“Lamento della Ninfa”, de Claudio Monteverdi (1638), por Anna Prohaska (2013)
Para Susana Aime.
Esta semana, como segunda entrega de la serie “ella dice él
dice”, hablaremos del “Lamento de la
Ninfa ”, un impresionantemente bello e inquietante madrigal de
Monteverdi. Para darnos una idea, la obra tiene casi 400 años, pero suena muy
contemporánea, mucho más que la mayoría de las obras de música clásica,
incluidas las óperas.
Tanto es así que en los últimos años esta obra vuelve a
estar en el candelero, y se produjeron versiones excepcionales. Por dar un
ejemplo, la reciente película “Le Pont des Arts” (2004) tiene a este madrigal
como omnipresente banda de sonido y eje conceptual. Y la versión elegida es de
2013, por la notable soprano Anna Prohaska, que está muy de moda en el universo
de la lírica, y por algo es (los de Deutsche Grammofon no son nada giles, para
elegir cantantes).
¿A qué se debe la actualidad de esta pieza? Creo que hay
varios factores. Por un lado, es breve, de cinco minutos: apenas un poco más
que un tema de Arjona o de Violetta. Pero con brevedad sola, por supuesto, no
hacemos nada: hay un contrapunto de voces que dialogan mientras cantan, y un
ritmo que se modifica y se amolda a la letra de los versos, a lo que está
diciendo la Ninfa. En
palabras del mismo compositor, ella, la Ninfa , “canta al tiempo del sentimiento”, frase
que define más que bien una de las principales virtudes de esta obra.
En cuanto al género musical, este es un “lamento”. Esto significa
no solo que la protagonista se lamenta, sino que participa de un género barroco
extendido en el siglo XVII: piezas musicales que exploran la temática de la
tristeza, la pérdida y el sufrimiento. En el mismo género, Monteverdi tiene el
“Lamento de Ariadna”, y Purcell, el “Lamento de Dido”. Pero este lamento es lo
más de lo más.
Dijimos que el ritmo se amolda a la letra; al mismo tiempo,
la letra también se amolda a los sentimientos de la pobre Ninfa, de forma que
ciertas palabras, ciertas frases, son repetidas una, dos o hasta tres veces,
para enfatizar. Por ejemplo, en la primera estrofa, el apelativo “Amor” se dice
cuatro veces, intercaladas por las palabras del Coro masculino; y “dónde” / “el
traidor” (la referencia a “él”) se repiten también:
«Amor», decía.
«Amor», deteniendo el pie,
mirando el cielo,
«Amor, Amor,
¿dónde,
dónde está la fidelidad
que el traidor
que el traidor juró?»
El resultado es una pieza que, aunque bien estructurada, se
siente y se escucha como algo plenamente flexible, cambiante, vivo.
El autor de la letra y libretista es un tal Rinnuccini,
quien a pesar de su nombre poco serio era poeta oficial de los Medici. La
historia del “Lamento de la
Ninfa ” es ultrasencilla y, a pesar de los tantos años, nunca
pasa de moda. Es también, por ejemplo, la historia favorita de las canciones de
Adele. Es el tema de Dido o, más modernamente, de “la costurerita que dio el
mal paso”: ellos dos se enamoraron y se hicieron amantes, pero él
inmediatamente la dejó por otra (con lo que en realidad comprendemos que la
enamorada era ella, él estaba fingiendo nomás, para usufructuarla).
A un nivel superficial, esos varones se compadecen del
sufrimiento de la Ninfa ,
parecen estar de su lado: no dicen nada a favor del amante infiel. Pero al
escuchar la obra, a mí y a muchos otros comentaristas nos parece que hay otra
cosa subyacente, otro matiz en esos comentarios. Cuando ellos, por ejemplo,
dicen “miserella” (“pobrecita”), con esos cuatro tonos graves en escala
descendente (la – sol – fa – mi) uno no escucha compasión, sino condescendencia
(y no estoy hablando de mi madre). Como si ellos estuvieran hablando desde un
pedestal, de la pobre infeliz. Y al mismo tiempo, también hay, a la vez que
reprobación y ese aire de superioridad patriarcal, un interés cuasi erótico
hacia la ninfa, una fascinación sutilmente lasciva, como esos viejos verdes
repugnantes que ven a una adolescente y dicen “qué crecidita está la nena”. No
sé, tal vez soy yo nomás que soy malpensado; aunque les aseguro (y lo
comprobarán enseguida) que no soy el único en “leer” esto, en esta pieza musical
de Monteverdi.
Pero en el contrapunto, la voz de la ninfa es absolutamente
conmovedora, creíble tanto en su amor desesperado y desesperanzado como en su
despecho hacia “ella”, la nueva amante. La Ninfa , estrofa a estrofa, va oscilando entre el
odio hacia el amoroso traidor, el deseo de que regrese con ella, toma la
resolución de que “ya no me atormentará más, lo juro” y luego, inmediatemente,
se pregunta, inútilmente esperanzada “y si me alejara de él, ¿volvería a
buscarme?”. Y concede que tal vez ella (la chirusa) tenga “una mirada más
serena hacia él” (porque ella está atormentada), pero nunca tendrá su fidelidad
ni besos más dulces, porque ella, a pesar de todo, lo quiere como nunca.
Bueno, podría seguir hablando, pero no es necesario. Pasemos
a las versiones, comenzando por la elegida, la de Prohaska, que es la versión
que musicalmente más me gusta, incluso más que la de Dessay y la de “Le Pont
des Arts” (incluyo los links), porque enfatiza la dulzura y el dramatismo.
La
versión Prohaska viene con un videoclip que es una película, un cortometraje
ultraheavy, prohibido para menores y más terrorífico que “El resplandor”. Si
son impresionables, no lo vean, porque incluye imágenes sumamente perturbadoras
de violencia de género. El director del film, Andreas Morell, interpreta igual
que yo el “coro masculino” y sitúa a la Ninfa , enloquecida de amor, en un manicomio,
donde tres seudomédicos “tratan” a la muchacha aparentemente “por su bien”,
pero en realidad disfrutando de su sufrimiento. Después de vacunarla,
sujetarla, reducirla, palmearla, lamerla, olerla y mirarla como a un bife de lomo,
llegan al colmo del sadismo cuando le sirven un vaso de agua y se lo dejan en
la mesita de luz… cuando segundos antes le pusieron una camisa de fuerza, con
lo cual resulta imposible para ella beber del vaso. Cuando la dejan sola, la Ninfa recuerda a su
enamorado, que se le aparece como si fuera un dios griego, un Mercurio, un Ares
(la cota de malla de él es el único toque de color en todo el videoclip), pero
enseguida esa imagen se trastoca y el Enamorado Divino se convierte en una
Muerte Momia que podría ser hasta graciosa, si no fuera tan dramático e
inquietante el resto del film. Hacia el final, cuando ella termina de cantar,
se la ve libre y corriendo por las escaleras, pero es difícil interpretar eso
como un happy end: esa liberación solamente pudo llegar con la muerte, pues la Ninfa está condenada a un
eterno final infeliz. El clip se cierra con los “médicos” haciendo unos
movimientos y gestos muy extraños, sin sentido, y cubriéndose la cabeza con
bolsas de papel con agujeros para los ojos (haciéndolos semejantes a esa Muerte
Momia Anónima que había aparecido antes)… todo eso no es nada simpático, sino
muy tétrico. Pero en síntesis, es un gran videoclip, si se lo bancan.
Si no se lo bancan, van otras dos versiones buenísimas y
mucho más light: la de la película del puente, y la de Dessay.
Lamento della Ninfa
Non havea Febo ancora
recato al mondo il dì,
ch’una donzella fuora
del proprio albergo uscì.
Sul pallidetto volto
scorgeasi il suo dolor,
spesso gli venia sciolto
un gran sospir dal cor.
Sì calpestando i fiori
errava or qua, or là,
i suoi perduti amori
così piangendo va:
«Amor», dicea.
«Amor», e ’l piè,
mirando il ciel, fermò,
«Amor, Amor,
dove, dov’è la fe’
che ’l traditor,
che ’l traditor giurò?»
Miserella.
«Fa che ritorni il mio amor
com’ei pur fu,
o tu m’ancidi, ch’io
non mi tormenti più.
Miserella, ah più no, no,
tanto gel soffrir non può.
«Non vo’ più ch’ei sospiri
se non lontan da me,
no, no che i martiri
più non darammi affè.
«Perché di lui mi struggo,
tutt’orgoglioso sta,
che si, che si se ’l fuggo
ancor mi pregherà?
«Se ciglio ha più sereno
colei
colei
colei che ’l mio non è,
già non rinchiude in seno,
amor si bella fè.
«Né mai sì dolci baci
mai
mai mai mai
da quella bocca avrai,
nè più soavi, ah taci,
taci, che troppo il sai.»
Sì, tra sdegnosi pianti,
spargea le voci al ciel;
così nei cori amanti
mesce Amor fiamma e gel
|
Lamento de
Febo no había todavía
revelado al mundo el día,
cuando una muchacha salió
de su propia casa.
Sobre su pálido rostro
afloraba su dolor,
y a menudo provenía
de su corazón un gran
suspiro.
Andando sobre las flores
iba vagando, aquí, allá,
llorando de esta manera
su amor perdido:
«Amor», decía,
«Amor», deteniendo el pie,
mirando el cielo,
«Amor, Amor,
¿dónde, dónde está la
fidelidad
que el traidor
que el traidor juró?»
Pobrecita.
«Haz que vuelva mi amor
tal como antaño fue,
o déjame morir, para que
no me atormente más.
Pobrecita, no puede más, ay
no,
ya no puede soportar tanta
frialdad.
No quiero ya que él suspire
sino estando lejos de mí,
no, no, él no me causará
más martirios, lo juro.
Pues al saber que por él ardo
él se siente orgulloso,
¿quizá, quizá si me alejara
él volverá a rogarme?
Si ella tiene una mirada
más serena
hacia él
hacia él
hacia él que la mía,
no alberga en su seno,
Amor, una fidelidad como la
mía.
Ni nunca tan dulces besos
nunca
nunca nunca nunca
de aquella boca tendrás,
ni más tiernos, ay calla,
calla, que bien lo sabes.»
Así, entre amargas
lágrimas,
alzaba su voz al cielo;
así en el corazón de los
amantes
mezcla Amor el fuego y el hielo.
|
En “Le Pont des Arts”:
Por Natalie Dessay:
https://www.youtube.com/watch?v=-qz2aj2oB68
Acongojadamente se despide entre llanto,
DJ Vago
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