“Fangal”, letra de Enrique Santos Discepolo + Homero Expósito y música de Virgilio Expósito (1951-1953)
Empiezo una serie que no es tal, pues no hay nada que
conecte los temas que presentaré (si sigo existiendo en las próximas semanas). Sin
embargo levanto, como un flor de tomate, la inconexión como una fortaleza, diré
que la serie se titula “La palabra con F” y declararé bajo juramento que alguna
palabra con F habrá para cada canción. La palabra de hoy: fango.
El grandísimo Enrique Santos Discepolo nació el 27 de marzo
de 1901 y murió tan joven, a los 50 años, en vísperas de la Navidad de 1951.
Y cuando murió, peronista hasta la médula y amargado por los
ataques y la incomprensión que recibía a causa de esa adhesión, dejó sobre su
escritorio, entre algunos otros escritos, un poema sin terminar, “Falsa
escuadra”, que se convertiría después en este tango desconocidamente célebre,
“Fangal”.
La versión elegida hoy es la de Edmundo Rivero: pero la
verdad es que no había tanto para elegir. No sé por qué, pero ningún otro de
los grandes cantantes de tango cantó “Fangal” (Gardel, obviamente, no llegó con
el avión; los demás no tienen excusa).
O al menos, no encontré grabaciones que demuestren mi error,
tal vez alguien pueda desasnarme. Mi gran ídolo, Goyeneche, me falló aquí.
Y no sé por qué es eso. No lo sé, es algo increíble. Yo creí
que iba a abrir el shutub e iba a encontrar dos mil versiones de “Fangal”, que
es un tango que adoro, pero evidentemente fui un gil.
Y sigo gil, porque espero que en cualquier momento
florecerán, como tomates, las versiones de este hermoso tango extraño que nos
dejó como un garabato a medio terminar, al irse, Discepolín, y que completaron
con maestría, en 1953, los hermanos Homero y Virgilio Expósito.
Homero y Virgilio, ¿me entendés? No el griego y el romano,
sino los autores de “Naranjo en flor”, de “Maquillaje”, de “Farol”, de “Chau,
no va más”… (son, además, los autores de uno de los pocos boleros que me
encantan, y eso que a mí no me gustan los boleros).
Para quienes no tengan ni una pálida idea sobre el tango:
esto es como si Da Vinci dejara un cuadro inconcluso y lo terminaran Van Gogh y
Picasso. O como si un texto inconcluso de Shakespeare lo terminaran Cervantes y
Dante. O como si una jugada que empezó Maradona la terminara Messi y… y el
mismo Maradona que picó en punta. Es decir: es lo más de lo más.
Y sin embargo, no es lo mismo: la estrofa final, la que
escribió Homero (Expósito), es muy buena, pero corta totalmente la onda del
comienzo. Se pasa de la primera a la tercera persona, y el yo que venía
desgajando su corazón como una mandarina, en la estrofa final es relatado en
tercera persona, desde afuera, como a través de un vidrio. Me parece que es
decepcionante y, a la vez, una forma muy noble y honesta de homenajear a
Discepolo. Como diciendo: “no podemos seguir esto como él lo hubiera seguido:
podemos solamente homenajearlo a él”.
La música de Virgilio (Expósito) es impecable, porque no
interfiere con las palabras, sino que se amolda a ellas, a su ritmo canyengue y
desolado, reproduciendo ese avance en zigzag y siempre a punto de caer de la coprotagonista
del tango.
Este es, en muchos sentidos, un tango típico: el varón que
se lamenta del amor pasado, que denosta a la “mujer perdida” que lo enamoró y
luego lo abandonó (o lo que es lo mismo: se hizo merecedora de que que él la
abandonara). Pero en otros sentidos, es un tango atípico: él se culpa a sí
mismo por su destino infeliz. A medias, porque indirectamente sigue echándole
tierra a ella, pero por lo menos se culpa un poco a sí mismo y acepta que fue y
es un gil, un gil de goma, que se autoengañó y que volvió “a la mugre de vivir
tirao” por su propio error, con el agravante de que ni siquiera puede seguir
autoengañándose y pensar que, al menos, esa historia de amor la salvó a ella de
caer en el fango.
Porque la canción está armada sobre una metáfora: el fango, esa palabra con F que sirve para
decir todo lo negativo del barro, sin
ninguna de las cualidades positivas, pues el fango no sirve para construir ni
para dar pie a la vida: solo para ensuciar. Aquí, el fangal es la vida perdida,
la mugre, la perdición, la deshonra, la vergüenza. Y ella, ya desde el primer
verso, se viene “en falsa escuadra”, se ladea se ladea, a punto se caer en el
barro… y encima pisa una banana, una trampa que “alguien” (un varón, se supone)
tiró a propósito y ella pisó sin querer.
Como en los dibujitos animados, ella, después de pisar la
banana, se resbala con los pies para adelante y queda flotando en el aire con
la noche boca arriba y el fango debajo, horizontal, en la posición llamada
técnicamente decúbito dorsal (hay que
ser un genio como Discepolo para incluir decúbito
dorsal en un poema y que no le quede como a a Arjona).
Y entonces, cuando ella está en el aire, a punto de caer de
espaldas y de lleno en el fango inmundo… él se la agarra. Porque ella le gustó,
claro: él estaba enamorado. Y por eso no percibió la situación en su
verdaderísima significancia, y confundió la realidad (el tomate) con sus
fantasías románticas (una flor). Él creyó que la salvaba a ella (lo cree
todavía), pero admite que eso no es así, pues en realidad fue ella, Miss
Tomate, “quien a trompadas me rompió las penas”. Es un verso hermoso y
memorable ese, una forma muy tanguera de definir el amor.
Al escuchar este tango, siempre tengo la sensación de que
él, el cusifai, quizá fue un gil al agarrarla a ella, pero con seguridad es un
gil ahora al renegar de aquel amor. Porque ella no solo le rompió las penas a
trompadas, al mejor estilo Bonavena, sino que seguramente tenía algo de flor en
su tomatitud.
Y aquí pienso que un buen tomate no tiene nada que
envidiarle a una flor, y seguramente hay muchos pintores y poetas y escritores
dispuestos a defender la belleza de lo esférico y lo vibrantemente colorido.
“Cristina Macjus dice que las arvejas son elegantes y que las naranjas son
hermosas”, me sopla mi hermana la tercera, que está acá tomando mate conmigo.
Siempre pienso que el error del cusifai no fue agarrársela,
sino dejar después que ella se le desprendiera. Peor de lo que terminó, no iba
a terminar. Porque tal vez ella terminó finalmente en el fangal, como se
preveía, pero él está, pareciera, mucho peor, ahí tirao en la mugre de aquel bar,
con una ginebra desastrosa por todo alimento y acompañado por la Lista de
Sabella para el Mundial de los Lúmpenes.
Él, al final de cuentas, es quien pisó la última banana.
Aquí va el tango, por Edmundo Rivero, con la orquesta de
Stamponi (ni siquiera me deja shutub poner el videoclip, estoy perdido hoy, no hay caso):
Fangal
Yo la vi que se venía en falsa escuadra,
se ladeaba se ladeaba
por el borde del fangal,
pobre mina que nació en un conventillo
con los pisos de ladrillos,
pobre mina que nació en un conventillo
con los pisos de ladrillos,
el aljibe y el parral.
Alguien tiró la banana
Alguien tiró la banana
que ella pisó sin querer
y justito cuando vi que se venía
y justito cuando vi que se venía
ya decúbito dorsal,
me la agarré.
Fui un gil
porque creí que allí inventé el honor,
un gil
que alzó un tomate y lo creyó una flor,
y sigo gil
cuando presumo que salvé el amor,
ya que ella fue
quien a trompadas me rompió las penas.
Ya ven,
volví a la mugre de vivir tirao.
¡Caray!
¡Si al menos me engrupiera de que la he salvao!
(Esto dijo el cusifai mientras la cosa
retozaba retozaba ya perdida en el fangal
y él tomaba una ginebra desastrosa
entre curdas y malandras en la mesa de aquel bar.
Si alguien tiró la banana, él, que era un gil, la empujó,
y justito cuando vio que se venía
me la agarré.
Fui un gil
porque creí que allí inventé el honor,
un gil
que alzó un tomate y lo creyó una flor,
y sigo gil
cuando presumo que salvé el amor,
ya que ella fue
quien a trompadas me rompió las penas.
Ya ven,
volví a la mugre de vivir tirao.
¡Caray!
¡Si al menos me engrupiera de que la he salvao!
(Esto dijo el cusifai mientras la cosa
retozaba retozaba ya perdida en el fangal
y él tomaba una ginebra desastrosa
entre curdas y malandras en la mesa de aquel bar.
Si alguien tiró la banana, él, que era un gil, la empujó,
y justito cuando vio que se venía
ya decúbito dorsal,
se le prendió).
se le prendió).
Hay una versión cantada por el propio Virgilio Expósito en
1991 (es decir, a los mil años de edad), con él mismo al piano, Néstor Marconi
en bandoneón y Lito Nebbia en los teclados y el bajo. Está muy bien, y aquí va:
Y eso es todo por hoy: tomeito-tomato, hasta el lunes
próximo no te desato.
DJ Fango
Gracias por el dato! Excelente versión.
ResponderEliminarUn abrazo,
el DJ
Me he reído, más allá de las lágrimas y al borde romperme alguna cuerda bucal, leyendo esto.
ResponderEliminarLa primera vez tuve que dejarlo en Miss Tomate.
Gracias! Y tenga cuidado con lo que lee, que es mejor romperse las penas que las cuerdas vocales. :)
EliminarMuy buena la versión de Rivero . Me encanta Fangal !!
ResponderEliminarJoan Manuel Serrat ha grabado también una versión en su álbum "Cansiones" (sí, con s) del año 2000
ResponderEliminarVoy a buscar la versión de Serrat. Muy probablemente la escuché en algún momento y luego la olvidé, porque adoro al Nano, pero no me gusta cómo canta los tangos. Es casi lo único que no me gusta de él, jaja.
ResponderEliminarHola, qué tal? Lo encontré buscando opciones a rivero, como ud, y tmpc encontré ninguna versión ajena de Fangal, ¿ni Sosa? debe haber algún error en ut... otro si digo , don Virgilio no era ningún ancianito , falleció a unos pocos 73, con la gola algo descuidada, quizás. Espero versiones de estos tangos, con dosis interpretativas jocosas, como riéndose de sí mismos. Como cantaba la negra Sosa, con una sonrisa, lejos de la autocompasión. ¿esperaré por siempre? Felicitaciones por el blog
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