“The Boxer”, de Paul Simon (1970) y “Sin
cadenas”, de Los Pericos (1998)
Diciembre me pegó como un cross a la mandíbula y me di
cuenta de que no había hecho nada en, a ver, aguanten que chequeo en la agenda…
sí: nada en todo el año. Y encima el espotifái me mandó un resumen anual y dijo
que tengo una edad musical de 3.051 años porque oigo canciones cuya letra fue
compuesta en el siglo X a.C., que escuché una cantidad de géneros musicales tan
alta que ellos mismos no sabían que existían tantos géneros, que cuando
quisieron encontrar a alguien con gustos musicales similares al mío no lo
hallaron en la Vía Láctea, y no sé qué otras cosas más. Igual no quería tus ridículas
clasificaciones, espotifái. Sos de cuarta.
Pero bueno, es diciembre y ha sonado, para bien o para mal,
la hora de la resiliencia. Así que retomo este blog y empiezo una pequeña serie
sobre canciones de dar pelea. Hoy, me dedico a temas dedicados (en teoría) a
boxeadores.
El boxeo es uno de los primeros deportes que se inventaron,
pero al menos en las últimas décadas es también el que menos se asocia con lo
artístico y la belleza; más bien se lo asocia a la brutalidad y la violencia. Por
eso que haya canciones exitosas dedicadas al box es, en principio, curioso.
Empiezo por la de Los Pericos: “Sin cadenas”, de 1998,
compuesta por el Bahiano, fue un gran hit, hizo que la banda fuera conocida más
allá de las fronteras y se afianzara como un estandarte del reggae
latinoamericano. Si escuchan la canción, no trata sobre un boxeador, claro: es
más bien una reflexión filosófica de un narrador que, como el de “Vagabundear”
del tío Joan, al comprobar que no tiene grilletes que lo contengan, decide
ponerse a andar sin rumbo para encontrar, ojalá, su propio camino.
Pero el clip sí está protagonizado por un boxeador. Y es un
boxeador real, no un actor que hace de boxeador: es el Karateca Medina, un
peleador que tuvo un par de peleas en el Luna Park pero que luego vio su
carrera diluirse entre sus problemas con las drogas y sus estadías en la
cárcel. Recién hacia el final de su carrera se rehabilitó, y luego abrió
gimnasios y ayuda a los jóvenes a encontrar un camino como boxeadores pero
alejados de los problemas.
Me resulta curioso, y bastante logrado, que esta letra
filosófica, al juntarse con el videoclip donde vemos a ese boxeador en
particular, se resignifica, de forma que las frases parecen aludir, en forma
apenas solapada, a los momentos de esa vida en particular: cuando estuvo preso
(con cadenas en los pies), cuando se hundió en las drogas (“y naufragué”),
cuando tuvo sus éxitos y fracasos deportivos (“he perdido, he ganado…”).
Lo mejor de la letra, lo que a mí más me gusta al menos, es
la frase final de las estrofas en la que el narrador despliega, con mínimas
palabras y sin ninguna complejidad (como lo haría un boxeador), la sabiduría
que adquirió en su incesante andar por una vida difícil:
Nada escapa, nada
muere, nadie olvida,
eso lo sé.
Y la letra se relaciona también con el origen de la canción: Gastón Gonçalves, el bajista de Los Pericos y coautor de la letra, desde hace muchos años buscaba a su hermano, Manuel Gonçalves, hijo de padres desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar en la Argentina (1976-1983). Y Manuel, que había sido apropiado siendo bebé y le habían dado otro nombre, era (fíjense qué casualidad) fanático de Los Pericos. Cuando años después restituyeron su identidad y supo que era hijo de desaparecidos y conoció a la familia que lo buscaba y a su hermano de sangre, dijo que ya lo conocía desde antes... por la tapa de los discos.
https://www.youtube.com/watch?v=rXCbSIKB9mI&list=RDrXCbSIKB9mI&start_radio=1
Sin cadenas
Sin cadenas sobre los
pies
me puse a andar,
hace tiempo quise
encontrar
el camino.
Nada escapa, nada
muere, nadie olvida,
eso lo sé.
Navegante sin rumbo fui
y naufragué.
Cada calle, cada rincón
fui conociendo.
Y he perdido, he
ganado, he sabido
defenderme bien.
Contengo la respiración,
es un día tan claro.
En busca de historias
felices:
felices serán
el día en que pise
firme.
Sol: mi luz; el norte y
el sur:
mi gran hogar.
Soy el margen de este
lugar,
un mapa ardiente.
Nada escapa, nada muere,
nadie olvida,
eso lo sé.
Bajo un árbol vi
atardecer
y fui feliz.
A escondidas te vi
llorar,
se fue tu vida.
Sin cadenas sobre los
pies
me puse a andar,
hace tiempo quise
encontrar
mi destino.
Nada escapa, nada muere,
nadie olvida,
eso lo sé.
La segunda y última
canción de hoy es anterior (salió casi treinta años antes que la de Los
Pericos) y más famosa, pues fue un hit a nivel mundial de Simon & Garfunkel
(aunque claro, a la canción la compuso Paul Simon). Se trata de “The Boxer” (“El
boxeador”).
Para hablar de sí mismo
y del momento en que estaba pasando, en que estaba recibiendo golpes (de la
crítica musical), Paul Simon usa la imagen de un chico joven que llega a la
gran ciudad y no tiene un mango, y va intentando conseguir laburo y sobrevivir,
solo, sin amigos, y cuenta su historia en primera persona mientras está
pensando en volver a su pueblo y a su hogar y dejar esa ciudad fría (en todo
sentido) que solo le trajo sufrimiento. Está bueno que la canción no deja claro
si ese chico pobre migrante es boxeador o no; en la última estrofa, cuando se
menciona al boxeador, se lo hace en tercera persona (“En la esquina hay un
boxeador…”), así que bien podría ser que el chico ve al boxeador y se siente
identificado, no que él mismo sea boxeador (además, tiene un vocabulario un
poco elevado, para los boxeadores promedio, incluso con giros lingüísticos y
palabras tomadas de pasajes de la Biblia (una de las lecturas de Paul Simon de
esos años).
Lo más llamativo y
memorable de esta canción (que no es, por cierto, de mis favoritas de Paul,
para nada) es el estribillo, donde de pronto Paul Simon, uno de los cantautores
que más palabras mete en una canción, y a veces las amucha para que entren más
y más palabras, de pronto se queda sin palabras y solo dice, en todo el
estribillo, un la la lai repetido (sí está bueno que entre ese lalalai se
escucha claramente un golpe, como si fuera el de un boxeador a un saco).
Paul contó en una
entrevista, muchos años después, que cada vez que escucha ese estribillo le da
un poco de vergüenza, porque sabe que fue un momento de vagancia al componer:
simplemente no encontró las palabras, y entonces no las agregó. Igual que hizo,
por ejemplo, Donovan en “Colours”, donde cuando le faltaba un verso entero para
terminar la estrofa y no se le ocurre nada canta simplemente “mm-mmm” y ya
está. Paul Simon reconoce, sin embargo, que a la gente le gustó el lalalai, que
permite que cada uno imagine qué es lo que podría pensar, decir o sentir el
protagonista de la canción. Además, claro, como ese silencio de palabras es un
caso raro (insólito más bien) en las canciones de Simon & Garkunkel, la
canción se destacó de las otras del dúo y ganó gran popularidad.
https://www.youtube.com/watch?v=l3LFML_pxlY&list=RDl3LFML_pxlY&start_radio=1
|
The Boxer I am just a poor boy All lies and jests Still, a man hears
what he wants to hear When I left my home
and my family Laying low La la lai. Asking only workman's
wages I do declare La la lai… Then I'm laying out
my winter clothes In the clearing
stands a boxer La la lai… |
El boxeador Solo soy un chico
pobre, aunque mi historia
rara vez se contó. Malgasté mi resistencia por un puñado de susurros; así son las promesas, todas mentiras y bromas. Igual, un hombre oye
lo que quiere oír y descarta lo demás. Cuando dejé mi casa y
mi familia no era más que un
niño en compañía de
extraños en la quietud de la
estación de tren corriendo asustado. Volando bajo en busca de los
barrios más pobres donde va la gente en
harapos rastreaba los lugares
que solo ellos conocían. La la lai… Pidiendo solo salario
de obrero fui a buscar trabajo pero no recibí
ofertas, solo un “vení” de las
putas en la avenida 7; confieso que hubo momento en
que estaba tan solo que tomé allí algo de
alivio. La la lai… Entonces doblo mi
ropa de invierno y voy queriendo irme,
volver a casa, donde los inviernos
de Nueva York no me desangren. Impulsándome a ir a casa. En el claro está
parado un boxeador y un luchador por oficio; carga con los
recordatorios de cada guante que lo
tumbó o lo cortó hasta hacerlo
gritar en su enojo y su
vergüenza. Me estoy yendo, me estoy
yendo, pero el luchador igual
se queda. La la lai… |
Y con esto me voy yendo
yo también, porque la época de las fiestas acá viene con un calor extremo que
no te cortará, pero te golpea y te ahoga como si fuera un gancho al hígado.
Como bonus track, la
versión en vivo de esta canción cuando, en el festejo de sus 75 años (en 2016), Joan Baez
lo invitó a Paul Simon al escenario. Confieso que me gusta más esta versión que
la del dúo juvenil con Art Garfunkel: acá este Paul Simon viejito la hace más
susurrada, más vulnerable y humilde, lo que me parece que va muy bien con la
historia. Además, claro, Joan Baez sigue teniendo una hermosa voz. Lo mejor de
esta versión, igual, es que le agregan una estrofa extra, que comienza en el
minuto 2:13 del clip:
Ahora los años ruedan
sobre mí, hasta a mí me roquean;
soy más viejo de lo que
fui y más joven de lo que seré: eso no es infrecuente.
No, ¿no es extraño,
tras cambios sobre cambios, que seamos más o menos iguales?
Tras los cambios, somos
más o menos los mismos.
La estrofa nueva
contiene una cita (“that´s no inusual”) de otra canción (que aparecerá en mi próximo
posteo) y, desde el 2:30 del clip, Joan canta imitando a Bob Dylan (en un
bardeo que ya había hecho, si recuerdan, en su cover de “A simple twist of fate”,
en un disco del que también hablaremos la próxima vez).
https://www.youtube.com/watch?v=lr1iKrTqa2w&list=RDlr1iKrTqa2w&start_radio=1
Y en mitad de la paliza,
me salvó la campana. Ya me voy me voy me fui.
DJ Vago

