“La infernal sed de venganza” de la Reina de la Noche, de Wolfgang Amadeus Mozart, en su ópera La flauta mágica (1791).
A la señora Gati y Anigati, que cantan este tema todas las noches
sin
ningún esfuerzo, y sin hacer muecas.
Con esta entrega nocturna culmina, a todo trapo, la serie de
temas dedicados a los momentos del día. El tema en sí no habla de la noche, pero
está cantado por la Reina de la Noche, uno de los personajes más famosos de la
ópera mundial (a pesar de que canta solamente dos números en una ópera ligera alemana).
La ópera es La flauta
mágica, de Mozart, estrenada en 1791, dos meses antes de la muerte de su
autor, el compositor austríaco-alemán Wolfgang Amadeus Mozart, que en ese
momento tenía 35 años (a pesar de lo cual es uno de los compositores más
prolíficos de la historia, solamente superado, entre los grandes de verdad, por
Bach, que vivió casi el doble de tiempo).
Debería decir algo de Mozart, me doy cuenta. Hagámoslo
breve, que me canso.
Entre los superamigos de la música (Bach, Mozart,
Beethoven), él es el que siempre fue considerado el más genial, el epítome de
la genialidad musical (aunque Bach era capaz de improvisar fugas a seis voces y
Beethoven creó algunas de las melodías más famosas y taladrantes de la historia).
Pero es cierto que Mozart, paseado por su padre desde los 6 años por toda
Europa para que tocara el violín y el clavicordio (junto con su hermana) para
príncipes, papas y emperadores, fue siempre genial. Sus partituras (como se comenta
en la galardonada película Amadeus,
de Milos Forman) no presentan borroneos ni cambios de opinión, y aunque era
tarambana, parrandero y escatológico (son famosos sus intercambios de
correspondencia con su madre, en los que se cuentan cuántas veces cagaron por
día y hasta qué colores y texturas tenían dichas deposiciones), su música fue
siempre limpia, brillante, intensa. Durante los últimos dos siglos, fue un
lugar común proponer que Dios, mientras descansa en el Cielo rodeado por sus
coros angélicos, escucha música de Mozart.
Hablemos ahora de La
flauta mágica. A mí, personalmente, la ópera (como género) no me gusta. Tampoco la
comedia musical: son géneros demasiado pretenciosos. Cantar bien es difícil. Actuar
bien es difícil también. Las dos cosas: casi imposible. Y lo mismo vale para
los compositores: podés ser un gran compositor, y hacer óperas totalmente
olvidables (como las de Beethoven, por ejemplo). Y las óperas italianas (las
más famosas) para mí siempre se quedan un poco cortas en cuanto a lo musical:
los italianos fueron buenos músicos, pero no al nivel de un Bach o de un
Mozart. Wolfgang mismo no fue parejo en su nivel operístico. Siempre en mi
opinión, solamente hizo tres óperas excepcionales:
-
Cosí fan
tutte (“así hacen todas”), famosa por su hit “Voi che sapete” (“ustedes que saben”: ustedes que saben / qué es el amor / díganme, mujeres / si es lo que
tengo en el corazón), una típica comedia de equivocaciones, con personajes
enmascarados y enredos travestidos.
-
Le nozze
di Figaro (“las bodas de Figaro”), que comienza con Fígaro midiendo la cama
que compartirá, después de casado, con su prometida, y va agregándole metros y
metros; más adelante en la ópera, se hace cantar a ocho personajes a la vez,
cada uno con su propio texto y melodía, y se le dice “condecito” al personaje
del Conde, por lo que casi catalogan a Mozart como marxista antes de tiempo.
-
Die
Zauberflöte (“la flauta mágica”), esta última en idioma alemán, con lo que
demostró sobradamente que se puede hacer una gran ópera sin necesidad de
apuntalarse en las múltiples emes y enes de la lengua del Dante.
El libreto de La flauta
mágica, escrito por Emanuel Schikaneder, un empresario teatral amigo de
Mozart (y compañero de hermandad masónica), rebosa de referencias a la
masonería, con todo el blablá de la blanca sabiduría, la ciencia sobre la
oscuridad (tan femenina) de los sentimientos y la ignorancia, etcétera. También
rebosa, el libreto, de desprecio hacia las mujeres y de racismo (el personaje
del moro, tan morocho como perverso y libidinoso, confiesa que “lo negro es
malo”, mientras manosea un poco a su prisionera, la pálida Pamina); pero estas
dos características son muy de la época, en toda Europa Occidental, por lo que
sería algo injusto y anacrónico culpar a Schikaneder o a Mozart por algo que “estaba
en el aire” por todos lados.
A pesar de que el texto recalca una y otra vez lo inferiores
que son las mujeres y cómo deben someterse a la “sabiduría” de los varones
juiciosos, y de que Pamina, la jovencita linda (pero tontísima y sin un gramo
de personalidad) va de acá para allá, comerciada casi como moneda de curso
legal, hay un personaje que “se roba” la ópera. Hay dos, en realidad; los dos,
curiosamente (o nada curiosamente) son personajes secundarios:
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Papageno, el hombre-pájaro que captura pajaritos
y se los vende a la Reina de la Noche; es gracioso, simpático, cobarde (y lo
asume sin problemas), pragmático, y su única ambición es encontrar una chica y “tener
hijos” con ella.
-
La Reina de la Noche, que al quedar viuda fue
despojada de sus propiedades (porque el inútil de su marido, antes de morir, le
dejó todo a Sarastro, desheredando a su esposa y a su hija para que “vivieran
bajo la guía de los hombres sabios”) y despojada también de su hija, que es
secuestrada (sí, secuestrada) por el “sabio” Sarastro, el Luminoso, una especie de semi-sacerdote, líder de una
secta personalista de culto a él mismo (identificado con el Sol); Sarastro será
muy luminoso y canta muy, pero muy grave, pero es (en mi opinión) tremendo hijo
de puta.
La Reina de la Noche, entonces,
es despojada, vituperada y cascoteada durante toda la ópera, y sin embargo,
termina siendo algo así como la heroína moral del asunto, y a pesar de que aparece solo
un par de veces, cuando lo hace, brilla. Brilla de seducción (como cuando
convence, en el primer acto, al joven Tamino de que vaya a rescatar a su hija
de las garras de Sarastro) y de furia, cuando se enfrenta a la tonti de su hija
para conminarla a que apuñale a Sarastro o corto-mano-corto-fierro-tijerita-tijerita.
Esta última escena, donde la
Reina expone toda su nocturna furia vengadora ante su hija mientras le encarga
un asesinato, es el tema elegido esta semana. Porque es mozartiano a full y porque
incluye algunos de los sonidos más extremos que puede articular un ser humano, en
una forma dramática, bella y memorable. Son tan extremos, los agudos (sobreagudos sería más exacto) que llegan
a un fa6, lo que se traduce, técnicamente, como “la nota en que ya se
rompieron todas las copas, y empiezan a agrietarse las paredes”.
En tanto La flauta mágica es una de las óperas más cantadas en la historia
(la número uno entre 2005 y 2010, por ejemplo), hay miles de versiones. Yo
pondré dos o tres, pero elegí, como referencia principal, la de la soprano
alemana Diana Damrau en el Festival Mozartiano de Salzburgo de 2006. No la
elegí por el vestuario (a pesar de que a mí sí me gustó el traje verde oscuro,
por lo que Diana recibió el apodo de “Reina del Brócoli”), sino por la notable
ejecución vocal de la pieza y la gran expresividad y emotividad con que actúa
el personaje. Se le ponen un poco los ojitos bizcos al hacer los sobreagudos,
pero bueno, quisiera verlos a ustedes, a ver qué cara ponen al cantar un fa
seis (yo paso).
Der Hölle
Rache
Der Hölle
Rache kocht in meinem Herzen,
Tod und
Verzweiflung flammet um mich her!
Fühlt nicht
durch dich Sarastro Todesschmerzen,
So bist du
meine Tochter nimmermehr.
Verstoβen sei auf ewig, verlassen sei auf
ewig,
Zerstrümmert
ser´n auf ewig alle Bande der Natur.
Wenn nicht
durch dich Sarastro wird erblassen!
Hört, Rachegötter,
hört der Mutter Schwur!
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La infernal sed de venganza
Una
infernal sed de venganza hierve en mi corazón,
muerte y
Desesperación arden a mi alrededor!
A menos
que Sarastro reciba de ti el dolor de la muerte,
ya no
serás hija mía,
repudiada
para siempre, abandonada para siempre,
destruidos
para siempre todos los vínculos naturales.
A menos
que Sarastro muera por tu mano!
Escuchen,
dioses de la venganza, el juramento de una madre!
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Van también otras versiones
importantes, como para que (si tienen ganas) escuchen y comparen:
-
Por Edita Gruberova, famosa cantante eslovaca
(dos versiones, en estudio [jovencísima] y en vivo [ya más grandecita]).
http://www.youtube.com/watch?v=-HXHTHgNfnw
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Por la francesa Natalie Dessay (que la revolea a
la hija y casi le arranca la mandíbula).
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Por la holandesa Cristina Deutekom, que se
parece tanto a la enfermera Ratchet, de Atrapado
sin salida, que me da miedito, y que en los sobreagudos parece balbucear,
lo que no me gusta nada:
Se despide hasta otra noche, mientras barre los vidrios rotos,
DJ Vago
La Sra Gaty solía silbársela a Anigaty para que se durmiera, ja!
ResponderEliminarPara ser tan vago, el informe es bastante minucioso, DJ...
ResponderEliminarMuy bueno!
Es que a veces me da fiaca ser tan vago: porque como decía Haroldo Conti, para ser un vago perfecto hace falta dedicación, y soy demasiado vago para tenerla.
EliminarLa vida entera de Anigaty se puede contar a través de su relación con La Flauta Mágica, pero no es este el lugar para tanto acoso al dj. Me encantó la selección, y eso que soy picky con mis Reinas de la Noche. Mi favorita, porque fue mi primera, siempre será Zdislava Donat y va la muestra: http://youtu.be/ObkwFlSh0BY
ResponderEliminarMuy buena Zdislava! Gracias por el aporte!
EliminarNota melanco del amor por Mozart y la ópera: mi papá, emocionado del marxismo mozartiano de Fígaro, siempre me cantaba la línea del "Se vuol ballare, signor contino, il chitarrino le suonerò", porque la había interpretado en su juventud teatrística en Santa Fe.
ResponderEliminarMejor que mejor, volví a buscar en la Cofradía de la Costa y encontré "mi versión" completa en 3 cds, by James Levine, con la Vienna Phillarmonic, con Donat y amigos. Se la re banca esa mina y eso que a Mozart le gustaba torturar cantantes con notas imposibles, eh? Si le interesa, comparto.
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