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martes, 13 de agosto de 2013

[42] Chica pasa con temor, hombre sentado ahí

“Mañana en el Abasto”, de Sumo, en su disco After Chabón (1987)


Estuve a punto de titular este posteo “Una épica del instante”, pero después me dije que no podía ser tan caradura de hacerme el intelectual, así que le cedo el título ese a mi hermana la tercera, que está al lado mío, de visita, tomando unos mates.

Va pues, tarde y a regañadientes (es ya mi hora de la siesta), esta segunda entrega de la serie “Rock del Rioba”. Estuve pensando qué es lo que (para mí) define que una canción sea “de barrio”. Y llegué, nebulosamente, a la conclusión de que las canciones de barrio hablan, de una u otra forma, de un lugar preciso y de un viaje: alguien entra al barrio, o sale de él, o vuelve a él. Las personas vamos y venimos, pero el barrio, que siempre (aunque cambie) está en el mismo lugar, nos permite anclar en él una forma de ser, un tiempo preciso, un momento de nuestra historia. Digo mientras me bajo el tetrabrik de “Uvita” (faltando el Resero en el chino de mi cuadra).

“Mañana en el Abasto”, de Sumo, es una de las más notables canciones argentinas de la historia. Probablemente sea también una de las mejores canciones de rock en español de todos los tiempos (según, claro, qué definición le demos a los términos “rock”, “español” y, sobre todo, “mejor”).

Parece increíble decir eso de una canción armada sobre un único acorde de cuatro notas (re, fa sostenido, la, si). Y con una letra que parece escrita, como tarea para el hogar, por los alumnos de un curso inicial de castellano para extranjeros.

Pero así es, al menos en mi universo. Son libres de no coincidir: les juro que no me enojo.

Algo breve sobre Sumo. Banda de rock-reggae-dub-punk creada por Luca Prodan (italiano él, por si hiciera falta aclararlo), con Ricardo Mollo en guitarra, Alberto Troglio en batería, Roberto Pettinato (sí, el conductor televisivo…) en saxo, Diego Arnedo en bajo y Germán Daffunchio en la segunda guitarra. Hicieron juntos solamente tres discos, de los cuales After Chabón fue el mejor y el último. Porque Luca, poquito después de salir el disco, murió de un paro cardíaco causado por una cirrosis galopante, en diciembre de 1987.



Volvamos al tema. Es, indudablemente, muy simple. Como decía Prodan: “El rock tiene que ser simple: do acorde” (lo que no significa, aquí, “acorde de do”, sino “doS acordeS”, en dialecto Luca). Aquí, simplificando lo simple, le alcanza con un acorde solo, por el que viaja mínimamente, en un recorrido por las calles de uno de los barrios más tradicionales de Buenos Aires, el de Gardel (el argentino): el barrio del Abasto.

La canción está planteada como una letanía interminable de acciones mínimas, de imágenes que se suceden y se apilan. Cada verso tiene dos partes, como los hemistiquios del tema chino “Tu cuello verde” (¿se acuerdan?). Cada verso presenta un interrogante, una propuesta, y cierra con una conclusión-respuesta (“prótasis y apódosis”, me dice mi hermana con ese tonito nerd que usa ella, pero yo no recuerdo bien el griego). Y tal vez Prodan (cuya madre era china [hija de escoceses] ) conociera la canción del cuello verde, porque el suyo es un tema con un aire milenario también, mitológico. Una mitología de baldosa. Una Odisea de un día solo (“como la de Joyce”, sopla mi hermana, que hoy está insoportable).

Goyeneche, el genial cantor de tangos, despreciaba un poco el rock, pero reconocía que esta canción era la única que había sabido, fuera del tango, hacerle honores al Abasto, a pesar de que su autor no era argento sino tano.

Sin embargo, este tema no tiene nada que ver con un tango. Ni desde el ritmo (4/4) ni desde la melodía ni desde la onda, que es “alegre a pesar de todo”. Retrata una realidad mas bien decadente, el final de una era (el cierre del Mercado del Abasto, que poco después pasaría a convertirse en un enorme shopping).



Y es, como se adelantó, la historia de un viaje: un pequeño descenso a los infiernos, desde las alturas de un departamento (seguramente alquilado o prestado), pasando por las calles aledañas al Abasto, y llegando al subterráneo. La letra empieza con “Mañana de sol” y termina con “estoy en el subsuelo”. Dijo Luca Prodan, sobre su canción: “La letra es como una película. Así, bajando por el ascensor, caminando por la calle, la mina que pasa... Era perfecto para un video. Yo todas las mañanas bajaba por el ascensor y me iba a visitar a una amiga, a la que siempre despertaba con flores. Era una amiga mía, estaba mal y yo la despertaba con las flores. Y nada... Era ese recorrido por el Abasto. José Luis y su novia existían de verdad”.



También aparece, como en muchos temas de Luca, el rechazo de algunas personas hacia él y el asco que le generan, a su vez, esos “caretas”, paladines de una sociedad que uniforma, inculca a fuego ciertas ideas y aplasta lo diferente (“no vayas a la escuela / porque San Martín te espera”). Tiene que aclarar, el yo poético, que no es un “pelado loco”, del estilo de los que odia Bob Marley, y que se peló por obligación (no por gusto) y usa lentes para no lastimarse los ojos (a causa el sol y/ de mirar “caretas” sin protección).

Lo que no señaló Luca, de su propia canción, es que es kafkiana. Así como Kafka escribía en ese idioma alemán que sonaba raro, mal aprendido, desencajado, con palabras fuera de registro y sintaxis trunca (y que el 99% de los traductores, creyéndose que son geniales y que hacen lo correcto, “arreglan” para que suene literariamente “potable”, con lo cual casi nadie que leyó a Kafka en castellano leyó realmente a Kafka); decía, así igual escribe Luca, en oraciones sin artículos ni nexos, diciendo “bare”, “la calles”, “chica pasa con temor”, “hombre sentado ahí”. El lenguaje se vuelve algo extraño, que se va descubriendo a cada paso, y la caminata por las calles del barrio se siente como caminar por la Luna.

En ese mundo armado con cuatro notas y un puñado de palabras extrañadas, el barrio es el universo, y las escaleras del subte son un pasaje al infierno, pues alejarse del suelo es al mismo tiempo alejarse del cielo. Un cielo mediopelo pero soleado.



Y ya se acabó el agua del mate y llega el tren de mi siesta, así que la echo a mi hermana Pita y, metafóricamente, me echo a mí mismo de la presencia de ustedes. Abajo del tema original de Sumo, incluyo solamente un cover que me gustó, de Hilda Lizarazu con Mollo.



Mañana en el Abasto
Mañana de sol,                         bajo por el ascensor.
Calle con árboles,                     chica pasa con temor.
No tengas miedo, no:                me pelé por mi trabajo.
Las lentes son para el sol           y para la gente que me da asco.
No vayas a la escuela,               porque San Martín te espera.
Estás todo el día sola                y mirás a mi campera.
Tomates podridos                     por la calles del Abasto.
Podridos por el sol                    que quiebra el asfalto del Abasto.
Hombre sentado ahí                  con su botella de Resero.
Los bare tristes vacíos ya           por la clausura del Abasto.
José Luis y su novia                   se besan ahí por el Abasto
Yo paso y me saludan               bajo la sombra del Abasto.
Mañana de sol,                         bajo por el ascensor.
Calle con árboles,                     chica pasa con temor.
Parada Carlos Gardel                es la estación del Abasto.
Sergio trabaja en el bar             en la estación del Abasto.
Piensa siempre más y más,        será por el aburrimiento.
Subte línea B                             y yo me alejo más del suelo
y yo me alejo más del cielo, también.
Ahí escucho el tren                    ahí escucho el tren,
estoy en el subsuelo,                 estoy en el subsuelo.
Mañana de sol,                         bajo por el ascensor…



Lizarazu con Mollo:



Diyei saluda ahí,


DJ Vago

1 comentario:

  1. Me olvidé de contar que el resto de los integrantes de la banda (Pettinato, por ejemplo) odiaban cómo Luca desafinaba y cómo decía los versos, pero a mí me parece que eso es parte esencial del extrañamiento de la canción: no es "lo flojo" de Luca, sino parte de su genialidad, aún hoy incomprendida, descartada como "defectos" del borrachín heroinómano.

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