buscar otro
guinche
si tenés sueño pesao!
¡Guarda,
que te cacha el
porvenir!
¡Ojo,
que hoy anda el vento
a la rastra:
el que tiene guita,
lastra,
y el que no, se hace faquir!
¿Querés que me
deschave
y diga quién sos vos?
¡Vos sos, che vagoneta,
el que atrasó el
reloj!
¿Con qué herramienta
te ganás la vida?
¿Con qué ventaja te
ponés mi ropa?
¡Se me acabó el
reparto ´e salvavidas!
Cachá esta onda: ¡se
acabó la sopa!
A ver si cobrás un
poco ´e impulso
pa´ que esta vida de
ojo no se alargue,
ya estoy en llanta de
llevarte a pulso,
buscate un changador
pa´ que te cargue.
Si hasta creo...
que naciste de un
carozo,
sos más frío que un
bufoso,
¡ya no te puedo
aguantar!
En la sangre...
me pusiste un bombilla
y hoy me serruchás la
silla
cuando me quiero
sentar.
¡De esta, ya no te
salva ni el gong!
¡Guarda, que se me
pianta la fiera!
¡Levantáte ´e la
catrera
que voy a quemar el
colchón!
¿Querés que me
deschave
y diga quién sos vos?
¡Vos sos, che vagoneta,
el que atrasó el
reloj!
Por Alberto Castillo, en el film “Ritmo, amor y picardía”
(1954):
Y paso ahora al plato fuerte, al segundo tango del día,
también con letra de Cadícamo, pero con una onda totalmente distinta. Es el
famoso tango “Los mareados” (música de Juan Carlos Cobián, compuesta en los
años veinte).
Cuando Cobián lo compuso, era un tango sin letra y se
llamaba “Clarita”. Luego, dos autores (Doblas-Weisbach) lo incluyeron en una
obra de teatro titulada Los dopados
(los drogados) y el tango pasó a llamarse de esa forma. Esa letra, con todo
respeto, es muy mala. El comienzo es así:
Pobre piba, entre dos
copas
tus amores han
logrado:
triste hazaña de un
dopado
que hoy festeja el cabaret.
Ya no sufres, ya no
sientes,
el champán mató tu
almita
y en tu pecho no
palpitan
ni nostalgias ni
tristezas
por lo que fue.
Osvaldo Fresedo grabó el tango instrumental, y le gustó a
Troilo, que en 1942 le encargó (y lo bien que hizo) a Cadícamo que hiciera una
letra. Enrique se ve que había escuchado la letra original, o al menos sabía
que tenía algo que ver con sustancias tóxicas, porque le puso “Los mareados” a
su versión: algo más “light” que “los drogados”, sin dudas.
Entonces, enseguida, en 1943, hubo un nuevo golpe de Estado,
los militares del GOU derrocaron a Castillo (no, no al cantante, sino a Ramón
Castillo, político corrupto) y los milicos volvieron al poder, con la
seguidilla Rawson-Ramírez-Farrell (que desembocaría nada menos en el gobierno
del coronel Juan Domingo Perón, que comenzó su carrera política como ministro
de Trabajo de un gobierno golpista de facto).
Y le “sugirieron” a Cadícamo que cambiara la letra, porque
eso de “los mareados” era muy fuerte y poco cristiano y no reflejaba los buenos
valores que debía mostrar la sociedad, etcétera. Cadícamo entonces, para
cumplir con los censores, hizo una letra alternativa, que es espantosa también,
y que comienza:
Separémonos sin llanto
y esta escena no
alarguemos.
Es preciso que
cortemos,
mas te quiero tanto y
tanto.
Si pongo esos comienzos alternativos es solo para mostrar,
por oposición, qué genial que es el comienzo de “Los mareados”, en el cual el
cantor encuentra de casualidad, en un antro, a su ex -pero-aún-amada. La ve “rara, como encendida”,
“linda y fatal”. Ella se ríe como loca, pero lo hace “por no llorar”. Aun en el
estado calamitoso en que la ve, él encuentra en su mirada (en esos ojos que
tanto adoró) un brillo, un “eléctrico ardor”. Es una imagen de patetismo, pero
él, sin embargo, no la mira desde arriba del taburete, porque él, aunque no se
explicita, está igual de borracho y patético que ella. Y él se acerca, y
comienzan a beber juntos. Se crea una especie de burbuja de tiempo: esa noche,
en la que ambos beben juntos, funciona (aunque ninguno de los dos lo diga abiertamente)
como una despedida. Esa noche beberán juntos, sin importarles que los demás los
llamen, burlonamente, “los mareados”. Porque “cada cual tiene sus penas, y
nosotros las tenemos” (es lindo el verso ese). Y esos repetidos brindis serán
de despedida, porque después de esa noche ya no se verán más.
Y empieza aquí el dramático, intenso cierre, con un verso
genial:
Hoy vas a entrar en mi
pasado
El pasado de él es un lugar, y ella, así medio en zigzag, va
a entrar allí para ya no salir. Una genialidad. A él, que ella entre en su
pasado no le produce gracia ni alivio, sino: amor, pesar y dolor (en ese orden:
una enumeración que me recuerda a “Naranjo en flor”: primero hay que saber sufrir, / después amar, después partir / y al fin
andar sin pensamiento). Y cierra con una terrible revelación:
Qué grande ha sido
nuestro amor
y sin embargo, ay,
mirá lo que quedó.
Y ese “mirá lo que quedó”, claro, se refiere a ellos dos
mismos, así, borrachos, cada uno yendo inexorablemente hacia la vereda gris del
pasado del otro. A estos sí que los cachó el porvenir.
Así como es de bueno este tango, es difícil de cantar bien:
porque no se puede hacer del todo canyengue, ni queda bien solo porque lo cante
alguien con buena voz: acá hay que interpretar, hay que poner toda la carne en
el asador, y a la vez, hay que tener buena voz, porque si no, no produce en
quien escucha lo que tiene que producir. Pero cuando este tango se canta bien,
ahí sí, agarrate, porque eriza los pelos.
Elegí a Adriana Varela, discípula de Goyeneche y una gran
cantora de tangos. Ella tiene montón de versiones de “Los mareados”, y no todas
me gustan; elegí, sin embargo, una que me encanta, y espero que la disfruten.
“Los mareados”, por Adriana Varela
Los mareados
Rara,
como encendida,
te hallé bebiendo
linda y fatal.
Bebías
y en el fragor del
champán
loca reías por no
llorar.
Pena
me dio encontrarte
pues al mirarte
yo vi brillar
tus ojos
con un eléctrico
ardor,
tus bellos ojos
que tanto adoré.
Esta noche, amiga mía,
el alcohol nos ha
embriagado,
¡qué me importa que se
rían
y nos llamen los
mareados!
Cada cual tiene sus
penas
y nosotros las
tenemos...
Esta noche beberemos
porque ya no
volveremos
a vernos más...
Hoy vas a entrar en mi
pasado,
en el pasado de mi
vida.
Tres cosas lleva mi
alma herida:
amor, pesar, dolor.
Hoy vas a entrar en mi
pasado
y hoy nuevas sendas
tomaremos.
Qué grande ha sido
nuestro amor
y sin embargo, ay,
mirá lo que quedó.
Y eso es todo por hoy. Me despido de ustedes, me vuelvo a
tapar y entro con desgano en sus respectivos pasados, al menos hasta la próxima
semana.
DJ Vagoneta
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