solo un tema por semana,
y con que le guste al diyei alcanza

lunes, 25 de febrero de 2013

[18] Mientras vos fuiste, yo fuivinefuivinefuivine


“No me importa nada”, de Luz Casal, en su álbum Luz V (1989)


Y sí, este tema va a dedicado a ustedes, jovencitas y no tan jovencitas que me cortaron como a un queso cuartirolo y me dejaron como a los hidratos de carbono en noviembre. Prefiero no dar nombres, comprenderán; es que son muchas.

Porque claro, con este largo cabello rubio, estos ojitos de ternero degollado y la capacidad adquirida (seis hermanas mediantes) de hablar de casi cualquier tema sin pasar vergüenza, nunca tuve problema en entablar relaciones amistosas y/o románticas.

Ahora bien, después de un tiempo (algunos días, unas pocas semanas), se plantea un problema casi irresoluble: mantener en pie la relación. Porque siempre ella (nombres y caras cambian, pero situaciones y hasta palabras se repiten con inquietante insistencia, como si las mujeres actuaran en bloque, atrincheradas en consignas gremiales prefabricadas) comienzan a exigir que él (o sea yo, pero permítanme hablar como Maradona por un rato) haga algo. Ponele: ir a bailar. O al cine. O a caminar en la plaza. O a hacer compras en el supermercado. Y no solo quieren que él vaya a bailar: quieren que él organice la salida. Que contacte a pendejos que reparten cartoncitos, que elija boliche. O que lea las reseñas de las últimas películas y recomiende una buena en un cine lindo y a la hora exacta. No solo invitarla a cenar, sino elegir el restaurante.

Y ahí empieza todo a naufragar, porque ya bastante insufrible es ir a sufrir horas de música tecno-caribeña cuya calidad es inversamente proporcional a su volumen (y su volumen está al límite del sangrado timpánico), como para encima tener él que elegir lugares y mover contactos, como condenado que elige la mejor cuchilla para que lo guillotinen.

O a vestirse combinado y planchado aun para salir a comprar al Coto.
O a avisar (cada vez) adónde uno no va a ir, con antelación.
O a escucharla (lo que es fácil) y contarle cosas (lo que no es tan fácil) y hablar constantemente de la mutua relación (lo que es casi imposible sin cometer, rápidamente, errores decisivos).

Hay muchas exigencias, en el universo femenino. Al menos, en el sector de ese universo que se me acerca, atraído por mis brillante cabello y mi conversación ídem.

Lo cierto es que, por cómo está organizada la humanidad, en el ámbito de las relaciones interpersonales, las mujeres nos dan a los varones mil vueltas.  Bueno, no sé si mil, pero varias seguro. Donde nosotros nos acercamos con una maza de 15, ellas empuñan una pinza de depilar. Mientras nosotros nos subimos a una carreta, ellas se teletransportan como Jeff Goldblum en La mosca (a veces, con iguales resultados). Y saben quién es el asesino (y lo peor: saben por qué mata) a los catorce minutos de comenzada la película, mucho antes de que muera la primera víctima, mientras nosotros todavía no distinguimos al detective del comisario.

Para que vean que no soy rencoroso, y para completar este mes de canciones europeas, acá va una de las mejores canciones de la talentosa Luz Casal, española ella, en su quinto disco, titulado Luz V (ya sabemos de quién pudo Adele copiar la forma de titular sus obras). En la tapa del disco la vemos a Luz con su pinta mitad dark-mitad bailarina clásica, y con el pelo tan fines de los ochenta, onda Tormenta, en una pose muy extraña, al punto que no se sabe si está por salir a correr los cien metros llanos o le dieron unas ganas impostergables de cagar.


"No me importa nada" es un tema implacable, que está entre los punteros en mi ránking de canciones de desamor (ya se los pasaré: no me presionen).

Tras la intro (el tema es en 4/4 y con una especie de ritmo semi-tropical, pero tranqui), comienza ella (acá no hay posibilidad de equivocarse: la narradora es una ella, y el tú es un él) poniendo los puntos sobre las íes y sobre todas las vocales: ella sabe que él está jugando, pero lo que él no sabe es que ella no solo descubrió su juego, sino que juega al mismo juego, pero está tan adelantada en los movimientos que parece que jugara a otra cosa, que jugara con él (Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. / ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza / de polvo y tiempo y sueño y agonía? J. L. Borges, en “Ajedrez”, me sopla mi hermana la tercera).

Las primeras estrofas son impecables y feroces. Mientras él juega a quererla (y los varones somos animales muy capaces de creernos nuestras propias mentiras), ella juega a que él crea que es correspondido, pero en realidad lo está usando, toma de él lo que él da, y tiene que esforzarse para mostrar que cree sus excusas y que no ve sus engaños.  Y lo escucha mostrando interés, mientras piensa que los conceptos que vierte sobre el amor y el deseo son puras bobadas (y probablemente así sea).

Él toma la relación como un juego; al mismo tiempo ella juega, pero con él; es capaz de inventar las palabras más hirientes sin perder la sonrisa ni despeinarse. Y cuando la relación termina (o está terminando), y mientras él parece querer olvidarla sin poder lograrlo, ella sigue haciéndole creer que todo el asunto le importa, cuando en realidad no le importa nada. Nada nada, repite ella con delicado énfasis, lo cual es mucho peor todavía: que no te importe es una cosa, pero que no te importe nada nada es lapidario.

Para él, por supuesto, sería mucho mejor que ella lo amara, o que lo odiara, o que se pusiera furiosa, o que llorara, o que se riera a carcajadas. Pero ella está mucho más allá de eso: como en el video, va de acá para allá, aprovechando a los distintos “él” para que la acerquen a su destino, que es un lugar donde puede estar al sol, sola y brillante, rodeada de árboles, y no le importa lo que carajos él haga (que suba o baje, que entre o salga…). Incluso, como dirían en mi barrio, ella lo bardea, diciéndole que no solo no le importa nada, sino que hasta se esfuerza por que le importe algo de él, pero que no le sale, sorry, beibi.

Al llegar el final de la canción, sin embargo, uno empieza a sospechar: ¿por qué tanta sinceridad, tanta insistencia? ¿No será que en el fondo sí le importa? ¿No será que, despechada, quiere hacerle creer que está más allá de todo, cuando en realidad sufre más que el oso blanco del zoo de Jamaica?

Eso te dejaría más tranquilo, ¿no? Pero no. No le importa nada en serio. De verdad que no. Ni tratando.

Y no tiene ningún problema en decírtelo feis tu feis. Por eso esta canción es una reivindicación, para todas las ellas (pero lo extendería: para todas las personas) que sufrieron o sufren por otro que no los trata bien.

O que les exige cosas cuasi imposibles, como organizar salidas, cuidar el colesterol y conversar sobre lo nuestro.

Por eso este tema sonará toda la semana en mi winco: porque a mí tampoco me importa nada (o puedo llegar a creérmelo, si escucho la canción lo suficiente).

http://www.youtube.com/watch?v=YkS-ttHspLs


No me importa nada

Tú juegas a quererme;
yo juego a que te creas que te quiero.
Buscando una coartada,
me das una pasión que yo no espero

y no me importa nada.

Tú juegas a engañarme;
yo juego a que te creas que te creo.
Escucho tus bobadas
acerca del amor y del deseo

y no me importa nada nada
que rías o que sueñes,
que digas o que hagas,
y no me importa nada.
Por mucho que me empeñe,
estoy jugando y no me importa nada.

Tú juegas a tenerme;
yo juego a te creas que me tienes.
Serena y confiada
invento las palabras que te hieren

y no me importa nada.

Tu juegas a olvidarme;
yo juego a que te creas que me importa.
Conozco la jugada,
sé manejarme en las distancias cortas

y no me importa nada nada
que rías o que sueñes,
que digas o que hagas,
y no me importa nada.
Por mucho que me empeñe,
que digas o que hagas,
y no me importa nada.

Y no me importa nada
que rías o que sueñes,
que digas o que hagas.
Y no me importa nada
que tomes o que dejes,
que vengas o que vayas.
Y no me importa nada
que subas o que bajes,
que entres o que salgas.

Y no me importa nada.




Mientras espera (sentado) al amor de su vida, se despide (sereno y confiado) 
hasta la próxima,

DJ Vago

1 comentario:

  1. Vago, le despunta cierto resentimiento? o cierta misoginia?, me parece... pero dejando la polémica de lado, le agradezco el tema, conocí a LC como la voz de Marisa Paredes/Miguel Bosé en Tacones lejanos y la adoro desde ese momento! Tengo que confesarle que es muy catártico cantar "Y no me importa nada" con bronca en determinados momentos, confieso que me ha ayudado

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