“No me importa nada”, de Luz Casal, en su álbum Luz V (1989)
Y sí, este tema va a dedicado a ustedes, jovencitas y no tan
jovencitas que me cortaron como a un queso cuartirolo y me dejaron como a los
hidratos de carbono en noviembre. Prefiero no dar nombres, comprenderán; es que
son muchas.
Porque claro, con este largo cabello rubio, estos ojitos de
ternero degollado y la capacidad adquirida (seis hermanas mediantes) de hablar
de casi cualquier tema sin pasar vergüenza, nunca tuve problema en entablar
relaciones amistosas y/o románticas.
Ahora bien, después de un tiempo (algunos días, unas pocas
semanas), se plantea un problema casi irresoluble: mantener en pie la relación.
Porque siempre ella (nombres y caras cambian, pero situaciones y hasta palabras
se repiten con inquietante insistencia, como si las mujeres actuaran en bloque,
atrincheradas en consignas gremiales prefabricadas) comienzan a exigir que él (o
sea yo, pero permítanme hablar como Maradona por un rato) haga algo. Ponele: ir
a bailar. O al cine. O a caminar en la plaza. O a hacer compras en el
supermercado. Y no solo quieren que él vaya a bailar: quieren que él organice la salida. Que contacte a pendejos
que reparten cartoncitos, que elija boliche. O que lea las reseñas de las
últimas películas y recomiende una buena en un cine lindo y a la hora exacta. No
solo invitarla a cenar, sino elegir el restaurante.
Y ahí empieza todo a naufragar, porque ya bastante insufrible
es ir a sufrir horas de música tecno-caribeña cuya calidad es inversamente
proporcional a su volumen (y su volumen está al límite del sangrado timpánico),
como para encima tener él que elegir lugares y mover contactos, como condenado
que elige la mejor cuchilla para que lo guillotinen.
O a vestirse combinado y planchado aun para salir a comprar
al Coto.
O a avisar (cada vez) adónde uno no va a ir, con antelación.
O a escucharla (lo que es fácil) y contarle cosas (lo que no
es tan fácil) y hablar constantemente de la mutua relación (lo que es casi
imposible sin cometer, rápidamente, errores decisivos).
Hay muchas exigencias, en el universo femenino. Al menos, en
el sector de ese universo que se me acerca, atraído por mis brillante cabello y
mi conversación ídem.
Lo cierto es que, por cómo está organizada la humanidad, en
el ámbito de las relaciones interpersonales, las mujeres nos dan a los varones
mil vueltas. Bueno, no sé si mil, pero
varias seguro. Donde nosotros nos acercamos con una maza de 15, ellas empuñan
una pinza de depilar. Mientras nosotros nos subimos a una carreta, ellas se
teletransportan como Jeff Goldblum en La
mosca (a veces, con iguales resultados). Y saben quién es el asesino (y lo
peor: saben por qué mata) a los
catorce minutos de comenzada la película, mucho antes de que muera la primera
víctima, mientras nosotros todavía no distinguimos al detective del comisario.
Para que vean que no soy rencoroso, y para completar este
mes de canciones europeas, acá va una de las mejores canciones de la talentosa
Luz Casal, española ella, en su quinto disco, titulado Luz V (ya sabemos de quién pudo Adele copiar la forma de titular sus
obras). En la tapa del disco la vemos a Luz con su pinta mitad dark-mitad bailarina clásica, y con el pelo tan fines de los ochenta, onda Tormenta, en una pose muy extraña, al punto que no se sabe si está por salir a correr los cien metros llanos o le dieron unas ganas impostergables de cagar.
"No me importa nada" es un tema implacable, que está entre los punteros en mi ránking
de canciones de desamor (ya se los pasaré: no me presionen).
Tras la intro (el tema es en 4/4 y con una especie de ritmo
semi-tropical, pero tranqui), comienza ella (acá no hay posibilidad de
equivocarse: la narradora es una ella, y el tú es un él) poniendo los puntos
sobre las íes y sobre todas las vocales: ella sabe que él está jugando, pero lo
que él no sabe es que ella no solo descubrió su juego, sino que juega al mismo
juego, pero está tan adelantada en los movimientos que parece que jugara a otra
cosa, que jugara con él (Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. / ¿Qué
Dios detrás de Dios la trama empieza / de polvo y tiempo y sueño y agonía? J.
L. Borges, en “Ajedrez”, me sopla mi hermana la tercera).
Las primeras estrofas son impecables y feroces. Mientras él
juega a quererla (y los varones somos animales muy capaces de creernos nuestras
propias mentiras), ella juega a que él crea que es correspondido, pero en
realidad lo está usando, toma de él lo que él da, y tiene que esforzarse para mostrar
que cree sus excusas y que no ve sus engaños. Y lo escucha mostrando interés, mientras
piensa que los conceptos que vierte sobre el amor y el deseo son puras bobadas
(y probablemente así sea).
Él toma la relación como un juego; al mismo tiempo ella
juega, pero con él; es capaz de inventar las palabras más hirientes sin perder
la sonrisa ni despeinarse. Y cuando la relación termina (o está terminando), y
mientras él parece querer olvidarla sin poder lograrlo, ella sigue haciéndole
creer que todo el asunto le importa, cuando en realidad no le importa nada. Nada nada, repite ella con delicado
énfasis, lo cual es mucho peor todavía: que no te importe es una cosa, pero que
no te importe nada nada es lapidario.
Para él, por supuesto, sería mucho mejor que ella lo amara,
o que lo odiara, o que se pusiera furiosa, o que llorara, o que se riera a
carcajadas. Pero ella está mucho más allá de eso: como en el video, va de acá
para allá, aprovechando a los distintos “él” para que la acerquen a su destino,
que es un lugar donde puede estar al sol, sola y brillante, rodeada de árboles,
y no le importa lo que carajos él haga (que suba o baje, que entre o salga…).
Incluso, como dirían en mi barrio, ella lo bardea, diciéndole que no solo no le
importa nada, sino que hasta se esfuerza por que le importe algo de él, pero que
no le sale, sorry, beibi.
Al llegar el final de la canción, sin embargo, uno empieza a
sospechar: ¿por qué tanta sinceridad, tanta insistencia? ¿No será que en el
fondo sí le importa? ¿No será que,
despechada, quiere hacerle creer que está más allá de todo, cuando en realidad sufre
más que el oso blanco del zoo de Jamaica?
Eso te dejaría más tranquilo, ¿no? Pero no. No le importa
nada en serio. De verdad que no. Ni tratando.
Y no tiene ningún problema en decírtelo feis tu feis. Por
eso esta canción es una reivindicación, para todas las ellas (pero lo
extendería: para todas las personas) que sufrieron o sufren por otro que no los
trata bien.
O que les exige cosas cuasi imposibles, como organizar
salidas, cuidar el colesterol y conversar sobre lo nuestro.
Por eso este tema sonará toda la semana en mi winco: porque a mí tampoco me importa nada (o puedo llegar a creérmelo, si escucho la canción lo suficiente).
http://www.youtube.com/watch?v=YkS-ttHspLs
No me importa nada
Tú juegas a quererme;
yo juego a que te creas que te quiero.
Buscando una coartada,
me das una pasión que yo no espero
y no me importa nada.
Tú juegas a engañarme;
yo juego a que te creas que te creo.
Escucho tus bobadas
acerca del amor y del deseo
y no me importa nada nada
que rías o que sueñes,
que digas o que hagas,
y no me importa nada.
Por mucho que me empeñe,
estoy jugando y no me importa nada.
Tú juegas a tenerme;
yo juego a te creas que me tienes.
Serena y confiada
invento las palabras que te hieren
y no me importa nada.
Tu juegas a olvidarme;
yo juego a que te creas que me importa.
Conozco la jugada,
sé manejarme en las distancias cortas
y no me importa nada nada
que rías o que sueñes,
que digas o que hagas,
y no me importa nada.
Por mucho que me empeñe,
que digas o que hagas,
y no me importa nada.
Y no me importa nada
que rías o que sueñes,
que digas o que hagas.
Y no me importa nada
que tomes o que dejes,
que vengas o que vayas.
Y no me importa nada
que subas o que bajes,
que entres o que salgas.
Y no me importa nada.
Mientras espera (sentado) al amor de su vida, se despide (sereno y confiado)
hasta la próxima,
DJ Vago
Vago, le despunta cierto resentimiento? o cierta misoginia?, me parece... pero dejando la polémica de lado, le agradezco el tema, conocí a LC como la voz de Marisa Paredes/Miguel Bosé en Tacones lejanos y la adoro desde ese momento! Tengo que confesarle que es muy catártico cantar "Y no me importa nada" con bronca en determinados momentos, confieso que me ha ayudado
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