solo un tema por semana,
y con que le guste al diyei alcanza

viernes, 24 de enero de 2020

[221] Bajo el burlón mirar de las estrellas


“Volver” y “Volvió una noche” (1935) de Gardel y Le Pera


Me di cuenta de que hacía mucho que no comentaba tangos por acá, así que empiezo una serie titulada “Volver al tango”, en la que rondaré y redondaré sobre el que tal vez sea el principal tema del tango como género (más, incluso, que el amor contrariado o que la abnegación de la vieja que lava ropa para criar al zanguango que se vuelve de grande un tarambana): la imposibilidad del regreso.

[Digresión: estos son, para los que quieran intentar volver, los tangos ya comentados en el blog: “Nada” (posteo 25), “Fangal” (80), “El que atrasó el reloj” y “Los mareados” (137), “Por una cabeza” (139), “Qué me van a hablar de amor” (141), “Sur” (144), “Esta noche me emborracho” (160).]

Suena filosófico, el tema, y lo es: lo que pasó vive en nuestros recuerdos, pero ya solamente allí, y por eso cualquier intento de volver a ese amor, a ese barrio, a ese mundo que fue nuestro tiempo atrás está destinado a un resonante fracaso. El tanguero insiste e insiste (hay que reconocerle el empeño), pero no hay manera: ya nunca lo verán como lo vieran, y el hoy es un triste remedo sin remedio del dorado ayer.

Para comenzar elegí dos canciones geniales, curiosamente hermanadas y, a la vez, opuestas: “Volvió una noche” y “Volver”. Ambos tangos fueron compuestos (y cantados) por Carlos Gardel, con letra de Alfredo Le Pera, en 1935, es decir, pocos meses antes de la trágica muerte de ambos en un accidente aéreo en Medellín, Colombia, en el mes de junio.

[Mini digresión: “Por una cabeza”, que ya comenté en el blog, también es del 35: uno no puede evitar pensar (y lamentarse con tanguera amargura) cuántos nuevos temas maravillosos hubieran sido creados por Gardel y Le Pera de haber seguido vivos al menos unos añitos más. Gardel cantaba tan bien que a veces olvidamos qué gran compositor era.]

De ambos, “Volver” es sin dudas el más conocido, y creo no equivocarme si lo incluyo entre los diez tangos más famosos que hay. No es, sin embargo, un tango que a mí me guste mucho (aunque sí me gustan algunos versos, como “Yo adivino el parpadeo” o “bajo el burlón mirar de las estrellas”). Pero lo traigo aquí como un contraejemplo, una excepción de la regla de todos los demás tangos que comentaré, donde el regreso al pasado se demuestra como una hazaña imposible.



Es que aquí, en “Volver”, se plantea que sí se puede regresar. No es una canción alegre: nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos (“las nieves del tiempo platearon mi sien”). Pero el lugar al que regresamos es, en este tango, el mismo: la misma calle, las mismas luces, las mismas estrellas. Y el cantor siente que el regreso, a pesar de todo, no solo es posible, sino inevitable: “que veinte años no es nada / que febril la mirada / errante en las sombras / te busca y te nombra”. ¿Así que “veinte años no es nada”? ¡Mirá vos! Como dice Liliana Felipe en una parodia de este tango: “¿Qué querrá decir nada? ¿Se acuerdan, muchachas, lo bien que cantaba?”. Claro que son algo, veinte años: veinte años es una vida entera. Si tenés veinte años, ya podés decir que viviste. Si tenés 40, ya viviste dos vidas. Y así. (Una vez escribí una tesis sobre esto, pero después usé las hojas para tapar agujeros en las ventanas.)

Volver, incluso si se piensa que es posible, no es gratis: el cantor tiene miedo, mientras emprende el regreso. Esos miedos encabezan la segunda estrofa. Tiene miedo del pasado que le saldrá al encuentro (y hace bien en temer, como veremos en el tango siguiente). Y, curiosa pero genialmente, dice que tiene miedo de la noche: no por oscura, sino porque en ella viven (y se mueven) los recuerdos poderosos, capaces de aplastar sin piedad a cualquier sueño loco de regreso feliz: “Tengo miedo de las noches / que, pobladas de recuerdos, / encadenen mi soñar”.

Pero la conclusión es positiva, esperanzada: a pesar de los miedos y del paso del tiempo y de los (enormes) inconvenientes, el regreso (pespunteado por tres verbos en infinitivo, "volver", "sentir", "vivir") es justo y necesario: “Y aunque el olvido, que todo destruye, / haya matado mi vieja ilusión, / guarda escondida una esperanza humilde / que es toda la fortuna de mi corazón.”

Todo esto es una gran mentira, claro. Es un tango mentiroso, “Volver”. Eso no lo hace un mal tango, por supuesto; pero es muy fácil imaginarse al cantor, ya bajado del barco, volviendo al viejo barrio de noche... Ahí perdería seguramente su sonrisa impecable y su ilusión infundada, y el tango, inevitablemente, pasaría a ser “Sur”: “Las calles y las lunas suburbanas / y mi amor y tu ventana, / todo ha muerto, ya lo sé”.

[Gardel, como dije, murió muy pronto, antes de que existiera el tango “Sur”, así que él mismo, si bien nunca volvió, no pudo comprobar en persona hasta qué punto ese volver es imposible.]

Va el tango “Volver” en la primera, única y mejor versión que tuvo y tendrá, la de Carlos Gardel:

 Volver
Yo adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos
van marcando mi retorno.
Son las mismas que alumbraron
con sus pálidos reflejos
hondas horas de dolor.
Y aunque no quise el regreso,
siempre se vuelve al primer amor:
la quieta calle donde el eco dijo
“Tuya es su vida, tuyo es su querer”,
bajo el burlón mirar de las estrellas
que con indiferencia hoy me ven volver.

Volver
con la frente marchita,
las nieves del tiempo
platearon mi sien.
Sentir
que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada,
que febril la mirada
errante en las sombras
te busca y te nombra.
Vivir
con el alma aferrada
a un dulce recuerdo
que lloro otra vez.

Tengo miedo del encuentro
con el pasado que vuelve
a enfrentarse con mi vida.
Tengo miedo de las noches
que, pobladas de recuerdos,
encadenen mi soñar.
Pero el viajero que huye
tarde o temprano detiene su andar.
Y aunque el olvido, que todo destruye,
haya matado mi vieja ilusión,
guarda escondida una esperanza humilde
que es toda la fortuna de mi corazón.

Volver
con la frente marchita,
las nieves del tiempo
platearon mi sien.
Sentir
que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada,
que febril la mirada
errante en las sombras
te busca y te nombra.
Vivir
con el alma aferrada
a un dulce recuerdo
que lloro otra vez.

El otro tango de hoy, “Volvió una noche”, a pesar de compartir compositores y prácticamente haber sido compuesto al mismo tiempo que “Volver”, es diametralmente opuesto, en cuanto a la propuesta filosófica. Tanto, que es casi una respuesta directa al melancólico optimismo de “Volver” (y "Volvió una noche" es el último tango de Gardel, el último que compuso antes del accidente). Aquí, los miedos cobran vida, y la noche, cargada de sombras y recuerdos, se hace presente para tentar al cantor con un regreso al pasado.

Este tango sí está entre los que me gustan mucho, me parece de una enorme genialidad. Considero que aquí la versión de Gardel no es la mejor (por más que él siempre cantaba impecable, claro); pero este tango tiene un dramatismo narrativo que “pide” un canto más enfático y actuado, en algunos versos. Por eso elegí la versión de Julio Sosa (incluso por encima de otras grandes versiones, como la de Goyeneche).

Empieza el tango y en los primeros versos se define toda una escena: él está, probablemente, en un cabaret o antro similar, y llega ella, su amor del pasado (casi como un fantasma que vuelve de la muerte, y en efecto en la segunda estrofa se la llama “espectro”). En ese pasado, ella se portó mal con él (se habla de “felonía” y “crueldad”, aunque probablemente lo que pasó es que ella lo dejó nomás); pero a él le da pena recriminarle cómo terminaron.

Y entonces ella le hace una propuesta, al mejor estilo Diablo tentando a Jesús en el desierto. Le pide que la perdone y que vuelvan a estar juntos, y así “el tiempo viejo otra vez vendrá”, y volverán, mágicamente, a la primavera de sus vidas.

Empieza entonces el estribillo, que es de una gran genialidad y está dividido en dos partes: primero, lo que él piensa, tras escuchar la propuesta de ella:

“¡Mentira, mentira!”, yo quise decirle,
“las horas que pasan ya no vuelven más.
Y así mi cariño al tuyo enlazado
es solo un fantasma del viejo pasado
que ya no se puede resucitar”.

Es decir, él es muy consciente de que el regreso es imposible y que el pasado es inalcanzable. Sin embargo (y esto es de las mejores cosas de este tango) él no le dice a ella todo eso que piensa. Se lo calla, por lástima ("Callé mi amargura y tuve piedad"). De todas maneras, ella igual entiende: con solo verle la cara, se da cuenta de todo lo que él pensó (eso saben hacer muchas mujeres, por cierto). Y ella, derrotada también, acepta la respuesta silenciosa, la negación definitiva de toda posibilidad de volver:

Callé mi amargura y tuve piedad;
sus ojos azules muy grandes se abrieron,
mi pena inaudita pronto comprendieron
y con una mueca de mujer vencida
me dijo: “Es la vida”, y no la vi más.

Ese “es la vida” que dice ella es a la vez definición y despedida. No me hables de volver, no me digas que veinte años no es nada: la vida es así, la vida es esto que queda: el presente gris y el pasado inalcanzable. No será alegre, pero al menos es verdad.

La segunda estrofa no agrega casi nada a la acción; sin embargo, es una gran segunda estrofa, porque redimensiona todo lo anterior. Después de la respuesta silenciosa y el adiós, ella se va en silencio, “sin un reproche”, y el cantor entonces siente un impulso: decide mirarse al espejo. No solo ve allí una sien plateada, sino que reconoce que en su propia frente se acumulan “tantos inviernos”... Y entonces tiene una revelación: él sintió lástima por ella, cuando volvió a verla, pero ella también (y antes, incluso) sintió lástima por él: toda la propuesta de ella fue, al menos en parte, un signo de piedad hacia él. En “Esta noche me emborracho”, el cantor se lamenta por encontrarla a ella “sola, fané y descangallada”, como una sombra de la belleza que había sido; pero en ese tango él, el cantor, no se mira en el espejo, no se da cuenta que él tampoco es el jovencito apuesto que había sido. Aquí él sí se atreve a mirarse al espejo y reconoce que la imposibilidad es de los dos lados, que el tiempo actuó también en él mismo, y que solos, descangallados, fanés e imposibilitados de volver están los dos.



Volvió una noche
Volvió una noche, no la esperaba,
había en su rostro tanta ansiedad
que tuve pena de recordarle
su felonía y su crueldad.
Me dijo, humilde: “Si me perdonas,
el tiempo viejo otra vez vendrá.
La primavera es nuestra vida,
verás que todo nos sonreirá”.

“¡Mentira, mentira!”, yo quise decirle,
“las horas que pasan ya no vuelven más.
Y así mi cariño al tuyo enlazado
es solo un fantasma del viejo pasado
que ya no se puede resucitar”.
Callé mi amargura y tuve piedad;
sus ojos azules muy grandes se abrieron,
mi pena inaudita pronto comprendieron
y con una mueca de mujer vencida
me dijo: “Es la vida”, y no la vi más.

Volvió esa noche, nunca la olvido,
con la mirada triste y sin luz,
y tuve miedo de aquel espectro
que fue locura en mi juventud.
Se fue en silencio, sin un reproche,
busqué un espejo y me quise mirar:
había en mi frente tantos inviernos
que también ella tuvo piedad.

“¡Mentira, mentira!”, yo quise decirle,
“las horas que pasan ya no vuelven más.
Y así mi cariño al tuyo enlazado
es solo un fantasma del viejo pasado
que ya no se puede resucitar”.
Callé mi amargura y tuve piedad;
sus ojos azules muy grandes se abrieron,
mi pena inaudita pronto comprendieron
y con una mueca de mujer vencida
me dijo: “Es la vida”, y no la vi más.

Como bonus track, la versión de Liliana Felipe de este tango. Lo hace más lento, lo que no me enloquece, pero me gusta mucho cómo dice el último verso del estribillo (“Es la vida”).



Con esto termino por hoy, ojalá les haya gustado el posteo. Pero si no les gustó, no es necesario que me lo digan: solo mírenme y me voy a dar cuenta.
La semana que viene continuará esta serie tanguera. Si es que vuelvo.

Hasta la vuelta,

DJ Vago

sábado, 18 de enero de 2020

[220] Te invito a tu fiestita


“She moves through the fair”, tradicional irlandés del siglo XIX


Cierra hoy la serie “Fantasmas” con una canción de esas que me encantan: anónima y medieval.

(En los primeros años del siglo veinte un tipo la registró como de su autoría, pero fue una avivada más bien: la canción es mucho más antigua y, como dije, consistentemente anónima.)

Y en realidad no es medieval, no me crean, todo indica que nació en algún momento del siglo XIX en Irlanda, aunque la música y la letra, cada una por separado, probablemente sean mucho más antiguas. Pero la canción así como la conocemos hoy, con esa música y esa letra, sí suena medieval. La música está armada en una escala mixolidia (el séptimo grado un semitono bajo; con do como tónica, sería casi una escala común de do mayor, pero con el si bemol), que le da un airecito antiguo y algo así como oriental, como no-muy-de-por-acá-que-digamos. Y la letra comparte con muchos poemas narrativos medievales una extrema y poética concisión: con muy pocas palabras se dice mucho, y mucho queda dicho entre verso y verso, sin necesidad de demorarse en explicaciones ni aclaraciones.

Eran unos maestros en eso, los poetas medievales: no decir la mitad de las cosas. Hoy en día ya nos olvidamos cómo hacer eso, casi cualquiera que escribe literatura (tanto poesía como prosa) dice y dice, no para de decir. Pero en ese entonces sabían bien que el lector es, en la mayoría de los casos, una persona, y como tal puede (o debiera poder) llenar los blancos entre dos cosas que se dicen y leer lo que no está dicho pero, de alguna manera, se entiende sin necesidad de.

Por ejemplo, el nombre de la canción irlandesa elegida hoy, que al final no mencioné todavía. A veces aparece como en el título de este posteo, con “moves” (“se mueve”), y otras veces con “moved” (“se movió”). La traducción literal sería “ella se mueve a través de la feria” (como buscando precios para la compra semanal, digamos), pero me gusta un poco más “ella cruza la feria”. Un título poco poético, pareciera. Pero verán que no, que tiene lo suyo el título también.

Como toda canción tradicional con más de un siglo de vida, este tema tiene muchísimas versiones e interpretaciones. Sin embargo, al ser tan particular la música, esta no ha variado casi en nada a lo largo de los años; algunos la harán más rápida o más lenta, pero las notas no variaron prácticamente en el último siglo.

La letra, en cambio, sí varía bastante. Algunos le agregan una estrofa entera, otras versiones cambian radicalmente la segunda estrofa, y casi en cada verso hay alguna variación posible.

De entre todas las versiones disponibles (creo que escuché casi todas) elegí la de Fairport Convention en 1969. Por un lado, porque ellos tomaron una versión de la letra que es cortita y al pie. Y por otro, por la impresionante voz de la enormísima Sandy Denny, de quien ya hablé largamente cuando comenté “Where does the time goes?” (si no leyeron ese posteo o no conocen la canción, pasen por allá, por favor, y luego crucen la feria hasta acá de nuevo: posteo 199, diciembre 2017). La interpretación de Sandy es memorable aquí, te pone los pelos de punta (y si uno caza un fulbo de la letra, más aún).



Pero bueno, ya basta de cháchara (yo no soy muy medieval, ya ven). Y empiezo a comentar esta notable canción.

Ya en los primeros dos versos se nos presenta toda una compleja situación inicial, cuatro personajes y un conflicto. Cuchen:

Mi joven amor me dijo: “A mi madre no le importa
y mi padre no te matará por tu falta de amabilidad”.

Tenemos una joven pareja de enamorados, ella le habla a él y hacen referencia a algo. No dicen qué, pero parece importante, porque el padre podría llegar a matarlo a él por eso... “Una falta de amabilidad”, se dice (aunque en algunas versiones se dice “kin” en lugar de “kind”: “por tu falta de familia”). A la madre de ella, en cambio, no le importa mucho. ¿De qué hablan? No habiendo más datos, imagino que la cuestión es que ellos tuvieron relaciones sexuales premaritales. Hoy en día no es un tema importante este (salvo para muy pocas personas), pero hace un par de siglitos por algo como eso te podían matar. También podría ser que ella, como resultado de esos encuentros impuros, esté embarazada (eso sería más dramático aún, pero no es imprescindible para la historia). Él (antes de que empiece la canción) se preocupa por cómo reaccionarán los padres de ella cuando sepan sobre el amante de la hija.

Ella, en definitiva, es optimista: a mamá no le va a importar (y uno puede imaginar un montón de cosas sobre la madre, a partir solo de ese comentario); a papá en cambio sí le va a importar (ya sabemos cómo es de rígido y guardabosques, el viejo), pero no va a matarte por lo que pasó (ni porque vos seas un desahuciado sin familia ni dinero). Ella, en los dos versos que queda, anticipa que los padres terminarán entrando en razón y autorizarán el casamiento de ambos:

Y puso su mano en mi cara y esto dijo:
“Oh, no falta mucho, amor, para el día de nuestra boda”.

Hasta acá venimos bárbaro, ¿no? “Nos zarpamos, pero todo va a estar bien”, sería la síntesis de la primera estrofa. La segunda (y ya penúltima) estrofa no define el conflicto, pero sin dudas aumenta la tensión, en una forma delicada y (en mi opinión) preciosa:

Y se alejó de mí y se fue cruzando la feria
y con cariño la observé moverse por acá y por allá.
Y luego ella siguió adelante, con solo una estrella despierta,
como el cisne al atardecer se mueve sobre el lago.

Él, enamoradísimo, la ve a ella alejarse a través de las callejuelas de la feria. Se la queda mirando mientras ella se va, bella y llena de gracia, moviéndose como flotando, y la compara con un cisne que “al atardecer se mueve sobre el lago”. Una hermosa imagen, ¿verdad? Y la repetición de la conjunción “y” (cinco “and” hay en la estrofa) le da un ritmo cinematográfico a la escena (casi podemos verla irse, a ella). Él aclara que ella parte “con solo una estrella despierta”, y ese mínimo dato nos dice algo importante: o es demasiado temprano (amanece, y ellos pasaron la noche juntos) o es demasiado tarde (anochece, y ellos pasaron todo el día juntos); esto, haberla retenido a ella en sus brazos durante tanto tiempo, seguramente contribuye a la “falta de amabilidad” de la que se hablaba antes.

Empieza la tercera y última estrofa, y el primer verso (que es un gran ejemplo de lo que decía sobre el no-decir de las canciones medievales) nos cae como un mazazo:

Ayer anoche ella vino a mí, mi muerta amada vino,

Chan. En el hueco entre el último verso de la estrofa anterior y este verso pasaron muchas cosas importantes... Pasó tiempo, en principio. Un tiempo indefinido, pero relativamente extenso (pueden ser unos pocos días, o un par de meses, o años incluso). Y ella murió (debemos suponer que no de amor ni de peste, sino que la mató el padre, que consideró que esa era la mejor manera de resolver la “falta de amabilidad” de la pareja). La hija que toma amante y es castigada (asesinada) por el padre de ella es un tópico medieval, ya puse una canción sobre eso en el blog (“A rose in april”, posteo 103, “Volvé a las 9 hija, o sos boleta”).

A partir de este verso, lo que pasó antes (en la segunda estrofa) se resignifica: ese irse de ella fue la última vez que él la vio viva; el “cruzar la feria” es una imagen de morir (como “estirar la pata” o “ir a tocar el arpa” o cualquier otra que se les ocurra; pero “cruzar la feria” es una forma especialmente bella de decirlo: la vida es una feria (llena de distracciones, colores y ofertas variadas), cuando morimos la cruzamos y la dejamos atrás. 

En este verso, además, pasa otra cosa muy importante: ella vuelve a verlo. Ya no viva, sino como fantasma (en algunas versiones de la letra no se dice “my dead love”, “mi amada muerta”, sino “my true love”, “mi amante”, lo que me gusta más todavía, porque ni siquiera se aclara que ella está muerta, se deja implícito para que quien escucha saque esa conclusión. Y viene en plena noche (es decir, en un horario donde no podría andar por ahí paseando, estando viva) y entra como si nada en la casa de él y llega hasta su habitación y entonces...

tan suave se acercó que su pie no hizo ni un ruido.
Y puso su mano en mi cara y esto dijo:
“Oh, no falta mucho, amor, para el día de nuestra boda”.

Ella renueva, con el mismo gesto cariñoso (que ahora es tétrico, en tanto es un fantasma quien le acaricia a él la mejilla), la promesa de casamiento. Esa promesa también cambió su sentido radicalmente: la “boda” de ellos solo podrá concretarse cuando estén ambos juntos... lo que aquí implica, claro, que él está muy cerca de morir. Y conociendo la historia, es fácil imaginar que esa muerte será violenta, asesinado, suicidado o muerto de puro miedo: elijan ustedes.



Ese verso final es de lo más siniestro que se puede hallar en una canción. Si no les pone la piel de gallina, escuchándolo con la voz de Sandy Denny, es que están distraídos con algo: cierren el candycrash. Y la música, que es también fantasmal, sugerente y sinuosa, ayuda a sentir un escalofrío, cuando escuchamos la promesa enamorada de ese reencuentro que él quizás tema, pero posiblemente (prefiero imaginarlo así) espera con ansias.



She moves through the Fair
My young love said to me “My mother won't mind
And my father won't slight you for your lack of kind”.
And she laid her hand on me and this she did say:
“Oh, it will not be long, love, till our wedding-day”.
And she went away from me and moved through the fair
And fondly I watched her move here and move there
And then she went onward, just one star awake
Like the swan in the evening moves over the lake.
Last night she came to me, my dead love came in
So softly she came that her feet made no din
And she laid her hand on me and this she did say:
“Oh, it will not be long, love, till our wedding-day”

Mi joven amor me dijo: “A mi madre no le importa
y mi padre no te matará por tu falta de amabilidad”.
Y puso su mano en mi cara y esto dijo:
“Oh, no falta mucho, amor, para el día de nuestra boda”.

Y se alejó de mí y se fue cruzando la feria
y con cariño la observé moverse por acá y por allá.
Y luego ella siguió adelante, con solo una estrella despierta,
como el cisne al atardecer se mueve sobre el lago.

Ayer anoche ella vino a mí, mi muerta amada vino,
tan suave se acercó que su pie no hizo ni un ruido.
Y puso su mano en mi cara y esto dijo:
“Oh, no falta mucho, amor, para el día de nuestra boda”.


Bueno, eso es todo por hoy, ojalá les haya gustado la canción.

Me voy, pero sepan que volveré a buscarlos. No falta mucho.

DJ Vago


domingo, 12 de enero de 2020

[219] La gente es solo gente


“The Ghost of Corporate Future”, de Regina Spektor (2004) 


Como penúltima entrega de la serie “Fantasmas” y, paralelamente, última (esta vez sí) en la serie “Este libro me suena”, vamos con un tema de Regina Spektor, que vive en Estados Unidos y canta usualmente en inglés pero es rusa de familia judía.

Regina tiene un estilo bastante particular y entraría en lo que por lo general se etiqueta como “anti-folk”, un subgénero impreciso que comenzó en los 80 como reacción ante la seriedad combativa del folk mainstream. Okey, me quedó difícil la oración, pero la idea del anti-folk es, simplificando, hacer una música menos pulida y menos comprometida social o políticamente, canciones más descontracturadas y simpáticas e intrascendentes, sin darse demasiada importancia.

Spektor se mantuvo siempre en un perfil bajo, y su primer disco con un sello importante fue editado en 2004, con el título Soviet Kitsch (que alude a sus raíces rusas y judías) y es el que contiene la canción elegida hoy, “El Fantasma del Futuro Empresarial”. Ni la canción ni el disco fueron éxitos rotundos, pero ¿quién busca eso?


Como la misma cantautora explicó alguna vez: “Me encantaría escribir un clásico como “Yesterday”, pero me siguen viniendo a la cabeza canciones raras sobre albóndigas en heladeras”. En efecto, las canciones de Spektor suelen ser relatos con mucha letra (en eso se parece a Bob Dylan, ja) y con personajes un poco bizarros e intrascendentes, que desarrollan tramas poco o nada épicas. Musicalmente, es un kitsch también lo que hace, mezclando jazz, folk, rap, música clásica y lo que venga, y usando al cantar ruiditos, palabras inventadas, versos en distintos idiomas, gorgoritos, susurros.


Esta canción en particular hace referencia a una obra literaria bastante conocida, una novela corta de Charles Dickens, Cuento de Navidad. Casi nadie lo leyó (yo tampoco), pero seguramente habrán visto en alguna película (o en los Simpsons) referencias a la trama: un tipo avaro, adinerado y malo, Ebenezer Scrooge, es visitado en Nochebuena por tres fantasmas sucesivos, el de la Navidad Pasada (que le muestra su propia infancia feliz e inocente, tan distinta de su actual vida solitaria de millonario malaonda), el de la Navidad Presente (que le muestra cómo un empleado suyo, a quien Scrooge maltrata y explota, vuelve a su casa con su hijito enfermo y comparten una cena de Nochebuena mísera pero esperanzada) y, por fin, el Fantasma de la Navidad Futura, cuando el hijito del empleado ya murió, y el mismo Scrooge fallece, solo, odiado por todos y listo para pudrirse en el infierno. Iluminado por las visiones fantasmales y arrepentido, Scrooge cambia y se vuelve una persona amable y dadivosa y un empleador un poco menos garca. Un gran éxito de Carlitos Dickens, este libro, me dice mi hermana la tercera. Le creamos.

Tomando esa idea, Regina nos presenta en esta canción una variante de la historia. En el comienzo se nos presenta un hombre que camina bajo la lluvia. No tiene paraguas, así que se va refugiando en los toldos de los negocios, para no mojarse tanto. Cuando llega al andén del subte, se saca los dos zapatos y rápidamente pisa de lleno un gargajo que había en el piso, lo que causa expresiones de asco de todos los que lo ven. Pero a él, sorpresivamente, no le importa (ni el asco de los demás ni haber pisado el escupitajo).

¿Por qué no le importa? Muy fácil: la noche anterior ha recibido la visita del Futuro Empresarial, que le explicó cómo será su vida si continúa como hasta ahora, laburando como empleado en una empresa capitalista (pero creyendo que es “su” empresa), consumiendo y desechando plástico, tomando litros de café al día, cenando de bandejas de microondas, preocupándose por todo y dedicando todo su tiempo al trabajo, habiéndose perdido la infancia de sus propios hijos y dejando que se marchitara la relación con su esposa. Será, previsiblemente, una vida previsible, gris y patética.

¿Qué le propone el fantasma, como remedio o antídoto para evitar ese futuro gris? Todo lo que queda de la canción son las palabras del fantasma que nos brinda su sabiduría. Aunque no tiene una gran receta, la verdad: el fantasma empieza a dar consejos desparramados, como una especie de Viejo Vizcacha Emo, que parecen apuntar sobre todo a que uno debería tomarse las cosas menos a pecho. Bajar un cambio. Le sugiere al tipo que improvise más (no mirar más el noticiero, por ejemplo), que se permita hacer cosas un poquito estúpidas (como lamer una piedra), un poquito arriesgadas (como besar a alguien o cortarse su propio pelo); que no se ahogue en un vaso de agua, porque el mundo igual seguirá andando, el pelo vuelve a crecer y la gente es solo gente, nada más. Solo gente, y vos también.

Y así va y viene esta simpática canción, más profunda de lo que su misma autora quisiera, con su melodía de ronda infantil, cantada como así nomás (pero bien).

Elegí, antes que la versión de estudio del disco, una presentación en vivo, que permite un mayor margen de improvisación y ver los gestos y sonrisas con que Regina adorna (o desadorna más bien) su interpretación.




The Ghost of Corporate Future

A man walks out of his apartment
It is raining. He's got no umbrella
He starts running beneath the awnings
Trying to save his suit
Trying to save his suit
Tryin' to dryin' to tryin' to dry
but no good.

When he gets to the crowded
subway platform
He takes off both of his shoes
He steps right into somebody's fat loogie
And everyone who sees him says "ew"
Everyone who sees him says "ew"

But he doesn't care
Cause last night he got a visit
From the ghost of corporate future
The ghost said take off both your shoes
Whatever chances you get
Especially when they're wet
He also said
Imagine you go away
on a business trip one day
And when you come back home
Your children have grown
and you never made your wife moan
You children have grown and you never made your wife moan
And people make you nervous
You'd think the world was ending
And everybody's features have somehow started blending
And everything is plastic
And everyone's sarcastic
And all your food is frozen
It needs to be defrosted
You'd think the world was ending
You'd think the world was ending
You'd think the world was ending
right now.
Well maybe you should just drink
a lot less coffee
And never ever watch
the ten o'clock news
Maybe you should kiss someone nice
Or lick a rock
Or both
Maybe you should cut your own hair
Cause that can be so funny
It doesn't cost any money
And it always grows back
Hair grows even after
you're dead
People are just people
They shouldn't make you nervous
The world is everlasting
It's coming and it's going
If you don't toss your plastic
The streets won't be so plastic
And if you kiss somebody
Then both of you'll get practice
The world is everlasting
Put dirtballs in your pockets
Put dirtballs in your pockets
And take off both your shoes
Cause people are just people
People are just people
People are just people like you
The world is everlasting
It's coming and it's going
The world is everlasting
It's coming and it's going
El Fantasma del Futuro Empresarial

Un hombre sale de su departamento.
Llueve. No tiene paraguas.
Empieza a correr bajo los toldos
tratando de salvar su traje,
tratando de salvar su traje,
tratando de secar de salvar de secar,
pero no hay forma.

Cuando llega al atestado
andén del subte
se saca ambos zapatos,
pisa de lleno en un gran escupitajo
y todos los que lo ven dicen “ugh”.
Todo el que lo ve dice “ugh”.

Pero a él no le importa
porque la noche previa recibió una visita
del Fantasma del Futuro Empresarial.
El fantasma dijo: sacate los dos zapatos
en cada oportunidad que tengas,
especialmente cuando están mojados.
También dijo:
imaginá que salís
en un viaje de negocios un día
y cuando volvés a casa
tus hijos crecieron
y nunca hiciste gemir a tu esposa,
tus hijos crecieron
y nunca hiciste gemir a tu esposa.
Y la gente te pone nerviosa,
pensás que el mundo se termina
y las caras de todos de alguna forma
empezaron a mezclarse
y todo es plástico
y todos son sarcásticos
y toda tu comida está congelada,
necesita ser descongelada.
Pensás que el mundo se termina,
pensás que el mundo se termina,
pensás que el mundo se termina
ya mismo.
Bueno, quizá deberías tomar
mucho menos café.
Y nunca jamás mirar
el noticiero de las diez.
Quizá deberías besar a alguien amable
o lamer una piedra
o ambos.
Quizá deberías cortar tu propio pelo
porque puede ser tan divertido,
no cuesta nada de plata
y siempre vuelve a crecer.
El pelo crece incluso después de que estás muerto.
La gente es solo gente,
no deberían ponerte nervioso.
El mundo es perpetuo,
va y viene.
Si no tiraras tu plástico,
las calles no serían tan plásticas,
y si besás a alguien
luego ambos pueden ir practicando.
El mundo es perpetuo,
poné bolas de pelusa en tus bolsillos.
Poné bolas de pelusa en tus bolsillos
y sacate los dos zapatos,
porque la gente es solo gente.
La gente es solo gente,
la gente es solo gente: igual que vos.
El mundo es perpetuo,
va y viene,
el mundo es perpetuo,
va y viene.

Así que ya saben: a tomar menos café, lamer piedritas y sacarse los zapatos, en especial cuando están mojados. Yo, por mi parte, estaré entre los que les dirán “ugh” cuando pisen algo. Pero por dentro los felicitaré, admirado.

Eso es todo por hoy. La semana que viene termina la serie “Fantasmas”, con un temón, tétrico pero inolvidable.

Por lo pronto me despido hasta la próxima Navidad, que está a la vuelta de la esquina.

Saludos,

DJ Vago del Futuro Musical