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sábado, 4 de enero de 2020

[218] Soy una tumba


“The long black veil” (1959) de Danny Dill y Marijohn Wilkin, por The Chieftains y Mick Jagger




Empieza un nuevo año y aprovecho el envión de diciembre para continuar y (ojalá) en un par de semanas terminar la serie “Fantasmas”, dedicada a canciones con: adivinen. Hasta ahora, comenté: “Molly Malone” (posteo 128), “Cumbres Borrascosas” (posteo 214) y “El fantasma de Canterville” (posteo 217, la semana pasada).

Hoy vamos con un tema que es de fantasmas, sí, pero no es una típica canción de fantasmas. Es más bien un tema policial, como “El testament d´Amelia” (¿se acuerdan del posteo 6, año 2012?): aquí se despliega todo un caso, incluyendo crimen, investigación, juicio y condena. Y recién luego de todo eso es que aparecen los fantasmas.

La canción es de 1959, una balada de género country (“el hermano aburrido del folclore”). La letra es de Danny Dill y la música, de la cantricantautora Marijohn Wilkin. Fue grabada originalmente por el “Zurdito” Lefty Frizzell, y si no fue el mayor éxito de su carrera, le pega en el palo. La versión de Frizzell está muy bien (abajo la agrego, por si la quieren escuchar), pero como versión principal elegí la que grabó (en 1995) el famoso grupo irlandés de música celta The Chieftains, cantada nada más y nada menos que por el inmortal Mick Jagger. Esta versión es un poquitín más lenta que la original, pero está bastante des-countrysada, lo que (siempre en mi tan humilde como infalible opinión) le hace bien.

Empecemos entonces. En la primera estrofa se describe el crimen (un asesinato) y nos enteramos de un dato clave: todos los testigos concuerdan en que el asesino se parece un montón a... quien está cantando esta canción.

The long black veil

Ten years ago,
on a cold dark night
There was someone killed
'neath the town hall light.
There were few at the scene,
but they all agreed
That the slayer who ran
looked a lot like me.
El largo velo negro

Diez años atrás
en una fría y oscura noche
alguien fue asesinado
bajo la luz de la Alcaldía.
Hubo pocos en la escena
pero todos estuvieron de acuerdo
en que el criminal que huyó
se parecía mucho a mí.

La segunda estrofa nos ahorra varios pasos y nos presenta el juicio abreviado: el juez le pregunta al cantor-acusado cuál es su coartada. Como la evidencia es circunstancial (el parecido físico del acusado con quien cometió el delito), una buena coartada puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. Y el acusado es inocente del crimen y tiene una excelente coartada... pero decide callar. Aunque le cueste la vida. ¿Por qué? Porque en el momento del asesinato él estaba en brazos de la esposa de su mejor amigo, y contar eso, a la vez que probar su inocencia, probablemente perjudicaría la reputación y la amistad de ella, de su amigo y de él mismo.

The judge said, "Son
what is your alibi?
If you were somewhere else
then you won't have to die".
I spoke not a word
though it meant my life
for I had been in the arms
of my best friend's wife.
El juez dijo: “Muchacho,
¿cuál es tu coartada?
Si estuviste en algún otro lado,
entonces no debes morir”.
Yo no dije una palabra
aunque me costaba la vida,
porque había estado en los brazos
de la esposa de mi mejor amigo.

O sea: no será un gran amigo que digamos, pero es muy discreto, el tipo. Es súper discreto. “Discreto” es su tercer nombre (sería el segundo, pero él es demasiado discreto para eso). Es tan discreto que prefiere morir a cometer una indiscreción. (Me recuerda este muchacho al zurdo Cruz Medina, protagonista del tango “Sangre maleva”, que agonizante en un charco de su propia sangre apuñalada se niega a decirles a los policías el nombre de su asesino: “El varón, para ser hombre, no debe ser batidor”.)

Y ahora empieza el genial estribillo y llegan los fantasmas: el fantasma es él mismo, el cantor, que (lo descubrimos ahora) ¡nos está hablando desde la tumba! Descubrimos así, de repente, que fue condenado y ejecutado y que lleva diez años muerto. Pero hay además un casi-fantasma más: ella, la amante (“la esposa del mejor amigo”) visita la tumba de él por las noches tormentosas (cuando nadie más se atreve a salir a caminar a la intemperie: ella es discreta también); mientras visita la tumba de su amante muerto, ella lleva un largo y fantasmal velo negro. El estribillo se cierra con dos hermosos y memorables versos, que reafirman la discreción del cantor, que así como fue discreto mientras vivía, seguirá guardando hoy y siempre su secreto de amor (ellos son infieles con el esposo/amigo, pero fieles entre ellos, tumba de por medio): “Nadie sabe, nadie ve. Nadie sabe excepto yo”.

She walks these hills
in a long black veil.
She visits my grave
when the night winds wail.
Nobody knows, nobody sees,
nobody knows but me.
Ella anda por estas colinas
con un largo velo negro.
Ella visita mi tumba
cuando el viento de la noche aúlla.
Nadie sabe, nadie ve,
nadie sabe excepto yo.

La tercera y última estrofa no aporta mucho más; nos trae un flashback del momento de la ejecución: cuando lo están por ahorcar en el patíbulo, ella (que forma parte de la multitud de espectadores del ahorcamiento) lo mira a él y, súperdiscreta, no deja escapar ni una lágrima (aunque suponemos que llora desesperadamente por dentro). Y él también la mira a ella y, claro, no dice ni una palabra de despedida. Así son. Pero ella lo sigue queriendo y sí llora, aún años después, en la tumba de él. Nadie lo sabe, nadie la ve... solo él.

The scaffold is high
and eternity nears;
she stood in the crowd
and shed not a tear
But sometimes at night
when the cold wind mourns
In a long black veil
she cries over my bones.

She walks these hills
in a long black veil.
She visits my grave
when the night winds wail.
Nobody knows, nobody sees,
nobody knows but me.
El patíbulo es alto
y la eternidad está cerca;
ella se quedó parada en la multitud
y no derramó ni una lágrima.
Pero a veces, de noche,
cuando el viento helado se lamenta,
en un largo velo negro
ella llora sobre mis huesos.

Anda por estas colinas
con un largo velo negro.
Ella visita mi tumba
cuando el viento de la noche aúlla.
Nadie sabe, nadie ve,
nadie sabe excepto yo.

Tengo mucho más para decir sobre esta bella canción, pero como soy discreto también, cierro aquí mis comentarios.

Como bonus track, un par de versiones extra:

- La original de 1959 por Lefty Frizzell, uno de los iniciadores del “sonido Nashville”. Que no sé qué significa, pero debe ser importante. Lefty tenía buena voz y la balada es simpática, aunque tirando a monótona y chinguichingui (como todo el género country, opinaría si fuera indiscreto, pero no soy).


- Por Joan Baez, que mejoró cada cosa que cantó en su vida:


Y eso es todo por hoy. Nos vemos la próxima noche ventosa, donde ya saben.

DJ Vago

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