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martes, 2 de junio de 2015

[126] Ai sí ded pípol




“Campanas en la noche”, de Los Tipitos, en su álbum Armando Camaleón (2004)



A Franco Vaccarini, por las ficciones literarias de cuiqui,
y a Dolores Giménez, por la conexión con “Penélope”.


Esta es la penúltima entrega de la serie “Rock nacional (argentino)”, y presento la más famosa canción de una banda marplatense no muy famosa, Los Tipitos, que comenzaron su carrera musical a mediados de los noventas pero alcanzaron su pico de fama hacia 2006, con el disco TipitoRex (grabado en vivo en el Gran Rex), en el que incluían, entre otras, esta canción: “Campanas en la noche”.



El tema de hoy funciona también, en especial gracias a su videoclip, como primera entrega de una serie nueva, dedicada a personajes y fuerzas sobrenaturales, que titularé, súperlúcidamente, “Sobrenaturales”.

“Campanas en la noche” es un caso raro de canción roquera clásica desde lo musical (riff inicial, 4/4 en tono mayor, estructura clásica de estrofas-estribillo-coda-final) con una letra melancólica, ambigua y un poquitín inquietante.

No es una canción de terror, por más que el videoclip intente hacerla parecer así, y que la primera estrofa, con magistral sutileza, se dedique a armar, mediante una enumeración, un paisaje que es a la vez exterior e interior, un clima nocturno de soledad e inquietud:

Un hombre
de frente a una ventana
súper lúcida la mirada
recorre el paisaje y no,
no su interior; es Luna,
son sombras lejanas del bosque,
es algo raro en las estrellas,
sonidos que inducen temor
y también melancolía de esperar,
de esperar.

Claro que con decir “temor” y “melancolía” no alcanza para establecer un clima de temor y melancolía: pero las palabras nunca son inocentes, y ayudan. Esta primera estrofa, entonces, establece una base de la que después la canción no llega a librarse del todo, por más que lo que se cuenta, la trama en sí, no tenga espanto alguno.

Es simplemente una historia triste, pero muy sencilla: ella se fue, y él, a pesar de que pasaron muchos años, la sigue esperando, sin darse cuenta de que no hay ninguna posibilidad de que ella vuelva, excepto, una y otra vez, en su mente (a él ya le chifla el moño, como diría una amiga cordobesa).
¿Les suena? ¡Sí, es “Penélope”!

[Digresión: Levanten la mano los que piensen que “Penélope” es una canción de Diego Torres. Ahora, váyanse ya mismo de acá, ¡juiracucha!]

Solo que en “Penélope” la que espera eternamente es ella (con su vestido de domingo y su bolso de piel marrón) en la estación de trenes, a que llegue él. Y espera tanto, que cuando él finalmente llega está muy cambiado, y ella lo desconoce (como sucede también en el mito griego, porque a Ulises, cuando regresa a Ítaca, de entrada solo lo reconoce el perro).

[Digresión 2: No pongo aquí el link a “Penélope”, pero solo para que no me suba demasiado la serratemia del blog, así más adelante puedo subir alguna canción de él, si me dieran ganas. Si no conocen o recuerdan la canción, gugléenla ustedes, les pido.]

Pero aquí, en “Campanas”, el encuentro no es una posibilidad demorada: no ocurrirá nunca. No hay final feliz posible, excepto en la mente insana, donde él sí la puede escuchar a ella que llega y exclama, joven y feliz: “¿Lo puedes creer? No existe el olvido. Aquí estoy. He venido” (y luego, en las siguientes repeticiones del estribillo, “he vencido”, como si hubiera vencido a la vez al olvido, a la muerte y al tiempo).

La segunda estrofa retoma el “thriller mental” de ese personaje cuyo cuerpo está hecho de recuerdos, “es solo memoria” e infinita paciencia.

su mente
inquieta se puebla de historias,
su cuerpo es solo memoria,
es eso que hay que sentir
con paciencia infinita
andando las calles ajenas
de hombres que al fin le dan pena:
campanas en la noche,
ruidos de melancolía
que esperan,
¿qué esperar?

La mención de las campanas en la noche es, claro, un mal agüero, porque las campanadas de alegría son siempre con luz del sol. Y por más que sean llamadas “ruidos de melancolía”, es imposible no pensar que son campanas fúnebres, que, como todas las campanas fúnebres, nunca hay que preguntar por quién suenan, porque están sonando por vos (sí, por vos, el que preguntó).



La tercera estrofa no aporta mucho a lo ya dicho, pero previsiblemente, es la que más le gusta a mi hermana la tercera, solo porque incluye la frase “ficción literaria” (ella es capaz de decir, como Zellwegger en “Jerry MaGuire”: “Callate. Ya me tenías con el ficción literaria”).



Delirio
tremendo, ficción literaria,
secretos que fueron plegaria,
espejo maldito que al fin
duplicó toda su vida

Y ahora viene la parte en que les cuento el videoclip, que enfatiza lo sobrenatural que ronda la canción.

De entrada, estamos en una habitación de loquero (onda “Atrapado sin salida”, “Hombre mirando al sudeste”, elijan), y él, el protagonista, vestido de rojo, mira con su mirada perdida el paisaje hasta que la ve llegar a ella, vestida de novia y sonriente (“I see dead people”, diría el nenito de “Sexto sentido”). En el 1:22 aparece un pájaro negro, que no se sabe bien qué cornos hace ahí, pero es mal agüero, si me preguntan. Al loco rojo lo trasladan por los pasillos del loquero, lo examinan seudomédicos seudopeluqueros seudomúsicos inquietantemente (lo que me recuerda, para más escalofrío, el clip del “Lamento della Ninfa”, posteo 77), la novia empieza a reírse nerviosamente, una risa que es casi un colapso, y en el 2:04 se funde en un humo verde y se vuelve bruja anciana de luto dueña de pájaros negros o negros de alma, y ella y él se intercambian lugares, como si fueran en realidad dos aspectos de la misma oscuridad; luego los “médicos” le aplican el defibrilador pero a ella, a la vieja de luto, que es la novia, que es el loco rojo; en 2:43 vuelve a aparecer el maldito pájaro negro; al loco rojo lo siguen paseando por las instalaciones del nosocomio (lo pasea un enfermero gordo y encuerado, muy poco serio), la vieja bruja lo sigue rondando, y hacia el final, al minuto cuatro, él pestañea y se mueve, como si dijéramos: “se despertó, era todo un sueño”, pero no le cree nadie.



Bueno, eso es todo por hoy, ya me cansé. Lo dejo con el clip, la letra y la despedida.



Campanas en la noche
un hombre
de frente a una ventana
súper lúcida la mirada
recorre el paisaje y no,
no su interior; es Luna,
son sombras lejanas del bosque,
es algo raro en las estrellas,
sonidos que inducen temor
y también melancolía de esperar,
de esperar.

Esperar que ella vuelva
y le diga: “acá estoy mi amor,
no existe el olvido,
acá estoy mi amor de vuelta,
he venido,
¿lo puedes creer? no existe el olvido, mi amor,
no existe”.

su mente
inquieta se puebla de historias,
su cuerpo es solo memoria,
es eso que hay que sentir
con paciencia infinita
andando las calles ajenas
de hombres que al fin le dan pena:
campanas en la noche,
ruidos de melancolía
que esperan,
¿qué esperar?

Esperar que ella vuelva
y le diga: “acá estoy mi amor,
no existe el olvido,
acá estoy mi amor de vuelta,
he vencido,
¿lo puedes creer? no existe el olvido, mi amor,
no existe”.

Delirio
tremendo, ficción literaria,
secretos que fueron plegaria,
espejo maldito que al fin
duplicó toda su vida
andando las calles ajenas
de hombres que al fin le dan pena:
campanas en la noche,
ruidos de melancolía
que esperan,
¿que esperan?

Esperar que ella vuelva
y le diga: “acá estoy mi amor,
no existe el olvido,
acá estoy mi amor de vuelta,
he vencido,
¿lo puedes creer? no existe el olvido, mi amor,
no existe”.


Listo, me voy. Pero tal vez no me voy. Tal vez vuelva algún día. Espérenme. Buajaja.


DJ Vago

1 comentario:

  1. "Campanas en la noche" está basada en "El Cuervo" de Edgar Allan Poe. Por eso el cuervo... :)

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