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martes, 9 de septiembre de 2014

[95] Tengo la heladera llena de dibujos



“Salam Rashid”, de Joan Manuel Serrat, en su álbum “Material sensible” (1989)



Como penúltima (tardía) entrega de la serie “Inmigrantes”, hoy cambiamos de territorios (pasamos de Estados Unidos a Europa) y de punto de vista: aquí hablarán los europeos, los que reciben la inmigración.

Es la oportunidad para poner en el candelero semanal, después de casi dos años, un tema de mi tío Joan (probablemente no leyeron el posteo en donde explico que mi apellido, Vagot, es catalán, como el lado paterno de mi familia, y todo lo demás que conté de mis parientes: pero me da una fiaca infinita repetirlo, así que investiguen. O intuyan, que es más fácil).


“Salam Rashid” no es de las mejores canciones de mi tío (ni siquiera del disco Material sensible, título elegido por escribirse igual en castellano y catalán), pero es un tema que resulta muy interesante de escuchar y analizar. Y al estar en catalán, suena mucho mejor que si estuviera en castellano, idioma en que Joan, a pesar de su completo bilingüismo, hace letras menos frescas, más “duritas”.



La letra, sin embargo, no es de él, en este caso. Al menos, no enteramente: aparece anotada como una colaboración entre Serrat y el periodista/escritor barcelonés Joan Barril y Cuixart. La música sí es de Joan, y en ese rubro hay que mencionar otra importante colaboración: la guitarra que suena ahí en la canción está siendo tocada nada menos que por Paco de Lucía, músico que me encanta y que murió este año, lo que lamenté mucho, pero soy lento para los homenajes (probablemente el año que viene, si sigo existiendo, comente algún tema de Gustavo Cerati, que no era mi estilo favorito pero sin dudas un gran músico).

En Salam Rashid se habla del inmigrante africano, el moro. Él es el protagonista, pero se lo dice desde afuera, en tercera persona. La mirada hacia el moro es positiva, bienintencionada y progre, e intenta “ponerse en sus zapatos”; pero es, sin dudas, el otro, el diferente, alguien que nunca será igual a nosotros. Es una mirada europeocentrista, la del cantor. Y seguramente, si fuera Salam Rashid quien hablara, la canción sería muy diferente. Y Rashid podría decirle a los españoles, en forma similar a los frijoleros de la canción anterior: “Si no fuera por el puto Cid, este suelo que estás pisando aún sería Arabia, ¡correcto!”.


Hecha esa salvedad, la letra es compleja, poética y bella. Salam vino del Sur, de una naturaleza idealizada donde “el agua de los ríos camina en puntas de pie, cautelosa” pero, a la vez, está presente la desesperación de ver que el desierto “va creciendo a medida que los ricos del Norte rompen sus relojes de arena”. Rashid va a Catalunya (identificada como la “frontera” entre el Sur y el Norte) porque piensa que Europa es muy grande, cuando en realidad es simplemente una jaula. Y ahora que está allí, ya no puede volver atrás.

Se lo identifica a Rashid por su piel oscura y porque siempre está “haciendo cola en Laietana” (los juzgados), donde nunca es inocente, “sea quien sea el juez”. El inmigrante sobra en todos lados, es maltratado y discriminado… el cantor se conduele de él, pero le pide que siga aguantando, que “tome la cruz y suba a su calvario”. El inmigrante es “la cuña justa para que no tambalee la mesa de la fiesta” (una bella metáfora).

La canción se salva, para mí, porque no se queda en ese presente, sino que anticipa un futuro donde el inmigrante se adueñará de esa tierra y la hará suya: las catedrales alternarán la misa con el Corán y las danzas árabes, y Rashid podrá usar el museo del Louvre como heladera, ante la simpática mueca de la Mona Lisa.

Pero eso será en el futuro; en cambio hoy (la canción es de 1989, y es un dato importante), “Europa hace de ella misma”, es decir, sigue como de costumbre, y “envolvió las porras con banderas” (memorable y acertada imagen) para seguir dándole palazos a los inmigrantes pero que no parezca paliza sino nacionalismo, y le reservan al moro “un jardín en Maresme” (una zona de huertos que son trabajados, en su mayor parte, por los inmigrantes); es decir: no le reservan un jardín para que pasee, sino para que trabaje la tierra de sol a sol, para que Europa siga manteniendo su nivel y no tambalee la mesa de la fiesta.




Salam Rashid

T'ho havien dit, allà baix a la terra dels teus pares,
t'ho havien dit: que Europa era molt gran, per això hi anares
des del gran Sud, on l'ombra de les palmeres ès dolça
i l'aigua dels rius camina de puntetes, cautelosa.

T'ho havien dit de nit les passes lentes de les dunes.
T'ho havien dit: que el desert es va fent gran a mesura
que els rics del Nord hi trenquen els seus rellotges de sorra
a contracor, i tu només tenies ganes de córrer.

¿Què hi fas, Rashid, perdut a la frontissa
d'un Nord poruc i un Sud que es desespera?
T'han estripat l'honor i la camisa
i un cop aquí no tornaràs enrera.

Pell de color de dàtil o de sutge
que sempre està fent cua a Laietana,
no ets innocent sigui qui sigui el jutge,
ets el pecat, el camell, la fulana.

Dècim trencat, propina d'urinari,
ets tot allò que el fariseu rebutga,
trinca la creu i puja al teu calvari,
Salam Rashid.

Ja ni saps quant fa que camines per ciutats llogades
arrossegant la sensació que a tot arreu sobraves.
Et coneixem, ets carn de soterrani i de conquesta,
la falca justa perquè no trontolli la taula de la festa.

Bulls al perol somnis del Sud contra la incerta ràbia
de morir sol. Volies volar, i Europa és una gàbia
i vas perdent a poc a poc records per les voreres
feixugament, però et sents viu i esperes com les feres.

El món es mou pels qui com tu caminen
més del que volen, mà d'obra barata,
sobrevivents de presons i pallisses
que han decidit que els guiïn les sabates.

Demà per tu somriurà la Mona Lisa,
faràs servir el Louvre de nevera;
les catedrals alternaran la missa
amb l'Alcorà i les danses barbaresques.

Però mentrestant Europa va fent d'esma:
ha embolicat les porres amb banderes
i a tu et reserva un jardí del Maresme,
Salam Rashid.


Salam Rashid

Te lo dijeron allá abajo en la tierra de tus padres,
te lo dijeron: que Europa era muy grande, por eso fuiste
desde el gran Sur, donde la sombra de las palmeras es dulce
y el agua de los ríos camina de puntillas, cautelosa.

Te lo dijeron, de noche, los pasos lentos de las dunas.
Te lo dijeron: que el desierto se hace grande a medida
que los ricos del Norte rompen sus relojes de arena
de mala gana, y tú sólo tenías ganas de correr.

¿Qué haces, Rashid, perdido en la bisagra
de un Norte miedoso y un Sur que se desespera?
Te han desgarrado el honor y la camisa
y una vez aquí no has de volverte atrás.

Piel de color de dátil o de hollín
que siempre está haciendo cola en Layetana;
no eres inocente sea quien sea el juez,
eres el pecado, el camello, la fulana.

Centavo roto, propina de urinario,
eres todo aquello que los fariseos rechazan,
toma la cruz y sube a tu calvario,
Salam Rashid.

Ya ni sabes cuánto hace que caminas por ciudades alquiladas
arrastrando la sensación de que en todas partes sobrabas.
Te conocemos, eres carne de subterráneo y de conquista,
la cuña justa para que no se tambalee la mesa de la fiesta.

Hierves en la olla sueños del Sur contra la incierta rabia
de morir solo. Querías volar, y Europa es una jaula
y vas perdiendo poco a poco recuerdos por las aceras
torpemente, pero te sientes vivo y esperas como las fieras.

El mundo se mueve por los que como tú caminan
más de lo que quisieran, mano de obra barata,
sobrevivientes de prisiones y palizas
que han decidido que los guíen los zapatos.

Mañana para ti sonreirá la Mona Lisa,
usarás el Louvre de heladera,
las catedrales alternarán la misa
con el Corán y las danzas bereberes.

Pero mientras tanto, Europa sigue con su rutina,
ha envuelto las porras con banderas
y a ti te reserva un jardín del Maresme,
Salam Rashid.



Que tambaleó, por supuesto. La situación española, y europea en general, no es la misma que a comienzos de los noventa. De hecho, en los últimos años, millares de europeos emigraron buscando trabajo y futuro, y eso se refleja en la canción complementaria de hoy, el bonus track “¡Ahora la inmigrante soy yo!”, del valenciano Toni Martínez, que hace canciones pop para divertirse a partir de anécdotas mínimas, como que la máquina de gaseosas del subte le tragó la moneda o tuvo que estacionar muy lejos el auto. Musicalmente, esta canción es ultrasimplona, en tono mayor y machacona, y lo que cuenta es cómo ella, la cantora, decide emigrar a causa de la recesión y recibe el mismo trato discriminatorio que ella brindó, desde acusarla por abusar del sistema de salud hasta burlarse por su pronunciación: “Nadie antes me había llamado europea”, se lamenta mientras mordisquea la naranja afanada en un puesto callejero.



Eso es todo por hoy, voy a sacar la cerveza que dejé enfriándose junto a los Delacruases y me preparo para mi siesta. Despiértenme cuando pase el temblor.

DJ Vago


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