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martes, 30 de agosto de 2016

[166] Te dije que las paredes hablaban


“Paixões diagonais”, por Misia (1999)



Esta semana tenía agendado comenzar una serie de canciones de cuna, pero decidí, no sé por qué, que no era el momento apropiado: la dejo para más adelante.

En lugar de eso, comienzo otra de las series que tengo en carpeta, titulada: “Romant... bué, ponele sí, romántico masomeno”, dedicada a temas que son románticos pero muy a su manera, muy sui generis. No, no habrá temas de Sui Generis, no seas tan literal che.

Como primera entrega de la serie, voy con un fado, “Paixões diagonais” (traducción obvia: “pasiones diagonales”; letra de João Monge, música de Miguel Ramos), interpretado por Misia e incluido en el álbum homónimo, de finales del siglo pasado (1999).



Antes de hoy, reseñé fados en el posteo 27 (abril de 2013) y en el 81 (junio de 2014). En esos posteos hablé, entre otras cosas, de Misia, de Amália Rodrígues, del fado como género musical, de la des-identidad y la herejía como características del cantor (la cantora) de fados, de la musicalización de los fados, y hasta me alcanzó para hablar de libros y canciones en los que partes del cuerpo se rebelan de sus dueños y las consecuencias funestas que eso puede acarrear. Así que, habiendo trabajado tanto en épocas pretéritas, me autoeximo de hacerlo ahora: or favor, remítanse a dichos posteos, si tienen alguna duda.

Y entonces entro derecho y sin vueltas a comentar el fado de hoy. Que es bastante romántico pero muy poco feliz. Es un fado, después de todo: “fado feliz” es un contrasentido (“Oxímoron”, me dice mi hermana la tercera mientras me pasa un mate; “Serás vos”, le contesto).

No sé qué pensarán ustedes, pero a mí me parece una canción hermosa. Por un lado, como ya dije, me encanta Misia, cómo canta, cómo interpreta y su voz. Y Misia tiene una sana costumbre de humildad (muy propia del cantor de fado, por cierto), en el sentido en que suele no confiar en ella misma para componer las letras de sus canciones, sino que toma, a menudo, letras de diversos poetas portugueses, lo que vuelve a esos fados súper interesantes y complejos desde la letra también.

Y es que este fado, ya desde el título, no es nada lineal. Se titula “Pasiones diagonales”, pero no se habla de ninguna pasión, y se le habla al amado/amada pero más por alusiones y vericuetos que en forma clara y directa. En geometría, creo recordar, la diagonal es el punto más directo para conectar dos vértices enfrentados; pero en una ciudad y en un amor, la diagonal multiplica las esquinas y las posibilidades de demorse, chocar y perderse.



Las cuatro estrofas tienen una estructura similar, bastante simple: se hacen una serie de preguntas, y al final de la estrofa se les da respuesta. Pero las preguntas son casi imposibles de responder, son como enigmas, como las preguntas tramposas que Turandot les hace a sus pronto-descabezados-pretendientes (repasen posteo 131, julio 2015):

De qué habla la madrugada,
el murmullo de la acera,
los silencios del licor,
de qué habla la nostalgia
de una estrella fugitiva ...

¿De qué hablan la madrugada, la vereda, el licor, la nostalgia de una estrella? No sé ustedes, pero si la cantora no nos diera la respuesta, yo no tendría ni la más pálida idea, de qué hablan todas esas cosas (que no parecían, antes de esta canción, ser capaces de hablar). Cuando nos dan la respuesta, sin embargo, sentimos que claro, era casi obvia:

hablan de nosotros, mi amor.

Es una idea muy bella, ¿verdad? Todas esas cosas que hablan sutilmente y sin palabras están hablando (en su idioma indirecto de silencios y rumores) de nosotros, de esta “pasión diagonal” que tenemos vos y yo (no, no estoy hablando de vos-vos y yo-yo, es un decir nomás: cada uno se haga cargo de su propia pasión, loco).

La segunda estrofa continúa la misma línea. Esta vez, las preguntas no son sobre “hablar”, sino sobre “saber”; se pregunta qué saben las cortadas, los balcones al atardecer, los vidrios de las ventanas; esos elementos de la ciudad (el fado es, como el tango, un género urbano), al igual que las propias pasiones diagonales, remiten también a ellos dos.

Qué saben las cortadas
y la memoria de los balcones
anclados al atardecer,
qué saben las ventanas,
las pasiones diagonales
saben de nosotros, mi amor.

Hasta aquí veníamos con un romanticismo un poco rebusqueti pero bastante alegre (a pesar de la infaltable y fadesca aparición de la palabra nostalgia); sin embargo, en la tercera estrofa ya desbarrancamos hacia una tristeza previsible y densa como el dulce da leite. Esta vez las preguntas son sobre “volver”: ¿por qué vuelve lo que se fue? (la tristeza, el destino, el silencio de una despedida, las cosas que vuelven, aunque no debieran, inevitablemente al mar). Y la respuesta es, al igual que en las primeras estrofas: “vuelven por nosotros, mi amor”. Esa pasión diagonal, al igual que el mar o que un agujero negro de gravedad infinita, atrae nuevamente todo lo que parecía haberse ido o escapado, y por eso esta historia, que no es alegre pero al menos parecía terminada, en realidad sigue allí, presente y viva.

Por qué vuelve esta tristeza,
el destino a nuestra mesa,
el silencio de un partir.
Por qué vuelve todo al mar
aunque no deba volver,
vuelven por nosotros, mi amor.

En la cuarta estrofa hay una sola pregunta, que no es sobre volver sino sobre irse, sobre partir:

Por qué se va un día todo
lo que nos quemaba los labios
hasta que no éramos nadie.

Fíjense que se retoma el “no-ser” característico, ese “amar hasta no ser nadie” que es una idea recurrente de los fados. Así como vuelve lo que parecía terminado, se diluye lo que antes lo era todo; sin embargo, al igual que aquellas diagonales ilusiones de silencio y quietud y bienestar, ese “irse” de la pasión es también ilusorio, porque “todo es agua que corre” (¡un hermoso verso, muy lorquiano!), y aunque parezca que ese río, ese torrente apasionado se pierde en la tierra (cual arroyo entubado), siempre volverá a surgir un poco más allá, en cualquier parte en cualquier lugar y dentro de poco, incontenible.

Todo es agua que corre:
cada vez que nos muere
nace un poco más allá.

En fin, una hermosa canción de amor y de sintonía (triste pero intensa) entre el mundo (o una ciudad, o el universo entero) y el ser humano (o, más humildemente, nosotros dos). Sonará a full en mi Winco hasta que los vecinos piensen, puro nervio, que efectivamente las paredes hablan. O hasta que yo aprenda a pronunciar la RR como Misia (aunque parece más probable la opción primera).

https://www.youtube.com/watch?v=1950HyGgDYg


Paixões diagonais

Do que fala a madrugada
O murmúrio na calçada
Os silêncios de licor
Do que fala a nostalgia
De uma estrela fugidia
Falam de nós, meu amor

Do que sabem as vielas
E a memória das janelas
Ancoradas no sol-pôr
Do que sabem os cristais
Das paixões diagonais
Sabem de nós, meu amor

Porque volta esta tristeza
O destino à nossa mesa
O silêncio de um andor
Porque volta tudo ao mar
Mesmo sem ter de voltar
Voltam por nós, meu amor

Porque parte tudo um dia
O que nos lábios ardia
Até não sermos ninguém
Tudo é água que corre
De cada vez que nos morre
Nasce um pouco mais além
Pasiones diagonales

De qué habla la madrugada,
el murmullo de la acera,
los silencios del licor,
de qué habla la nostalgia
de una estrella fugitiva,
hablan de nosotros, mi amor.

Qué saben las cortadas
y la memoria de los balcones
anclados al atardecer,
qué saben las ventanas,
las pasiones diagonales
saben de nosotros, mi amor.

Por qué vuelve esta tristeza,
el destino a nuestra mesa,
el silencio de un partir.
Por qué vuelve todo al mar
aunque no deba volver,
vuelven por nosotros, mi amor.

Por qué se va un día todo
lo que nos quemaba los labios
hasta que no éramos nadie.
Todo es agua que corre:
cada vez que nos muere
nace un poco más allá.

Quién sabe cuándo volveré, pero volveré seguro,

DJ Vago



1 comentario:

  1. mil gracias, soy fanatico de misia hace mucho tiempo, me gusto tu explicacion , me puse re triste con este fado

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