“Una cerveza”, de Ráfaga (2016)
Empieza hoy una serie titulada “Desamor y popular”,
dedicada a temas sobre amores que desbarrancaron y a los géneros más
subrepresentados históricamente en este blog, como la cumbia bailantera, el soft-pop
melódico en castellano y el rock cursi latino. No, reguetón no busquen, a tanto
no llego (aunque, como dije una vez, no es por principios: si alguna vez un
reguetonero decide hacer una buena canción, no tendría problemas en traerla aquí;
por ahora, igual, no corremos peligro).
Empiezo con un tema que me encanta: “Una cerveza”, de
Ráfaga. Y eso que yo no soy muy de la cumbia, ya saben. Pero este es, a pesar
de que tiene menos de cinco años (es de 2016), un clásico. Una melodía pegadiza
como chicle al sol y una letra sorprendentemente profunda. Bueno, no, Shakespeare
no estaría siendo, pero para cumbia bailantera, te diría que es de una
profundidad notable.
A la vez, “Una cerveza” es una canción incomprendida. ¿Por
qué digo esto? Porque sus creadores (escuché sus propios testimonios) se
propusieron hacer un himno a la cerveza, una apología de la ingesta alcohólica.
Y el cantante Rodrigo Tapari, cuando dejó los vicios para refugiarse en la religión,
sentía (y sufría) que ya no podía cantar este tema, que era sobre beber
alcohol...
Bueno: no es sobre eso, la canción. Lo lamento, pero no;
el título no se corresponde con la letra. Es como si a “El payaso Plinplín” le
hubieran puesto “Una aspirina” y dijeran que es una apología de la
automedicación sin receta. O que alguien sintiera que es un fraude al cantar “En
el auto de papá” porque está haciendo dieta y ya no come torta.
Esta es una canción de desamor, liso y llano. El amor se
terminó; ante eso, el cantor busca un método para olvidar y encuentra el más a
mano, que son las bebidas alcohólicas (Daniel Toro encontró una zamba, pero le
dio el mismo nulo resultado, porque el olvido es una tarea imposible).
Entonces, el cantor ni siquiera toma: recién está en la
etapa previa, en la que se propone que va a beber próximamente una cerveza (o
dos), con dos objetivos complementarios:
1. Olvidarse de “aquella trampa mortal”. No sabemos
exactamente a qué se refiere, pero por cómo viene la letra, al parecer el
cantor cayó en, o hizo, una trampa, y eso fue lo que provocó el abrupto final
de la relación con su amada/o.
2. No quedarse “sin esperanzas”. No sabemos tampoco
esperanzas de qué (¿de recuperar su amor?, ¿de comenzar un amor nuevo?), pero
dependen de alcanzar previamente el olvido y, por lo tanto, son esperanzas
infundadas.
Esas son las únicas estrofas de la canción. Y el
estribillo, que es bastante breve también, explica el motivo de este proyecto
etílico: ya no me querés, ya no hay amor, y por lo tanto, no hay nada mejor que
hacer que emborracharse (para intentar olvidar).
Lo dice, eso sí, de una manera muy graciosa:
Porque
vos
se
nota que no me querés,
se
nota que ya no hay amor;
entonces
ya no hay más que hacer
y yo
me dedico al alcohol.
Me gusta ese “se nota”, que implica que el desamor no fue
expresado pero que hay indicios fuertes de que existe. Y ese verso final “y yo
me dedico al alcohol”, como si fuera un trabajo full time, me parece una
genialidad. En particular en la versión original de la canción, por Rodrigo
Tapari, que extiende las eles al infinito: “y yo me dedico al alcoholllllllll”.
Por eso y por la voz un poco rasposa y melancólica de Rodrigo
Tapari, mi versión preferida es la original; en 2018, luego de que Tapari
dejara la banda para perseguir una carrera solista y abstemia, regresó el
cantante fundador, Ariel Puchetta, y la banda regrabó “Una cerveza” con los
miembros y las ropas originales de Ráfaga, una mezcla de Sargent Pepper, Matrix
y Game of Thrones que es muy bizarra (aunque, como dije, prefiero, por
detalles, la versión de 2016).
Hay otras cosas del tema que, para mí, no aportan mucho,
como el recitado inicial (que anticipa lo que se dice en el estribillo) y la
repetición última grupal a capella,
como si fuera un candombe.
Pero es, en todo caso, un tema que se deja escuchar y se
resiste a irse, una vez que se instala, porrón en mano, en las butacas de la
mente.
Versión 2016 con Rodrigo Tapari
Una
cerveza
Una
cerveza voy a tomar,
una
cerveza quiero tomar y así olvidarme
de
aquella trampa, de aquella trampa mortal.
Otra
cerveza voy a pedir,
otra
cerveza para brindar y no quedarme
sin
esperanzas, sin esperanzas tal vez.
Porque
vos
se
nota que no me querés,
se
nota que ya no hay amor,
entonces
ya no hay más que hacer
y yo
me dedico al alcohol.
Amor,
amor.
Para que comparen si quieren, la versión 2018 con Ariel
Puchetta y las ropas de Matrix medieval:
Y como bonus track, un muy divertido momento televisivo.
Al igual que Chaplin una vez participó de un concurso de imitadores de Chaplin
y quedó segundo, aquí Rodrigo Tapari participa de un reality en el que se imita
a artistas conocidos: él se imita a él mismo (incluyendo canto, pasito de
baile y hasta camisa con brillos característica), pero es rechazado por el
jurado, que no queda convencido de que le haya salido bien su imitación y, ni siquiera, de que se parezca a él mismo...
Eso es todo por hoy. Volveré la semana próxima. Mientras
tanto, dedíquense. U olvídense, si pueden.
DJ
Vago