solo un tema por semana,
y con que le guste al diyei alcanza

martes, 12 de diciembre de 2017

[200] Todos los días el día


 
“Perfect day” de Lou Reed (1972) y “Days” de David Bowie (2003)



En este día llego al posteo 200.
En este día termina la cuarta temporada.
En este día brindo sin ganas por mis seis hermanas mayores, a mi padre catalán, a mi madre vasca, a mi primo actor danés, a mis tías de nombres raros y a mis amigos conocidos y desconocidos, a quienes no creen que exista, a quienes solo cayeron por aquí equivocados, a quienes me siguen aunque no me lean, a quienes me leyeron alguna que otra vez, a quienes siempre están.
En este día me despido de todos, tal vez para siempre, probablemente hasta dentro de mucho.



Este día termina también la serie “Las diez de última”, con la reseña de los dos temas que elegí para decirles adiós y que siguen rondando el tema presentado la semana pasada  (con “Who knows where the time goes?”, de Sandy Denny): el tiempo.

El tiempo, recortado en su unidad más amable y cercana: el día. Un lapso claramente definido entre que uno se despierta (por lo general, por la mañana) y se vuelve a dormir (por lo general, de noche). Un tiempo suficiente para hacer al menos algo, para que sucedan al menos un par de cosas. Todo hecho importante de nuestra vida pasó cierto día, y cuando recordamos un evento significativo, señalamos el día preciso en un calendario. Todo día fue hoy, y todos los que fueron hoy (menos hoy) ya son ayeres, y todos los días del futuro se convertirán, estemos nosotros o no para comprobarlo, en hoyes. O algo así. Lo sigo pensando y mañana les confirmo.

Pero los días que nos importan son los nuestros, son los que vivimos. Estasdos canciones, cada una a su manera, relacionan el tiempo con el amor hacia una persona. No importa quién es esa persona (en ambas canciones eso queda sin definir: podría ser cualquiera, un/a amante, un pariente, un amigo o amiga). Pero esa persona lo significa todo, en ese día (que puede ser reflejo de todos los días de la vida).

La primera canción de hoy, “Perfect day” (no hay que saber mucho de idiomas para entender que es “Día perfecto”) es una gran canción de Lou Reed (que murió, lamentablemente, hace un par de años). Una canción muy morosa, demorada y lenta, y si solamente escuchamos al cantor, bastante depre. Pero la letra es, en su sencillez apabullante, bastante alegre y no tan transparente como simula ser.

La idea, más que simple, es describir un día perfecto, y agradecer a quien lo hizo posible.

Si uno imagina un día perfecto, tiende a pensar en cosas espectaculares: por la mañana ganamos el loto y nos volvimos millonarios, al mediodía la selección ganó el mundial, al atardecer nos levantamos a un/a supermodelo que odia el reguetón y por la noche se abolieron los Estados y se derrumbó el capitalismo (ya sé, ya sé que esto último hace que no importe tanto haber ganado el loto por la mañana, pero la idea se entiende, ¿no?). Un día perfecto cortado con esa tijera tendería a no existir, o a ser extremadamente raro. Uno podría vivir toda su vida sin pasar por un día así.

Pero esta canción nos dice, sin decirlo, que en verdad los días perfectos no son así. Que existen. Que están a nuestro alcance. Que los vivimos, quizá sin siquiera darnos cuenta.

La primera estrofa, en ese sentido, es genial y terminante:

Simplemente un día perfecto.
Beber sangría en la plaza
y después, cuando se pone oscuro,
vamos a casa.

¿Eso es un día perfecto? ¿Beber sangría en la plaza y después volver a casa? No es la descripción de una joda loca, eso es seguro.

La segunda estrofa, también genial, es una variante de la primera:

Simplemente un día perfecto.
Alimentar animales en el zoológico
y luego una película también
y después, casa.

Acá ya se hacen dos cosas (zoológico y cine) en lugar de una, pero igual estamos lejos de una efeméride mundial de las galaxias.

Este día perfecto es simplemente un día común (hay una excelente canción de mi amiga Dolores O´Riordan, “Ordinary day”, si pueden escúchenla).

Las dos estrofas no describen el mismo día, eso es claro: son dos días distintos. Y como dice (pronunciando para el culo) mi amigo Stephen Hawkings, “entre uno y el infinito todos los números son absurdos”, así que estas estrofas no hablan de dos días perfectos, sino de una sucesión de días: de cualesquiera días que pueden ser perfectos, en su cotidiana simplicidad. Potencialmente, esos días perfectos podrían ser centenares, miles.

Pero si son días comunes, ¿qué es lo que los vuelve perfectos?

Fácil y rápidamente comprendemos que lo hace perfecto NO ES lo rica que estaba la sangría o que el bambi mueva la cola cuando le damos una galletita, sino esa persona que está al lado nuestro en el pasto de la plaza o en la butaca de al lado en el cine. Lo perfecto es esa persona, estar con ella. Con ella es que un día común se vuelve extraordinario, que un momento corriente se vuelve inmejorable, perfecto.

El estribillo lo recalca, aunque no lo dice abiertamente. Él está contento de haber pasado ese día perfecto con esa persona especial (pero en realidad, sin ella no habría existido, esa perfección diaria). Esa persona es quien lo mantiene “enganchado”, quien lo mantiene en el aire, quien lo mantiene aquí, pendiente de este tiempo (algunos interpretan que esta es una canción “que está hablando de la droga”, por ejemplo la heroína; aunque esa interpretación es posible, no me parece para nada necesaria: las personas son la mejor droga que existe, la vida y el tiempo son más que suficientes para volar, si se dan las condiciones adecuadas).

Oh, es un día tan perfecto:
estoy contento de haberlo pasado con vos.
Oh, qué día perfecto:
hacés que siga enganchado,
hacés que siga enganchado.

En la tercera estrofa se redunda un poco en el “flaneur” como fuente de felicidad: en el pasear por la ciudad sin rumbo fijo, sin compromisos, planes ni preocupaciones, y dejar que los pasos nos lleven adonde sea.

Qué día perfecto.
Todos los problemas quedaron solos.
Turistas ocasionales a la deriva,
es tan divertido.

Pero en la cuarta y última se profundiza un poco: lo que esa persona especial logra, al acompañarlo, no es solamente pasarle las galletitas o el vaso, sino hacer cambios en el interior de él: volverlo otro, alguien mejor. Hacerlo una persona mejor, sin hacer nada particularmente espectacular, solo acompañándolo.

Qué día perfecto.
Hiciste que me olvidara de mí,
pensé que era otro,
alguien bueno.

A la luz de este planteo, el verso final: “Vas a cosechar lo que sembraste” deja de parecer una maldición mafiosa, y pasa a ser más bien un buen augurio: vos fuiste buena/o conmigo, y la vida, el destino o quien sea va a hacer que recibas también lo bueno que diste.

En fin: una hermosa canción, muy particular, sutilmente romántica y filosófica (como la canción de Sandy la semana pasada, si se acuerdan).



Perfect day

Just a perfect day
Drink sangria in the park
And then later
When it gets dark,
we go home

Just a perfect day
Feed animals in the zoo
Then later
A movie, too, and then home

Oh, it's such a perfect day
I'm glad I spent it with you
Oh, such a perfect day
You just keep me hanging on
You just keep me hanging on

Just a perfect day
Problems all left alone
Weekenders on our own
It's such fun

Just a perfect day
You made me forget myself
I thought I was
Someone else, someone good

Oh, it's such a perfect day
I'm glad I spent it with you
Oh, such a perfect day
You just keep me hanging on
You just keep me hanging on

You're going to reap just what you sow.
Día perfecto

Simplemente un día perfecto.
Beber sangría en la plaza
y después
cuando se pone oscuro
vamos a casa.

Simplemente un día perfecto.
Alimentar animales en el zoológico
y luego
una película también y después, casa.

Oh, es un día tan perfecto: estoy contento de haberlo pasado con vos.
Oh, qué día perfecto:
hacés que siga enganchado,
hacés que siga enganchado.

Qué día perfecto.
Todos los problemas quedaron solos.
Turistas ocasionales a la deriva,
es tan divertido.

Qué día perfecto.
Hiciste que me olvidara de mí,
pensé que era otro,
alguien bueno.

Oh, es un día tan perfecto: estoy contento de haberlo pasado con vos.
Oh, qué día perfecto:
hacés que siga enganchado,
hacés que siga enganchado.

Vas a cosechar lo que sembraste.


Pero para completar este día (y las diez canciones en la serie “Las diez de última”) me queda una canción más, “Days”, de David Bowie, quien ya apareció en los posteos 24 y 146, en los que hablamos de “Modern love” y “Space Oddity”, un grande grande de la canción mundial, quien también murió hace poco, qué pena.

(Dato fugaz: Bowie fue productor de Lou Reed en 1972, en el disco Transformer, que incluye el tema “Perfect day”.)

Una canción bastante nueva (del disco Reality, de 2003), muy poco conocida, con un ritmo simpático y movido, onda reggae.

“Days” se parece a “Perfect day” en que es una canción de agradecimiento a una persona que, para el cantor, lo significa todo.

Se diferencia en que aquí el cantor no está en su mejor día, sino todo lo contrario: está en las últimas. Y en este momento desastroso, recurre (una vez más) a esa persona que siempre está ahí, la que sabe que, aunque no tiene ninguna buena razón para salvarlo, lo va a rescatar del tsunami y lo va a apapachar. Él no sabe si antes necesitaba un amigo, pero seguro seguro que sí necesita uno ahora, en este momento en que se está volviendo loco y no sabe qué hacer.

Como la Cigarra de la fábula, en lo más crudo del invierno él llama a la puerta de la Hormiga, esperando que ella sea Hor-Amiga y lo ayude, a pesar de que claramente él no hizo nada para merecer esa ayuda.

La segunda estrofa, en ese sentido, es una genialidad de franqueza y vulnerabilidad al palo. La estrofa plantea una referencia (tal vez involunta) a la vomitiva canción de Bryan Adams para la malísima versión de Robin Hood con el maderísimo Kevin Costner, “Todo lo que hago lo hago por ti”. Pero aquí es precisamente lo contrario: “todo lo que hice / lo hice por mí”.

Todo lo que hice
lo hice por mí.
Todo lo que diste
lo diste gratis.
No di nada a cambio
y queda muy poco de mí.

Él fue egoísta, desconsiderado y, digámoslo, bastante malo. No dio nada, ni promete nada: por el contrario, avisa que le queda muy poco para ofrecer. Y sin embargo, allí está, suplicando la ayuda, una vez más, de la Hormiga Amiga.

A quien, al menos, le reconoce el valor de que hizo, hace y hará: le debe todos los días de su vida, y todos los días de su vida está en deuda con ella.

Todos los días de mi vida.
Todos los días te debo.

O sea: una hermosa y simple canción sobre agradecerle a quien nos salva cuando estamos en la lona, a quien hace vivible nuestra vida sin reclamarnos todo lo que hicimos (y probablemente seguiremos haciendo) mal.



Days

Hold me tight
Keep me cool
Going mad
Don't know what to do
Do I need a friend?
Well, I need one now

All the days of my life
All the days of my life
All the days I owe you

All I've done
I've done for me
All you gave
You gave for free
I gave nothing in return
And there's little left of me

All the days of my life
All the days of my life
All the days I owe you

In red-eyed pain I'm knocking on your door again
My crazy brain in tangles
Pleading for your gentle voice
Those storms keep pounding through my head and heart
I pray you'll soothe my sorry soul

All the days of my life
All the days of my life
All the days I owe you
Días

Agarrame fuerte,
manteneme fresco,
me vuelvo loco,
no sé qué hacer.
¿Necesito un amigo?
Bueno, ahora sí necesito uno.

Todos los días de mi vida.
Todos los días de mi vida.
Todos los días te debo.

Todo lo que hice
lo hice por mí.
Todo lo que diste
lo diste gratis.
No di nada a cambio
y queda muy poco de mí.

Todos los días de mi vida.
Todos los días de mi vida.
Todos los días te debo.

En dolor de ojos rojos vuelvo a llamar a tu puerta,
mi loco cerebro enmarañado
suplicando por tu amable voz.
Esas tormentas siguen golpeando
por mi cabeza y mi corazón
suplico que alivies mi alma atormentada.

Todos los días de mi vida.
Todos los días de mi vida.
Todos los días te debo.


Y con esto cierro la temporada y el blog, en el que (abro comillas) trabajé (cierro comillas) durante cinco años y un poquito más. Solo quedará un posteo más, que subiré próximamente, con el índice completo de las cuatro temporadas. Me voy para siempre o al menos hasta que me despierte, cual Godzilla, de mi siesta milenaria para sacudir los cimientos de la música universal pero sin que nadie me crea demasiado.

Fue un largo y bello día. Gracias por pasarlo conmigo.

DJ Vago





miércoles, 6 de diciembre de 2017

[199] En busca del tiempo escapado


“Who knows where the time goes?”, de Sandy Denny, con Fairport Convention (1969)


¿Puede una canción ser tristísima y alegre al mismo tiempo, ser lenta y pegadiza a la vez, ser filosóficamente profunda y de lo más sencilla, ser una de las mejores canciones de todos los tiempos y que no la conozca casi nadie?

Y sí. Puede.



Además de lo (indirectamente) dicho, la canción que presento hoy, locataria fiel de mi top 5 personal de canciones, fue compuesta e interpretada por una de las más hermosas voces de la canción mundial, una talentosísima cantautora que murió demasiado joven, con 31 años recién cumplidos, y es considerada la primera cantautora inglesa.

(Parece absurdo, ¿no? Uno pensaría que tuvo que haber cantautoras siempre, en un país con tanta historia musical como Gran Bretaña. Pensar que hubo una primera cantautora y que se sabe su nombre suena muy raro, como decir “X fue el primer delantero zurdo” o “Z fue el primero en ponerle kétchup a las papas fritas”.)

Hablo de Sandy Denny. Probablemente no la conozcan, y eso es a la vez triste e insólito. ¿Será la mejor cantante inglesa de todos los tiempos? Quizá. 



La pelea estará entre ella, Ann Wilson, Adele, un par más. Pero yo le voto a Sandy dos de cada tres veces, por más que Ann Wilson me parece más linda, como ya mencioné cuando hablé de “Barracuda” (posteo 12).

Y hablo de “¿Quién sabe adónde se va el tiempo?”, una de las más extrañas y memorables canciones de… ¿amor? ¿Filosofía? ¿Pachorra friolenta? Decidan ustedes mismos.

Sea lo que fuere, es una canción bellísima, conmovedora. Si no les parece bella y conmovedora, váyanse ya mismo de acá y no vuelvan más, ya no los quiero, ya llegó para ustedes la hora de partir.

(No, mentira, se pueden quedar, incluso si no les gusta la canción. Claro que puede no gustarles: es una canción lenta y tristona. A mí me eriza la piel y me enloquece, pero puedo aceptar que a otras personas no. Es más: puede no afectarme eso. He hecho, en mi vida, de la no afectación por conductas y opiniones ajenas una vocación.)

La letra de la canción: tres estrofas de seis versos que repiten una misma estructura (afirmación general, pregunta; afirmación personal, pregunta). Es una letra melancólica que gira todo el tiempo alrededor de un tema fundamental. Bah: es EL tema. El principal tema de todos, el tema humano por excelencia: el tiempo.

Todas las historias de amor son historias de amor y tiempo. Todas las historias de muerte son historias de muerte y tiempo. Cada impulso humano busca recobrar el tiempo perdido, retener el amado tiempo huyente. Todo lo humano es de tiempo, el tiempo es lo único que tenemos y a la vez no es nada, se nos escapa, se nos escurre más incorpóreo que el aire, más vacío que un cero, fugazmente infinito, burlonamente omnipresente, poderoso y esquivo. Es lo que no hay. Es lo que hay.

Esta reflexión poética sobre el tiempo comienza así:

Por el cielo atardecido, todos los pájaros se están yendo.
Pero ¿cómo saben que es su hora de partir?

Una muy buena pregunta, que no tiene respuesta (al menos, no en la canción). En lugar de intentar responder por qué se van los pájaros migratorios al terminar el otoño, la cantora contrapone su propia situación: ella no se va a ningún lado. Ella se quedará frente a la chimenea, para protegerse del frío del invierno. “No tengo idea del tiempo”, declara, y enseguida expresa y repite la pregunta del título: “¿quién sabe adónde se va el tiempo?”.

Frente al fogón del invierno yo seguiré soñando:
no tengo idea del tiempo.
Pues ¿quién sabe adónde se va el tiempo?
¿Quién sabe adónde se va el tiempo?

Una pregunta que se repetirá al final de cada estrofa y que no tiene, como toda gran pregunta, una respuesta general, satisfactoria y definitiva. Si se quiere una respuesta, cada uno debe ensayarla y encontrarla. Sandy no sabe adónde se va el tiempo; yo tampoco lo sé. Arreglensé ustedes, loco.

Pero la canción, mientras tanto, sigue. La segunda estrofa empieza con la memorable frase “sad deserted shore” (“triste costa desierta”), que en cinco sílabas te describe un paisaje y a la vez te establece todo un clima para la canción. Esta estrofa es más genial incluso que la primera: ahora son los amigos los que, al igual que las golondrinas, se marchan, y la cantora sigue allí, sin ninguna intención de irse (además, afuera hace frío, adentro está la chimenea encendida…). “Yo no cuento el tiempo”, dice ella, y es una maravilla de verso. Yo tampoco cuento el tiempo, Sandy. No sabés cómo te entiendo.

Triste costa desierta, tus inconstantes amigos se están yendo.
Ah, mas tú bien sabes que es su hora de partir.
Pero yo seguiré aquí, no tengo intención de irme:
yo no cuento el tiempo.
Pues ¿quién sabe adónde se va el tiempo?
¿Quién sabe adónde se va el tiempo?

Y la tercera y final estrofa le da un giro decisivo a la historia. Es una estrofa romántica y alegre (sin salir del aire melancólico que envuelve toda la canción). Ella declara: “No estoy sola mientras mi amor está cerca”, y así sabemos que alguien la acompaña, cuando se van los pájaros y los amigos inconstantes. Y ella sabe (no lo cree: lo sabe a ciencia cierta) que su amor seguirá con ella hasta “la hora de irse” (si estás distraído: se está hablando de morir, aquí, no de viajar al Caribe para pasar el invierno). 

Con su amor al lado, ella, envalentonada, desafía: “vengan nomás las tormentas heladas del invierno”, y luego que vuelvan los pájaros otra vez: “no le tengo miedo al tiempo”. Porque mi amor es tan fuerte, crece tanto, que vence al tiempo día a día, y lo vencerá hasta el final y para siempre (en el posteo 105, sobre “Come what may”, aparecía también el soneto de Quevedo sobre el amor, que es otra forma de decir esto mismo).

Y no estoy sola mientras mi amor está cerca.
Sé que será así hasta que sea hora de irse.
Así que vengan tormentas del invierno y luego los pájaros primaverales nuevamente:
no le tengo miedo al tiempo.
Pues ¿quién sabe cómo mi amor crece?
Y ¿quién sabe adónde se va el tiempo?

Es una estrofa profundamente alegre, esperanzada, feliz, y tiñe un poco de eso a toda la canción, que venía hasta llegar aquí más bien rumbeada para el derrape en la tristeza más sola, fané y descangallada que uno pudiera imaginar. En todo caso, igual se cierra sin afirmaciones, con una pregunta, con la misma pregunta de siempre: “¿quién sabe adónde se va el tiempo?”.

Si alguno tiene la respuesta, avise. Los que no, escuchen la canción con oído amable y arrímense al fuego, que hace frío.



Who knows where the time goes?

Across the evening sky, all the birds are leaving
But how can they know it's time for them to go?
Before the winter fire, I will still be dreaming
I have no thought of time
For who knows where the time goes?
Who knows where the time goes?

Sad, deserted shore, your fickle friends are leaving
Ah, but then you know it's time for them to go
But I will still be here, I have no thought of leaving
I do not count the time
For who knows where the time goes?
Who knows where the time goes?

And I am not alone while my love is near me
I know it will be so until it's time to go
So come the storms of winter and then the birds in spring again
I have no fear of time
For who knows how my love grows?
And who knows where the time goes?
¿Quién sabe adónde se va el tiempo?

Por el cielo atardecido, todos los pájaros se están yendo.
Pero ¿cómo saben que es su hora de partir?
Frente al fogón del invierno yo seguiré soñando:
no tengo idea del tiempo.
Pues ¿quién sabe adónde se va el tiempo?
¿Quién sabe adónde se va el tiempo?

Triste costa desierta, tus inconstantes amigos se están yendo.
Ah, mas tú bien sabes que es su hora de partir.
Pero yo seguiré aquí, no tengo intención de irme:
yo no cuento el tiempo.
Pues ¿quién sabe adónde se va el tiempo?
¿Quién sabe adónde se va el tiempo?

Y no estoy sola mientras mi amor está cerca.
Sé que será así hasta que sea hora de irse.
Así que vengan tormentas del invierno y luego los pájaros primaverales nuevamente:
no le tengo miedo al tiempo.
Pues ¿quién sabe cómo mi amor crece?
Y ¿quién sabe adónde se va el tiempo?


Como mencioné, Sandy murió con apenas 31 años, temprana y trágicamente, en 1978, tras haberse golpeado la cabeza al caer por una escalera y tras que le recetaran dextropropoxifeno, un analgésico con potenciales efectos secundarios fatales en pacientes alérgicos, depresivos, con arritmias, que beben alcohol o que tienen ansiedad (99% de la humanidad, bah).

Con los muchachos de la banda folk Fairport Convention, Sandy estuvo apenas dos años, a fines de los sesentas. Si bien ella había compuesto la canción un par de años antes, y Judy Collins (que no era nada lenta pa los mandados, como ya vimos en el posteo 138) ya la había covereado en el 68, es con la mencionada banda, en su excelente disco Unhalfbricking, de 1969 (aquí abajo pueden ver la tapa), 



que Sandy Denny grabó la versión más famosa, la que incluí y comenté aquí. Hubo algunos covers de grandes cantantes, como mi querida Nina Simone o Mary Black: pero nadie le llega a Sandy ni a los tobillos, al menos en lo que a esta canción se refiere.

Eso es todo por hoy: esto que ya pasó, aunque no se hayan dado cuenta, fue el comienzo de mi despedida. Solo queda un posteo más en esta larguísima temporada, sobre un par de canciones que también tratan, cada una a su manera, sobre el tiempo. Y luego me iré, quién sabe adónde.

Como una oscura golondrina se aleja el

DJ Vago