solo un tema por semana,
y con que le guste al diyei alcanza

martes, 29 de marzo de 2016

[154] Podemos solucionarlo ayer


“We can work it out” y “Yesterday” (1965), de The Beatles (primera parte)


Es imposible completar un recorrido sobre los eventos musicales del año 1965 sin hablar de los Beatles. Fue un gran año para ellos. Ya dejaban definitivamente de lado esas canciones mediocres que otros componían para que ellos cantaran y entraron de lleno a interpretar las propias creaciones de Lennon-McCartney. Y sacaron un éxito tras otro, estaban imparables: en dos años tuvieron 11 canciones que alcanzaron el puesto 1 de los charts, y culminaron el 65 con seis Nº 1 seguidos (algo solo igualado en los setentas por los Bee Gees y superado en los ochentas, no sé cómo y no me interesa, por Whitney Houston); culminando la racha con las dos canciones de las que hablaré hoy (aunque en el orden inverso): “I feel fine”, “Eight days a week”, “Ticket to ride”, “Help!”, “Yesterday” y “We can work it out”.

(Mini digresión: empecé este posteo y ya veo que va para demasiado largo, así que lo voy a dividir en dos: hoy solo hablaré de “Podemos solucionarlo”, y la parte de “Ayer” la dejo para mañana. Lo que, en mi universo, sucede la semana que viene.)



“We can work it out” (“podemos solucionarlo”) es uno de los casos (más bien infrecuente) en el que John Lennon y Paul McCartney realmente colaboraron codo a codo para componer una canción. Lo que no explica, de por sí, que sea buena (aunque lo es), pues algunas canciones de las “miti y miti” no les salieron buenas. En general, había canciones más Lennon y otras más McCartney. Cuando uno los conoce lo suficiente, incluso puede dividirlas solo con escucharlas.

La letra de “Podemos solucionarlo” podría formar parte de uno de los spots que pasa canal 7 estos últimos meses sobre “tenemos que hablar más y tolerar las diferencias” (y que me dan ganas de salir a tirar molotoves a mansalva), aunque en la canción tenemos la ventaja de la música atractiva y además, que la argumentación es un intento desesperado por salvar una relación amorosa, un manotazo de ahogado para establecer una dialéctica que salve esto que tenemos y que se está yendo, sin dudas, a los caños.

De entrada, el cantor apela a “intentá ponerte en mi lugar”, a “miralo desde mi punto de vista”, ya las palabras no son suficientes si no ponés algo de buena onda vos (la segunda persona a quien se dirige esta canción/súplica):

Intentá mirarlo de mi lado,
¿tengo que seguir hablando
hasta ya no poder avanzar?

... porque si se miran las cosas desde el otro punto de vista, el de ella (digamos que es una ella, por comodidad), el amor está ya desbarrancando y está prácticamente desahuciado.

Mientras que si lo vemos a tu modo
existe el riesgo de pensar
que nuestro amor pronto se extinga.

... y él asegura que no es así, que el amor no murió, que:

Podemos solucionarlo,
podemos solucionarlo.

La repetición de la frase, oh paradoja, le resta seguridad: si tiene que repetirlo es que no es tan segura la cosa; como que él, además de convencerla a ella, tiene que convencerse a sí mismo de que es posible arreglar la situación.



La segunda estrofa redunda más o menos en la misma idea: “o lo sacamos bueno (a este amor) o nos decimos chau buenas noches... pero yo creo que podemos arreglarlo”. La música está en tono mayor, positiva, y el ritmo es un compás de cuatro tiempos (4/4) animoso, incesante.

Hasta aquí es una canción simpática, pero ahora se vuelve realmente interesante, porque al empezar el verso “Life is very short” (“la vida es muy corta”), la idea de lo corto de la vida y la falta de tiempo se remarca con un marcado cambio de ritmo: el compás pasa a ser de dos tiempos (2/4, como un tango o una marcha), y en el verso “for fussing and fighting my friend” (“para alborotar (o “armar quilombo”) y pelear (o “luchar”), mi amiga”), de pronto y sin aviso el compás volvió a cambiar a uno ternario: suena como un valsesito, ese verso.

(Digresión: se nota que los chicos eran jovencitos, porque si no hay tiempo en la vida para “alborotar y luchar”, no sé para qué sí habría tiempo. Claro que hay tiempo para eso. La línea “fussing and fighting” fue utilizada luego por Bob Marley como título de una canción (y tiene otra canción, buenísima, titulada “Time will tell” (el tiempo dirá), otro verso de más adelante en “Podemos solucionarlo”; eso es ejemplo para mí la insoslayable influencia de los Beatles en el reggae jamaiquino (el de verdad, bah), que a su vez, en los setentas, influenciaría al rock, incluyendo a los mismos Beatles (McCartney siempre aceptó y declaró esa influencia). Fin de la digresión.)



Los cambios de ritmo van marcando también el contrapunto de la argumentación, cómo el cantor va modulando sus ideas y haciéndolas oscilar entre un “bajá un cambio que te esssplico” y un “pero dale de una vez, querés” (conceptualmente asimilable al “¡vení para acá y amame!” con que termina el “Greensleeves” (ver posteo 73)). También muestra, indirectamente, la influencia de los dos dos compositores que estaban también fussing and fighting en el armado de esta canción: uno más impaciente y enérgico, Lennon, otro más reflexivo y sentimental, McCartney.

Los cambios de ritmo hacen única esta canción. No conozco otra canción en que vayan variando así los compases y eso dé un resultado tan bueno.

(Acá algún músico que haya caído por el blog de puro despistado me podrá retrucar que no hay cambio de compás sino que es un efecto logrado con contrapuntos, tresillos y otras guasadas, pero como no soy músico no me importa un carajo lo que digan, para mí hay cambios de compás y punto, sigan ustedes fussing and fighting, yo no tengo tiempo.)

Y la canción concluye con la conclusión (que es a la vez pedido cuasi suplicado): “Podemos solucionarlo, podemos solucionarlo, eh” (el “eh” está elidido, pero se escucha).

Elegí el siguiente clip en vivo para que vean a los Beatles, lo jovencísimos que eran, y las morisquetas de John, que casi no lo deja ponerse serio a Paul (Ringo y George, por su parte, están casi tocando en piloto).

[Bah, Ringo siempre tocaba en piloto, no tenía otra velocidad: como siempre que escucho a los Beatles, pienso que yo (o cualquiera) podría haber hecho exactamente lo mismo que Ringo (o mejor) y ser parte de la más pulenta banda de rock de la historia, pero el que se sacó la lotería es Ringo, ya está, quesevasé.]



We can work it out

Try to see it my way,
Do I have to keep on talking
till I can't go on?
While you see it your way,
Run the risk of knowing
that our love may soon be gone
We can work it out,
We can work it out

Think of what you're saying
You can get it wrong
and still you think that it's alright
Think of what I'm saying,
We can work it out and get it straight
or say good night
We can work it out,
We can work it out

Life is very short,
and there's no time
for fussing and fighting, my friend
I have always thought
that it's a crime,
So I will ask you once again

Try to see it my way,
Only time will tell
if I am right or I am wrong
While you see it your way
There's a chance that we may fall apart before too long
We can work it out,
We can work it out

Life is very short,
and there's no time
For fussing and fighting, my friend
I have always thought
that it's a crime,
So I will ask you once again

Try to see it my way,
Only time will tell
if I am right or I am wrong
While you see it your way
There's a chance that we may fall apart before too long
We can work it out,
We can work it out
Podemos solucionarlo

Intentá mirarlo de mi lado,
¿tengo que seguir hablando
hasta ya no poder avanzar?
Mientras que si lo vemos a tu modo
existe el riesgo de pensar
que nuestro amor pronto se extinga.
Podemos solucionarlo,
podemos solucionarlo.

Pensá lo que estás diciendo,
podés entender mal
e igual pensar que tenés razón.
Pensá en lo que estoy diciendo,
podemos solucionarlo y sacarlo bueno
o decir chau buenas noches.
Podemos solucionarlo,
podemos solucionarlo.

La vida es muy corta
y no hay tiempo
para alborotar y pelear, mi amiga/o.
Siempre pensé
que eso es un crimen,
asi que te preguntaré una vez más...

Intentá verlo a mi manera,
solo el tiempo dirá
si tengo razón o estoy equivocado.
Mientras que si lo vemos a tu modo
está la posibilidad de que nos derrumbemos
más temprano que tarde.
Podemos solucionarlo,
podemos solucionarlo.

La vida es muy corta
y no hay tiempo
para alborotar y pelear, mi amiga/o.
Siempre pensé
que eso es un crimen,
asi que te preguntaré una vez más...

Intentá verlo a mi manera,
solo el tiempo dirá
si tengo razón o estoy equivocado.
Mientras que si lo vemos a tu modo
está la posibilidad de que nos derrumbemos
más temprano que tarde.
Podemos solucionarlo,
podemos solucionarlo.




Y para cerrar esta primera parte del posteo, va un cover de Stevie Wonder en la Casa Blanca en 2010 (con Paul McCartney sentado en primera fila, y al lado los inquilinos, Obama y Michelle [Minidigresión: con esto me ganaré el corazón de los que amaron profundamente la visita de los morochos, la semana pasada]). Stevie siempre me cae simpático y lo considero un buen músico, pero aquí aniquila la canción: no solo destruye la melodía, sino que unifica todos los ritmos en un único 4/4 indistinto, con lo cual la canción pierde toda, pero toda su gracia, y hasta es difícil reconocerla (y me sirve para mi argumentación, porque vean con qué pocos cambios se puede pasar de una canción preciosa y memorable a una irreconocible y olvidable, aun siendo cantada por un gran cantor).



Y con esto termino por hoy, y dejo el ayer para el futuro. Está mal, pero confío en que algo podemos hacer.


DJ Vago

martes, 22 de marzo de 2016

[153] Deja que cante



“Zamba de mi esperanza”, de Luis Profili, por Jorge Cafrune



Sigue la serie “Cincuenta años no es nada, ponele”, para canciones de alrededor de 1965. Vieron que empecé con canciones en inglés (“California Dreamin´”, “My generation”). Y serán mayoría, porque en ese momento, arreciando los sesentas, el ojo de la tormenta musical mundial estaba en Inglaterra, y el resto del orbe, quién más quién menos, imitaba y copiaba lo que sucedía allá, que era de alguna manera el nacimiento del rock moderno.
Para que se den una idea, de 1965, acá en la Argentina, es una de las primerísimas canciones de rock en español, “La respuesta”, de Los Gatos Salvajes. Más allá de su valor como antecedente, es una imitación bastante sosa y somnífera de un tema (de los malos) de los Beatles.

Los Gatos Salvajes, “La respuesta”:


Otros, en cambio, imitaban a los Beatles pero les salía mucho mejor. Los uruguayos tenían algunos grupos muy buenos, y el gran hit del 65 por estas latitudes fue “Break it all”, de los Shakers, que parece propiamente compuesta por los Beatles del 65 (muchos no dudarían ni un instante en firmarla “Lennon-McCartney”), solo que con un mensaje bastante más antisistema que el de los pibes de Liverpool: “pero cuando empiece la música, no te quedes ahí como un pavote, salí a romperlo todo, ¡rompelo todo!”

Los Shakers, “Break it all”:


Pero por estos lares, el foco musical estaba puesto, desde hacía rato, en el folclore, que convocaba multitudes y llenaba los espacios disponibles de la radio y la televisión. El festival de Cosquín era EL acontecimiento musical del año, y todo el tiempo se componían y se grababan nuevos temas.

Es así que llegamos al tema de hoy, la archifamosa “Zamba de mi esperanza”, que si bien fue compuesta en la década previa (por el mendocino Luis Profili, que no sabía escribir música y componía así a la que te criaste con su guitarra), recién fue grabada en 1964 y 1965, por Cafrune primero y poco después por Los Chalchaleros. Así que, considerando los bajos estándares de calidad que me exijo a mí mismo, este tema me cuadra perfecto para la serie “Cincuenta años no es nada, ponele”. Y también, ya que estamos, para una mono-serie de “Cuarenta años no es nada”, porque ya mismo, pasado mañana, se cumplen 40 años del último golpe de Estado, que dio paso a la más sangrienta dictadura vivida aquí en la Argentina.

Y qué tendrá que ver la “Zamba de mi esperanza” con la dictadura, se preguntarán. Tiene. Ya llegaremos. Pero primero, presentemos al intérprete elegido, al gran Jorge Cafrune, “El Turco” como le decían (era jujeño pero hijo de sirio-libaneses, y se le notaba en la facha), quien fue el primero en grabar esta zamba y tal vez fue el primero en popularizarla. 


Cafrune empezó como parte de Las Voces de Hoayra (luego devenidos Los Cantores del Alba), pero luego se lanzó como solista y se presentó en Cosquín en 1962, con gran éxito. Pocos años después, mientras visitaba un pueblito perdido (Huanguelén), descubrió nada menos que al joven José Larralde. Y en el 65 llevó a Cosquín, sin avisar ni pedir permiso, a una pebeta papusa llamada Mercedes Sosa; Facundo Cabral siempre tuvo al Turco como gran amigo y maestro (“No soy de aquí ni soy de allá” la compuso para él)... Como para que se den una idea de que Cafrune no solo cantaba bien, también sabía de música, investigaba y escuchaba, y era buen tipo además. Solía salir a caballo y armaba largas giras visitando pueblitos y escapándole a las grandes ciudades.



En los setentas, Cafrune se fue de gira por España y Francia, y allí (en España) fue grabada la versión que elegi hoy, del programa de Rafaella Carrá. Mírenlo, no tiene desperdicio, comenzando por la siempre bizarrísima Rafaella, la facha del Turco (que me hace acordar al astrónomo árabe de El Principito (la película, recuerden que yo no leo), que hace un gran descubrimiento pero por cómo está vestido nadie le cree. Sin embargo, a Cafrune uno sí le cree, porque cuando termina la presentación y los besos y el cocoliche rubio de Carrá, empieza la intro de guitarra (muy linda) que Jorge compuso para la zamba, y luego empieza a cantar, y no hay nada bizarro aquí: tenía una hermosa voz, Cafrune, y la sabía usar. Pone la guitarra casi vertical, apretadita, casi como si le estuviera cantando a ella y a nadie más.




Zamba de mi esperanza

Zamba de mi esperanza,
amanecida como un querer.
Sueño, sueño del alma
que a veces muere sin florecer.

Zamba, a tí te canto,
porque tu canto derrama amor.
Caricia de tu pañuelo
que va envolviendo mi corazón.

Estrella, tú que miraste,
tú que escuchaste mi padecer;
estrella, deja que cante,
deja que quiera como yo sé.

El tiempo que va pasando,
como la vida, no vuelve más.
El tiempo me va matando
y tu cariño será, será.

Hundido en horizonte,
soy polvareda que al viento va.
Zamba, ya no me dejes,
yo sin tu canto no vivo más.

Estrella, tú que miraste,
tú que escuchaste mi padecer;
estrella, deja que cante,
deja que quiera como yo sé.


La zamba, de por sí, musicalmente, es de lo más sencilla. No tiene grandes complicaciones ni secretos, y toda su gracia (para mí) se contiene en esas dos notas del “zam-ba” inicial, ese intervalo descendente de cuarta (“de cuarta” es un término técnico, eh, no una valoración: de sol a re, cuarta descendente), intervalo que luego se va repitiendo en eco y estructurando toda la canción, dándole ese aire melancólico y lerdón, pero amable.

La letra está en segunda persona, el cantor le habla directamente a su amada, identificada con la palabra Zamba: la música, específicamente la zamba, es lo amado, lo que da sentido a la vida del cantor. Y le habla, entremedio, también a su destino (o a Dios, o a cualquier fuerza superior a lo humano), identificado con la palabra Estrella: le pide (en virtud de lo que pasó y padeció para llegar hasta allí) que le dé más tiempo para poder seguir cantándole a la Zamba. Por momentos parece que Zamba y Estrella fueran el mismo ser, en tanto mantiene la conversación con ambas a la vez; pero prefiero pensar que no, que una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, como decía Panigazzi: si fuera una sola, ¿por qué llamarla de dos formas distintas?

A la Zamba le dice que la quiere y que no lo deje; a la Estrella, en cambio, le pide que sí lo deje: que le dé tiempo para seguir viviendo, amando, cantando: “Deja que cante, deja que quiera como yo sé”. La del cantor es una doble esperanza, de amor y de tiempo; y como toda esperanza, es puro anhelo pero sin ninguna seguridad, porque la muerte puede sorprenderlo en cualquier momento y en la forma menos pensada. Puede decirse que es una canción esperanzada, pero no es alegre. Y está bien que así sea.

De ninguna manera esta zamba puede considerarse una canción de protesta, y su contenido político es tendiente a cero. Y sin embargo, los militares del gobierno de facto que comenzó el 24 de marzo de 1976 incluyeron a la “Zamba de mi esperanza” en su listado de canciones prohibidas (había, por supuesto, también listados de libros prohibidos, de teorías matemáticas prohibidas, de ropas y aspectos prohibidos, y claro, personas prohibidas, a esas directamente las mataban o las desaparecían).

En 1977, el papá de Cafrune (que era músico también) murió. Jorge volvió al país para el velorio, y se quedó. En enero de 1978 se volvió a presentar en Cosquín, ante una multitud que lo adoraba. Le pidieron “Zamba de mi esperanza”, y él, tras un instante de duda, dijo: “Aunque no está en el repertorio autorizado, si me la piden, la cantaré”. Y cantó la zamba.
Pocos días después, comenzó una larga cabalgata con rumbo a Yapeyú, en Corrientes, donde pensaba dejar un poquito de tierra que había juntado en Boulogne-Sur-Mer; de la tumba de San Martín hasta el lugar donde él había nacido. A poco de haber comenzado la cabalgata, fue embestido de lleno por una camioneta, que lo mató (nunca se aclaró, pero supongo que al caballo también). El hecho fue catalogado por las autoridades como “un accidente vial” y el conductor de la camioneta, supongo, ni siquiera fue preso. 

El dudoso “accidente”, con el tiempo, fue probado como un asesinato en toda la regla, pues se reunieron testimonios de personas detenidas ilegalmente en el campo de concentración y exterminio La Perla, en Córdoba (bajo responsabilidad del reverendísimo hijoputa Luciano Benjamín Menéndez), que escucharon cómo unos milicos nefastos planeaban “el operativo especial” contra Cafrune, que no podía ser un “típico” secuestro seguido de torturas y muerte, en tanto el Turco era una figura muy popular y lo único que había hecho era cantar una zamba. Pero los milicos consideraban que haber cantado “Zamba de mi esperanza” era un gesto de rebeldía, y que si no hacían nada, pronto seguirían otros gestos, y así quién sabe adónde podían llegar a parar. Tal vez, a torcer el rumbo, a cambiar las cosas, a evitar que siguieran robando (porque los civiles y milicos que propiciaron el Golpe se hicieron millonarios de la noche a la mañana, nunca hay que olvidar eso), torturando y matando... Tenían miedo, pavor de que se sumaran los gestos, de que la gente cantara lo que no debía cantar, leyera lo que no debía leer... Tras el “accidente”, los mismos milicos, en La Perla, festejaron el éxito de su “operativo especial”, que no dejó que cantara más uno de los más grandes folcloristas que dio nuestro suelo.

Alguien podría preguntarse, también: ¿y por qué estaba esta zamba en el listado de canciones prohibidas? La respuesta es tan sencilla y absurda que no podría incluirse en ninguna novela o cuento, porque sería tildada de inverosímil; pero la realidad es menos quisquillosa que la ficción. “Zamba de mi esperanza” estaba prohibida por incluir una única palabra, una palabra que no querían que sonara ni existiera. Esa palabra era esperanza.


Hasta la próxima semana, espero,

DJ Vago


martes, 15 de marzo de 2016

[152] T-t-tel-tel-t-te lo di-digo bien c-c-clarito


“My generation” (1965) y “Baba O´Riley” (1971), de The Who



Como segunda entrega de la serie “Cincuenta años no es nada, ponele”, vamos con una de mis bandas de rock favoritas: The Who. “El Quién”, sería la traducción, y más allá del chiste eterno de:

—Voy al recital.
—¿De quién?
—Eso mismo.

The Who es una gran, gran banda. Tuvieron uno de los mejores bateristas de todos los tiempos, el frenético Keith Moon. Y uno de los mejores (si no el mejor) bajistas de todos los tiempos, el impávido John Entwistle (ambos, Keith y John, murieron ya, jóvenes). Y en la guitarra, a uno de los mejores compositores, el líder indiscutible de la banda, Pete Townshend, quien nunca fue un gran gran guitarrista, pero así y todo inventó algunos de los “tics” más característicos de los guitarristas roqueros. Les faltó solamente tener un gran cantante: Roger Daltrey no es malo, no, pero el rubio nunca alcanzó ese nivel mítico de los otros tres. Si hubieran tenido un gran cantante, tal vez The Who sería la mejor banda de todos los tiempos; aun sin él, está en el top cinco (en mi ránking). Nada mal.



En 1965 recién estaban empezando, y ahí nomás, como para romper el hielo, lanzaron “My generation”, considerada unánimemente como una de las canciones de rock más significativas de la historia, aunque para mí no es ni cerca de las mejores de The Who, en tanto es un tema temprano, musicalmente bastante básico.

Tiene, eso sí, algunos puntos notables, muy notables, que hacen que realmente la canción funcionara como definición de una época y de una generación. Todo el tema está armado con una estructura de pregunta-respuesta: a cada verso de Daltrey le responden John y Pete con “Talkin' 'bout my generation”, como para que no se nos olvide.

La definición de quiénes somos, de cómo es “mi generación” es bastante pobre de palabras, pero a la vez elocuente: “acá andamos dando vueltas por acá, las cosas se ven bastante mal para nosotros, nos quieren mandar al muere y no entienden lo que decimos”. La idea se sintetiza en el famoso cuarto verso: “Ojalá me muera antes de volverme viejo”, algo que obviamente no pueden pensar hoy en día Townshend ni Daltrey (ya de lleno en los setenta pirulos), pero que suena más que razonable en un chico de veinte años: envejecer es peor que la muerte, porque es volverse eso que odiamos: los poderosos, los que (nos) arruinan el (nuestro) mundo, los fracasados...

Pero lo más característico de la canción, lo más genial es sin dudas el tartamudeo. Aparentemente tartamudear la letra es una invención que surgió, como la penicilina, de puro pedo: Daltrey se trabó la lengua durante un ensayo, y Pete y los demás sugirieron que lo incorporaran definitivamente.

Con el tartamudeo, la definición de “mi generación” se vuelve mucho más exacta, en tanto ahora realmente no se le entiende bien al cantor lo que dice, y es muy fácil “tirarlo a menos” y considerarlo un pobre pibe infeliz, y no comprender cómo está tan orgulloso de su generación cuando ni siquiera puede modular bien una frase de cinco palabras. “¿Este pibe es el dueño del futuro del mundo?”, podemos imaginar que piensa, entre decepcionado y temeroso, ese viejo que mira a los The Who sentado en su sillón de pana rellenado con billetes y con la dentadura dentro del vaso en la mesita de luz.

El tartamudeo, además de mostrar frustración, enojo y una pizca de trauma mental (“el tartamudeo es amigo de la psicosis”, suele decir mi hermana la cuarta) también permite sugerir, sin hacerlo abiertamente, la confrontación directa y abrupta con todos los demás, con los que no forman parte de ese “nosotros”: “Por qué no se van todos a ca-ca-ca-casa” (Why don't you all f-f-fade away, la “f” repetida sugiere fuertemente la mala palabra “fuck”).

Sin el tartamudeo, estoy seguro de que esta canción no habría prosperado y no habría, por lo tanto, llegado a este blog. Con el tartamudeo es me-mem-memo-memorable.

El clip que pongo es de un programa en vivo, donde se ven los dos grandes inventos de Townshend: “el molino”, es decir, tocar el acorde con un movimiento amplio y circular del brazo, y destrozar la guitarra contra el piso (sí, eso lo inventó The Who, antes nadie había roto un instrumento en un recital); es más, rompe dos guitarras, como se ve al final, después de que estallara una bomba de humo y todo se fuera al carajo. El conductor del programa, escandalizado, no da crédito a lo que sucede, y la facha de Pete (que si no está drogado (“wasted”) al menos lo parece) es genial. Keith también tiró al carajo la batería, todo se volvió un verdadero quilombo, y eso lo hace uno de los mejores clips de rock del siglo XX, en mi ránking. Y nos permite ver, en el comienzo, la cara de nene de Keith y cómo John toca el bajo con maestría y sin púa, directamente con los dedos.



My generation

People try to put us d-down
(Talkin' 'bout my generation)
Just because we g-g-get around
(Talkin' 'bout my generation)
Things they do look awful c-c-cold
(Talkin' 'bout my generation)
I hope I die before I get old
(Talkin' 'bout my generation)

This is my generation
This is my generation, baby

Why don't you all f-f-fade away (Talkin' 'bout my generation)
Don't try to dig what we all s-s-s-say (Talkin' 'bout my generation)
I'm not trying to 'cause a big s-s-sensation (Talkin' 'bout my generation)
I'm just talkin' 'bout my g-g-g-generation (Talkin' 'bout my generation)

My generation
This is my generation, baby.

Mi generación

La gente trata de tirarnos ab-bajo
(Hablando de mi generación)
solo porque and-and-damos por acá
(Hablando de mi generación)
Las cosas se ven trem-tremendamente frías
(Hablando de mi generación)
Ojalá me muera antes de volverme viejo
(Hablando de mi generación)

Esta es mi generación.
Esta es mi generación, nena.

Por qué no se van todos a c-c-casa
(Hablando de mi generación)
no intenten cazar lo que d-d-decimos
(Hablando de mi generación)
No intento causar una gran s-s-sensación
(Hablando de mi generación)
Solo hablo de mi g-g-generación
(Hablando de mi generación)

Mi generación.
Esta es mi generación, nena.



A pesar de lo dicho, “My generation” no le hace justicia a The Who, no es de las mejores canciones. Y tienen muchos temas geniales. Como muestra, y para que esta entrada sirva como presentación para quienes no los conocen (¿habrá alguien que no los conozca?), va “Baba O`Riley”, uno de los temas que más me gustan.



El tema, que formaba parte de una malograda ópera-rock, es bien orquestal. Empieza con una larguísima intro de 40 segundos de puro arpegio de teclado y bajo, organizada por Entwistle. Y ahí en el segundo 42 entran con fuerza los tres acordes de guitarra: es genial ese comienzo. En otra canción, sin ese entorno, los tres acordes podrían pasar desapercibidos, pero aquí ponen la piel de gallina. Los acordes se repiten tres veces y ahí, en el segundo 57, entra la batería de Keith Moon, siempre sobre la misma base incesante de arpegio en teclado. La intro se extiende hasta el 1:16, larguísima intro, y recién entonces entra la voz de Daltrey, que aquí suena de lo mejor que sonó nunca: aquí si parece un gran cantor (por un rato).

La letra nos presenta una historia que parece sacada del Antiguo Testamento: un campesino, un trabajador del campo y su esposa Sally, que aunque no necesitan perdón buscan un futuro, y deben abandonar su tierra para migrar hacia el sur en busca de una tierra prometida que no promete demasiado, y tienen que cruzar por un extenso e interminable páramo, un baldío adolescente, lleno de jóvenes desperdiciados. Es una gran imagen esa del basural de adolescentes (“teenage wasteland”). El cantor le dice a Sally que deje todo y no mire atrás, y casi nos imaginamos que si ella desobedece se convertirá en una estatua de sal, como la mujer de Lot.

Y la canción, cuya letra termina en el 3:32, sigue aún un minuto más, con una coda orquestal con onda oriental e incesante, también imperdible. Es como si fuera una corta canción punk de dos minutos envuelta en ropajes de ópera.

Una gran canción, si me preguntan. Y si no me preguntan también. Más c-c-claro e-e-chale ag-agua.



Baba O´Riley

Out here in the fields,
I farm for my meals,
I get my back into my living.
I don't need to fight,
To prove I'm right,
I don't need to be forgiven.

Don't cry,
Don't raise your eye,
It's only teenage wasteland.

Sally take my hand,
We'll travel south cross land,
Put out the fire,
And don't look past my shoulder.
The Exodus is here,
The happy ones are near,
Let's get together,
before we get much older.

Teenage wasteland,
It's only teenage wasteland,
They're all wasted.

Baba O´Riley

Acá en los campos
trabajo por mis comidas,
pongo el lomo para ganarme la vida.
No necesito luchar
para probar que tengo razón,
no necesito ser perdonado.

No llores,
no levantes la mirada,
es solo un baldío adolescente.

Sally, tomá mi mano,
viajaremos campo traviesa al sur.
Apagá el fuego
y no mires por detrás de mi hombro.
El Éxodo llegó,
los felices están cerca,
vamos juntos
antes de volvernos más viejos.

Baldío adolescente.
Es solo un baldío adolescente.
Están todos desperdiciados.

Y eso es todo por hoy, la semana que viene, si no me volví demasiado viejo (lo que me obligaría a suicidarme antes del lunes), presentaré un nuevo tema de 1965, al grito (con la voz de Gardel) de “Cincuenta años no es nada”.

Se despide rumbo al páramo y sin mirar atrás,


DJ Vago