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martes, 25 de marzo de 2014

[71] A dormir sin comer


“Nanas de la cebolla”, poema de Miguel Hernández (1939) musicalizado por Alberto Cortez (1975)



A Matías Acosta, que me prestó algunas de sus ilustraciones
de las “Nanas” para esta nota.



Ayer fue 24 de marzo, y entonces decidí modificar el orden de las “canciones de cuna para no pegar un ojo”, para hablar hoy de “Nanas de la cebolla”, un tema que viene bien para recordar momentos horribles, esperanzarse con el futuro y llorar con una buena excusa.

El poema es de Miguel Hernández, uno de los más entrañables poetas en idioma español. Peleó durante la Guerra Civil Española del lado de los republicanos, y fue tomado prisionero por los franquistas, y murió en la cárcel. Este poema, como muchos de su producción, fue escrito tras las rejas. Con estos versos, Miguel contestaba una carta de su mujer, en la que ella le contaba que el bebé de ambos estaba bien, pero que en la casa solamente había para comer pan y cebolla.


Hablando de este poema, me dicen que dijo Germán Machado (abajo pongo el link): “Como que las nanas valen para ese momento tan doloroso que atravesó al poeta y valen, también, para todo momento en el que necesitamos una respuesta a la pregunta de qué hacer ante el hambre de un niño: uno cualquiera, todos los niños. […] Porque lo que uno busca, en una primera instancia, cuando pregunta por qué el hambre de un niño, no es un plan de acción: es consuelo”. Y supongo que dijo muchas más cosas interesantes, pero me da fiaca transcribirlas, léanlas ustedes y dense, en lo que a este blog corresponde, por esclarecidos.

Germán Machado, sobre el libro de Ediciones del Naranjo ilustrado (exquisitamente) por Matías Acosta (2013):

http://machadolens.wordpress.com/2014/01/09/la-actualidad-de-las-%E2%80%B3nanas-de-la-cebolla%E2%80%B3-miguel-hernandez-ilustrado-por-matias-acosta/ 





Este poema es sobre el hijo de Hernández (que no toca, como ellos mismos lo aclarararon enfáticamente, en el Cuarteto de Nos), pero sobre todo, sobre sus propios padres: su Madre-Luna, que llora lágrimas de cebolla por las noches mientras su hijo reposa en la cuna, y su Padre-Sol, lejano, eclipsado, contenido en una prisión helada y negra.

[Digresión: sobre la Mujer-Madre-Luna y el Varón-Padre-Sol, el beso de ambos, el hijo y su sentido, hay que escuchar la canción que hizo Serrat en 2011 sobre el poema “Hijo de la luz y de la sombra”. Aquí va el link, donde pueden ver el videoclip de “animación geométrica” (bastante pavote, por cierto) que se hizo especialmente para esa canción. Más allá de los coritos, que son muy molestos, creo que es una de las mejores canciones de mi tío Joan en la última década. Le queda poca voz, pero ¡qué genio, meu Déu! El poema de Hernández es muy impresionante, y no tiene desperdicio. Escuchen, por ejemplo, esta estrofa (mi favorita), que muestra que se puede ser tétrico y, a la vez, superromántico:

Con el amor a cuestas, dormidos y despiertos
seguiremos besándonos en el hijo profundo.
Besándonos tú y yo se besan nuestros muertos,
se besan los primeros pobladores del mundo.

La canción incluye también el siguiente verso, que yo utilicé para romper el hielo en numerosos boliches, fiestas y reuniones:

[La noche] pide que nos echemos tú y yo sobre la manta

Sin resultados positivos, hasta la fecha.


Fin de la digresión.]

Ante la ineludible e insoportable realidad del hambre y la cebolla, el consuelo que se encuentra es el de la risa infantil. Pero es claro que el consuelo no es para el niño, sino para los padres: la canción de cuna es para intentar que puedar dormir los adultos, porque ellos son quienes sufren la injusticia, el hambre, el confinamiento, la lejanía. El niño ronca de lo más bien, mientras tanto. Y por más que aparentemente sea el destinatario de la canción, en virtud de ella termina siendo, más bien, el paladín de sus padres, su campeón, quien peleará a dentellada y risa limpia para liberarlos. Del bebé no sabemos si precisa canciones de cuna o no: pero sus padres seguro que sí las necesitan.



En un punto, es un poema egoísta, porque no solo se carga en el Niño-Pájaro la enorme responsabilidad de luchar y vencer, él solo, contra la Realidad Terrible en todas sus formas (hambre, hielo negro, soledades, cárcel): se le pide además que lo siga haciendo indefinidamente, que nunca crezca, que nunca salga de la cuna, y que por lo tanto, permanezca en una feliz ignorancia y nunca llegue a ser consciente de esa nefasta realidad:

Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

[…]
No te derrumbes,
no sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.

Está bien, está bien: yo entiendo que ya es de noche, estamos todos muy cansados y lo que necesitamos, como dice Machado (el de acá) es consuelo y no un plan de acción. Pero espero que a la mañana siguiente, después de algunas horas de sueño, los padres lo dejen salir de la cuna al niño (a su tiempo) y ayuden a que entienda lo que pasa, y que así él pueda de grande (si quiere) hacer también algo para mejorar el mundo, además de reírse.


La música de “Nanas de la cebolla” no es de Serrat, como seguramente piensen algunos, sino de Alberto Cortez, y la editó en su disco A mis amigos (1975). Aunque no es una gran musicalización, cumple sin dudas con los requisitos de una buena canción de cuna. La melodía es bastante dulce, el ritmo no es muy rápido (incluso, algo lentón para mi gusto, y en 4/4, lo que lo hace más cadencioso que si estuviera en un ritmo ternario); y es, como muchas canciones de Cortez, un poco ampulosa, un poco solemne y empalagosa. El poema es bastante largo, así que su versión completa (aunque quitándole una estrofa al original) dura casi siete minutos. En su propia versión, Joan Manuel Serrat quitó algunas estrofas más y alivianó la orquestación, como para acortar un poco el trámite y que los oyentes no se durmieran. Aquí va la versión elegida, donde Alberto Cortez canta a dúo con mi tío (va link, Youtube no me deja incluir la pantalla):


Nanas de la cebolla

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre,
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba,
con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te traigo la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho,
que es la risa en tus ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que mi alma al oírte
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas,
soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol,
porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne es el cielo
recién nacido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares,
con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma,
sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú, satisfecho.
No te derrumbes,
no sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.


Y va también una agradable versión flamenca, por José Mercé, en su disco Ruido (2010):


Se despide, con los ojos rojos llorosos pero despiertos,

DJ Vago

2 comentarios:

  1. Lo difícil es despertar de la niñez sin derrumbarse... y yo creo q historias así (aunque tristes) ayudan a empecinarnos en la alegría... No queda otra, no? que estar bien despiertos y a pura risa

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  2. Qué interesante entrada, DJ!
    Y me gustó muchísimo su comentario acerca de que los padres deben ayudar al niño "a que entienda lo que pasa" a fin de que pueda hacer lo que el quiera en el mundo.
    Niño no es sinónimo de ingenuo, aunque los adultos nos empecinemos en ello.

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