Esta canción es de 1990, pero es claramente un tema
ochentoso, que te empalaga con su ritmo cuadradito y su optimismo injustificado
y merecería (y quizás lo fue, me da fiaca buscarlo) haber sido cortina musical
de una serie tipo “Alf” o “Blanco y negro”.
Go West fue un dúo británico formado por Peter Cox (voz) y
Richard Drummie (guitarra y segunda voz), que tuvo un gran éxito... si uno mira
su carrera con una buena dosis de “wishful thinking”, una frase hecha difícil
de traducir, pero que alude al pensamiento positivo, a hacerse ilusiones, a ser
optimista (cuando no hay ningún motivo para serlo).
La letra es, como la música, simplona y llana: ella lo
dejó a él y él está destruido, pero se dice que la va a superar sin problemas,
que solo necesita hacer oídos sordos a los rumores y “hacer de cuenta que mi
barco no se hunde” para dejarla atrás y salir adelante.
La estrategia de hacer de cuenta que el barco no se está
hundiendo no funciona, por cierto: lo saben todos los náufragos del mundo. Sin
embargo, seguimos rodeados de reyes del pensamiento optimista que creen que es
solo cuestión de cerrar los ojos y seguir adelante igual que siempre y que nada
malo va a suceder... porque sí, porque el pensamiento positivo hace milagros.
El problema es cuando algunos de esos reyes son las personas que nos gobiernan,
porque entonces nos obligan a hundirnos junto con ellos (mejor dicho: en su lugar,
pues ellos siempre encuentran un bote libre). Y encima se enojan cuando no les
levantás el pulgar a sus razonamientos terraplanistas.
El videoclip es lo más memorable de la canción: un
rejunte kitsch en sucesión interminable, como una procesión hacia la gruta de
santa Limerick: bajan de una limusina y una chica de rojo vestido de gala les
abre la puerta, hay un equipo de hockey sobre patines, pasan unos viejos
peleando por unas cintas de video, hay una orquesta (la del Titanic quizá), una
pretty woman pantagruélica que casi los pisa con sus tacos altos, un helicóptero
del que cuelga un pre-celular, el cantor usa una llave inglesa de micrófono, un
guitarrista ciego navega en un velero, dos cebras cruzan la calle (por el paso
de las mismas, se supone), los mariachis se cruzan con la banda de jazz, los
rodean fotógrafos acosadores, aparece una especie de rey Lear y se asoma un
gorila gigante (comentario político), luego llega el elefante que caracolea y
hace la vertical, el papa (parecido a Juan Pablo segundo, lo que tiene sentido
para la época), el elefante les consumió medio presupuesto así que al león
lo hace un tipo disfrazado, hay otro disfrazado de naipe, obreros de la
construcción, marineros, imitadores de Elvis, y el cierre los reúne a todos
juntos para tararear el simpático estribillo mientras les caen guirnaldas y
espuma de carnaval. Ganó premios y todo, este clip; lo que nos corfirma que no
hace falta hacer algo que tenga sentido, para ganar premios en la vida. Alcanza
con poner buena onda y conseguirse un elefante habilidoso.
Este tema, quién lo hubiera pensado, no generó covers
importantes. Sí hubo una remake a cargo de Jimmy Fallon y Paul Rudd (el actor
de Antman), graciosa porque repiten tal cual los pasitos ochenteros y la corte
de los milagros del clip original.
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