solo un tema por semana,
y con que le guste al diyei alcanza

martes, 14 de julio de 2015

[130] Soplaré y soplaré

“Elfin Knight”, anónimo escocés del siglo XVII, por Kate Rusby (2005)



Y bueno, finalmente estoy de regreso, tras cuánto, ¿tres semanas? Estuve a punto de dejarme llevar por la infinitamente agradable sensación de no hacer nada, pero había algo, una espinita clavada en mi cerebro que me decía que no podía dejar la serie “Sobrenaturales” sin su cierre. Especialmente cuando el cierre es un tema que me encanta y que tengo marcado en mi agenda mental desde hace dos años y que hace diez días que no puedo dejar de tararear en mi cabeza. Así que aquí estoy de nuevo, para gusto de unos pocos e indiferencia de tantísimos. Bostezante, pero cuasi animoso, considerando.

“Elfin Knight”, “Caballero élfico”, es una canción tradicional tan escocesa como anónima del siglo XVII. Está muy emparentada con otra canción anónima, mucho más famosa, que ya reseñé (con modestia diré: magistralmente) en el posteo 45, de septiembre de 2013: “Scarborough fair”, y que también mutó en varias zonas de Escocia y Gales como “Wittingham fair”. Los estudiosos aseguran que Scarborough y Wittingham son canciones derivadas de esta, la del elfo, que sería la canción original y primera con esa propuesta de tareas imposibles.

Como toda canción de 400 y pico de años, hay montones de versiones de “Elfin Knight”. En todas hay dos protagonistas: el caballero élfico (podría ser un elfo, o un descendiente de elfos, o un tipo sobrenaturalmente pintón: decidan ustedes) y una chica. En todas las versiones, el caballero está parado en la cima de una colina, y la chica está en su casa (en algunas versiones, en especial las primeras, ella está dentro de la casa, en su habitación; en otras podría estar en el palier o en el zaguán).



En las primeras versiones, el caballero élfico, muy poco caballero, después de hacer sonar su instrumento (no, no ese que están pensando, aunque casi) y generar un vientazo con él, propone y/o amenaza raptar a la chica y, redondamente, yacer con ella (si ella consiente) o violarla (si no consiente). La chica, ante esa propuesta tan varonilmente primitiva, cierra la ventana (para que el viento no desordene todo); aunque no rechaza de plano, exige que el caballero élfico cumpla antes de llevársela unas “simples” tareas: labrar un acre de tierra, hacerle un vestido. Pero esas tareas, tan sencillas, son imposibles, porque el terreno debe estar ubicado “entre el mar y la línea de la costa”, y el vestido debe hacerse “sin coser ni bordar”. Estas primeras versiones son, según yo, masculinas, porque aunque la chica es quien pone las condiciones, su rol es pasivo (espera quieta a que el caballero haga lo suyo) y ella es casi como un trofeo, mientras que el caballero élfico es quien propone y avanza.

Sin embargo, en algún momento del siglo XVII, pasó algo notable con esta canción, y es que una mujer la tomó y la dio vuelta. Estamos en el Renacimiento, pero es sabido que el renacimiento ese del arte y de los libros era cosa de varones. En la música popular, sin embargo, sí había alguna oportunidad, algún resquicio para que las mujeres tomaran la palabra y expresaran un irreverente, por no decir hereje, deseo de vivir. En las nuevas versiones de “Elfin Knight” que comenzaron a surgir a partir de fines del siglo XVII y en adelante, es la chica quien, al escuchar el cuerno del caballero élfico (cuyo sonido es “tan fuerte y estridente”, por no decir “penetrante”) y verlo en la cima de su colina, siente un intenso deseo sexual, que se nota porque el viento generado por el cuernazo del caballero ya no queda solo como una curiosidad meteorológica, sino que (en tanto ella ya no se queda dentro de la habitación, sino que sale de la casa) le vuela la pollera:

El caballero élfico está parado en su colina
(sopla sopla sopla, viento, sopla)
Soplando su cuerno fuerte y estridente,
y el viento que sopla me levanta la pollera.

Recuerden en qué época estamos, y se darán cuenta de que este estribillo es, de tan erótico, subversivo. En especial porque el erotismo que muestra es tan sutil como femenino, en tanto no hay ningún contacto físico directo entre el caballero y la chica, sino a través del viento que el genera con su instrumento (musical, ponele). Pero un soplido fuerte puede derribar, dice el Lobo, una casa de paja o de palos, y como se sabe desde la época de los griegos, el viento en Europa es capaz de embarazar a una ninfa si se descuida; así que yo diría que este viento escocés es bastante subido de tono, para el mil seiscientos.

En estas versiones “femeninas”, es ella la que propone a don Élfico que se la lleve para así poder estar juntos (en algunas versiones, con casamiento previo; en otras, sin papeles). Ella llega directamente hasta decir que “ojalá tuviera tu cuerno en mi regazo”, lo cual ya se pasa de castaño oscuro.

Y, quién lo diría, es el caballero quien, en lugar de agarrar viaje enseguida, se pone remilgoso y dice que, si ella quiere irse con él, antes cumpla unas tareas:

Entonces debes hacerme una camisola de holanda
sin ninguna costura ni trabajo de agujas,
y debes lavarla en aquel pozo
que nunca tuvo agua ni recibió jamás lluvia.


La chica no se da por vencida, y le hace una contrapropuesta de tareas imposibles (labrar, cosechar), para que funcione como tributo y parte de su dote:

Mi padre quiere una parcela de tierra
entre el salado mar y la línea de la costa,
y deberás ararla con tu resoplante cuerno
y sembrarla con un solo grano de pimienta.

(En algunas versiones, le pide además que la cosecha sea reunida en una carreta armada solamente con piedras y barro, y que esa pesada carreta imposible sea tirada solamente por un único gorrión. Lindo, ¿no?)

Cuando él labre la parcela, ella le dará su camisa sin costuras, y todos contentos.

Esta canción, ya en el siglo XVIII, a menudo se consideraba como una “balada para niños”, lo que suena curioso, porque los padres de hoy probablemente no estarían de acuerdo con que esta canción les fuera cantada a sus hijos y, especialmente, a sus hijas.

Abajo pondrá links y letras de las versiones de las que estuve hablando hasta aquí. Pero ahora me enfocaré en la versión elegida hoy, la de Kate Rusby, una cantante folk británica que me encanta, con una voz impresionantemente hermosa, y a quien ya presenté en uno de mis posteos menos leídos: “Volvé a las 9 hija, o sos boleta”, sobre el romance anónimo inglés “Una rosa en abril” (posteo 103). Como en ese romance, aquí en la versión que hizo Kate de “Elfin Knight” es la protagonista femenina la que avanza y actúa para que su amor y/o su deseo lleguen a concretarse.

La canción forma parte del disco La chica que no podía volar (“The girl that couldn´t fly”), de 2005. 


En su versión, Kate Rusby deja de lado todo eso de las tareas imposibles (que hoy en día, inevitablemente, nos suena como sacado de “Scarborough fair”, aunque no sea así) y se centra en lo importante: en el deseo de la muchacha por el caballero élfico y cómo el viento que él produce le vuela la pollera. Solo con eso, Kate hace una canción preciosa, pegadiza y rítmica y tierna, con solo tres estrofas, entre las cuales se cuela el ventarrón del estribillo.

En la primera estrofa presenta al caballero élfico, y a diferencia de otras versiones, se detiene para describir, además del sonido del cuerno, cómo se ve el aplomado y varonil caballero (ella está fuera de la casa, liberada para sentir el viento en la falda y para verlo a él directamente, allá arriba):

El caballero élfico está parado en aquella colina,
sopla su cuerno tan alto y estridente,
su porte es tan orgulloso y tan sereno,
sopla el viento sopla mi pollera.

En la segunda estrofa, ella se permite comenzar a soñar:

Si tuviera al caballero que está en esa colina,
mi verdadero amor seguramente habría hallado:
abajo hasta la iglesia y pronto estaríamos unidos,
sopla el viento sopla mi falda.

Fíjense que se usa, como en “Scarborough fair”, la expresión “true love”, “amor verdadero”, y al igual que allí, lo que se quiere decir en realidad es “true lover”: un amante fiel. Ella sueña con tener al caballero en sus manos, y lo primero que haría entonces sería llevarlo a la iglesia para casarse con él. Ella es una chica de buena familia, después de todo. Pero sus verdaderas intenciones no son esas, y el casamiento es solamente un requisito para lo que realmente quiere, que se expresa con claridad en la tercera estrofa:

Él me hará un vestido con costuras de hilo fino,
pondrá una diadema de flores en mi cabeza,
abajo a la iglesia y después iremos a la cama,
sopla el viento sopla mi falda.

Él le dará el vestido de hilo fino (fíjense que en esta versión ella no pide que sea hecho sin coser ni bordar: le tiene sin cuidado la técnica de costura) y le pondrá una corona nupcial de flores en la cabeza (lo que remarca la cercana relación entre el caballero élfico y la naturaleza indomable, silvestre y salvaje) y entonces sí, pasando por la iglesia (rapidito), luego sí irán (¡por fin!) a la cama juntos.




Es solo un sueño de la muchacha, y nada dice que ese deseo que siente se concrete: sin embargo, la intensidad poética de esos personajes de los que casi nada sabemos logran que esta canción sea memorable, y que siga viva cuatrocientos años después. Ojalá les guste.




The elfin knight

The elfin knight stands on yon hill
He blows his horn both loud and shrill
He stands so proud and he stands so still
Blow winds blow my bonnie o
Blow winds blow my bonnie


If I had the knight that stands on yon mound
My true love then surely I have found
Down to the church then soon we will be bound
Blow winds blow my bonnie o
Blow winds blow my bonnie.

He'll make me a dress with seams of fine thread
Make me a garland of flowers for my head
Down to the church then away we'll go to bed
Blow winds blow my bonnie o
Blow winds blow my bonnie.

The elfin knight stands on yon hill
Blowin' his horn both loud and shrill
He stands so proud and he stands so still
Blow winds blow my bonnie o
Blow winds blow my bonnie.

El caballero élfico

El caballero élfico está parado en aquella colina,
sopla su cuerno tan alto y estridente,
su porte es tan orgulloso y tan sereno,
sopla el viento sopla mi pollera, oh,
sopla el viento sopla mi pollera.


Si tuviera al caballero que está en esa colina,
mi verdadero amor seguramente habría hallado:
abajo hasta la iglesia y pronto estaríamos unidos,
sopla el viento sopla mi pollera, oh,
sopla el viento sopla mi pollera.

Él me hará un vestido con costuras de hilo fino,
pondrá una diadema de flores en mi cabeza,
abajo a la iglesia y después iremos a la cama,
sopla el viento sopla mi pollera, oh,
sopla el viento sopla mi pollera.

El caballero élfico está parado en aquella colina,
sopla su cuerno tan alto y estridente,
su porte es tan orgulloso y tan sereno,
sopla el viento sopla mi pollera, oh,
sopla el viento sopla mi pollera.



Y aquí adjunto, para los que quieran comparar otras versiones, un par más, que ilustran lo que conté en la primera parte del posteo:




    The Elfin Knight
              
The Elfin Knight stands on yon hill,                                 
Blaw, blaw, blaw winds, blaw                                                 
Blawing his horn loud and shrill.                                              
And the wind has blawin my plaid awa                                

‘ If I had yon horn in my kist,                                              
And the bonnie laddie here that I luve best !                       

Ye maun make me a fine Holland sark,                            
Without ony stitching or needle wark.                                 
And  ye maun wash it in yonder well,                              
Where the dew never wat, nor the rain ever fell.               

Now sin ye’ve askd some things o me,       
It’s right I ask as mony o thee.

My father he askd me an acre of land,                           
Between the saut sea and the strand.                                  
And ye maun plow’t wi your blawing horn,                   
And ye maun saw’t wi pepper corn.                                     

When  ye’ve dune, and finishd your wark,                    
Ye’ll come to me, luve, and get your sark.     

The Elfin Knight

El caballero élfico está parado en su colina.
(sopla sopla sopla, viento sopla)
Soplando su cuerno alto y estridente.
Y el viento me levanta la pollera.

Si tuviera tu cuerno en mi regazo
Y llevara puesta mi falda preferida…

Entonces debes hacerme una camisola de (hilo de) Holanda
sin ninguna costura ni trabajo de agujas.
Y debes lavarla en aquel pozo seco
Donde nunca hubo agua ni cayó la lluvia.

Ahora que me pediste algunas cosas,
Tengo derecho a pedirte yo otras tantas:
Mi padre me pidió un acre de tierra
Entre el salado mar y la línea de la costa.
Y debes ararlo con tu resonante cuerno
Y debes sembrarlo con un grano de pimienta.

Cuando lo hayas hecho y termines tu obra,
Entonces ven a mí, amor, y tendrás tu camisa.




The Elfin Knight

If you would be married with me,
A favor you must do for me.

'For you must make a shirt for me,
Without any cut or hem,' quoth he.

'You must cut it knife and sheerless,
And you must sew it needle and threadless.'

'Before I make a shirt for thee,
You must do this favor for me.

'You must find me an acre of land,
Between the water and the sand

'You must plough it with a ram's horn,
And sow it with one peppercorn.

'And in a cart of stone and lyme,
A single sparrow must bring it home.

'And when you have finished this work,
Come back to me and get your shirt.'
El caballero élfico

“Si quieres casarte conmigo,
un favor me debes hacer.

Debes hacerme una camisa
Sin ningún corte o costura”, dijo él.

“Debes cortarla sin cuchillo ni tijera
y coserla sin aguja ni hilo”.

Antes de que te haga tu camisa,
Debes hacerme tú un favor a mí:

“Debes hallarme un acre de tierra
Entre el agua del mar y la arena,

Debes ararla con un cuerno de carnero
Y sembrarla con una sola pimienta.

Y en una carreta de piedra y barro,
Un solo gorrión debe traerla hasta casa.

Y cuando hayas terminado tu tarea,
Vuelve a mí y tendrás tu camisa”.


Y eso es todo por hoy. Estoy agotado, pero tengo la satisfacción del deber cumplido. Y no es poco deber, considerando que escribir estos posteos me cuesta tanto como sembrar una parcela entre el mar y la costa.

Hasta la próxima, si es que mi despertador suena alto y estridente,

DJ Vago



miércoles, 24 de junio de 2015

[129] Un jardín de madreselvas



“El gigante de ojos azules”, letra de Nazim Hikmet, por Dina Rot (1973)






Hoy, como penúltima entrega de la serie “Sobrenaturales”, presento “El gigante de ojos azules”, canción de Dina Rot sobre un texto del poeta turco Nazim Hikmet.

Nazim, gran poeta turco, fue amigo de Juan Gelman y de Roque Dalton, y por su militancia comunista y por el compromiso social de sus palabras, pasó muchos años de su vida preso. Al igual que otros grandes poetas: la poesía es un crimen terrible, para los poderosos del mundo. Murió en el exilio, en Moscú y como ciudadano polaco, a comienzos de la década del sesenta.

Dina Rot es una gran cantautora argentina. Es la madre de la actriz Cecilia Roth. Dina musicalizó, a lo largo de su carrera, poemas de grandes de la poesía como Gelman, Vallejo, Lorca, Neruda, etc. Ella y Paco Ibáñez (a quien presenté en el posteo sobre “La mala reputación” de Brassens) son a mi gusto quienes más y mejor musicalizaron poemas en castellano. La canción elegida hoy forma parte del disco “Yo canto a los poetas”, de 1973. Esta canción la suele cantar Juan Carlos Baglietto, así que muchos piensan que la compuso él; pero no.


El tema de hoy presenta, como un breve cuento de hadas y con una onda de canción infantil, una historia de amor frustrado: un gigante que se enamora de una mujer pequeñita. Lo que frustra el amor no es, sin embargo, la diferencia de altura física, sino una incompatibilidad de objetivos: él la quiere a ella, y ella quiere una casita con jardín. Y no cualquier jardín: un jardín de madreselvas, es decir, de flores delicadas, exóticas, silvestres y gráciles.


Y ese jardín de madreselvas es a la vez el estribillo de la canción y el eje de la historia. Hay dos amores en pugna: el amor “elevado” del gigante por ella, y el amor “bajo” de la mujer pequeña por el ansiado jardín.

En el poema de Hikmet hay una estrofa extra, que quizá Dina sacó en la canción para no extenderla demasiado. En esa estrofa, el gigante intenta construir la casita con jardín (al menos, se lo plantea como posibilidad), pero no le sale ni a palos:

El gigante amaba en gigante.
Su mano, a grandes obras hecha,
mal podía construir los muros
ni usar el timbre de la puerta
de una casita con jardín,
un jardín de madreselvas.

Uno imagina los dedos de pionono del gigante intentando construir las paredes de la pequeña casita, intentando levantar las persianas o cuidando las delicadas madreselvas, y es evidente que sus esfuerzos están destinados al fracaso: resulta gracioso imaginar la torpeza del gigante ante las delicadezas de la construcción en miniatura.

En la tercera estrofa (la segunda de la canción), ella se cansa de esperar al gigante, que no termina nunca con la casa ni, menos que menos, con el jardín. Y en la cuarta estrofa, “con gracia muy voltereta” (me encanta ese verso) ella deja al gigante y se consigue un enano rico que tiene éxito en aquello en que falló aquel.

La última estrofa presenta la conclusión desengañada del gigante, quien comprende que un amor tan grande como el suyo no cabría jamás en una casita tan pequeña, y se queda más o menos como la zorra que no alcanza las uvas y dice “Igual, están verdes”.



El gigante de ojos azules

Un gigante de ojos azules
amaba a una mujer pequeña
cuyo sueño era una casita
pequeña, como para ella,
que tuviera al frente un jardín:
un jardín de madreselvas.

El gigante de ojos azules
amaba a esa mujer pequeña
que muy pronto ya se ha cansado
de tan desmesurada empresa
que no terminaba en jardín,
en jardínde madreselvas.

Adiós ojos azules, dijo,
y con gracia muy voltereta
del brazo de un enano rico
entró en la casita pequeña
que en el frente tenía un jardín,
un jardín de madreselvas.

El gigante comprende ahora
que amores de tanta grandeza
no caben, siquiera muertos,
en esas casas de muñecas
que en el frente tienen jardín,
un jardín de madreselvas.

La música es muy bella, como lo es la voz de Dina: una gran, dulce voz. Por si no pudieran ingresar al link, va la versión de Baglietto:


Es obvio que el poeta defiende la posición del gigante. Sus ojos son azules como el cielo tan cercano a ellos. Está a un nivel muy superior al de la mujer, que es presentada en forma bastante negativa, pues su pequeñez física es correlato de una pequeñez de miras y de objetivos: ella quiere cosas materiales, seguridad y tranquilidad, mientras él abarca grandiosas obras, objetivos y sentimientos trascendentes. Ella está dispuesta a cambiar al gigante por un enano adinerado (“¿qué tendrá el petiso?...” suena de música de fondo), con tal de cumplir sus pequeños (pero difíciles) objetivos.

Ella es una “cazafortunas interesada”, como diría Ceelo Green. Así la presenta la canción, pareciera.

Y sin embargo, yo al menos, no puedo evitar considerarla la heroína de la canción. Ella quiere el jardín: ese es su amor. Lo quiere tanto tanto, y finalmente lo consigue. Y no lo quiere porque eso implique tener dinero o poder, sino simplemente para poder contemplar la belleza temblorosa y frágil de las madreselvas reunidas. Tal vez el amor a un jardín no sea algo grandioso ni trascendente, pero uno puede perfectamente identificarse con ese gran amor pequeño a la belleza de unas flores.

El amor del gigante, en cambio, queda en la nada: es puro aire. Al final de cuentas, no es claro ni siquiera que sea realmente amor, en tanto lo abandona a mitad de camino, renunciando a él en el momento en que implica poner manos a la obra para construir una simple casita. Siempre me parece un pavote bárbaro, el gigante de ojos azules, cada vez que escucho la canción, y siempre me gusta imaginar a la pequeña mujer feliz en su jardín, tomando mate (o té, si prefieren) al atardecer, rodeada por el aroma de las flores silvestres.

Es la eterna lucha entre la metáfora y la metonimia, entre el aquí y el más allá, entre el ser y el estar, entre idea y materia. A mi modo de ver, estar es más que ser; y por eso, para mí, la pequeña jardinera es la preferida de esta canción, aunque quien aparezca en el título sea el gigante soñador. El amor no necesita ser gigantesco para ser real. Por el contrario, sabemos que el amor se alimenta de pequeñas cosas, gestos, momentos y sensaciones que arden como hojitas secas en una salamandra.

Esto me recuerda a una de mis canciones favoritas de las del tío Joan, la “Canción del amor pequeño”. Iba a aparecer en una serie dedicada a pequeñeces, pero ya veo que la temporada me está quedando chica y no va a entrar, así que aquí les presento ese tema, como bonustrack, y como argumento a favor del valor de lo pequeño. La canción es en catalán y está en el espectacular disco que lanzó Serrat en 1980, Tal com raja; allí se aclara que ese amor que él tiene, y que le rebalsa por las costuras, no es trágico ni mágico ni eterno, pero sí jugoso, inquieto y vivo en su pequeñez presente.



Cançó de l´amor petit

Jo tinc un amor petit
i llaminer
com un infant.

Un amor escadusser
que mossegal'esquer
i no s'empassal'ham.

Jo tinc un amor rumbós,
vermell i sucós
com una magrana.

Jo tinc un amor amic
que mata de gust
i que es mor de ganes.

Ni cec, ni tràgic, ni pactat.
Ni etern, ni màgic, ni llogat.
Rajant-me pelsdescosits,
tinc un amor petit,
tinc un amor petit.

Jo tinc un amor petit
noucom el temps
de la saó

que es crema coml'encenall,
arriba a cavall
is'enfilaalsbalcons.

Jo tinc un amor company
que no duu records
nideixapenyores.

Jo tinc un amor per tu
que es posa a ballar
quan li donen corda.

Canción del amor pequeño

Yo tengo un amor pequeño
y goloso
como un niño.

Un amor huidizo
que muerde la carnada
y no traga el anzuelo.

Yo tengo un amor rumboso,
rojo y jugoso
como una granada.

Yo tengo un amor amigo
que mata por gusto
yse muere de hambre.

Ni ciego, ni trágico, ni pactado.
Ni eterno, ni mágico, ni alquilado.
Desbordándome por las costuras,
tengo un amor pequeño,
tengo un amor pequeño.

Yo tengo un amor pequeño,
nuevo como el tiempo
de la sazón

que se enciende como la viruta,
llega a caballo
yse trepa a los balcones.

Yo tengo un amor compañero
que no trae recuerdos
ni deja prendas.

Yo tengo un amor por ti
que se pone a bailar
cuando le dan cuerda.


Y eso es todo por hoy. Como hoy, a fin de cuentas, presenté dos canciones, y me cuido mucho con los gastos, creo que la semana que viene me tomaré franco y recién dentro de quince días presentaré el cierre de la serie “Sobrenaturales”.

Aquí y ahora, mis azules ojos ya andan soñando con la siesta.

Hasta la próxima,

DJ Vago





martes, 16 de junio de 2015

[128] Alive, alive, oh


“Molly Malone”, de James Yorkston (hacia 1880), por The Dubliners y por Sinead O´Connor




A Patricio Killian.


Por fin terminé mi serie de rock nacional (argentino), por lo cual ya no sentiré la presión de los oyentes-lectores que conocen los temas e intérpretes y, por lo tanto, se dan cuenta de que el 70% de lo que digo es puro invento, y el 30% restante, muy discutible. No es tampoco que me afecte tanto el quedirán, eh, no se crean. Pero con el superyó de mi madre vasca ya tengo suficiente.

Pero sigue a pleno la serie “Sobrenaturales”, esta vez con una antigua, sencilla y pegadiza canción irlandesa, “Molly Malone”. Que se hizo famosa con los años, hasta adquirir el status de himno no oficial de Dublín y, tal vez, de Irlanda toda. Para que se den una idea, en Dublín hay una estatua de Molly con su carro de mariscos (y su escote):





Y la canción fue y es cantada, obviamente, por montón de artistas. La interpretación promedio del tema, que agrupa el 90% de las veces que “Molly Malone” es entonada, resulta intrascendente y simpaticona, con dos variantes principales:

· Variante A: por cantantes semisobrios en pubs adornados con propagandas de cerveza Guinness, Kilians o similar; u otra locación que se considere típicamente irlandesa. Por ejemplo, esta versión de Johnny Logan:



· Variante B: por borrachos (preferentemente irlandeses, aunque no es requisito obligatorio). Por ejemplo, la versión que se oye en la primera escena de la película “La naranja mecánica”, de Stanley Kubrick (basada en la novela de Anthony Burgess):
https://www.youtube.com/watch?v=DLZi9wI1C0M


Ambas variantes no explican, por supuesto, la fama de esta canción. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de ese 90% de los intérpretes, resulta que “Molly Malone” es una canción bella e inquietante, y emocionante. Y hay un 10% de los cantantes que le hace honores al tema.

La letra, que pueden leer a continuación, es sencilla y directa. En la primera estrofa se presenta el lugar (Dublín) y el personaje: Molly Malone, una chica que vende pescado (más precisamente, mariscos) con un carro. Y lanzando su consigna de vendedora ambulante: “¡A los berberechos y mejillones vivos! ¡Vivos!” (en inglés son menos sílabas y suena mejor, la consigna). Obviamente, que los mariscos estén vivos es prueba de su frescura: imagino que si hoy en día no es conveniente consumir mariscos no refrigerados, en el siglo XVI-XVII podías morir tranquilamente, por comer un berberecho a quien no hubieras conocido mientras vivía.

El cantor, bastante baboso él, dice que Dublín es una ciudad caracterizada porque sus muchachas son bellas, y entre ellas, lo deslumbra especialmente la marisquera.


Molly Malone

In Dublin's fair city,
Where the girls are so pretty,
I first set my eyes on sweet Molly Malone,
As she wheeled her wheel-barrow,
Through streets broad and narrow,
Crying, "Cockles and mussels,
alive, alive, oh!"

"Alive, alive, oh,
Alive, alive, oh",
Crying "Cockles and mussels,
alive, alive, oh".

She was a fishmonger,
But sure 'twas no wonder,
For so were her father and mother before,
And they each wheeled their barrow,
Through streets broad and narrow,
Crying, "Cockles and mussels,
alive, alive, oh!"

She died of a fever,
And no one could save her,
And that was the end of sweet Molly Malone.
Now her ghost wheels her barrow,
Through streets broad and narrow,
Crying, "Cockles and mussels,
alive, alive, oh!"

"Alive, alive, oh,
Alive, alive, oh",
Crying "Cockles and mussels,
alive, alive, oh".

Molly Malone

En la bella ciudad de Dublín,
donde las muchachas son tan bonitas,
vi por primera vez a la dulce Molly Malone
mientras ella empujaba su carro
por calles amplias y angostas
al grito de: “¡Berberechos y mejillones
vivos, vivos, oh!”.

“¡Vivos, vivos, oh!
¡Vivos, vivos, oh!
Al grito de: “¡berberechos y mejillones
vivos, vivos, oh!”.

Era una pescadera,
pero claro, no es para sorprenderse,
porque también lo fueron su padre
y su madre antes,
y cada uno empujó su carro
por calles amplias y angostas
al grito de: “¡Berberechos y mejillones
vivos, vivos, oh!”.

Ella murió de una fiebre
y nadie pudo salvarla,
y ese fue el final de la dulce Molly Malone.
Ahora su fantasma empuja el carro
por calles amplias y angostas
al grito de: “¡Berberechos y mejillones
vivos, vivos, oh!”.

“¡Vivos, vivos, oh!
¡Vivos, vivos, oh!
Al grito de: “¡berberechos y mejillones
vivos, vivos, oh!”.



La segunda estrofa apela a las tradiciones, y es la que resalta en las buenas versiones colectivas, como la que elegí de The Dubliners, prestigioso conjunto de música irlandesa, en un recital en vivo: esta estrofa es la que resuena mejor en los estadios. Allí se explica que no es raro que Molly fuera vendedora de pescado, porque lo mismo hacían su padre y su madre, y cada uno tenía un carro igual al de ella y lanzaban el mismo pregón.

Escuchen la muy buena versión de The Dubliners:


La tercera estrofa es la más interesante, y es la que permite que esta canción forme parte de la serie “Sobrenaturales”: Molly murió de una fiebre. Pero ni la muerte puede impedir que ella continúe, como fantasma, recorriendo las calles de la ciudad y pregonando sus fantasmales mariscos, anunciados aún como vivos (y ese “Alive, alive oh”, que en el pregón remite solo a los mejillones y berberechos, aquí ya aplica también a ella, a Molly, que a pesar de haber muerto sigue viva, viva).

Entre todas las interpretaciones de “Molly Malone”, hay una, una sola, que para mí representa a la perfección lo inquietante y terrible de la escena descripta. Y la desgracia y la pena de ese destino de muchacha pobre que sigue trabajando aún después de muerta. Me refiero a la genial versión de Sinead O´Connor (quien ya apareciera en el blog con su canción “Troya”, posteo 62).

Hay un videoclip, para esta versión, en el que se ven imágenes documentales de la vieja ciudad de Dublín; pero el clip que tienen que ver es este que linkeo acá abajo, que muestra únicamente a Sinead en primer plano (la cámara solamente se aleja y se acerca un paso, en oleadas). Con una musicalización muy sutil y leve, que no compite con la cantora, de forma que la sensación es estar escuchando, casi, una canción a capella.

Ya Sinead, ella misma, tiene una belleza que resulta inquietante y casi sobrenatural, con esos ojos rasgados cromados de ciborg y el pelo cortado al ras (aunque el lunar bajo la boca la humaniza). Y el clip permite ver los posicionamientos de la lengua y el paladar que usa, y las diferentes aperturas de la boca, que le permiten pronunciar unos sonidos que lo que tienen de hermoso lo tienen de cuasi alienígenas. Sinead no gritar ni demuestra volumen de voz, excepto en el estribillo: por el contrario, uno de sus logros es poder mantener esos vibratos y sonidos redondos en un volumen muy bajo, apenas audible.

Este videoclip me pone la piel de gallina cada vez que lo veo. Y es palpable la empatía de Sinead con Molly: no está contenta ni pensando en la siguiente cerveza, cuando cuenta que la marisquera murió joven y que su fantasma no descansa en paz. Está conmovida por Molly, y por eso conmueve también a quien la escucha. Un gran videoclip para una gran interpretación. No creo que yo viva lo suficiente como para escuchar una mejor versión de “Molly Malone” (aunque quizá sí, si mi fantasma sigue durmiendo la siesta en siglos venideros; quién te dice).

Por Sinead O´Connor:


Y eso es todo por hoy. Hasta la semana que viene, donde incansablemente pregonaré una nueva canción, si es que para entonces sigo vivo, vivo oh.

DJ Vagone