Así es, yo también tengo mis expedientes secretos, temidos por las agencias de control estatales y por las disqueras multinacionales; hay allí cosas tan increíbles que harían dudar de su fe a los apóstoles de la música y taparse los oídos a los escuchas más racionales.
He decidido abrir esos archivos, aunque lo iré haciendo de a poco, porque no quiero ser responsable de ningún tsunami y para no levantar demasiado la perdiz y que me manden sicarios a despertarme de la siesta.
Para comenzar, hoy develaré el archivo titulado “Versos
alienígenas en la canción romántica en castellano”, también conocido como “No
sé, puse lo primero que se me ocurrió”. Porque todos los géneros de la canción
tienen letras absurdas, pero la canción latina se ha esforzado mucho por
destacarse en ese rubro, en particular mediante sus intérpretes varones.
Aunque el archivo contiene casi un centenar de entradas,
me limitaré a detallar cinco de ellas, ordenadas en un breve ranking regresivo
hasta llegar al campeón.
Sin más preámbulo, comienzo entonces por el quinto puesto,
una desconcertante balada interplanetaria que ya querría haber craneado Philip
Dick:
5° -
“Saturno”, de Pablo Alborán
Pablo canta bien y tiene su pinta, así que sus fans
seguramente podrían perdonarle las estrofas erráticas en las que la culpa a
ella por una nebulosa traición (“yo no quería amarte / tú me enseñaste a odiarte”,
etcétera). Pero de pronto el cantor, acelerando, se pone a personificar cosas
que no deberían tener vida propia:
Todos
los besos que me imaginé
vuelven
al lugar donde los vi crecer
[¿What?]
Pero es solo el comienzo, porque eso da pie para que
empiece el estribillo, en el que, no sabemos
cómo, empezamos a viajar por la galaxia detrás
de los ítems más ridículos:]
En
Saturno viven los hijos que nunca tuvimos.
[Ni siquiera sabemos si es antiaborto o verde, esta afirmación
metafísico-astronómica. Me imagino a los miles de hijos nunca nacidos de la pareja en
Saturno, mirándose unos a otros y preguntándose:
“¿Cómo mierda llegamos acá?”.]
En
Plutón aún se oyen gritos de amor.
[Plutón agradece que se lo siga tomando en cuenta, a
pesar de su reciente destitución como planeta; pero dice que igual no está el
clima allí como para gritos de amor, últimamente.]
En
la Luna gritan a solas tu voz y mi voz
[Más gritos (no le avisaron a Pablo que sin atmósfera no
se transmiten los sonidos, pero eso sería lo de menos). Cómo hacen dos voces
para gritar por su cuenta en la Luna, sin nadie que las emita, es un misterio
más de estos V-files. Otro es por qué, ya que ambas voces gritan juntas, no se
hacen al menos compañía, sino que tienen que gritar ambas “a solas”.]
pidiendo
perdón, cosa que nunca pudimos hacer peor.
[O sea que las voces de ambos, que gritan a solas en la
Luna, piden perdón (¿a quién?), y el estribillo se cierra con una frase
totalmente ininteligible, en la que “cosa” debería referirse a pedir perdón,
pero de inmediato se dice que lo hicieron (peor
que no sabemos qué, pero ya lo hicieron), con lo cual no sabemos por qué las voces
de ellos vuelven a hacerlo continuamente y a solas, en la Luna. Maravillas y misterios del cosmos, diría
Carl Sagan.]
https://www.youtube.com/watch?v=yBAx5nBdJqU
4° -
“Sentada aquí en mi alma”, de Chayanne
Chayanne también es pintón y carismático, y la canción
empieza muy melosa y muy bien, con el clip road movie en el que ella y él
comparten un viaje en auto. Pero de pronto llega el estribillo y escuchamos
esto:
Mi
dulce amiga, estás tú...
sentada
aquí en mi alma, en mis ojos y en mi puerta
dirigiendo
mis motivos, mis victorias y mis guerras,
sentada
aquí en mis ojos, viva en cada parpadeo,
dirigiéndome
a quererte mucho más que mis deseos.
[Esto nos genera importantes y acuciantes preguntas. La primera: ¿cómo hace ella para sentarse en el alma de él? ¿Dónde está el alma? (pregunta en la que se viene fracasando desde la Edad Media, pero que Chayanne parece haber respondido). ¿Tiene sillas, en el alma, o ella se sienta en el suelo espiritual nomás?
Pero ella, que parece ser bastante mandona (le imparte
directivas a él todo el tiempo, incluso contra su voluntad), no se conforma con
sentarse en el alma de él, sino que también se sienta en sus ojos y en su
puerta. Sentarse en una puerta es
físicamente imposible, salvo que la puerta haya sido quitada de sus goznes y
ubicada en forma horizontal, como la puerta del Titanic a la que no quiso subir
Di Caprio. Pero hay que avisarle a Chayanne que sentarse en los ojos de otra persona, por más que sea consensuado,
no es romántico; en primer lugar, porque eso le impide ver a él cualquier cosa
que no sea el culo de ella (pero ni siquiera puede verle bien el culo, desde un
plano tan cercano), y en segundo lugar, porque bueno, no sé cuál sería la
gracia de sentarse en los ojos de otra persona (¿será un tipo de fetiche sexual
aún no tipificado?). De los tres asientos, eso sí, al menos los ojos (suponemos
que él está acostado, claro) es un lugar donde ella efectivamente puede
sentarse (el alma y la puerta son, a pesar de su distancia, asientos igualmente
impracticables).]
https://www.youtube.com/watch?v=wUdBwL54iho
3° -
“Azul”, de Cristian Castro
Llegamos al podio, que se inaugura con este tema de
soft-rock del hijo de Verónica Castro. Toda la letra está medio floja de
papeles (ya en la primera estrofa están de mañana y de repente están al mismo
tiempo de noche, y él le dice que la quiso desde que la vio pero luego dice que
el amor nació recién cuando la besó, y luego mira al cielo y la ve a a ella
allí hecha estrella, etcétera), y el videoclip playero es muy bizarro (en
particular la facha del rubio Cristian), pero es en el estribillo donde se luce:
Azul,
es que este amor es azul como el mar azul,
como
de tu mirada nació mi ilusión.
Azul
como una lágrima cuando hay perdón,
tan
puro y tan azul que embriagó el corazón.
[Ya es medio raro eso de que la ilusión de él nació azul (de
la mirada de ella), pero podemos estirar un poco la metáfora y darle sentido.
Ahora, ¿por qué las lágrimas son azules “cuando hay perdón”? ¿Perdón de qué, a
qué, a quién? ¿Dónde vieron que alguien llore en colores? ¿El perdón le cambia
el color al llanto? (Me siento dentro de El
monstruo de los colores, donde la envidia es verde y el enojo es rojo). Y
la línea final del estribillo no ayuda: suponiendo que eso “tan puro y tan azul”
es el amor (la otra opción es que sea el perdón, pero tiene menos sentido
todavía), ¿por qué que el color del amor sea “tan azul” hace que “embriague el
corazón”? La teoría de los colores de Ce Castro es de una profundidad
insondable... y azul. Y a medida que avanza la canción, Cristian se envalentona
y empieza a pintar de azul cualquier mandanga, incluso menciona “la lluvia
pintada de azul”: pintar la lluvia es una tarea que nada tiene que envidiarle a
sentarse en una puerta, por cierto.]
https://www.youtube.com/watch?v=29NM6ySmwfQ
2° -
“Bailar pegados”, de Sergio Dalma
Este es un clásico, y peleó el primer puesto (aunque lo
perdió justamente). Las imágenes de esta canción son tan ridículas que me hacen
reír cada vez que la escucho (y el tema tiene ya 30 años de vida...). Si uno le
quitara el estribillo, la letra tiene lógica y sentido, más incluso que los
temas ya citados en este ránking: aquí, él le propone a ella que no bailen
desde lejos, sino que bailen pegaditos, porque así es mucho mejor. Hasta ahí,
vamos bárbaro. Pero llega el estribillo y:
Bailar
pegados es bailar,
igual
que baila el mar
con
los delfines.
[¿El mar baila con los delfines? ¿Lo qué? Me la imagino a
ella furiosa: “¿Me estás diciendo que soy un cetáceo, o me estás llamando
océano?”. Ni hablar de que técnicamente, incluso si consideramos que bailan, el
mar y los delfines no están “pegados”, sino más bien los delfines están adentro del mar. No profundicemos,
mejor. Además, aún falta lo mejor:]
Corazón
con corazón,
en
un solo salón
dos
bailarines.
[“En un solo salón, dos bailarines” me parece un verso de
una genialidad absoluta. Hay una sabiduría muy grande allí, aunque no tengo
idea de cuál es. Claro: si los dos bailarines estuvieran en dos salones
separados, muy probablemente no estarían bailando pegados, es importante que lo
entendamos. ¿Dicen que podrían estar en el mismo salón e igual bailar
separados? No intenten confundirme, les pido: un salón = dos bailarines, dos
salones = tres bailarines, etcétera, creo que así iba el teorema de la
incompletitud de Gödel.]
El clip es un gran aporte, con Sergio puro mallet echándole
a ella unas miradas como las de Stallone en Rocky 1, y una escena final
incomprensible en la que él asalta sexualmente a una viejecilla que pasa por
allí, en lo que a todas luces parece ser un cementerio.
https://www.youtube.com/watch?v=zlmRGWNJE3c
1° -
“Castillo azul”, de Ricardo Montaner
Y llegamos al final de la cuenta regresiva, al tema
campeón. Que en realidad debería ser un premio a la trayectoria de Ricardo,
porque todas sus canciones están repletas de versos alienígenas que no tienen
sentido en ninguna dimensión de este planeta; pero elegí entre su vasta producción
una canción que incluye el color azul, que ya apareció en este conteo.
La canción entera no tiene desperdicio, empezando con el
clip, que inicia con un encuentro de ellos en un restorán, y aunque empiezan
hablando en castellano ella lo deja a él, no sabemos por qué, en portugués, y
se va con un tipo con cara de policía que lleva, para redundar, un pastor
alemán de paseo, y él se queda solo y comienza a rememorar los momentos que
pasó con ella y que incluyeron inaugurar una casa (se supone que ella vivía con
el cana del perro, no es claro cómo pudo vivir con él, pero bueno, concedamos).
Esa es la idea de la canción: van preparando una casa
nueva donde vivirán juntos. Enamorados. Pegados como el mar y los delfines. Esa
casa nueva es el “castillo azul” del título, y él anticipa que se escribirán
epopeyas épicas sobre lo que vivirán ellos dos en ese lugar:
En
este castillo azul se escribirá una historia
basada
en nosotros dos,
en
el momento pleno de hacernos sexo
a
orillas del mesón.
[Le agradezco a Ricardo que no haya utilizado la horrenda
frase “hacer el amor”, pero eso de “hacernos sexo” suena algo confuso, como si
estuvieran haciendo algo externo a ellos mismos, escribiéndose cartas,
haciéndose chistes, no sé. No recomendaría a mis lectores que le sugirieran “¿vamos
a hacernos sexo?” a sus parejas presentes o futuras. En especial, “a orillas
del mesón”. Miren que hay lugares incómodos para “hacerse sexo”, pero los
bordes de un mueble deben ser el peor de todos. ¿Por qué no suben al mesón,
mejor? ¡Se van a lastimar, si siguen haciendo eso ahí! Sosiéguense.
Pero esto requería una explicación, y en lo que queda del
estribillo Ricardo le explica a ella cómo son las cosas:]
Ven
y te explico lo que somos
en
nuestra habitación:
una
paloma y un jilguero
en
vuelo de estación,
emigrando
al árbol del limón,
elevando
un grito hasta amanecer
encima
de tu piel.
[Si Ricardo aprobó Biología en el secundario, su profesor
o profesora debe estar ahora muy, muy arrepentido/a. Comenzando por la idea de
que ellos “haciéndose sexo” sean iguales a una paloma y un jilguero, cuando
sabemos que las especies son bastante prolijas en sus gustos, y una paloma y un
jilguero no demostrarían nunca ningún tipo de interés sexual ni romántico entre
sí (la diferencia de tamaño no ayudaría tampoco, “¿Me estás diciendo gorda de
nuevo, pajarón?”). Ni son pájaros migratorios, esos, así que no sabemos cuál
sería la estación esa en la que hacen sus “vuelos de estación”, excepto que
vivan cerca de una estación de trenes, digamos Lanús, línea Roca, y entonces
vuelen para allá. Pero no, enseguida el cantor aclara que el viaje es “al árbol
del limón” (se llama limonero,
Ricardo, limonero). Pero volar hasta
un árbol que está ahí nomás no es una emigración.
Y los pájaros, tanto si vuelan como si están quietos, no gritan. Y no sabemos cómo los dos pájaros gritones amanecen encima
de la piel de ella, pero imagino que a ella no le hará ninguna gracia, ver a la
paloma y el jilguero indocumentados y a los gritos mientras le arañan la piel
con sus patitas. Sientesé, Montaner, tiene un uno. No, Montaner: en una silla siéntese, le pido.]
https://www.youtube.com/watch?v=QGQTLN_RCmI
Y con eso se cierra este expediente secreto V. No lo
cuenten a nadie. Que nadie sepa que lo leyeron ni que lo escucharon. Si se sabe,
corremos más peligro que si estuviéramos a orillas de un mesón, haciéndonos ya
saben qué.
Me despido hasta Plutón y más allá,
DJ
Vago
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