“Campanas en la noche”, de Los Tipitos, en su álbum Armando Camaleón (2004)
A Franco Vaccarini, por las ficciones
literarias de cuiqui,
y a Dolores Giménez, por la conexión con “Penélope”.
Esta es la penúltima entrega de la
serie “Rock nacional (argentino)”, y presento la más famosa canción de una
banda marplatense no muy famosa, Los Tipitos, que comenzaron su carrera musical
a mediados de los noventas pero alcanzaron su pico de fama hacia 2006, con el
disco TipitoRex (grabado en vivo en
el Gran Rex), en el que incluían, entre otras, esta canción: “Campanas en la
noche”.
El tema de hoy funciona también, en
especial gracias a su videoclip, como primera entrega de una serie nueva,
dedicada a personajes y fuerzas sobrenaturales, que titularé, súperlúcidamente,
“Sobrenaturales”.
“Campanas en la noche” es un caso raro
de canción roquera clásica desde lo musical (riff inicial, 4/4 en tono mayor,
estructura clásica de estrofas-estribillo-coda-final) con una letra
melancólica, ambigua y un poquitín inquietante.
No es una canción de terror, por
más que el videoclip intente hacerla parecer así, y que la primera estrofa, con
magistral sutileza, se dedique a armar, mediante una enumeración, un paisaje
que es a la vez exterior e interior, un clima nocturno de soledad e inquietud:
Un
hombre
de
frente a una ventana
súper
lúcida la mirada
recorre
el paisaje y no,
no
su interior; es Luna,
son
sombras lejanas del bosque,
es
algo raro en las estrellas,
sonidos
que inducen temor
y
también melancolía de esperar,
de
esperar.
Claro que con decir “temor” y “melancolía”
no alcanza para establecer un clima de temor y melancolía: pero las palabras nunca
son inocentes, y ayudan. Esta primera estrofa, entonces, establece una base de
la que después la canción no llega a librarse del todo, por más que lo que se
cuenta, la trama en sí, no tenga espanto alguno.
Es simplemente una historia triste,
pero muy sencilla: ella se fue, y él, a pesar de que pasaron muchos años, la
sigue esperando, sin darse cuenta de que no hay ninguna posibilidad de que ella
vuelva, excepto, una y otra vez, en su mente (a él ya le chifla el moño, como
diría una amiga cordobesa).
¿Les suena? ¡Sí, es “Penélope”!
[Digresión: Levanten la mano los
que piensen que “Penélope” es una canción de Diego Torres. Ahora, váyanse ya
mismo de acá, ¡juiracucha!]
Solo que en “Penélope” la que
espera eternamente es ella (con su vestido de domingo y su bolso de piel marrón) en la
estación de trenes, a que llegue él. Y espera tanto, que cuando él finalmente
llega está muy cambiado, y ella lo desconoce (como sucede también en el mito
griego, porque a Ulises, cuando regresa a Ítaca, de entrada solo lo reconoce el
perro).
[Digresión 2: No pongo aquí el link
a “Penélope”, pero solo para que no me suba demasiado la serratemia del blog,
así más adelante puedo subir alguna canción de él, si me dieran ganas. Si no
conocen o recuerdan la canción, gugléenla ustedes, les pido.]
Pero aquí, en “Campanas”, el encuentro
no es una posibilidad demorada: no ocurrirá nunca. No hay final feliz posible,
excepto en la mente insana, donde él sí la puede escuchar a ella que llega y
exclama, joven y feliz: “¿Lo puedes creer? No existe el olvido. Aquí estoy. He
venido” (y luego, en las siguientes repeticiones del estribillo, “he vencido”,
como si hubiera vencido a la vez al olvido, a la muerte y al tiempo).
La segunda estrofa retoma el “thriller
mental” de ese personaje cuyo cuerpo está hecho de recuerdos, “es solo memoria”
e infinita paciencia.
su
mente
inquieta
se puebla de historias,
su
cuerpo es solo memoria,
es
eso que hay que sentir
con
paciencia infinita
andando
las calles ajenas
de
hombres que al fin le dan pena:
campanas
en la noche,
ruidos
de melancolía
que
esperan,
¿qué
esperar?
La mención de las campanas en la
noche es, claro, un mal agüero, porque las campanadas de alegría son siempre
con luz del sol. Y por más que sean llamadas “ruidos de melancolía”, es imposible
no pensar que son campanas fúnebres, que, como todas las campanas fúnebres,
nunca hay que preguntar por quién suenan, porque están sonando por vos (sí, por
vos, el que preguntó).
La tercera estrofa no aporta mucho
a lo ya dicho, pero previsiblemente, es la que más le gusta a mi hermana la
tercera, solo porque incluye la frase “ficción literaria” (ella es capaz de
decir, como Zellwegger en “Jerry MaGuire”: “Callate. Ya me tenías con el ficción literaria”).
Delirio
tremendo,
ficción literaria,
secretos
que fueron plegaria,
espejo
maldito que al fin
duplicó
toda su vida
Y ahora viene la parte en que les
cuento el videoclip, que enfatiza lo sobrenatural que ronda la canción.
De entrada, estamos en una
habitación de loquero (onda “Atrapado sin salida”, “Hombre mirando al sudeste”,
elijan), y él, el protagonista, vestido de rojo, mira con su mirada perdida el
paisaje hasta que la ve llegar a ella, vestida de novia y sonriente (“I see
dead people”, diría el nenito de “Sexto sentido”). En el 1:22 aparece un pájaro
negro, que no se sabe bien qué cornos hace ahí, pero es mal agüero, si me
preguntan. Al loco rojo lo trasladan por los pasillos del loquero, lo examinan seudomédicos
seudopeluqueros seudomúsicos inquietantemente (lo que me recuerda, para más
escalofrío, el clip del “Lamento della Ninfa”, posteo 77), la novia empieza a
reírse nerviosamente, una risa que es casi un colapso, y en el 2:04 se funde en
un humo verde y se vuelve bruja anciana de luto dueña de pájaros negros o
negros de alma, y ella y él se intercambian lugares, como si fueran en realidad
dos aspectos de la misma oscuridad; luego los “médicos” le aplican el
defibrilador pero a ella, a la vieja de luto, que es la novia, que es el loco
rojo; en 2:43 vuelve a aparecer el maldito pájaro negro; al loco rojo lo siguen
paseando por las instalaciones del nosocomio (lo pasea un enfermero gordo y
encuerado, muy poco serio), la vieja bruja lo sigue rondando, y hacia el final,
al minuto cuatro, él pestañea y se mueve, como si dijéramos: “se despertó, era
todo un sueño”, pero no le cree nadie.
Bueno, eso es todo por hoy, ya me
cansé. Lo dejo con el clip, la letra y la despedida.
Campanas en la noche
un
hombre
de
frente a una ventana
súper
lúcida la mirada
recorre
el paisaje y no,
no
su interior; es Luna,
son
sombras lejanas del bosque,
es
algo raro en las estrellas,
sonidos
que inducen temor
y
también melancolía de esperar,
de
esperar.
Esperar
que ella vuelva
y
le diga: “acá estoy mi amor,
no
existe el olvido,
acá
estoy mi amor de vuelta,
he
venido,
¿lo
puedes creer? no existe el olvido, mi amor,
no
existe”.
su
mente
inquieta
se puebla de historias,
su
cuerpo es solo memoria,
es
eso que hay que sentir
con
paciencia infinita
andando
las calles ajenas
de
hombres que al fin le dan pena:
campanas
en la noche,
ruidos
de melancolía
que
esperan,
¿qué
esperar?
Esperar
que ella vuelva
y
le diga: “acá estoy mi amor,
no
existe el olvido,
acá
estoy mi amor de vuelta,
he
vencido,
¿lo
puedes creer? no existe el olvido, mi amor,
no
existe”.
Delirio
tremendo,
ficción literaria,
secretos
que fueron plegaria,
espejo
maldito que al fin
duplicó
toda su vida
andando
las calles ajenas
de
hombres que al fin le dan pena:
campanas
en la noche,
ruidos
de melancolía
que
esperan,
¿que
esperan?
Esperar
que ella vuelva
y
le diga: “acá estoy mi amor,
no
existe el olvido,
acá
estoy mi amor de vuelta,
he
vencido,
¿lo
puedes creer? no existe el olvido, mi amor,
no
existe”.
Listo, me voy. Pero tal vez no me
voy. Tal vez vuelva algún día. Espérenme. Buajaja.
DJ
Vago
"Campanas en la noche" está basada en "El Cuervo" de Edgar Allan Poe. Por eso el cuervo... :)
ResponderEliminar