“Por lo que yo te
quiero”, de Rodrigo, en su disco “A 2000” (1999)
Termina hoy, casi junto con el año, la serie dedicada al
cuarteto cordobés. Y tenía que terminar sí o sí con un tema de Rodrigo Bueno,
cantautor que en muy pocos años, entre 1997 y 2000, abandonó el merengue, la
cumbia y el pelo largo, se dedicó por completo al cuarteto y revolucionó el
género por completo. Cuando llegó el fin del milenio, él vivía “a 2000” , daba unos 50 shows por
semana (sí, ¡por semana!), y se mató en un confuso accidente automovilístico mientras viajaba de un recital al siguiente.
Tenía 27 años.
[Digresión: este es uno de los casos en que uno (yo) más se
lamenta ante la muerte de un músico. Digo: me encantan Bach, Nina Simone,
Serrat, Pete Townshend y León Gieco, y por más que sus pasadas o futuras
muertes me entristezcan, uno cree que tuvieron tiempo de hacer lo que querían
hacer, de dar lo que tenían que dar. En cambio, siempre tendremos la duda de
qué podría haber llegado a hacer Rodrigo con quince años más. ¿Cómo sería un
tema “de madurez” de Rodrigo? Nunca se sabrá. Tristeza.]
Como comenté en semanas previas, Rodrigo le imprimió al
cuarteto una onda que hasta entonces no tenía (o al menos, no en el grado e
intensidad que le dio él): sentimental, frenética (fernética), enfática, empática,
carismática. Dejando de lado las temáticas del humor y la sana diversión,
caballitos de batalla del cuarteto desde sus comienzos. Reivindicando su
cordobesidad tan cándida y constantemente que hizo que todo el país se sintiera
un poco de allí (quién no habrá coreado el estribillo de “Soy cordobés”, en
algún momento de los últimos quince años…). Retomando el melodrama, pero a
diferencia de los cuartetos “clásicos”, en los que el drama se narraba en
tercera persona, Rodrigo se lamentaba en primera, sin olvidar el ritmo
incesante, siempre con la sonrisa canchera a mano y guiñando los ojito clarelis bajo las cejas pobladas.
Adelanté también, semanas atrás, la temática favorita de varios
de los grandes hits de Rodrigo: una historia de amor correspondido pero a la
vez frustrado. Los dos amantes están respectivamente casados, pero se
encuentran a escondidas para vivir “lo mejor del amor”; están mutuamente
ultraenamorados y sin embargo, no pueden escapar de las ataduras del “otro”
amor, el formal, el institucionalizado: y el amor verdadero sigue escondido,
vivo solamente en el recuerdo y en la esperanza de un futuro encuentro fugaz.
Hay una decena de canciones, todo un corpus poético, que
explora de alguna forma la temática descripta (“Lo mejor del amor”, “Cómo
olvidarla”, “La trampa”, “Si tú supieras”, “Cómo le digo”, “Qué ironía”, etc.).
La canción que elegí es “Por lo que yo te quiero”, que me
parece una de las más logradas poética y musicalmente: estrofas de versos
breves y contundentes desembocan en un estribillo inolvidable, dominado por la
repetición de esa frase que titula el tema: “Por lo que yo te quiero”.
Al igual que pasaba con Elvis o Sandro, Rodrigo no debía
tener problemas en que le creyeran las chicas. Pero si uno se pone a analizar
la letra, sin embargo, se da cuenta de que hay algo que falla en el planteo.
De entrada, le reprocha a ella que “no sabe lo que es” tener
que amarla a escondidas, al estilo de los Bee Gees en “To love somebody”
(aunque en realidad ella sí lo sabe, porque, al menos a partir de lo que se
dice en las estrofas siguientes, ella está exactamente en la misma situación:
casada pero enamorada de su amante furtivo).
No sabes lo que es
tener que andar
así,
robándote los momentos
robándote los momentos
cansándome de fingir
callando mis sentimientos,
callando mis sentimientos,
amándote para mí.
En la segunda estrofa propone, inmediatamente, la solución a
su mutuo problema: “tener valor”, y decirles a sus cónyuges la verdad, para
“dejar libre al corazón”.
No puedo sonreír
tragándome tu amor;
si estamos enamorados,
si estamos enamorados,
¿por qué no tener
valor?
Decirles que nos queremos,
Decirles que nos queremos,
dejar libre al
corazón.
Bueno, ya está arreglado el tema, parece. Apagá la luz,
cerrá la llave del gas y vámonos. Pero no. Por el contrario, inmediatamente
llega el estribillo que es, a pesar de que dan ganas de gritarlo con un ferné
en la izquierda y la camisa en la derecha, tremendamente depresivo:
Por lo que yo te
quiero
tendré que
acostumbrarme,
por lo que yo te quiero, amor,
por lo que yo te quiero, amor,
a no tenerte aquí.
Por lo que yo te quiero
Por lo que yo te quiero
tendré que
conformarme;
por lo que yo te quiero, amor,
por lo que yo te quiero, amor,
he terminado
así.
O sea: no sabemos (aún) por qué no pudieron “tener valor”, pero por si fuera poco, él
ya está totalmente resignado a que ese “dejar libre al corazón” nunca sucederá.
Y lo peor es que la razón que se da a ese “tendré que acostumbrarme / a no
tenerte aquí” es el propio amor. Él le dice a ella: “Si me tengo que
acostumbrar a no estar con vos, es porque te quiero tanto”. La única forma de
que funcione este argumento es que lo diga Rodrigo, aplicando toda su simpatía
rea, sonriendo y poniendo cara de Bueno (e igualmente no creo que le haya
funcionado mucho tampoco: es demasiado, la humanidad no está preparada para que
triunfe tanta caradurez).
En la tercera estrofa (probablemente ante la insistencia de
ella, que no se creyó de una eso de “me voy porque te quiero”) él explica
finalmente el motivo de por qué deben seguir callando sus verdaderos
sentimientos:
Ni él, ni tú, ni yo
sabemos
renunciar
al juego de la mentira
al juego de la mentira
—maldita
comodidad—
por ir a vivir la vida
por ir a vivir la vida
huyendo de la
verdad.
Ninguno de los implicados puede renunciar al “juego de la
mentira” (el matrimonio formal), que es definido como “la verdad”, para ir a
vivir el amor, definido como “la vida”. Pareciera que el amor verdadero no es
suficientemente verdadero: el “no-amor” formal, en cambio, es de verdad, y es
inconmovible, no se puede escapar de él.
¿Por qué no se puede escapar? La respuesta es de una
honestidad brutal: por inercia. Es más cómodo seguir como estamos.
En general, yo tiendo a simpatizar muy bien con los
argumentos “ab esfuerzum”. Pero si venís definiendo tan positivamente al amor,
y tan negativamente al “no-amor”, no podés después decir que lo único que te
separa de la felicidad eterna es que te queda más cómodo seguir como hasta
ahora. Como si estuvieras eligiendo seguir comprando en el supermercado chino
de la esquina, porque queda más cerca, en vez de en el Coto que está a dos
cuadras, a pesar de que allá tienen la marca de yogur que te gusta más.
Y ahí insiste con lo de “por lo que yo te quiero”, pero
pensándolo en frío, ahora ya no parece que la quiera tanto tanto, si prefiere
quedarse donde está, frustrado, mintiendo y fingiendo, solo porque en la casa
tiene aire acondicionado en vez de ventilador de techo.
Pero bueno, es muy fácil perderse de esas sutilezas mientras
uno está en medio de la pista meta ferné, meta mano y meta cuartetazononón. Eso
sí: no recomiendo a mis lectores incorporar esta argumentación para la vida
verdadera. Salvo que sean Rodrigo, Elvis, Sandro o similar (o sus versiones
femeninas).
Las mejores grabaciones de Rodrigo son todas en vivo, y la
elegida sucedió en el Luna Park en 2000. Empieza con una emocionante definición
cuasi-troskista sobre la pertenencia del arte al pueblo y no a los artistas, y
lanza el eslogan “Cuarteto: ¡te quieeeeroooo!” con el que encabezaba sus
recitales. Entre el minuto 3:39 y 3:50 del clip dedica dos veces el tema al
club Instituto de Córdoba (“¡In-tituto!”, “¡La Gloria !”), de quien era
hincha reconocido, como al menos una de las dedicandas de esta serie de cuartetos.
En el segundo link no está tan buena la versión, pero lo
pueden ver a él, y comprobar si los convence más la letra dicha por Rodrigo cara a cara, o
no les afecta para nada.
Por lo que yo te
quiero
No sabes lo que es
tener que andar
así,
robándote los momentos
robándote los momentos
cansándome de fingir
callando mis sentimientos
callando mis sentimientos
amándote para mí.
No puedo sonreír
No puedo sonreír
tragándome tu amor;
si estamos enamorados,
si estamos enamorados,
¿por qué no tener
valor?
Decirles que nos queremos,
Decirles que nos queremos,
dejar libre al
corazón.
Por lo que yo te quiero
Por lo que yo te quiero
tendré que
acostumbrarme,
por lo que yo te quiero, amor,
por lo que yo te quiero, amor,
a no tenerte aquí.
Por lo que yo te quiero
Por lo que yo te quiero
tendré que
conformarme;
por lo que yo te quiero, amor,
por lo que yo te quiero, amor,
he terminado
así.
Ni él, ni tú, ni yo
Ni él, ni tú, ni yo
sabemos
renunciar
al juego de la mentira
al juego de la mentira
—maldita
comodidad—
por ir a vivir la vida
por ir a vivir la vida
huyendo de la
verdad.
No puedo sonreír
tragándome tu amor;
si estamos enamorados,
si estamos enamorados,
¿por qué no tener
valor?
Decirles que nos queremos,
Decirles que nos queremos,
dejar libre al
corazón.
Por lo que yo te
quiero
tendré que
acostumbrarme,
por lo que yo te quiero, amor,
por lo que yo te quiero, amor,
a no tenerte aquí.
Por lo que yo te quiero
Por lo que yo te quiero
tendré que conformarme;
por lo que yo te quiero, amor,
por lo que yo te quiero, amor,
he terminado
así.
Y se acabó el año nomás. Pásenla lindo, fresco y bailando, y nos vemos el año que viene, siempre y cuando no me haya derretido. O conformado con quedarme quieto. Maldita comodidad.
Y se acabó el año nomás. Pásenla lindo, fresco y bailando, y nos vemos el año que viene, siempre y cuando no me haya derretido. O conformado con quedarme quieto. Maldita comodidad.
DJ Vago
Muy buen artículo. Particularmente, Rodrigo no me caía nada en su época de apogeo hasta que en una fiesta me sacaron a bailar cuarteto... Oh!!! (A mí la música me llega por el baile también!). Además ese verano previo a su muerte vino a mi casa una tía fanática que me atormentaba todas las tardes de verano con su cassette de Rodrigo.
ResponderEliminarY así concluí (después de escucharlo ad infinitum) que mi tema preferido del Shodrigo es Amor Clasificado.
Buen Año!
¡Grande DJ Vago por traernos por un rato a Rodrigo! Les guste o no, fue quien popularizó en todos lados y en todos los niveles sociales el cuarteto cordobés.
ResponderEliminar¡Salud! (obvio que con un ferné)
Qué lindo, bien sentido, escrito con pasión cuartetera
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