“Zamba para olvidar” (1969), por Daniel Toro
Y
este señor olvido que no olvida
(en “Milonga del alma
III”, Benavides/Zitarrosa)
Hoy inauguro la serie “Voces notables”, con una hermosa
canción, la famosa “Zamba para olvidar”, con letra de Julio Fontana y música de
Daniel Toro.
En el blog, en las más de 170 entregas que lleva,
aparecieron ya montones de enormes voces: Dolores O´Riordan, Nina Simone,
Gardel, Pavarotti, Amalia Rodrigues, Robert Plant, Ella Fitzgerald... en esta
serie solamente incluiré algunas voces que no habían aparecido hasta ahora, sin
implicar, para nada, que son mejores que los otras grandes de la música que
fueron apareciendo en el blog.
Además de componer la música, Daniel realizó, en opinión
de todos, una de las mejores interpretaciones de esta zamba; y en mi opinión,
la mejor, por mucho y muy lejos. Quienes intentaron cantarla pegándose a la
versión original, hicieron versiones dignas (Mercedes Sosa, Soledad Pastorutti,
Los Nocheros) pero que no llegan ni cerca a la de Daniel. Los que hicieron
covers creativos, en cambio, asesinaron la pieza y solo lograron ponerse en
ridículo y hacer sangrar mis oídos (por ejemplo Diego Torres, Luciano Pereyra,
Abel Pintos; si me quedan energías, abajo pongo links para que escuchen,
comparen y disientan o consientan este duro dictamen). Por suerte, a todos
ellos ya los empecé a olvidar y solo me queda la versión de Daniel, que es Toro
en rodeo ajeno y Torazo en el propio.
El folclore es, quién lo duda, nido de tradiciones y, por
lo tanto, poco amable con las innovaciones. Daniel Toro fue muy criticado en
sus comienzos, en los años sesenta, por los folcloristas de entonces, por traer
“nuevos aires” a la composición e interpretación del cancionero popular (de
manera parecida a como criticaron, en los noventas, a Soledad Pastorutti). Pero
a diferencia de la Sole, Daniel no solo fue un gran, gran cantor, sino un
compositor notable en calidad y cantidad: al igual que Cadícamo en el tango,
Daniel Toro está en el club de quienes compusieron más de mil canciones. Un
club al que yo no me asomo ni para preguntar la hora, son gente demasiado
hacendosa.
Durante la dictadura (a partir del 76), Daniel entró en las
listas negras, fue censurado y sus canciones fueron prohibidas (ya hablamos de
ese tema cuando comenté la “Zamba de mi esperanza”, en marzo de este año,
posteo 153). En el 79, Daniel se enfermó de cáncer de garganta y no pudo cantar
durante quince años. Terrible condición para un cantor, en especial para uno de
tan buena voz (en cambio, la gran mayoría de los reguetoneros saldrían ganando,
con el silencio).
Pero bueno, ya suficiente de introducción, vamos a hablar
de la “Zamba para olvidar”, la canción que tararea Rick en su bar de Casablanca
y que todos (la española, el Sam, el maitre gordo, la francesa cocorita y hasta
el Viktor Laszlo) comienzan a cantarle a coro aunque él no quiera.
Porque la historia que cuenta esta zamba es, escena más
escena menos, la misma que la de la peli Casablanca.
Bueno, como Casablanca pero sin
nazis, sin árabes y sin bar, y con un guitarrista aindiado en lugar de un pianista
negro. Pero casi lo mismo, en todo caso.
Él, el cantor (el Bogart de la zamba) le reclama a ella
(la amada, la Ingrid Bergman) que por qué volvió justo ahora y justo aquí
(habiendo tantos bares en el mundo...), si él ya empezaba a olvidar(la).
Él no quiere escuchar explicaciones, excusas ni
historias: prefiere callar. Lloró cuando ella se fue, y ahora ya no tiene nada,
y tal vez por eso, rememorar aquel amor perdido le hace peor que escuchar un
disco de Arjona (“qué mal me hace recordar”).
Lo único que tiene es una “pobre canción”, que da vueltas
por su guitarra con la única intención de ayudarlo a olvidar. Pero con guitarra
o sin guitarra, la cosa no estaría funcionando, porque claramente él no la
había olvidado (mucho menos la va a olvidar ahora que ella volvió) y encima, la
zamba traidora, que se suponía lo iba a ayudar a olvidar, la extraña a ella.
Así no se puede.
Solo
una pobre canción
da
vueltas por mi guitarra
y
hace rato que te extraña
mi
zamba para olvidar.
Claramente, como dispositivo olvidativo, esta zamba es un
fiasco. Por el contrario, es una canción memorable, que se te pega al recuerdo (siempre
con la voz de Daniel, terciopelo y metal de verso en verso) y te hace presente
la cruda realidad: que el olvido solo puede conseguirse cuando no se busca,
cuando el recuerdo ya no cambia nada. Cuando la memoria importa, olvidar es imposible.
Zamba
para olvidar
No
sé para qué volviste,
si
yo empezaba a olvidar.
No
sé si ya lo sabrás:
lloré
cuando vos te fuiste.
No
sé para qué volviste,
qué
mal me hace recordar.
La
tarde se ha puesto triste
y yo
prefiero callar.
Para
qué vamos a hablar
de
cosas que ya no existen.
No
sé para qué volviste,
ya
ves que es mejor no hablar.
Qué
pena me da
saber
que al final
de
ese amor ya no queda nada.
Solo
una pobre canción
da
vueltas por mi guitarra
y
hace rato que te extraña
mi
zamba para olvidar.
Mi
zamba vivió conmigo,
parte
de mi soledad.
No
sé si ya lo sabrás:
mi
vida se fue contigo.
Contigo,
mi amor, contigo,
qué
mal me hace recordar.
Mis
manos ya son de barro,
tanto
apretar al dolor
y
ahora que me falta el sol,
no
sé qué venís buscando.
Llorando,
mi amor, llorando,
también
olvidame vos.
Qué
pena me da
saber
que al final
de
ese amor ya no queda nada.
Solo
una pobre canción
da
vueltas por mi guitarra
y
hace rato que te extraña
mi
zamba para olvidar.
Como cierre, solo para los Vaguitos con espíritu científico que quieran comparar voces y versiones, van los covers de Diego Torres, Abel Pintos y Luciano Pereyra (los tres me caen bien, pero igual asesinan la melodía, enlentecen la zamba y la ultramelodizan-edulcoran).
https://www.youtube.com/watch?v=4Q__F9gVFUY
https://www.youtube.com/watch?v=8AgQ2pKau3k
https://www.youtube.com/watch?v=wUckYmN7qgg
Hasta la semana próxima (si se acuerdan de volver),
DJ
Vago
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