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y con que le guste al diyei alcanza

lunes, 1 de abril de 2013

[23] Guardá las copas, que ahí viene mamá


“La infernal sed de venganza” de la Reina de la Noche, de Wolfgang Amadeus Mozart, en su ópera La flauta mágica (1791).



A la señora Gati y Anigati, que cantan este tema todas las noches 
sin ningún esfuerzo, y sin hacer muecas.



Con esta entrega nocturna culmina, a todo trapo, la serie de temas dedicados a los momentos del día. El tema en sí no habla de la noche, pero está cantado por la Reina de la Noche, uno de los personajes más famosos de la ópera mundial (a pesar de que canta solamente dos números en una ópera ligera alemana).

La ópera es La flauta mágica, de Mozart, estrenada en 1791, dos meses antes de la muerte de su autor, el compositor austríaco-alemán Wolfgang Amadeus Mozart, que en ese momento tenía 35 años (a pesar de lo cual es uno de los compositores más prolíficos de la historia, solamente superado, entre los grandes de verdad, por Bach, que vivió casi el doble de tiempo).

Debería decir algo de Mozart, me doy cuenta. Hagámoslo breve, que me canso.
Entre los superamigos de la música (Bach, Mozart, Beethoven), él es el que siempre fue considerado el más genial, el epítome de la genialidad musical (aunque Bach era capaz de improvisar fugas a seis voces y Beethoven creó algunas de las melodías más famosas y taladrantes de la historia). Pero es cierto que Mozart, paseado por su padre desde los 6 años por toda Europa para que tocara el violín y el clavicordio (junto con su hermana) para príncipes, papas y emperadores, fue siempre genial. Sus partituras (como se comenta en la galardonada película Amadeus, de Milos Forman) no presentan borroneos ni cambios de opinión, y aunque era tarambana, parrandero y escatológico (son famosos sus intercambios de correspondencia con su madre, en los que se cuentan cuántas veces cagaron por día y hasta qué colores y texturas tenían dichas deposiciones), su música fue siempre limpia, brillante, intensa. Durante los últimos dos siglos, fue un lugar común proponer que Dios, mientras descansa en el Cielo rodeado por sus coros angélicos, escucha música de Mozart.

Hablemos ahora de La flauta mágica. A mí, personalmente, la ópera (como género) no me gusta. Tampoco la comedia musical: son géneros demasiado pretenciosos. Cantar bien es difícil. Actuar bien es difícil también. Las dos cosas: casi imposible. Y lo mismo vale para los compositores: podés ser un gran compositor, y hacer óperas totalmente olvidables (como las de Beethoven, por ejemplo). Y las óperas italianas (las más famosas) para mí siempre se quedan un poco cortas en cuanto a lo musical: los italianos fueron buenos músicos, pero no al nivel de un Bach o de un Mozart. Wolfgang mismo no fue parejo en su nivel operístico. Siempre en mi opinión, solamente hizo tres óperas excepcionales:

-          Cosí fan tutte (“así hacen todas”), famosa por su hit “Voi che sapete” (“ustedes que saben”: ustedes que saben / qué es el amor / díganme, mujeres / si es lo que tengo en el corazón), una típica comedia de equivocaciones, con personajes enmascarados y enredos travestidos.

-          Le nozze di Figaro (“las bodas de Figaro”), que comienza con Fígaro midiendo la cama que compartirá, después de casado, con su prometida, y va agregándole metros y metros; más adelante en la ópera, se hace cantar a ocho personajes a la vez, cada uno con su propio texto y melodía, y se le dice “condecito” al personaje del Conde, por lo que casi catalogan a Mozart como marxista antes de tiempo.

-          Die Zauberflöte (“la flauta mágica”), esta última en idioma alemán, con lo que demostró sobradamente que se puede hacer una gran ópera sin necesidad de apuntalarse en las múltiples emes y enes de la lengua del Dante.

El libreto de La flauta mágica, escrito por Emanuel Schikaneder, un empresario teatral amigo de Mozart (y compañero de hermandad masónica), rebosa de referencias a la masonería, con todo el blablá de la blanca sabiduría, la ciencia sobre la oscuridad (tan femenina) de los sentimientos y la ignorancia, etcétera. También rebosa, el libreto, de desprecio hacia las mujeres y de racismo (el personaje del moro, tan morocho como perverso y libidinoso, confiesa que “lo negro es malo”, mientras manosea un poco a su prisionera, la pálida Pamina); pero estas dos características son muy de la época, en toda Europa Occidental, por lo que sería algo injusto y anacrónico culpar a Schikaneder o a Mozart por algo que “estaba en el aire” por todos lados.

A pesar de que el texto recalca una y otra vez lo inferiores que son las mujeres y cómo deben someterse a la “sabiduría” de los varones juiciosos, y de que Pamina, la jovencita linda (pero tontísima y sin un gramo de personalidad) va de acá para allá, comerciada casi como moneda de curso legal, hay un personaje que “se roba” la ópera. Hay dos, en realidad; los dos, curiosamente (o nada curiosamente) son personajes secundarios:

-          Papageno, el hombre-pájaro que captura pajaritos y se los vende a la Reina de la Noche; es gracioso, simpático, cobarde (y lo asume sin problemas), pragmático, y su única ambición es encontrar una chica y “tener hijos” con ella.

-          La Reina de la Noche, que al quedar viuda fue despojada de sus propiedades (porque el inútil de su marido, antes de morir, le dejó todo a Sarastro, desheredando a su esposa y a su hija para que “vivieran bajo la guía de los hombres sabios”) y despojada también de su hija, que es secuestrada (sí, secuestrada) por el “sabio” Sarastro, el Luminoso,  una especie de semi-sacerdote, líder de una secta personalista de culto a él mismo (identificado con el Sol); Sarastro será muy luminoso y canta muy, pero muy grave, pero es (en mi opinión) tremendo hijo de puta.

La Reina de la Noche, entonces, es despojada, vituperada y cascoteada durante toda la ópera, y sin embargo, termina siendo algo así como la heroína moral del asunto, y a pesar de que aparece solo un par de veces, cuando lo hace, brilla. Brilla de seducción (como cuando convence, en el primer acto, al joven Tamino de que vaya a rescatar a su hija de las garras de Sarastro) y de furia, cuando se enfrenta a la tonti de su hija para conminarla a que apuñale a Sarastro o corto-mano-corto-fierro-tijerita-tijerita.

Esta última escena, donde la Reina expone toda su nocturna furia vengadora ante su hija mientras le encarga un asesinato, es el tema elegido esta semana. Porque es mozartiano a full y porque incluye algunos de los sonidos más extremos que puede articular un ser humano, en una forma dramática, bella y memorable. Son tan extremos, los agudos (sobreagudos sería más exacto) que llegan a un fa6, lo que se traduce, técnicamente, como “la nota en que ya se rompieron todas las copas, y empiezan a agrietarse las paredes”.

En tanto La flauta mágica es una de las óperas más cantadas en la historia (la número uno entre 2005 y 2010, por ejemplo), hay miles de versiones. Yo pondré dos o tres, pero elegí, como referencia principal, la de la soprano alemana Diana Damrau en el Festival Mozartiano de Salzburgo de 2006. No la elegí por el vestuario (a pesar de que a mí sí me gustó el traje verde oscuro, por lo que Diana recibió el apodo de “Reina del Brócoli”), sino por la notable ejecución vocal de la pieza y la gran expresividad y emotividad con que actúa el personaje. Se le ponen un poco los ojitos bizcos al hacer los sobreagudos, pero bueno, quisiera verlos a ustedes, a ver qué cara ponen al cantar un fa seis (yo paso).






Der Hölle Rache

Der Hölle Rache kocht in meinem Herzen,

Tod und Verzweiflung flammet um mich her!

Fühlt nicht durch dich Sarastro Todesschmerzen,

So bist du meine Tochter nimmermehr.

Verstoβen sei auf ewig, verlassen sei auf ewig,

Zerstrümmert ser´n auf ewig alle Bande der Natur.

Wenn nicht durch dich Sarastro wird erblassen!

Hört, Rachegötter, hört der Mutter Schwur!
La infernal sed de venganza

Una infernal sed de venganza hierve en mi corazón,

muerte y Desesperación arden a mi alrededor!

A menos que Sarastro reciba de ti el dolor de la muerte,

ya no serás hija mía,

repudiada para siempre, abandonada para siempre,

destruidos para siempre todos los vínculos naturales.

A menos que Sarastro muera por tu mano!

Escuchen, dioses de la venganza, el juramento de una madre!




Van también otras versiones importantes, como para que (si tienen ganas) escuchen y comparen:

-          Por Edita Gruberova, famosa cantante eslovaca (dos versiones, en estudio [jovencísima] y en vivo [ya más grandecita]).




http://www.youtube.com/watch?v=-HXHTHgNfnw



-          Por la francesa Natalie Dessay (que la revolea a la hija y casi le arranca la mandíbula).




-          Por la holandesa Cristina Deutekom, que se parece tanto a la enfermera Ratchet, de Atrapado sin salida, que me da miedito, y que en los sobreagudos parece balbucear, lo que no me gusta nada:





Se despide hasta otra noche, mientras barre los vidrios rotos,
DJ Vago


7 comentarios:

  1. La Sra Gaty solía silbársela a Anigaty para que se durmiera, ja!

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  2. Para ser tan vago, el informe es bastante minucioso, DJ...
    Muy bueno!

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    1. Es que a veces me da fiaca ser tan vago: porque como decía Haroldo Conti, para ser un vago perfecto hace falta dedicación, y soy demasiado vago para tenerla.

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  3. La vida entera de Anigaty se puede contar a través de su relación con La Flauta Mágica, pero no es este el lugar para tanto acoso al dj. Me encantó la selección, y eso que soy picky con mis Reinas de la Noche. Mi favorita, porque fue mi primera, siempre será Zdislava Donat y va la muestra: http://youtu.be/ObkwFlSh0BY

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  4. Nota melanco del amor por Mozart y la ópera: mi papá, emocionado del marxismo mozartiano de Fígaro, siempre me cantaba la línea del "Se vuol ballare, signor contino, il chitarrino le suonerò", porque la había interpretado en su juventud teatrística en Santa Fe.

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  5. Mejor que mejor, volví a buscar en la Cofradía de la Costa y encontré "mi versión" completa en 3 cds, by James Levine, con la Vienna Phillarmonic, con Donat y amigos. Se la re banca esa mina y eso que a Mozart le gustaba torturar cantantes con notas imposibles, eh? Si le interesa, comparto.

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