“Como la cigarra”, de María Elena Walsh (1972), y “Tienes que decidir”, de Liliana Felipe (2005)
Bueno, después de amenazar durante casi un mes, aquí empieza
la serie “Si se mata al cantor”, en la que incluiré temas en los que quien abra la boca estará más cerca del arpa que de la guitarra.
Y justo se murió el escritor uruguayo Eduardo Galeano, de
quien conozco su obra solo de oídas (porque no leo) e igual alcanza para
ponerse triste. Vaya para él el recuerdo y la música.
Como primera entrega (¡doble! qué máquina del esfuerzo que
soy, a veces me admiro a mí mismo) va lo que había seleccionado para el 24 de
marzo: “Como la cigarra”, de la gran María Elena Walsh (quien apareció de refilón
esta temporada, cantando el romance del enamorado y la muerte, posteo 102), y “Tienes
que decidir”, de la villamariense Liliana Felipe (a quien ya presenté en el
posteo 25, con el tango “Nada”).
En los dos temas de hoy muere el cantor, pero lo curioso es
que:
- en ambos casos, YA MURIÓ, es decir, el cantor canta
después de haber muerto (lo que no significa, como veremos, que cante ESTANDO
muerto);
- no solo murió, sino que murió MUCHAS VECES; la muerte es
múltiple, es casi una costumbre, una rutina.
Hay, sin embargo, algunas diferencias, por supuesto.
Empiezo por “Como la cigarra”, que es una gran, gran canción
de María Elena Walsh. No especialmente para chicos, aunque uno podría pensar,
si no la conoce, que el título hace referencia al insecto de la fábula de “La
cigarra y la hormiga”, y que la canción promulgará una sana vagancia y
valoración del ocio y del lassez faire,
onda “Hakuna matata”.
No, nada que ver. Aquí la cigarra se parece más bien a la
terca araña de “Itsy bitsy spider” (posteo 74, “La arañita Sisifita”), que sube
y sube por el caño del agua. Lo que hace “como la cigarra” el cantor no es holgazanear,
sino enterrarse y resurgir de su latencia. Los primeros versos son memorables,
y definen con claridad el planteo:
Tantas veces me
mataron, tantas veces me morí,
sin embargo estoy aquí,
resucitando.
Morir es una rutina, algo que le pasó mil veces. Y resucitar
es tan una costumbre que lo hace con gerundio, como una continuidad en el
tiempo: “acá me ves, tomando mate y resucitando”.
Por supuesto, cuando uno muere mil veces, es difícil que
suceda de muerte natural. Uno muere de viejo una sola vez. Todas las demás son
violentas, son asesinatos: a la cantora la borraron, la hicieron desaparecer
(verbo que aún, en 1972, no había adquirido el sentido que tomaría poco
después), la apuñalaron, la mataron.
“Y sin embargo, estoy aquí”: la muerte, en esta canción, es
remontable. No es que la cantora sea inmortal: si así fuera, no moriría, y
queda muy claro que, por el contrario, lo que más fácil le sale es morir. Se
cansa, de morir. Pero al igual que Kenny (el personaje de abrigo naranja de
South Park), tras morir en cada capítulo aparece, vivito, coleando y como si
nada, en el siguiente.
A diferencia de Kenny, la cantora es consciente de todas sus
muertes: las recuerda, las reconoce. Las sufrió. Incluso fue a su propio
entierro:
a mi propio entierro
fui, sola y llorando.
Qué verso genial. Claro, murió tantas veces que la gente ya
se cansó de ir al velorio. “¿Otra vez se murió esta? ¡No nos da tiempo ni de
lavar la ropa negra! Así que ella misma, sola, va a su propio entierro, a
llorar su propia muerte, sabiendo que pronto la escena se repetirá, porque “no
era la última vez”. El funebrero, al menos, podría haber ido al velorio, con
toda la guita que está ganando con ella.
Por supuesto que para morir tanto es necesario, como se
aclara desde el comienzo, revivir. Lo único que se necesita para morir es estar
vivo. No es poco.
Tal vez por eso la cantora, en un exceso de buena onda, le
da gracias a quienes la mataron: a la mano con puñar, a la desgracia que la
mató. No reniega de sus múltiples muertes: son la condición de su actual
supervivencia, de sentirse “como un sobreviviente que vuelve de la guerra”,
como alguien que volvió de lo peor, y puede ponerse a cantar, a cantarle al Sol.
Una canción ideal para sobreponerse al infortunio y para
alimentar las esperanzas.
María cantaba un poco como pomposa, como pronunciando
demasiado bien cada consonante. Sin embargo, tenía una bella voz, sobre todo
considerando que es la compositora, y no es tan fácil encontrar buenos
compositores que además canten bien, como ella.
Va la canción, por María Elena. El link es de una antología;
a los 3:20 comienza “Como la cigarra”:
Como la cigarra
Tantas veces me
mataron, tantas veces me morí,
sin embargo estoy aquí,
resucitando.
Gracias doy a la
desgracia y a la mano con puñal
porque me mató tan mal
y seguí cantando,
cantando al sol como
la cigarra
después de un año bajo
la tierra
igual que
sobreviviente
que vuelve de la
guerra.
Tantas veces me
borraron, tantas desaparecí,
a mi propio entierro
fui, sola y llorando.
Hice un nudo en el
pañuelo pero me olvidé después
que no era la única
vez
y seguí cantando,
cantando al sol como
la cigarra
después de un año bajo
la tierra
igual que
sobreviviente
que vuelve de la
guerra.
Tantas veces te
mataron, tantas resucitarás,
tantas noches pasarás
desesperando.
A la hora del
naufragio y la de la oscuridad
alguien te rescatará
para ir cantando,
cantando al sol como
la cigarra
después de un año bajo
la tierra
igual que sobreviviente
que vuelve de la
guerra.
La segunda canción de hoy es “Tienes que decidir”, que
también presenta muertes múltiples. Es parte del disco Tan chidos, de 2005, de la cordobesa Liliana Felipe, que reúne
canciones de cabaret.
La principal diferencia con “Como la cigarra” es que aquí la
cantora es plural. Su nombre es legión, ella contiene multitudes.
Es una canción muy graciosa y muy ácida, de un humor amargo
(en tanto lo que se dice, aunque en forma graciosa, es casi demasiado cercano a
la realidad como para causar mucha gracia).
De entrada, la cantora nos plantea: tenés que decidir cómo
querés que te maten. O sea: no podemos decidir seguir vivos. Nos van a matar,
esa es la realidad incuestionable. ¿Por qué? Porque ya lo sabemos:
Ya nos mataron de
tantas maneras
ya nos cansamos de ir
al panteón
ya no sabemos si somos
civiles,
rehenes, vampiros o
simples mortales.
Estamos cansados de morir. Ya no sabemos ni qué somos, de
tanto que morimos y morimos. Somos expertos en eso. Y sin embargo, al igual que
en “Como la cigarra”, la muerte no es definitiva (aquí es más fácil explicarlo:
como somos plurales, pueden matar a muchos de nosotros sin que nos eliminen a
todos).
La “ventaja” que conseguimos, a partir de nuestra no buscada
pero bien adquirida experiencia en morir, es que:
al menos nos hemos
ganado el derecho de decidir
cómo queremos morir.
Antes, ni siquiera eso: nos mataban sin preguntarnos nada,
ni siquiera “por pura cortesía”. Ahora, los tiempos cambiaron… (no mucho,
claro: no cambiaron lo suficiente como para que no nos maten).
Y entonces, eso sí, tenemos la obligación moral de utilizar
esa ventaja, y expresar nuestra preferencia. Sí, vamos a morir. Sí, nos van a
matar. Pero podemos (¡debemos!) decidir si queremos morir de sed, ahorcados con
una bufanda, de hambre, de asco, baleados por “unos cuantos gringos rancheros” o
como daños colaterales en la guerra contra el terrorismo.
Liliana misma es quien toca el piano, mientras canta, y lo
hace con ese vozarrón y ese estilo tan particular que tiene, mezclando dulzura
con gallitos y arrastre de sílabas.
Una canción muy divertida y, a la vez, muy seria, como
Liliana suele brindarnos.
Va el link al disco entero. A los 21:46 comienza “Tienes que
decidir”:
Tienes que decidir
Tienes que decidir
quién prefieres que te
mate:
un comando terrorista
o tu propio gobierno
para salvarte
del comando
terrorista.
Tienes que decidir
qué prefieres que te
mate:
la pobreza, la
miseria,
el Tratado de Libre
Comercio
o el programa contra
el hambre.
Ya se acabó aquel
tiempo
en que decidían cómo
nos mataban
y sin preguntarnos siquiera
por pura cortesía
si era nuestro deseo
el de fenecer
como los mosquitos al
amanecer
o morirnos de sed.
Ya nos mataron de
tantas maneras
ya nos cansamos de ir
al panteón
ya no sabemos si somos
civiles,
rehenes, vampiros o
simples mortales.
Pero de tanto morirnos
al menos nos hemos
ganado el derecho de decidir
cómo queremos morir.
Tienes que decidir
cómo prefieres morir:
de hambre natural
de asco terminal
de pago de predial
ahorcada con tu chal
debiendo un dineral
cruzando de ilegal.
Ya se acabó aquel
tiempo
en que decidían cómo
nos mataban
y sin preguntarnos siquiera
por pura cortesía
si era nuestro deseo
el de fenecer
como los mosquitos al amanecer
o morirnos de sed.
Ya nos mataron de
tantas maneras
ya nos cansamos de ir
al panteón
ya no sabemos si somos
ciiviles
rehenes, vampiros o
simples mortales.
Pero de tanto morirnos
al menos nos hemos
ganado el derecho de decidir
cómo queremos morir.
Y eso es todo por hoy. Ya me voy a meter en mi ataúd hasta
el martes que viene.
Llórenme con discreción.
DJ Vago
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