“La maza”, de Silvio Rodríguez, por Mercedes Sosa; “Masa”, huayno sobre un poema de César Vallejo; y “Sledgehammer”, de Peter Gabriel
A las poetas y los
poetas, en especial a Germán Machado,
por eso de las “separaciones mínimas”.
Bueno, aquí termina por fin la serie “Mundial Vago de la Canción ™”, en el que
aprovecharé la mínima separación que hay entre la S y la
Z para presentar tres temas bien diferentes pero casi homónimos.
Y de alguna manera los tres se relacionan (ponele), pero son tan distintos que
se me resultaría difícil elegir uno de ellos. Pero eso se los dejo a ustedes.
Iba a titular este posteo “S/Z”, pero cuando le conté a mi
hermana la tercera me empezó a protestar nosequé, no entendí bien, pero sonaba
como la formación de Francia en el mundial reciente: Balzac, Barthes, Sarrasine, Nouvelle, Bataille, Roland, Honoré, Lexiá…
Faltaba Zinedine Zidane y cartón lleno. Al final, me pareció menos trabajoso
pensar un título nuevo que entender lo que me decía mi hermana la ters/zera.
El primer tema de hoy es un huayno, es decir un género
musical bailable andino, movido, alegre. Este no empieza muy alegre, pero al
menos termina bien. Se titula “Masa”, y la letra es un famosísimo poema del
gran César Vallejo, poeta peruano. Yo nunca leo, pero si leyera, diría que
Vallejo es uno de esos poetas que uno debería leer cuanto antes. Imagino.
Este poema es, en todo sentido, memorable. Plantea cómo un
muerto (un combatiente muerto en la batalla) se empecina en seguir muerto, a
pesar de los ruegos sucesivos de una, dos, veinte, cien, mil, quinientos mil y
millones de personas que le suplican que reviva: “Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo”.
Pero cuando se juntan todas las personas, toda la masa
humana pidiendo al unísono por él, el muerto finalmente se conmueve, ¡y revive!
Se levanta, abraza al primero y empieza a caminar, como Lázaro. Pero el milagro
no lo hizo un Mesías individual, sino una Masa activa, levada. Y el poema
termina con unos puntos suspensivos (hasta se escuchan en el huayno, si uno
aguza los oídos) que indicarían que esto sigue, que la historia no termina allí,
que la unión de todos los humanos no se acaba allí con la resurrección de uno
solo.
“Masa”, huayno
Masa
Al fin de la batalla,
y muerto el
combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «¡No
mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay!
siguió muriendo.
Se le acercaron dos y
repitiéronle:
«¡No nos dejes!
¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay!
siguió muriendo.
Acudieron a él veinte,
cien, mil, quinientos mil,
clamando «¡Tanto amor
y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay!
siguió muriendo.
Le rodearon millones de
individuos,
con un ruego común:
«¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay!
siguió muriendo.
Entonces todos los
hombres de la tierra
le rodearon; les vio
el cadáver triste, emocionado;
incorporóse
lentamente,
abrazó al primer
hombre; echóse a andar...
La segunda canción del grupo es “La maza”, de Silvio Rodríguez,
de quien ya comentamos, (mucho) tiempo atrás “Ojalá”. En este bello poema, el
cantor plantea, tal vez, un arte poética:
si él no tuviera creencias y valores, ideologías y luchas, sería un fraude como
artista, tan solo una cáscara, un mejunje sin sentido, una masa sin sustancia,
en la que no se puede, o no vale la pena, diferenciar qué es guitarra y qué es
cantor, y cuyas mayores pretensiones son apenas lucecitas de colores. Algo sin
propósito, como un mazo en un mundo de algodón, sin nada duro que golpear:
¿Qué cosa fuera,
qué cosa fuera la maza
sin cantera?
Un amasijo hecho de
cuerdas y tendones,
un revoltijo de carne
con madera,
un instrumento sin
mejores pretensiones
que lucecitas montadas
para escena.
La canción es preciosa cantada por Silvio, pero elegí esta
vez la versión de Mercedes Sosa, porque como ya sugerí alguna vez, su voz
emociona hasta cantando los números de la lotería.
La maza, de Silvio Rodríguez, por Mercedes Sosa:
La maza
Si no creyera en la
locura,
de la garganta del
sinsonte,
si no creyera que en
el monte
se esconde el trino y
la pavura.
Si no creyera en la
balanza,
en la razón del
equilibrio,
si no creyera en el
delirio,
si no creyera en la
esperanza.
Si no creyera en lo
que agencio,
si no creyera en mi
camino,
si no creyera en mi
sonido,
si no creyera en mi
silencio.
¿Qué cosa fuera,
qué cosa fuera la maza
sin cantera?
Un amasijo hecho de
cuerdas y tendones,
un revoltijo de carne
con madera,
un instrumento sin
mejores pretensiones
que lucecitas montadas
para escena.
¿Qué cosa fuera,
corazón, qué cosa fuera?
¿Qué cosa fuera la
maza sin cantera?
Un testaferro del
traidor de los aplausos,
un servidor de pasado
en copa nueva,
un eternizador de
dioses del ocaso,
júbilo hervido con
trapo y lentejuela.
¿Qué cosa fuera,
corazón, qué cosa fuera?
¿Qué cosa fuera la
maza sin cantera?
Si no creyera en lo
más duro,
si no creyera en el
deseo,
si no creyera en lo
que creo,
si no creyera en algo
puro.
Si no creyera en cada
herida,
si no creyera en lo
que ronde,
si no creyera en lo
que esconde,
hacerse hermano de la
vida.
Si no creyera en quien
me escucha,
si no creyera en lo
que duele,
si no creyera en lo
que quede,
si no creyera en lo
que lucha.
¿Qué cosa fuera,
qué cosa fuera la maza
sin cantera?
Un amasijo hecho de
cuerdas y tendones,
un revoltijo de carne
con madera,
un instrumento sin
mejores pretensiones
que lucecitas montadas
para escena.
¿Qué cosa fuera,
corazón, qué cosa fuera?
¿Qué cosa fuera la
maza sin cantera?
La tercera y última canción de hoy es también “Maza”, pero
en inglés tiene bastantes letras más: “Sledgehammer”, por Peter Gabriel, de
1987.
No parece muy en la onda de los temas anteriores, porque
plantea más bien un intento (desesperado) de levante. Él le dice a ella
(ponele) que puede ayudarla a ser lo que quiera ser… si tan solo le da un poco
de bola. “Tan solo llamame / y seré todo lo que necesitás”. Ella tiene
solamente que decir su nombre (como un Mesías que dijera el nombre de Lázaro) y
él se levantará, hecho maza, para romperlo todo, para destruir gustosamente la
cantera de ese mundo conocido, hasta dejarlo hecho añicos. (Hecho añicos es una expresión que no tengo
ni idea de qué significa, en realidad, pero me gusta cómo suena, así que la
utilizo siempre que la prosa me lo permite.)
O sea que esta aparentemente simpaticona letra no está
exenta de profundidad, si uno entrecierra los ojos mientras escucha:
Quiero ser tu maza,
¿por qué no dices mi
nombre?
Oh, déjame ser tu
maza,
este será mi
testimonio.
Sledgehammer, por Peter Gabriel
Podría decir más cosas de las tres canciones seleccionadas
hoy, pero no quiero cansar(me), y tampoco quiero que se note mi total
ignorancia sobre las sutilezas de lo poético: el silencio es el placebo de la sabiduría.
Así que con esto termina, ahora sí, el posteo y la serie. Resucitaré
recién el lunes próximo, siempre y cuando se junten varios a pedirme.
DJ Vago
Levántate, sandiyei, una y mil veces! Multitudes lo gritan en silencio.
ResponderEliminarAA