“Ciudad de pobres corazones”, de Fito Páez (1987)
Hoy, como penúltima entrega de la serie “Es una jungla
allá afuera”, vamos con un amargo y duro tema de Fito Páez, “Ciudad de pobres
corazones”, parte del disco homónimo que editó en 1987 y que fue, según
definiera él mismo, “el disco que nunca quise haber hecho” y es también, en mi
ranking al menos, el mejor de él. Para muchos, lo mejor de Fito es El amor después del amor, pero a mí me
parece que allí, aunque hay algunos temas muy buenos, comenzó la debacle de
Fito, que se volvió más blando, más universal, más conforme con la reallidad y
con su lugar en ella: cayó en las “Tumbas de la gloria”, que es lo que él temía
y quería evitar, y terminó haciendo canciones sobre mariposas primaverales y
colores alegres.
Si comparan, por ejemplo, la versión original de este tema con
la versión que Fito eligió para subir a Vevo (abajo aparecerán ambas), verán
que esta última es más sosa, mucho menos afilada, peor cantada y suena, en
líneas generales, como una canción de Airbag o de cualquier grupucho juvenil
sin la menor idea musical propia. Lo que es una pena, porque Fito sí tiene
idea, es un gran compositor (aunque un muy mal cantante, pero bueno, tenemos
ahora un Premio Nobel cantor que es peor cantante que Fito, así que no seré yo
quien le reclame).
Y esta canción pide a gritos una versión como la
original: cruda, directa como un cross a la mandíbula, con piano aporreado, con
guitarra maltratada.
Es conocido el contexto en que se produjo todo el disco:
mientras Fito estaba de viaje en Brasil, en noviembre de 1986, en Rosario
asesinaron a su abuel y a su tía abuela, del lado paterno, que vivían juntas, y
a la mujer que trabajaba como empleada doméstica (que estaba embarazada). Pero para
Fito no eran solo sus abuelas: eran quienes lo habían criado, pues su madre
murió en un accidente cuando Fito tenía apenas ocho meses. Así que eran como
sus madres.
Fito, previsiblemente, se sumió en una profunda
depresión. Profundizada porque no había pistas del asesino y la fiscalía
intentaba echarle a él la culpa del crimen. Se fue a Tahití y allí compuso todos
los temas de “Ciudad de pobres corazones”, que salieron pocos meses después.
Les resumo en un párrafo cómo se resolvió el caso
policial: un año después del crimen, a una travesti del barrio le encontraron
un collar que había pertenecido a la abuela de Fito, y al preguntarle un agente
encubierto por el collar, ella confesó que “me lo regaló mi novio Walter”. Pronto
llegaron a la casa de Walter De Giusti (a pocas cuadras de la casa de los Páez),
compañero de colegio de Fito y músico frustrado, y encontraron allí el grabador
que Fito le había regalado a su abuela. Se comprobó que De Giusti no solo era
el autor del triple asesinato, sino que también, una semana atrás, había matado
a otras dos mujeres en el barrio. Y que una semana después de su raid criminal,
se había anotado en la Policía Federal para cubrir sus huellas, y desde
entonces era policía. Lo condenaron a cadena perpetua, y durante siete años
siguió cobrando su sueldo como policía, en la cárcel. A los nueve años de
reclusión, en 1997, pidió que lo dejaran cumplir su condena en su casa,
considerando que había contraído VIH-sida en la cárcel, y que estaba
prácticamente ciego. Le dieron ese beneficio. Un año después, un amigo del juez
de la causa le contó al juez que De Giusti caminaba lo más tranquilo por las
calles del barrio, pasándose todas las tardes en un bar, contándoles a todos
que “ya había cumplido su condena” e, incluso, manejando su auto (algo muy loable,
para un ciego). En el 98 lo exoneraron de la policía, le exigieron que
devolviera lo que había cobrado como sueldos y lo llevaron de nuevo a la cárcel
para que cumpliera su condena en forma efectiva; sin embargo, un par de meses
después murió a causa de una complicación de salud derivada de su enfermedad.
Volviendo a la canción: rebosa de furia e impotencia, y
eso se nota desde el primer verso, que es terrible y a la vez fantástico: “En
esta puta ciudad”. Como en varios de los temas anteriormente reseñados, la
ciudad es una selva; pero aquí la culpa no la tienen los leones, somos los
humanos los que hicimos este desastre, este lugar oscuro donde “todo se
incendia y se va” y donde “matan a pobres corazones”, por lo que “no hay que
seguir ni parar” para no terminar asesinado, como un pobre corazón más.
Tras esos primeros versos vienen dos estrofas más: en la
primera, el cantor enumera las cosas que no quiere hacer (porque no quiere
rendirse a la puta ciudad, ni conformarse, ni curarse): “No quiero salir a
fumar, / no quiero salir a la calle con vos”. Me encantan especialmente los
versos “No quiero empezar a pensar / quién puso la yerba en ese viejo cajón”,
que enuncian la rebelión a encuadrarse en una problemática cotidiana e
intrascendente, mientras allá afuera en la calle matan a pobres corazones solo
porque sí, porque pueden.
Y en la otra estrofa, el cantor, muy educado, comienza a
saludar a los vecinos y a los terapeutas y también a sus medicamentos: “Buen
día, Lexotanil, / buen día, señora; / buen día, doctor.” Pero esa amabilidad es
una máscara, porque inmediatamente se enuncia lo que en realidad piensa, una
maldición que cubre con su manto a toda la ciudad: “Maldito sea tu amor, tu
inmenso reino y tu ansiado dolor.”
El cantor pregunta, como un Cristo crucificado o como
Isabel Sarli mientras intenta taparse, qué es lo que quieren de él, y aunque no
sabe la respuesta, anticipa que “No me verás arrodillado”, que aunque lo crean
cada vez más loco, no se asimilará sin luchar a la locura criminal de esa “sucia
ciudad”.
Para este disco, Fito hizo un mediometraje de casi una
hora de duración en el que se incluyen los videoclips de casi todos los temas. Lo
que se llama ahora “un álbum visual”; algo que, según los milennials, inventó
Beyoncé hace dos años, y Juanes hizo por primera vez este año en castellano. Se
ve que Fito lo aprendió de Beyoncé y Juanes y volvió con su máquina del tiempo
a 1987 para copiarlos, qué jodido.
La película de “Ciudad de pobres corazones”
(también la incluyo abajo) es un policial negro oscuro, filmado a colores pero
con amplio predominio del blanco y el negro (inclusive en el vestuario de Fito)
que muestra cómo unos personajes bastante siniestros se van pasando una caja
afelpada de color rojo (y que, aunque no es “heart-shaped”, como la de Nirvana,
simboliza claramente un corazón, el corazón del cantor). Los personajes se van
matando para robarse esa caja, hasta que finalmente, tras varios episodios
violentos, la caja roja termina en el camarín de Fito, quien la abre, ve que está
vacía y no le presta más atención; sin embargo, en una toma digna de David
Lynch, la cámara entra en la oscuridad del interior de la caja vacía y de allí,
de esa negrura, sale el clip de la canción de hoy, “Ciudad de pobres corazones”,
con Fito (pálido como un muerto) vestido con campera de cuero negra y
aporreando el piano con furor.
El clip original y la letra de la canción:
Ciudad
de pobres corazones
En
esta puta ciudad
todo
se incendia y se va,
matan
a pobres corazones.
En
esta sucia ciudad
no
hay que seguir ni parar,
ciudad
de locos corazones.
No
quiero salir a fumar,
no
quiero salir a la calle con vos.
No
quiero empezar a pensar
quién
puso la yerba en ese viejo cajón.
Buen
día lexotanil,
buen
día señora, buen día doctor.
Maldito
sea tu amor,
tu
inmenso reino y tu ansiado dolor.
¿Qué
es lo que quieren de mí,
qué
es lo que quieren saber?
No
me verás arrodillado.
Dicen
que ya no soy más yo,
que
estoy más loco que ayer,
y
matan a pobres corazones.
En
esta puta ciudad
todo
se incendia y se va,
matan
a pobres corazones.
La película completa:
La versión “moderna”, en Vevo:
Y como bonus tracck, un buen cover de Romaphonic Session, muy bien cantado
e instrumentado, pero más lento, y sin ninguno de esos sentimientos oscuros tan
creíbles que uno escucha en la versión original de Fito:
Y eso es todo por hoy, señor Lexotanil. La próxima
semana, si sobrevivo, terminará la serie “Es una jungla allá afuera” y, al
mismo tiempo, comenzará otra serie, la penúltima de esta temporada y, quizás,
de mi vaga vida.
DJ
Vago
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