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miércoles, 15 de febrero de 2023

Sagradas Partituras

  

“Muchacha (ojos de papel)”, de Luis Alberto Spinetta (1969) y “Turn! Turn! Turn!”, de Peete Seeger (1959)

 

Es difícil hablar, hoy en día, de “Muchacha (ojos de papel)” sin sentir esa ambivalencia agridulce que el mismo Spinetta sentía, ya en su edad madura: por un lado, es una canción muy bella, que marcó toda una época, que influenció todo el rock nacional hasta nuestros días, que si no es la mejor (¿cuál lo sería?) seguro no baja del podio en ningún ránking histórico de canciones del rock argentino. A la vez: es una canción de amor adolescente escrita por un adolescente. Ya sé: Spinetta no era cualquier adolescente, podemos estar de acuerdo; sin embargo, no deja de ser una obra juvenil de Spinetta (tenía 18 cuando la compuso) y, al menos para mí, no está entre sus mejores canciones. Si Luis Alberto se hubiera quedado ahí, en “Muchacha”, no habría llegado nunca a ser Spinetta.

No voy a extenderme demasiado en el análisis de la canción. Por un lado, porque ya la conocemos todos. Por otro, porque el mismo Spinetta ya lo hizo, veinte años después de haberla compuesto (en un extenso ensayo filosófico) y señaló, agudamente, que el cantor de esa canción, indudablemente enamorado, es a la vez posesivo y bastante machista, pues pretende que ella, la muchacha, no hable, que no corra y que ni siquiera se quede despierta, sino que duerma, así mientras tanto él, tranquilo (y sin verle los ojos) puede construir en su vientre un castillo (una fortaleza defensiva) en donde nadie entre (salvo él). Y ya que está, de paso, mientras duerme le roba un color. No es muy claro qué implica, robarle un color, pero diría que no había necesidad de robarle nada, a la muchacha dormida y callada. Esas cosas a veces no se escuchan detrás de la música, pero no está mal prestar atención y escucharlas (recuerden si no otro caso famoso del que ya hablamos, el de “Every breath you take”, de The Police, otra canción con letra terrible pero considerada “romántica” porque la música es linda).

En el mismo sentido, la imagen principal, los ojos de papel, siempre me llamó la atención por lo artificiosa y oscura (de interpretar, digo): nadie tiene ojos de papel. ¿Qué quiere decir eso? “Tus labios parecían de papel”, dice Aute en “Las cuatro y diez”, y ahí esa imagen sí se entiende mejor, porque le asigna a los labios una cualidad táctil; los define, al roce, con esa suave aspereza del papel. Pero los ojos no se tocan, sino que se ven: y el papel como material no tiene, a la vista, ninguna cualidad distintiva. Creo que decirle que tiene “ojos de papel” implica definirla a ella, a la muchacha, como un lugar donde crear, donde escribir o dibujar: como una hoja vacía a partir de lo que se puede construir una obra poética (“No son ojos blindados”, dijo Emilio Del Guercio, abajo pongo link de su conversación con el Flaco). Ella tiene el “corazón de tiza”, en la misma línea: como un instrumento con el cuál (él) puede escribir.


Pero bueno, no me extiendo más con eso, porque si traje acá esta “canción sagrada” del rock nacional es para señalar algo que para mí es recontraobvio pero que no escuché que nadie haya señalado antes (al menos, no pública o famosamente): la influencia bíblica en “Muchacha (ojos de papel)”. No de toda la Biblia, sino específicamente del único libro bíblico no religioso, no dogmático, no histórico ni sapiencial, el único libro de la Biblia que no menciona a Dios: el Cantar de los Cantares. Que es, básicamente, un poema de amor (quizás nupcial) en el que dos jóvenes amantes (un pastor y una sulamita [nativa de la ciudad de Sulem]) se separan, pero quieren a toda costa reencontrarse. Y mientras tanto, se describen mutuamente, con imágenes en las que se comparan (en forma bastante erótica) las distintas partes del cuerpo de la amada o del amado con diferentes elementos, muchos de ellos naturales:

4:1. He aquí que eres hermosa, amiga mía; he aquí que eres hermosa;

tus ojos entre los rulos son como palomas;

tus cabellos son como rebaños de cabras

que se recuestan en las laderas de Galaad.

4:2 Tus dientes como manadas de ovejas

esquiladas que suben del arroyo,

todas con crías gemelas, y ninguna estéril.

4:3 Tus labios como hilo de grana

y tu habla hermosa;

tus mejillas, como racimos de granada tras tu velo.

4:4 Tu cuello es como la torre de David, edificada para armería;

mil escudos están colgados en ella,

todos escudos de valientes.

4:5 Tus pechos son como gemelos de gacela

que se apacientan entre lirios. (...)

4.10 ¡Cuánto mejores que el vino son tus amores,

y el olor de tus perfumes mejor que todas las especias aromáticas!

4:11 Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa;

miel y leche hay debajo de tu lengua;

y el olor de tus vestidos es como el olor del Líbano.

 

No cito más para no extenderme demasiado, pero vale la pena leer todo el Cantar (no es largo); es notable que ahí ella, la amada, no se calla (como le piden en “Muchacha”), sino que también describe al amado comparando sus partes con diferentes elementos. Es un bello poema, y es por lejos mi parte favorita de la Biblia (lo que dice más de mí y de mi religiosidad que de la Biblia, me doy cuenta). El autor del Cantar de los Cantares es, en teoría, el rey Salomón. Aunque claro, muy probablemente sea un cantar de origen popular y solo se lo atribuyeron al sabio rey, como se solía hacer en la época, pues el copyright musical estaba menos desarrollado que otros pecados.

Y creo que si bien es indudable que el Flaco compuso por sí mismo la letra de “Muchacha”, le debe mucho a esas imágenes salomónicas del Cantar que seguramente leyó y conocía, ya a los dieciocho. Fíjense:

 

https://www.youtube.com/watch?v=lP7_qMRIXTg

 

Muchacha (ojos de papel)

Muchacha ojos de papel, ¿adónde vas?

Quédate hasta el alba.

Muchacha pequeños pies,

no corras más, quédate hasta el alba.

Sueña un sueño despacito entre mis manos

hasta que por la ventana suba el sol.

Muchacha piel de rayón,

no corras más, tu tiempo es hoy.

Y no hables más, muchacha,

corazón de tiza,

cuando todos duerman

te robaré un color.

Muchacha voz de gorrión, ¿adónde vas?

Quédate hasta el día.

Muchacha pechos de miel,

no corras más, quedate hasta el día.

Duerme un poco y yo entre tanto construiré

un castillo en tu vientre hasta que el sol,

muchacha, te haga reír

hasta llorar, hasta llorar.

Y no hables más, muchacha,

corazón de tiza,

cuando todos duerman

te robaré un color.

 

La otra canción que quería traer como una gacela gemela para vuestra consideración es “Turn! Turn! Turn!”, un tema cuya música fue compuesta por Pete Seeger en 1959, pero su letra es... también... ¡del rey Salomón! Pues fue tomada directa, y casi literalmente, del Eclesiastés, un libro que está en la Biblia junto al Cantar de los Cantares (en la Biblia hebrea, el Cantar está justo antes del Eclesiastés; en la Biblia católica, justo después).

También está en duda la autoría de Salomón, pero en el comienzo del libro quien escribe se autodenomina como “hijo del rey David”, y como alguien “que fue rey”, y Salomón cumple con ambos requisitos. Así que aunque nadie pudo probar la autoría del rey, tampoco se pudo probar que no lo hubiera escrito. Dejemos ahí la cuestión, entonces, salomónicamente. Solo diré que cuando salió la canción en la versión de The Byrds, en 1965, fue un gran éxito, y fue declarada la canción con un coautor más antiguo que hubiera llegado nunca al tope de los charts (unos 3000 años, tiene la letra). Y no faltará, of course, quien dirá que el autor de la letra es El Mismísimo Señor D.

Como dije, Pete Seeger (de quien ya comenté “¿Adónde fuerontodas las flores?”) tomó ocho versos del Eclesiastés, específicamente unos (en el capítulo 3) que hablan de que hay un tiempo para cada tarea y para cada cosa. Cambió el orden de algunas palabras, pero salvo esos cambios menores, sus únicas intervenciones en la letra (pocas, pero significativas) fueron:

- agregar el “Turn!” que se repite muchas veces y funciona casi como estribillo; y

- cuando llega, en el final, al verso (o versículo, si prefieren) “un tiempo para la paz”, agregó: “juro que no es demasiado tarde”.

“Turn”, como sustantivo, equivale a “turno”, y la canción habla de eso, de turnos para cada cosa; pero como verbo en inglés, turn significa “darse vuelta” o “dar la vuelta, volver”. Y con el signo de exclamación, esto se vuelve un pedido urgente, un ruego incluso: ¡volvé! Por eso esta puede interpretarse fácilmente como una canción antibelicista, que les pide a los soldados (en la guerra de Vietnam) que vuelvan a sus hogares (“te juro que no es tarde para la paz”). Una canción de protesta sutil y amable, simpática pero también convincente.

Acá va en la (buenísima) versión de The Byrds:

https://www.youtube.com/watch?v=snZKnES4ng4

 

Y acá unplugged, por Pete Seegert junto a Judy Collins:

https://www.youtube.com/watch?v=n0xzyhoeu1Y

 

Turn! Turn! Turn!

 

To everything (turn! turn! turn!)

There is a season (turn! turn! turn!)

And a time to every purpose,

under heaven

 

A time to be born, a time to die

A time to plant, a time to reap

A time to kill, a time to heal

A time to laugh, a time to weep

 

A time to build up, a time to break down

A time to dance, a time to mourn

A time to cast away stones, a time to gather stones together

 

A time of love, a time of hate

A time of war, a time of peace

A time you may embrace, a time to refrain from embracing

 

A time to gain, a time to lose

A time to rend, a time to sew

A time for love, a time for hate

A time for peace, I swear it's not too late

Volvé! Volvé! Volvé!

 

Para todo (¡volvé, volvé, volvé)

hay una época (¡volvé, volvé, volvé!)

y un tiempo para cada propósito

bajo el Cielo.

 

Un tiempo para nacer, un tiempo para morir.

Un tiempo para plantar, un tiempo para cosechar.

Un tiempo para matar, un tiempo para sanar.

Un tiempo para reír, un tiempo para llorar.

 

Un tiempo para construir, un tiempo para derrumbar.

Un tiempo para bailar, un tiempo para hacer duelo.

Un tiempo para lanzar piedras, un tiempo para poner las piedras juntas.

 

Un tiempo de amor, un tiempo de odio.

Un tiempo de guerra, un tiempo de paz.

Un tiempo de abrazar, un tiempo para abstenerse del abrazo.

 

Un tiempo para ganar, un tiempo para perder.

Un tiempo para desgarrar, un tiempo para coser.

Un tiempo para el amor, un tiempo para el odio.

Un tiempo para la paz, juro que no es muy tarde.

 

 

Como bonus track, va el link al programa “Cómo hice”, de Emilio del Guercio, dedicado a “Muchacha (ojos de papel)”. Algunos testimonios son innecesarios, pero aunque más no sea para escuchar al Flaco un rato, vale la pena verlo:

https://www.youtube.com/watch?v=SLLbCef_gKs

 

Y como ya llegó el tiempo de mi siesta, me despido, profético pero anónimo, porque mis ojos también son de papel y ya se callan.

 

DJ Vago

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