“Estranha forma de vida”, de y por Amália Rodrigues (1964)
A Fernando Schneider y Alejandro López, hinchas de
Independiente.
Como segunda entrega de la serie “La palabra con F”, aquí va
este tema inquieto e inquietante. En cuanto a “palabras con F”, hay para elegir
aquí: fado, forma (de vida) y fue. Figúrense.
Amália Rodrigues (Amália da Piedade Rebordão Rodrigues),
conocida como “La Reina
del Fado”, nació (1920) y murió (1999) en Lisboa. Está enterrada en la misma
ciudad, en el Cementerio de los Placeres: imposible pensar un lugar de reposo
más apropiado para los huesos lastimeros de una fadista.
Pues el fado es, en vida, el cementerio de los placeres y la
pureza del sufrimiento. Si los hay. Aquí haré un llamado a la solidaridad y me
remitiré a mi posteo de abril de 2013, “Pegame y llamame DJ”, donde comenté con
bastante iluminación (modestia incluida) sobre el claroscuro del fado
portugués. Como me da fiaca redundar, redunden ustedes, si no leyeron aquella
entrada, así no me repito aquí. Y dense por esclarecidos o al menos por
comentados, en lo que respecta al género musical.
Por hacer una analogía (como ya saben, las analogías me
brotan como agua de manantial), Amália es como si fuera la Gardel del fado. Además de
cantar como los dioses, compuso, actuó en teatro, en películas, bailó,
etcétera.
Si uno no la escuchó antes, de entrada puede caer en la
confusión de creer que no es para tanto, que no tiene tan buena voz, que no
“brilla” (por ejemplo, porque no grita como chancho escaldado o no hace
gorgoritos como Shakira). Pero a los pocos segundos seguramente se darán cuenta
de que no, de que esa especie de humildad de la voz y la interpretación
esconde, en Amália, una riqueza infinita de entonaciones y densidades, un cálculo
exacto de la duración de cada sílaba, una dulzura incomparable en el fraseo… y
al terminar, intenten encontrar una versión mejor del mismo fado, cantado por
alguien que no sea Amália, y verán que es más difícil que lavar los establos de
Augías con solo medio jabón blanco y una esponja patito.
Y es que, al igual que se afirma sobre las incomparables
espadas forjadas por Hattori Hanzo en la película Kill Bill, un fado cantado
por Amália Rodrigues solo puede ser comparado con cualquier otro fado… que no
haya sido cantado por Amália Rodrigues. Y eso no lo haremos aquí (decimos
nosotros, ya vagamente pluralizados).
El tema elegido hoy, “Extraña forma de vida” (letra de
Amália Rodrigues, música de Alfredo “Marceneiro” Duarte), es en cierta forma
una canción fantástica. No por lo buena (que lo es), sino porque pertenece al
género fantástico, porque plantea una historia fuera de la realidad,
inexplicable si nos ceñimos a las leyes de la realidad. “A lo Todorov”, me
sopla mi hermana la tercera y yo le contesto sí sí, como hago cuando quiero
disimular que no le entendí un carajo.
La cantora empieza, ya de entrada, echándole la culpa a Dios
por todo lo malo que le pasa. No nos vamos a andar con chiquitas: si hay que
culpar a alguien, empecemos por Dios, que de ahí en adelante es todo cuesta
abajo. Ella culpa a Dios, entonces, por su ansiedad y su
melancolía-tristeza-inquietud-yanosaberquéhacerconunomismo (saudade), y sobre
todo, por lo que empieza a contar en la estrofa siguiente: su corazón se ha
independizado de ella, y ahora vive por su cuenta, en una “extraña forma de
vida”.
Ese corazón va y viene a su antojo, sin preguntar ni avisar,
en una forma de vida ya no identificada, como si fuera un ovni parásito dentro
del propio cuerpo. No sé ustedes, pero a mí me parece una genialidad, esto. Y
ahí va el corazón, solito y su alma, perdido entre la gente, sangrando
tercamente, chorreando de rojo las veredas recién lavadas.
Esto (sabrán disculpar lo que voy a decir), me recuerda al best-seller
infantil Un culete independiente, que vendiera millonada de ejemplares en
España, en uno de los casos más increíbles y famosos de “culpemos a la víctima”
en la literatura universal.
La historia de Un culete independiente es tan sencilla como
deplorable: una madre “de las de antes”, cada vez que su hijito (César Pompeyo)
se portaba mal (cada vez que la desobedecía, por ejemplo), “le daba un par de
azotes en el culete regordete” (la cita es textual). Y ante cada desobediencia,
meta darle azotes en el culete regordete al pobre pibe. Entonces, el culete se
rebela… pero no contra la madre azotadora, sino contra su propio dueño, y
conmina al pobre nene a que se porte bien y le haga caso a la mamá, “o si no…”.
Pero como el propietario culil (César Pompeyo) sigue portándose mal, entonces
el culete decide independizarse y se escapa, con su sombrerito de culo y su
valijita (donde, supongo, guardaría sus pedos). Al niño (César Pompeyo) en un
primer momento no le importa, pero luego la vida sin culete empieza a
resultarle difícil: lo atormenta también la saudade, en especial cuando debe
sentarse, tarea difícil de emprender sin culo, o cuando quiere columpiarse en
una hamaca o andar en bicicleta. En el libro no se hacen referencias
específicas a lo difícil que es cagar sin culete, pero el lector puede
imaginarse esa página sin inconvenientes, e imaginar también la tremenda
constipación del pequeño anuro (César Pompeyo). Por la noche, el infante (César
Pompeyo) le ruega a su culete que regrese, y él, conmovido hasta las lágrimas
(?), vuelve. A partir de entonces, el galleguín golpeado (César Pompeyo)
comienza a portarse bien y ser sumiso e infantilmente cristiano, lo que es una win-win
situation para su madre, para su culete y para él mismo, pues ya “no son
necesarias” las palizas en el culete. Y colorín culeado; perdón, colorado.
¿Les gustó, o les cuento también “El bebé de Rosemary”?
Claro, entre Un culete independiente y nuestro fado del
“corazón independiente” hay un abismo. “Qué tendrá que ver el corazón con el
culo”, podrían preguntar ustedes. Pero yo paso: contéstense ustedes mismos, no
quisiera entrar en esa polémica.
Solo diré que este corazón, a diferencia del mencionado
culete, no está dispuesto a entrar en razones y a regresar a su forma de ser
estándar. Se independizó en serio.
Y va con ella detrás, persiguiendo a su propio corazón, a
quien no se resigna a abandonar. Y el corazón, tal vez dando pasitos con sus
arteriitas, corre cada vez más rápido, dejándola atrás, quitándole el aliento,
hasta el punto en que ella dice basta y anuncia:
Si no sabes adónde vas,
para, deja de latir:
yo no te acompaño más.
para, deja de latir:
yo no te acompaño más.
O sea: le da un ultimátum a su propio corazón, “volvé o te
paro”. Y aunque no está la respuesta del corazón, como que intuimos que no le
va a hacer ningún caso, ¿no? Que está dispuesto a morir libre antes que vivir
encerrado en la jaula de las enfadadas costillas de ella.
Por lo tanto, no es precisamente un final feliz, el de la
canción. Lo cual nos deja tranquilos, porque un fado con final feliz sí que
tendría una extraña (y solitaria) forma de vida.
Estranha forma de vida
Foi por vontade de Deus que eu vivo nesta ansiedade. Que todos os ais são meus, que é toda a minha saudade. Foi por vontade de Deus. Que estranha forma de vida tem este meu coração: vive de vida perdida; Quem lhe daria o condão? Que estranha forma de vida. Coração independente, coração que não comando: vives perdido entre a gente, teimosamente sangrando. Coração independente. Eu não te acompanho mais: para, deixa de bater. Se não sabes aonde vais, porque teimas em correr, eu não te acompanho mais Se não sabes onde vais, para, deixa de bater, eu não te acompanho mais. |
Extraña forma de vida
Fue por voluntad de Dios que vivo en esta ansiedad, que todos los ayes son míos, que es toda mía la melancolía. Fue por voluntad de Dios. Qué extraña forma de vida tiene este corazón mío: vive de vida perdida, ¿quién le daría tal don? Qué extraña forma de vida. Corazón independiente, corazón que no comando: vives perdido entre la gente, tercamente sangrando. Corazón independiente. Yo no te acompaño más: para, deja de latir. Si no sabes adónde vas, ¿por qué porfías en correr? Yo no te acompaño más. Si no sabes adónde vas, para, deja de latir: yo no te acompaño más. |
Va otra versión, con peor sonido, pero para que vean a
Amália:
Y para que comparen lo incomparable, va otra muy buena
versión, por Mariza y Carlos do Carmo, en vivo:
https://www.youtube.com/watch?v=90Z6Px_Syso
Ya está, paren de leer, que no los acompaño más.
DJ Vago
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