“Muchacha (ojos de papel)”, de Luis Alberto Spinetta (1969) y “Turn! Turn! Turn!”, de Peete Seeger (1959)
Es difícil hablar, hoy en día, de “Muchacha (ojos de
papel)” sin sentir esa ambivalencia agridulce que el mismo Spinetta sentía, ya en
su edad madura: por un lado, es una canción muy bella, que marcó toda una
época, que influenció todo el rock nacional hasta nuestros días, que si no es
la mejor (¿cuál lo sería?) seguro no baja del podio en ningún ránking histórico
de canciones del rock argentino. A la vez: es una canción de amor adolescente
escrita por un adolescente. Ya sé: Spinetta no era cualquier adolescente,
podemos estar de acuerdo; sin embargo, no deja de ser una obra juvenil de
Spinetta (tenía 18 cuando la compuso) y, al menos para mí, no está entre sus
mejores canciones. Si Luis Alberto se hubiera quedado ahí, en “Muchacha”, no
habría llegado nunca a ser Spinetta.
No voy a extenderme demasiado en el análisis de la canción.
Por un lado, porque ya la conocemos todos. Por otro, porque el mismo Spinetta
ya lo hizo, veinte años después de haberla compuesto (en un extenso ensayo
filosófico) y señaló, agudamente, que el cantor de esa canción, indudablemente
enamorado, es a la vez posesivo y bastante machista, pues pretende que ella, la
muchacha, no hable, que no corra y que ni siquiera se quede despierta, sino que
duerma, así mientras tanto él, tranquilo (y sin verle los ojos) puede construir
en su vientre un castillo (una fortaleza defensiva) en donde nadie entre (salvo
él). Y ya que está, de paso, mientras duerme le roba un color. No es muy claro
qué implica, robarle un color, pero diría que no había necesidad de robarle
nada, a la muchacha dormida y callada. Esas cosas a veces no se escuchan detrás
de la música, pero no está mal prestar atención y escucharlas (recuerden si no
otro caso famoso del que ya hablamos, el de “Every breath you take”, de The
Police, otra canción con letra terrible pero considerada “romántica” porque la
música es linda).
En el mismo sentido, la imagen principal, los ojos de papel, siempre me llamó la atención por lo artificiosa y oscura (de interpretar, digo): nadie tiene ojos de papel. ¿Qué quiere decir eso? “Tus labios parecían de papel”, dice Aute en “Las cuatro y diez”, y ahí esa imagen sí se entiende mejor, porque le asigna a los labios una cualidad táctil; los define, al roce, con esa suave aspereza del papel. Pero los ojos no se tocan, sino que se ven: y el papel como material no tiene, a la vista, ninguna cualidad distintiva. Creo que decirle que tiene “ojos de papel” implica definirla a ella, a la muchacha, como un lugar donde crear, donde escribir o dibujar: como una hoja vacía a partir de lo que se puede construir una obra poética (“No son ojos blindados”, dijo Emilio Del Guercio, abajo pongo link de su conversación con el Flaco). Ella tiene el “corazón de tiza”, en la misma línea: como un instrumento con el cuál (él) puede escribir.
Pero bueno, no me extiendo más con eso, porque si traje acá
esta “canción sagrada” del rock nacional es para señalar algo que para mí es
recontraobvio pero que no escuché que nadie haya señalado antes (al menos, no pública
o famosamente): la influencia bíblica en “Muchacha (ojos de papel)”. No de toda
la Biblia, sino específicamente del único libro bíblico no religioso, no
dogmático, no histórico ni sapiencial, el único libro de la Biblia que no
menciona a Dios: el Cantar de los Cantares. Que es, básicamente, un poema de
amor (quizás nupcial) en el que dos jóvenes amantes (un pastor y una sulamita [nativa de la
ciudad de Sulem]) se separan, pero quieren a toda costa reencontrarse. Y
mientras tanto, se describen mutuamente, con imágenes en las que se comparan (en
forma bastante erótica) las distintas partes del cuerpo de la amada o del amado
con diferentes elementos, muchos de ellos naturales:
4:1. He aquí que eres hermosa, amiga mía; he aquí que
eres hermosa;
tus ojos entre los rulos son como palomas;
tus cabellos son como rebaños de cabras
que se recuestan en las laderas de Galaad.
4:2 Tus dientes como manadas de ovejas
esquiladas que suben del arroyo,
todas con crías gemelas, y ninguna estéril.
4:3 Tus labios como hilo de grana
y tu habla hermosa;
tus mejillas, como racimos de granada tras tu
velo.
4:4 Tu cuello es como la torre de David, edificada para
armería;
mil escudos están colgados en ella,
todos escudos de valientes.
4:5 Tus pechos son como gemelos de gacela
que se apacientan entre lirios. (...)
4.10 ¡Cuánto mejores que el vino son tus amores,
y el olor de tus perfumes mejor que todas las
especias aromáticas!
4:11 Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa;
miel y leche hay debajo de tu lengua;
y el olor de tus vestidos es como el olor del
Líbano.
No cito más para no extenderme demasiado, pero vale la pena
leer todo el Cantar (no es largo); es notable que ahí ella, la amada, no se
calla (como le piden en “Muchacha”), sino que también describe al amado
comparando sus partes con diferentes elementos. Es un bello poema, y es por lejos
mi parte favorita de la Biblia (lo que dice más de mí y de mi religiosidad que
de la Biblia, me doy cuenta). El autor del Cantar de los Cantares es, en
teoría, el rey Salomón. Aunque claro, muy probablemente sea un cantar de origen
popular y solo se lo atribuyeron al sabio rey, como se solía hacer en la época,
pues el copyright musical estaba menos desarrollado que otros pecados.
Y creo que si bien es indudable que el Flaco compuso por sí
mismo la letra de “Muchacha”, le debe mucho a esas imágenes salomónicas del
Cantar que seguramente leyó y conocía, ya a los dieciocho. Fíjense:
https://www.youtube.com/watch?v=lP7_qMRIXTg
Muchacha (ojos de papel)
Muchacha ojos de papel, ¿adónde vas?
Quédate hasta el alba.
Muchacha pequeños pies,
no corras más, quédate hasta el alba.
Sueña un sueño despacito entre mis manos
hasta que por la ventana suba el sol.
Muchacha piel de rayón,
no corras más, tu tiempo es hoy.
Y no hables más, muchacha,
corazón de tiza,
cuando todos duerman
te robaré un color.
Muchacha voz de gorrión, ¿adónde vas?
Quédate hasta el día.
Muchacha pechos de miel,
no corras más, quedate hasta el día.
Duerme un poco y yo entre tanto construiré
un castillo en tu vientre hasta que el sol,
muchacha, te haga reír
hasta llorar, hasta llorar.
Y no hables más, muchacha,
corazón de tiza,
cuando todos duerman
te robaré un color.
La otra canción que quería traer como una gacela
gemela para vuestra consideración es “Turn! Turn! Turn!”, un tema cuya música
fue compuesta por Pete Seeger en 1959, pero su letra es... también... ¡del rey
Salomón! Pues fue tomada directa, y casi literalmente, del Eclesiastés, un
libro que está en la Biblia junto al Cantar de los Cantares (en la Biblia
hebrea, el Cantar está justo antes del Eclesiastés; en la Biblia católica,
justo después).
También está en duda la autoría de Salomón, pero en el
comienzo del libro quien escribe se autodenomina como “hijo del rey David”, y
como alguien “que fue rey”, y Salomón
cumple con ambos requisitos. Así que aunque nadie pudo probar la autoría del
rey, tampoco se pudo probar que no lo hubiera escrito. Dejemos ahí la cuestión,
entonces, salomónicamente. Solo diré que cuando salió la canción en la versión
de The Byrds, en 1965, fue un gran éxito, y fue declarada la canción con un
coautor más antiguo que hubiera llegado nunca al tope de los charts (unos 3000
años, tiene la letra). Y no faltará, of course, quien dirá que el autor de la
letra es El Mismísimo Señor D.
Como dije, Pete Seeger (de quien ya comenté “¿Adónde fuerontodas las flores?”) tomó ocho versos del Eclesiastés, específicamente unos (en
el capítulo 3) que hablan de que hay un tiempo para cada tarea y para cada
cosa. Cambió el orden de algunas palabras, pero salvo esos cambios menores, sus
únicas intervenciones en la letra (pocas, pero significativas) fueron:
- agregar el “Turn!” que se repite muchas veces y funciona
casi como estribillo; y
- cuando llega, en el final, al verso (o versículo, si prefieren) “un tiempo para la paz”, agregó: “juro que
no es demasiado tarde”.
“Turn”, como sustantivo, equivale a “turno”, y la canción
habla de eso, de turnos para cada cosa; pero como verbo en inglés, turn significa
“darse vuelta” o “dar la vuelta, volver”. Y con el signo de exclamación, esto
se vuelve un pedido urgente, un ruego incluso: ¡volvé! Por eso esta puede
interpretarse fácilmente como una canción antibelicista, que les pide a los
soldados (en la guerra de Vietnam) que vuelvan a sus hogares (“te juro que no
es tarde para la paz”). Una canción de protesta sutil y amable, simpática pero
también convincente.
Acá va en la (buenísima) versión de The Byrds:
https://www.youtube.com/watch?v=snZKnES4ng4
Y acá unplugged, por Pete Seegert junto a Judy Collins:
https://www.youtube.com/watch?v=n0xzyhoeu1Y
Turn! Turn! Turn! To everything (turn!
turn! turn!) There is a season
(turn! turn! turn!) And a time to every
purpose, under heaven A time to be born, a
time to die A time to plant, a
time to reap A time to kill, a
time to heal A time to laugh, a
time to weep A time to build up, a
time to break down A time to dance, a
time to mourn A time to cast away
stones, a time to gather stones together A time of love, a
time of hate A time of war, a time
of peace A time you may
embrace, a time to refrain from embracing A time to gain, a
time to lose A time to rend, a
time to sew A time for love, a
time for hate A time for peace, I
swear it's not too late |
Volvé! Volvé! Volvé! Para todo (¡volvé,
volvé, volvé) hay una época
(¡volvé, volvé, volvé!) y un tiempo para cada
propósito bajo el Cielo. Un tiempo para nacer,
un tiempo para morir. Un tiempo para
plantar, un tiempo para cosechar. Un tiempo para matar,
un tiempo para sanar. Un tiempo para reír,
un tiempo para llorar. Un tiempo para
construir, un tiempo para derrumbar. Un tiempo para
bailar, un tiempo para hacer duelo. Un tiempo para lanzar
piedras, un tiempo para poner las piedras juntas. Un tiempo de amor, un
tiempo de odio. Un tiempo de guerra,
un tiempo de paz. Un tiempo de abrazar,
un tiempo para abstenerse del abrazo. Un tiempo para ganar,
un tiempo para perder. Un tiempo para desgarrar,
un tiempo para coser. Un tiempo para el
amor, un tiempo para el odio. Un tiempo para la
paz, juro que no es muy tarde. |
Como bonus track, va el link al programa “Cómo hice”, de
Emilio del Guercio, dedicado a “Muchacha (ojos de papel)”. Algunos testimonios
son innecesarios, pero aunque más no sea para escuchar al Flaco un rato, vale
la pena verlo:
https://www.youtube.com/watch?v=SLLbCef_gKs
Y como ya llegó el tiempo de mi siesta, me despido,
profético pero anónimo, porque mis ojos también son de papel y ya se callan.
DJ Vago
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