solo un tema por semana,
y con que le guste al diyei alcanza

martes, 3 de marzo de 2015

[114] Ojito, que


“I´ll be seeing you”, por Billie Holiday (1944)


Termino hoy la serie dedicada a las mujeres del jazz (volumen 5), y a la vez comienzo una nueva serie, titulada “Piedra libre” y dedicada a quienes ven a otro y al verlo, lo descubren y descubren también algo sobre sí mismos. O no, qué sé yo. Alguien ve algo, eso sí. Y esta canción es la primera entrega de la serie.

La canción elegida hoy es “Te estaré viendo”, de Sammy Fain e Irving Kahal, compuesta en 1938 para un musical de Broadway que fracasó rotundamente, pero del cual salió esta pieza que fue versionada montón de veces por grandes cantores. Entre los mejores, Billie Holiday, quien no es mi favorita pero es, sin dudas, una de las cantantes más significativas del jazz, dueña de una voz inconfundible y de un tono que francamente, por momentos, no parece humano. La voz de Billie suena como un instumento musical, una especie de trompeta con sordina mezcla clarinete baqueteado. Un instrumento que no existe excepto en ella. Dentro de los instrumentos de viento, un holideófono. Elegí “Te estaré viendo”, en parte, porque en esta pieza esa cualidad de la voz de Lady Day se nota a la perfección, más que en otros famosos temas de su repertorio como “Strange fruit” o “God bless the child”.

Si uno se distrae un rato, es como si no cantara nadie, como si fuera un tema puramente instrumental. La voz de Billie se mimetiza con el sonido de los demás instrumentos, se descorporeiza, se des-yoiza. Podría haber sido también una gran cantante de fados.
Billie tuvo una vida terrible. Pero terrible. La madre la tuvo soltera, y mientras salía a buscarse la vida la dejaba con una parienta que la maltrataba, a los 9 ya la metieron en un reformatorio cristiano, a los 12 la quisieron violar, a los 14 trabajó de prostituta en el mismo burdel que su madre, y empezó su carrera de cantante en cabarutes de mala muerte; durante toda su vida se metejoneó con varones que le pegaban y/o le vendían droga y con mujeres que probablemente le pegaran y le dieran drogas también; fue adicta a prácticamente todo lo que se puede uno adicionar, alcohol, opio, heroína, y murió en 1959, a los 44 años apenas, de una cirrosis galopante (como Luca Prodan, otro genial ebrio heroinómano).



Otras cantantes de jazz también tuvieron vidas difíciles, en particular en su infancia (revisen lo que conté de la niñez de Eartha Kitt, por ejemplo). Lo que me hizo pensar, por un momento, que para ser buen cantante de jazz hay que ser mujer, negra y tener una infancia espantosa. Pero enseguida me di cuenta de que no, de que ojalá fuera así: la verdad es mucho peor, y es que esas infancias terribles le suceden a millones de personas, en especial si son pobres (como la mayoría de la población negra en el sur de los Estados Unidos, y la población en general en África, Asia y grandes partes de Sudamérica), y en más especial si son mujeres. Unas pocas, poquísimas, llegan después a ser famosas y nos enteramos de lo que atravesaron para llegar hasta allí; de la enorme mayoría nunca nos enteramos de nada. Como sabemos (y a menudo nos esforzamos por olvidar), el mundo es un lugar terrible.

Y todo eso está, de alguna manera, en la forma de cantar de Billie Holiday (era su nombre artístico: se llamaba en realidad Eleonora Fagan), que no tenía una voz poderosa ni quebraba los cristales ni lograba que la gente dijera “fuaááá” al escucharla, y sin embargo hacía, como solo algunos grandes cantantes pueden, que cada sílaba tuviera sentido. Lo dijo muy bien el crítico Nat Hentoff, en sus notas al concierto que dio Billie en el Carnegie Hall en 1948:

“Durante toda la noche, Billie estuvo en mejor forma que como nos tuvo acostumbrados en los últimos años. No solo mostraba esa seguridad en el fraseo y la entonación, también estaba allí su calidez saliente, una palpable inquietud por alcanzar y emocionar a la audiencia. Y estaba esa burlona agudeza. Una sonrisa a menudo se iluminaba en sus labios y sus ojos como si, por una vez, pudiera aceptar el hecho de que había gente que la apreciaba. Hacía fluir el ritmo en su sinuosa, única, sutil manera de hacer avanzar la historia: las palabras se volvían experiencias propias, y en esa travesía andaba el sonido de Lady, una textura a la vez afilada como cuchillo y sin embargo blanda en el interior, una voz casi insoportablemente sabia en desilusión y aun así aniñada en el centro. La audiencia ya era suya desde antes de que cantara, la recibió y la despidió con fuertes y amorosos aplausos. Incluso, en un momento los músicos aplaudieron también. Fue la noche en que Billie estuvo en la cima, innegablemente la mejor y más honesta cantante de jazz viva.”

Con respecto a la canción en sí, la idea es muy sencilla: la cantora (o el cantor, da lo mismo) le canta a alguien (él o ella, como se prefiera: la canción es unisex) a quien ama, pero que no está. No sabemos por qué no está, ni dónde: solo que está lejos. Y sin embargo, la cantora no puede dejar de verlo por todas partes, en particular en aquellos lugares donde ambos compartieron momentos o simplemente en aquellos lugares y momentos que son alegres y coloridos y agradables y solo por eso, le recuerdan al amado. A diferencia de lo que pasa en la canción “Ojalá” (ver posteo 31), este ver a la persona amada en todas partes no genera ganas de que “pase algo que te borre de pronto”, sino una cierta melancólica y discreta satisfacción o, al menos, consuelo: “No estás, pero cuando veo la Luna te estoy mirando a vos. No, no te estoy diciendo gordo, Gordo. Pero sí estás un poco pálido, si me preguntás.”



Tal vez esto sea una variante del budismo y/o del panteísmo: alguien pasa a vivir en todas las cosas, por intermedio de la mirada de quien lo ama. La idea es rebuscada y cursi, pero bueno, casi todas las religiones lo son, y mirá qué éxito tienen.

Acá el mirar al otro es solo una forma de acercarlo, de tenerlo presente, no de vigilantearlo y apropiárselo, como en “Every Breath You Take” de The Police (posteo 106). Te estaré viendo pero vos seguís lejos, haciendo tu vida (o tu no-vida, o lo que sea). No estás, pero al menos está tu imagen, tu figurita constantemente repetida e igual amontonada con esmero en el pilón creciente.



I'll Be Seeing You

I'll be seeing you
In all the old familiar places
That this heart of mine embraces
All day and through

In that small cafe
The park across the way
The children's carousel
The chestnut trees, the wishing well

I'll be seeing you
In every lovely summer's day
In everything that's light and gay
I'll always think of you that way

I'll find you in the morning sun
And when the night is new
I'll be looking at the moon
But I'll be seeing you

Te estaré viendo

Te estaré viendo
en todos los viejos lugares familiares
que este corazón mío atesora
durante todo el día y más.

En aquel pequeño café,
la plaza cruzando la avenida,
la calesita de los niños,
los castaños, la fuente de los deseos…

Te estaré viendo
en cada adorable día de verano
en todo lo que es luz y alegría
siempre pienso en ti de esa manera.

Te encontraré en el sol de la mañana
y cuando la noche sea nueva
estaré observando la luna
pero te estaré viendo a ti.





Y eso es todo por hoy, la semana que viene los estaré viendo con otro tema dedicado al tema “te vi”.

Entretanto, si me quieren ver, estaré siesteando en los cráteres lunares.

DJ Vago


2 comentarios:

  1. Excelente una vez más, Seba. Y los temas elegidos por Woody Allen (cuanto complementan, ensalzan sus películas, ¿no?), una delicadeza. Abrazo.

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  2. Me encantó también, y además, es una de mis canciones favoritas, no sé por qué. Ahora al menos de acá me puedo robar algunos argumentos si tuviera que comentarlo. Gracias.

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