“Ruleta”, de Los Piojos, en su álbum Verde paisaje del infierno (2000)
Ya vamos por la cuarta entrega de esta serie de rock
nacional (argentino), y hoy probaremos suerte con una canción de Los Piojos,
banda liderada por Ciro (Andrés Ciro Martínez) y ya disuelta hace unos años
(Ciro, en un acto de retribución histórica, está ahora con Los Persas).
Los Piojos, sin ser grandes favoritos en mi Winco, es una
banda cuyos temas siempre tienen algo que me resulta interesante: a veces un
riff, a veces una melodía, o una imagen, o una vuelta de tuerca en la letra…
Aquí, en “Ruleta”, con una idea sencilla para la música y
otra idea sencilla para la letra, logran hacer un tema que me gusta mucho. Me
gustan mucho más las estrofas que el estribillo, a decir verdad: es como si en
el estribillo se les hubiera cortado la racha y hubieran tirado su última ficha
al paño, cayera donde cayera, esperando un golpe de suerte.
La idea que propone la canción no es nada novedosa: una
conexión entre el azar (representado por el juego de azar más emblemático y
vistoso, la ruleta) y las acciones y hechos más significativos de una vida, en
particular: el amor.
Los Piojos tienen siempre, aunque se encargan de disimularlo
lo más que pueden, una sutileza poética que los marca (como a un naipe). Los
primeros versos de esta canción, por ejemplo, me parecen preciosos.
En Comodoro rasgaste
mi piel,
un largo viaje al
desierto cruel.
Tus ojos verdes, oasis
para mi sed.
Ubican un lugar preciso (Comodoro Rivadavia, desierto frío y
cruel); señalan, en forma ambigua e indirecta, un hecho esencial (“rasgaste mi
piel”, “tus ojos” = “oasis para mi sed”) y aluden ya al tema de la canción, la
ruleta y el azar, por medio de la referencia a un color, el verde: verde de los
ojos de ella y verde también del paño sobre el que se apuesta. Los ojos son
como dos puntos verdes en un desierto infinito, y hacia ese improbable verdor se
viaja (fíjense cómo esta primera estrofa remite también al excelente título del
disco, Verde paisaje del infierno.
Y noten que la piel de él es rasgada, y rasgar es el
verbo que se usa para el paño de las mesas de juego: la piel de él es (también)
territorio del azar; o tal vez el amor lo rasgó como al paño de una mesa,
venciendo en él todo azar, eliminando la posibilidad de que el azar lo habite. Yo
creo que Los Piojos pensaron en todas estas cosas, al elegir el verbo rasgar; aunque puede que hayan tenido
suerte nomás: lo dejo a su criterio.
En todo caso, de entrada se plantea la relación entre suerte
y amor, entre azar y destino. Invariablemente uno recuerda la frase “Desafortunado
en el juego, afortunado en el amor”: fórmula de consuelo para quienes pierden
plata en la ruleta, equivalente al “pisar mierda trae buena suerte”, epigrama
que intenta ocultar lo evidente: pisar caca es ya en sí una muestra de que no
estamos pasando por una buena racha. En el mismo sentido, ¿por qué perder a la
ruleta implicaría que uno es afortunado en el amor? ¿Y por qué estar más solo
que un panadero napolitano implicaría que vamos a ganar la quiniela? No solo no
hay ningún motivo: ni siquiera sucede. Es más probable que perder plata en el
casino colabore a que pierdas toda relación humana significativa que aún
mantengas. Y estar correspondidamente enamorado no te quita chances de ganar la
lotería (¡tampoco las acrecienta!).
El cantor, aquí, la invita a ella a la ruleta. No, no es una
gran idea para organizar una salida, en una cita.
De la ruleta te quiero
llevar,
roja la sangre, verde
el paño de la libertad
pero mi suerte es
negra, mis dientes van a estallar.
Pero en realidad, él habla de la ruleta como un símbolo,
porque enseguida aclara que los colores (rojo, negro, verde) representan otras
cosas: la sangre, la libertad, la (mala) suerte… Digamos: la vida. La ruleta es
una imagen de la vida entera. Uno no va
a la ruleta: está dentro de ella. Giramos sin salida por la rueda de nuestros
días, sin saber adónde iremos a parar cuando paremos. Y las calles de la ruleta
(las líneas de números) son como las calles de nuestra ciudad, y coronar un
número (rodearlo completamente de fichas, apostándole de lleno y cubriendo también
los números de alrededor) no es muy distinto de coronar a una persona, de
señalarla como lo más importante, como nuestra última o única esperanza.
Como vas girando, voy,
¿dónde vas a parar hoy?
Tengo ya hasta la
mitad
toda bien cubierta, ¿ves?
Sobre mi calle estás
y yo ya te coroné.
Pero la ruleta, ese símbolo del azar, no es azarosa: se
muestra como un juego aparentemente justo, cuando la realidad es que es una
estafa al apostador. Y la estafa está en el cero, en ese numerito cero con
fondo verde. Sin el cero, la ruleta sería justa; con el cero, el casino siempre
gana, tarde o temprano, porque cuando uno acierta una ficha a pleno en un
número cualquiera recibe 36 veces su apuesta, cuando en realidad tuvo solamente
una chance de ganar en 37 números (del 1 al 36, más el cero); y cuando uno
apuesta a un color (negro, rojo), piensa que tiene la mitad de las chances de
ganar, pero en realidad tiene solamente una chance de victoria de 18/37
(apenas, lo suficientemente menor que la mitad). En una ficha se puede tener
suerte: pero si uno está frente a la ruleta el suficiente tiempo, siempre
perderá contra la Banca (moraleja: si tienen la oportunidad, en vez de un
almacén pónganse un casino).
La segunda y última estrofa me encanta también: refuerza que
su ruleta está hecha de negras noches y de blancos días (como el ajedrez de
Borges), pero sabe que el cero (ese fatal número verde, como los ojos que él
busca) siempre está girando alrededor, como un presagio de derrota.
Cada día trae su color
y cada noche seré un
apostador,
el cero siempre
girando alrededor.
Y él, como me pasa a mí también, ya no cree en el azar: la
banca siempre gana, y él sabe que se habrá ganado a pulmón cualquier propina
que obtenga del destino (para quienes no están familiarizados con la jerga: “gracias,
Caja de Empleados” es lo que dicen los croupiers cuando reciben una propina,
porque no se las quedan ellos individualmente, sino que al final del día las
juntan y las reparten entre todos los empleados del casino).
Y ya no creo, no creo
en el azar,
nada más todo esto
tenía que pasar.
Gracias Caja de Empleados,
propina especial.
El videoclip está muy bien, por más que se pone un poco en
onda “película argentina” (mostrando un viaje por Comodoro cuando la letra dice
“En Comodoro”, o haciendo coincidir “propina especial” con el momento en que él
da una propina). En el clip la ruleta no es metafórica sino real: ella es una
croupier en un casino clandestino (pero con show de música en vivo), él es un
apostador que le hace trampa al azar, pues actúa en tándem con ella (en teoría,
él apuesta a un número y ella consigue que salga, algo bastante improbable de
conseguir, a menos que la rueda de la ruleta haya sido alterada). Que el
apostador se quite la cara (como una careta) y debajo tenga el rostro de Ciro
es también un rasgo de película argentina: no necesitábamos que nos explicaras
que él eras vos, Ciro (aunque tal vez, probablemente, lo hizo para poder besar
a la actriz él también: en ese caso te perdono).
Al día siguiente, el apostador es un tipo distinto (pero la
idea es que aunque las caras cambien, él es siempre él). Hacia el final del
clip, la croupier es descubierta, y cuando el desagradable dueño del casino se
la quiere llevar para echarla o romperle los brazos (como sabemos, el hobby de
los dueños de casino), ella lanza al aire las fichas, generando una avalancha
de apostadores angurrientos y desesperados, lo que permite que ella se escape
con él. Hacia el final, en el casino destruido y desierto solo quedan los
integrantes de la banda, y Ciro lanza seis dados y consigue una ultra-generala
en el primer intento (los dados dibujan, tosca y pixeladamente, el logo de la banda, una especie de piojo orejudo). La generala servida significa, por supuesto, que el azar no existe. O
que los dados están, desde siempre y para siempre, cargados.
Ruleta
En Comodoro rasgaste
mi piel,
un largo viaje al
desierto cruel.
Tus ojos verdes, oasis
para mi sed.
De la ruleta te quiero
llevar,
roja la sangre, verde
el paño de la libertad
pero mi suerte es
negra, mis dientes van a estallar.
Como vas girando, voy,
¿dónde vas a parar hoy?
Tengo ya hasta la
mitad
toda bien cubierta, ¿ves?
Sobre mi calle estás
y yo ya te coroné.
Y toda mi vida aquí
estoy apostando, oh,
girando la bola va
¿dónde vas a parar
hoy?
Sobre mi calle estás
y yo ya te coroné.
Cada día trae su color
y cada noche seré un
apostador,
el cero siempre
girando alrededor.
Y ya no creo, no creo
en el azar,
nada más todo esto
tenía que pasar.
Gracias caja de
empleados, propina especial.
Como vas girando, voy,
¿dónde vas a parar hoy?
Tengo ya hasta la
mitad
toda bien cubierta, ¿ves?
Sobre mi calle estás
y yo ya te coroné.
Y toda mi vida aquí
estoy apostando, oh,
girando la bola va
¿dónde vas a parar
hoy?
Sobre mi calle estás
y yo ya te coroné.
Hasta el próximo martes… hagan sus apuestas… ¡¡No va
máááásssss!!
DJ Vago