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martes, 29 de septiembre de 2015

[141] No me expliquen el amor



“Qué me van a hablar de amor” (1946), de Homero Expósito y Héctor Stamponi, por Roberto Goyeneche y por Julio Sosa


Ya en la segunda mitad de esta larga serie titulada “Tango/Drama”, vuelvo al tango (de los cuatro lectores de este blog, tres me protestaron por haber incluido a Taylor Swift la semana pasada: gente ingrata) con “Qué me van a hablar de amor”, de Expósito (Homero) y Stamponi (Héctor), un tango de mediados de los cuarenta que me permitirá incluir y contraponer a dos grandes cantores: Goyeneche y Julio Sosa.

La música de Stamponi está muy bien: el contrapunto funciona a tiempo completo, y los violines y bandoneones se acomodan, como carreteando, a los recovecos de la historia; pero la letra de Homero (Expósito) “se come” el tango, porque presenta, en pocos rasgos, el prontuario entero de un personaje que, aunque quiere mostrarse recio y “más allá del bien y del mal”, termina generando algo así como un sucedáneo de la simpatía, y una cierta especie de penita.



Toda la letra es como la reacción del protagonista ante las “enseñanzas” de algún/os gil/es que se agranda/n y pretende/n darle lecciones (a él, justo a él) sobre el amor. Y entonces él, que hasta entonces se había mantenido tranquilo con su ginebra espantosa en el bar de mala muerte, se saca el cinto mental y comienza su protesta: “A mí no me vengan a contar cómo se cuecen las habas, porque mientras ustedes van, yo fuivinefuivinefuivine”. Así sería la letra si la hubiera escrito yo: por suerte la escribió Homero (Expósito), un grande de verdad, que ya apareció un par de veces en el blog (cuando hablé de “Fangal”  (entrada 80) y luego, en el último posteo de la segunda temporada (entrada 100), sobre el bolero “Vete de mí”.

De entrada en la canción, el protagonista del tango se presenta como alguien que se ganó lo que tiene (su experiencia) a fuerza de golpes y esfuerzos:

Yo he vivido dando tumbos
rodando por el mundo
y haciéndome el destino...
Y en los charcos del camino,
la experiencia me ha ayudado
por baquiano y porque ya
comprendo que en la vida
se cuidan los zapatos
andando de rodillas.

Él ya sabe cómo son las cosas, y entonces larga la conclusión del argumento:

Por eso
me están sobrando los consejos,
que en las cosas del amor
aunque tenga que aprender
nadie sabe más que yo.

No dice “Me las sé todas”, sino “también tengo cosas que aprender… pero menos que todos ustedes”. El final de la línea argumental sería que NADIE sabe todas “las cosas del amor”, que todos tenemos que aprender todo el tiempo. De alguna manera, todos somos ignorantes del amor, todos somos iguales; pero algunos, aclara el cantor, somos más iguales que otros, y yo (el cantor, no yo-yo) sé lo suficiente como para darles consejos a ustedes, gilastrunes, porque…

Yo anduve siempre en amores,
¡qué me van a hablar de amor!

O sea: la experiencia está de su lado, pareciera. Él se declara Gardel sin sonrojarse.
Sin embargo… inmediatamente empieza a desbarrancar. A desbarrancar mal, contando la verdadera historia: él habrá andado “siempre en amores”, pero en realidad tuvo UN amor en serio, y lo dejó turulato:

Si ayer la quise, qué importa...
¡qué importa, si hoy no la quiero!

Dice él “no importa”, como la zorra dice “están verdes” ante las uvas que no alcanza. Dice “ya no la quiero”, pero se hace difícil creerle, aunque utilice una metáfora extraña para definir los ojos de su ex(?)amada: Pequeño Saltamontes, no te recomiendo utilizar “sos un ancla” como línea seductora. Ni siquiera si aclaran “sos un ancla linda”.

Eran sus ojos de cielo
el ancla más linda
que ataba mis sueños;

Pero en el tango, el cantor zafa, porque enseguida aclara qué quiso decir: ella “ataba sus sueños”, y luego ella se fue “de mis cosas” (es decir: de su vida) y “entró a ser recuerdo” (ella entró en su pasado, como pasa en “Los mareados”, ¿se acuerdan?). Y él quedó desanclado, a la deriva, sin rumbo, llevado por mil corrientes (mil amores que no llegan, entre todos, a opacar a aquel, al verdadero, el que le duele).

Era mi amor, pero un día
se fue de mis cosas
y entró a ser recuerdo.
Después rodé en mil amores,
¡qué me van a hablar de amor!

Y la conclusión de esa historia de amor doliente es: “yo me las sé todas”, pero a esta altura ya no le cree nadie. O mejor dicho: uno le puede creer que sabe de “las cosas del amor”, pero más por aquel amor perdido que por los otros mil amores por los que rodó (desanclado y sin detenerse).



La siguiente estrofa es muy bella, nos recuerda por qué Homero es Homero y nosotros no: el Invierno asesino le echa al cantor “la soga del recuerdo” al cuello, como para ahorcarlo, y utiliza la ausencia como una viga desde la cual echarle la soga. Pero él se suelta, como se suelta “un potro mal domado” (otro tanguero que se compara con un caballo, como en “Por una cabeza”), mañero. Y nuevamente suelto (desanclado, sin rumbo) rompe “las cosas del pasado” como quien rompe una rosa entre las manos… y se clava al hacerlo todas las espinas, claro: no le es gratuito, ese “sabérselas todas”:

Muchas veces el invierno
me echó desde la ausencia
la soga del recuerdo,
y yo siempre me he soltado
como un potro mal domado,
por mañero y porque yo,
que anduve enamorado
rompí como una rosa
las cosas del pasado.

Ahora, en el presente, él declara “estar viviendo en otra aurora” (pero quién le cree), y pide, suplica: “No me expliquen el amor”. Está muy bien, ese verso: no hay que explicar el amor, es inútil. O se sabe o no se sabe, o se tiene o no se tiene, explicarlo sirve tanto como definirlo: es decir, no sirve para nada. Y él, dolido como está (desanclado), y aunque solo sabe que no sabe nada, igual le alcanza para saber que sabe más que cualquiera:

Y ahora
que estoy viviendo en otra aurora
no me expliquen el amor,
que aunque tenga que aprender,
nadie sabe más que yo.

Es, bajo la apariencia de una historia de puro canchereo, un tango que va bailando por la cornisa del desencanto, pero no se cae.

Hay, al menos en shutub, dos grandes versiones de este tango: la de Goyeneche y la de Julio Sosa. La de Julio Sosa exhibe su enorme voz, y él (“El Varón del Tango”) era muy canchero, así que la parte del canchereo la hace muy bien. No es mi versión preferida, porque él como que la canta medio enojada, a la canción, como diciendo “Rajá de acá, perro” (onda “Walk”, de Pantera). Y hace otra cosa que odio pero que a él le encantaba: el recitado. Cómo le gustaban los recitados, a Julio Sosa. Acá el recitado (empieza en el minuto 2:05) lo único que hace es parafrasear lo que ya dice la letra de la canción. O sea: te escuché la primera vez, ¿para qué me lo decís de nuevo? Pero si no hubiera la versión siguiente, esta sería, sin dudas, la elegida, porque Julio tenía esa voz que no hay con qué darle.

Por Julio Sosa:


Pero mi favorita es esta otra, del Polaco Goyeneche. Él podría haber sido un cantor onda Julio Sosa, porque voz tenía (tal vez no tanta como Julio, pero…). Eligió, sin embargo, otro estilo, el de “decir” el tango, lo que significa, supongo, esa forma de cantar dándole a cada palabra su espacio, su tono y su tiempo. Como hacen, por ejemplo, Ute Lemper, o Billie Holiday: cada sílaba vale por sí misma, en un tango cantado por Goyeneche. Nada se desperdicia. Y eso le permite, cuando llega el salto final de dominante-tónica (el chaaaan-chán que cierra todo tango), haber dicho mucho más que la letra. 



Solo por dar un ejemplo, cuando el Polaco canta por primera vez la línea “qué me van a hablar de amor” la hace como riéndose, como que le causa gracia que otros vengan a querer explicarle algo que él ya se sabe de memoria. Y cuando reafirma “no me expliquen el amor”, la palabra “expliquen” (eSpliquen) la hace con una entonación de hastío, de impaciencia, como diciendo “no sean nabos, qué es lo que se creen que son, para querer eSplicarme lo que no tiene eSplicación, porque si la tuviera, yo sería el primero en saberlo”. Y todo eso, metido en la palabra. Eso me parece a mí, al menos, y por eso Goyeneche es mi cantor de tangos favorito. Sus discípulos nunca lograron igualarlo, y está sin dudas en el selecto grupo de los tangueros más inolvidables.

Por Goyeneche:



Qué me van a hablar de amor

Yo he vivido dando tumbos
rodando por el mundo
y haciéndome el destino...
Y en los charcos del camino,
la experiencia me ha ayudado
por baquiano y porque ya
comprendo que en la vida
se cuidan los zapatos
andando de rodillas.
Por eso
me están sobrando los consejos,
que en las cosas del amor
aunque tenga que aprender
nadie sabe más que yo.

Yo anduve siempre en amores,
¡qué me van a hablar de amor!
Si ayer la quise, qué importa...
¡qué importa, si hoy no la quiero!
Eran sus ojos de cielo
el ancla más linda
que ataba mis sueños;
era mi amor, pero un día
se fue de mis cosas
y entró a ser recuerdo.
Después rodé en mil amores,
¡qué me van a hablar de amor!

Muchas veces el invierno
me echó desde la ausencia
la soga del recuerdo,
y yo siempre me he soltado
como un potro mal domado,
por mañero y porque yo,
que anduve enamorado
rompí como una rosa
las cosas del pasado.
Y ahora
que estoy viviendo en otra aurora
no me expliquen el amor,
que aunque tenga que aprender,
nadie sabe más que yo.


Bueno, voy terminando nomás. Como despedida, una pastillita de color: mientras buscaba versiones de este tango, descubrí que Cristian Castro (de quien no voy a opinar, pero imagínense) tiene una canción a la que le puso exactamente el mismo título: “Qué me van a hablar de amor”. El tema es tan malo (música somnífera, letra sin gracia ni sentido, canto “very forgettable”) que para lo único que sirve es para contrastar: nos enseña a apreciar cómo se puede hacer con una misma idea dos canciones tan nadaquever.



Y con esto me despido y me voy a dormir una larga siesta hasta la semana que viene. Porque ¿sabés, piscuí?: en las cosas del dormir nadie sabe más que yo.


DJ Vago 

7 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Excelente entrada...
    Genial tu blog man... realiza una entrada al sobre "Naranjo en Flor" de homero y por su puesto en la voz del polaco...

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    1. Gracias! Sí, es buenísimo "Naranjo en flor", probablemente alguna vez lo comente en una entrada. Mientras tanto, tal vez te interese pispear alguno de los otros posteos "tangueros" del blog: 144 ("Sur"), 160 ("Esta noche me emborracho"), 139 ("Por una cabeza"), 137 ("Los mareados" y "El que atrasó el reloj"), 100 ("Vete de mí"), 80 ("Fangal"), 25 ("Nada"). Saludos.

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  3. Muy bueno el blog, recién lo descubro. Hay una frase que da para varias interpretaciones, no me queda claro. Es "comprendo que en la vida se cuidan los zapatos andando de rodillas" que significado le das. Gracias. Saludos.

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    1. Hola, soy el DJ. Es cierto, la frase no es de significado evidente. Si no me equivoco, la frase alude a un comportamiento ilógico y ridículo (andar de rodillas para no dañar los zapatos). El cantor dice: "al mundo (a la humanidad) le falta un tornillo, y ahora, por mi experiencia, lo comprendo perfectamente". Eso interpreto yo al menos. Saludos!

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    2. Esa frase la vengo masticando hace tiempo. Si bien a simple vista es un sin sentido, en la sociedad actual muchas veces hay quienes se someten, rebajan o humillan sólo para permanecer, seguir en juego, conservar un laburo o un amor... Luchar t expone, no sólo a perder sino tb a ser identificado, etiquetado.

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    3. Hola! Acabo también de descubrir este blog justamente buscando entender más esa frase. La interpreto un poco más similar a lo que comenta La Profe. La imagen de "gastar los zapatos", por un lado, puede que evoque el desgaste emocional al que uno se expone si "anda de pie o parado" (que es una metáfora que además se usa para hacer referencia a tomar riesgos, a vivir con entrega, etc. en oposición a la metáfora de "andar/estar de rodillas", de bajo perfil...)

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