solo un tema por semana,
y con que le guste al diyei alcanza

lunes, 17 de diciembre de 2012

[8] Francamente


“La primera”, de Joan Manuel Serrat, en su álbum Per al meu amic (1973)



Para Marita Verón, dondequiera que esté.


Esta canción no estaba en mis planes, pero a pesar de que no me muevo mucho que digamos, tampoco vivo en una ostra, y quise incluir algún tema que se relacionara, al menos un poco, con la problemática de la trata de personas y la prostitución, a partir del descorazonador fallo de hace unos días en Tucumán, donde tres tristes jueces decidieron que los testimonios de las víctimas de las redes de trata no servían para demostrar que dichas redes existieran, y que al no estar presente en la sala una chica secuestrada no se podía probar, solamente por múltiples testimonios, que hubiera sido secuestrada.

Quise, pero sin embargo, no es tan sencillo encontrar una canción así. Por lo general, los cantautores que dedican canciones a las putas presentan una visión naif, alegre e idealizada de la prostitución. Por dar ejemplos: Joaquín Sabina (“Canción para la Magdalena”, “Barbie Superstar”, etc.), Manu Chao (“Me llaman Calle”) y Ricardo Arjona (“Marta”). Un día de estos pongo el listado completo, al costado. Sabina y Manu Chao serán, en líneas generales, mucho más rescatables que Arjona, pero en este aspecto son los tres lo mismo.

Serrat, en cambio, siempre fue un muchacho de familia y, por cierto, nunca debe haber tenido dificultades para encontrar pareja sentimental o sexual, permanente o momentánea, lo que fuera. Durante al menos dos décadas, no hubo en este continente chica que no se derritiera por Serrat o Sting, o por los dos.

Pero en esta canción, y con menos de veinte años, Serrat hace lo que mejor hacía, y lo que lo convirtió (para la familia Vago, al menos) en un ídolo: cantarle, con sensibilidad y talento, a las cosas cotidianas de su pueblo. Lamentablemente, eso solo lo podía hacer en catalán, así que quienes nunca escucharon los discos en catalán de Serrat conocen solamente la peor mitad de su obra. Mientras que las letras en castellano de Joan son (a veces) un poquitín pesadas, medio forzadas y algo sosas, en catalán fluyen, y son más frescas, y agudas, y memorables. Basta comparar, por ejemplo, para el tema de los campesinos pobres, canciones casi simultáneas como “Els veremadors” (un temazo) con “Manuel” (en el top five de las peores canciones de JM, llena de rimas como “no hubo/mendrugo” y “fosa/esposa”). En sus primeros discos en catalán, Serrat le hace canciones a su calle, a sus vecinos, al trapero, a la muerte de su abuelo pescador, a su tía solterona, a sus primeros amores (canciones en las que él siempre se está yendo, porque quiere ser libre), a los que volvieron o no volvieron de la Guerra Civil, a los amigos de la infancia, etc.

Y en este tema (que no es, ni cerca, uno de los mejores de él, y ni siquiera está entre los mejores del disco, que es buenísimo), Joanito toca una cuestión muy poco mencionada en el cancionero mundial: la costumbre, generalizada durante incontables generaciones de padres (inclusive hasta no hace tanto, y probablemente debe seguir existiendo en muchos lados) de “llevar a debutar” al adolescente varón de entre 12 y 15 años con una prostituta, para que “se haga hombre”. En general, al pibe lo llevaba el padre, o a veces, si tenía, el hermano mayor. No me pregunten cuáles eran los motivos de tal costumbre, porque se me escapan. Pero sí imagino que a casi ningún adolescente le causaría mucha gracia tal situación. Aunque claro, nadie hablaba en público del asunto. Excepto Juanito, que no se nos callaba nada, y con gran aplomo, nos cuenta una historia amarga, cruda, pero no políticamente correcta (porque Serrat no es políticamente correcto: es como es, y no se autoproclama como modelo de conducta), contrastando su fantasía romántica adolescente con la realidad que le imponen, repitiendo, estrofa a estrofa, la palabra “francamente”, que como una letanía nos va avisando, como para que no protestemos después, que lo que sigue está empapado de franqueza, y que “la primera” no fue la rubiecita pecosa que subía con él al tranvía, como soñaba, sino una desconocida sin nombre y sin posibilidad de elegir sobre el destino de su propio cuerpo y su propia vida, harta y explotada por diez mangos (“diez duros”). Porque a casi ninguna prostituta, sea víctima de una red de crimen organizado o no, le agrada ser prostituta: es un mito urbano, como el de los homeless que “viven en la calle porque les gusta” o las adolescentes que se embarazan porque les encanta hacerse abortos clandestinos, solo para escandalizar a las viejas de Recoleta y a los curas católicos. Eso no quita que la puta quiera defender su trabajo, y que exija mínimas condiciones para poder realizarlo sin morir: pero ni siquiera para la más militante, la prostitución es el trabajo ideal que soñó realizar, como pareciera que sucede en ciertas canciones de Sabina y varios otros.

En “La primera”, ella por cierto no está contenta, y él tampoco. Él es, en una forma distinta, víctima también de que las cosas “sean como son”, y de que no dejen elegir con quién “hacer el amor” (porque Serrat lo llama “amar”; recuerden que la canción es de hace cuarenta años y está Franco a pleno en el gobierno, si decía “coger” lo colgaban de la estatua de Colón en el puerto de Barcelona). Y él dice que no le da vergüenza ni lo lamenta, y que ya es parte de su historia, pero por cierto, francamente, no es para él un recuerdo agradable, sino una frustración, una memoria dolorosa, por la doble violencia (a ella y a él) impuesta por la sociedad y por el abismo que separa esa situación de lo que él imaginaba-deseaba que fuera su primera experiencia sexual: nada de pajares ni tiernos arrumacos sin prisa, sino sensaciones bastante más desagradables y crudas, que menciona con pocas palabras pero lo suficiente como para hacerse una idea, como cuando menciona “sintiendo el olor de otro que llegó antes que yo”.

Pero el adolescente es “benevolente” (aunque en realidad queda claro que no tenía ninguna opción de oponerse, así que la palabra no parece, por esta vez, bien elegida), y acepta “comer lo que encuentra por la calle”. Y ahí, en la frase final, el narrador dice las palabras claves: “como usted”.  ¿Quién es ese “usted” al que se señala con el dedo y que acepta/permite la situación, que eterniza, utilizándolo, ese sistema absurdo de alquiler-compra-venta de cuerpos humanos? Es el varón adulto en general, es la parte de la sociedad que hace que las cosas “sean como son”. Creo que no debe haber causado mucha gracia este tema, y probablemente no lo habrán pasado mucho por las radios. Cierto que en esos años no se podían pasar canciones en catalán por la radio, me había olvidado. Pero si hubieran podido, por cierto que no hubieran elegido este tema, porque es mucho mejor callarse, dejar que las cosas sigan como son y no hacer olas, aunque eso signifique sufrimiento, esclavitud y muerte para miles y miles de personas.

Por esta vez no voy a dejar el tema todo el fin de semana, porque se vuelve un poco difícil de aguantar, después de un tiempo. Como la realidad.



La primera

Francament,
m'hagués agradat molt més
que hagués estat primavera
i la primera
fóra aquella nina
rossa, prima i pigarda
que cada tarda
pujava amb mi al tramvia
quan el jorn s'endormia.

Francament,
m'hagués agradat molt més
que el teu cos fart
de “deu duros i el llit a part”,
però això va com va,
i en aquell temps no em van deixar triar.
I no em sap greu,
ni em fa vergonya
que fos en la teva pica
el meu bateig d'estimar.
Vares ser honrada i sincera,
i la primera
de segona mà.

Però, francament,
m'hagués agradat molt més
que aquell catre, una pallera
on la primera
s'hagués deixat dur amb vergonya,
entre mentides i un xic de conya,
i anar fent, sense pressa,
regalimant tendressa.

Francament,
m'hagués agradat molt més
que fer d'aprenent
quan a la porta espera una altra gent,
sentint l'olor
d'un altre que va lleure abans que jo.
I no em sap greu,
ni em fa vergonya,
ets part de la meva història
i per aixó et puc dibuixar
desitjant baixar bandera.
Ai, la primera
de segona mà.

Francament,
m'hagués agradat molt més
que hagués estat primavera
i fos la primera
la continuació d'aquelles
històries verdes,
romanços tendres
que el germà gran mentia
assegut a la voravia.

Francament ,
m'hagués agradat molt més.
Benevolent,
li agraden verges a l'adolescent,
però com vostè
es menja el que troba pel carrer.
La primera

Francamente,
me hubiera gustado mucho más
que hubiese sido primavera
y que la primera
fuera aquella chica
rubia, flaca y pecosa
que cada tarde
subía conmigo al tranvía
cuando el día se dormía.

Francamente,
me hubiera gustado mucho más
que tu cuerpo harto
de “diez duros y la cama aparte”,
pero las cosas son como son
y en aquel tiempo no me dejaron elegir.
Y no lo lamento
ni me da vergüenza
que fuese en tu pila
mi bautizo de amar.
Fuiste honrada y sincera,
y la primera
de segunda mano.

Pero, francamente,
me hubiera gustado mucho más
que aquel catre, un pajar
donde la primera
se hubiera dejado llevar con vergüenza
entre mentiras y algún chistecito
e ir haciendo, sin prisas,
derramar ternura.

Francamente,
me hubiera gustado mucho más
que hacer de aprendiz
mientras en la puerta esperan otra gente
sintiendo el olor
de alguien que llegó antes que yo.
Y no lo lamento
ni me da vergüenza,
eres parte de mi historia
y por eso te puedo dibujar
deseando bajar bandera.
Ay, la primera
de segunda mano.

Francamente,
me hubiera gustado mucho más
que hubiera sido primavera
y fuera la primera
la continuación de aquellas
historias verdes,
cuentos tiernos
que el hermano mayor mentía
sentado en la vereda.

Francamente,
me hubiera gustado mucho más.
Benevolente,
le gustan vírgenes al adolescente,
pero como usted
se come lo que encuentra por la calle.


Se despide hasta la próxima este cronista de segunda mano,
DJ Vago

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