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lunes, 5 de diciembre de 2016

[169] ¡Hola, doctor Jekyll! ¡Hola, señor Hyde! ¿Pasó usted por mi casa?



“Y sin embargo”, de Joaquín Sabina (1994)


Hoy concluye al fin (nada puede escapar) la serie “Romant... bué, ponele sí, romántico masomeno”, con un tema en castellano. Estuve a punto de elegir “Nada”, mi canción preferida de Aute, pero al final me decidí por esta de Sabina, que me gusta menos, pero que cuadra mejor con la serie y tiene cosas interesantes para comentar y escuchar.

No es la primera vez que aparece Joaquín Sabina en el blog (vean el posteo 104 de diciembre de 2014, en el que, como de costumbre, me lucí). Aunque probablemente será la última vez que reseñe un tema de él, porque la verdad no es que me gusten tanto las canciones de Sabina. Y sin embargo, opino que algunas están muy logradas, en su particular estilo.

Como la canción elegida hoy, titulada “Y sin embargo”. Que nació de un reclamo: le hicieron notar a Joaquín que tenía ya varios discos editados y sin embargo, ninguna canción de amor. Y entonces compuso este tema que es, si uno lo mira con un ojo, una canción de amor, y si uno lo mira con el otro ojo, no sé lo que es, pero es otra cosa.

Según declaró Joaquín, “Y sin embargo” es la historia de un tipo que camina por la calle tomado del brazo con el amor de su vida, y sin embargo cuando pasa por al lado una mina se da vuelta para mirarle el culo. Una definición que me parece muy exacta.

Sabina fue el primer sorprendido por la buena aceptación que tuvo el tema entre el público femenino, y eso lo llevó a darse cuenta que la mujer que caminaba tomada del brazo con el amor de su vida también le miraba el culo al tipo que pasaba por al lado. Podría haberlo imaginado de entrada, pero bueno, es Sabina.

Por supuesto que no todo amor es infiel, y que una cosa es mirar un culo ajeno y otra muy diferente es pedir un champán francés a medianoche en un cuarto de hotel. Pero para el cantor de este tema eso son apenas detalles. No está orgulloso de cómo es, y sin embargo, luego de describir su situación (la ama a ella, pero constantemente se entrevera con otras) la juzga casi como algo inevitable. Él se presenta como una especie de adicto, onda el cantor de tangos que asevera, canyengue y aplomado: “Si soy así, ¿qué voy a hacer?”. No puede evitar ser como es, y en el fondo tampoco lo intenta: como a Amy Winehouse, quieren hacerlo ir a rehabilitación, pero responde: “No, no, no”.

Pero Sabina lo plantea en una bella canción en 4/4, armada sin estribillo pero con tres tipos de estrofas:

a) Estrofas lentas de siete versos, que comienzan con palabras de dos letras: “De”, “Ni”, “No”. Son las dos primeras estrofas y la quinta. En ellas se plantea la situación del cantor, que le habla a su amada y muy suelto de cuerpo, comienza su alegato con el verso “De sobra sabes que eres la primera”. 

Pequeño Saltamontes: nunca le digas algo así a la persona que te ama, porque te responderá, probablemente, que preferiría ser la única. Aun así, con esa frase sola probablemente evitarías el piñón en la cara, si quedara allí la cosa. 

Pero el cantor sabino se embala rápidamente y luego de proclamar, muy romántico, que daría la vida entera por ella:

De sobra sabes que eres la primera,
que no miento si juro que daría
por ti la vida entera,
por ti la vida entera

... en vez de un punto seguido (que caía redondo ahí en la frase) sigue la oración con un “y sin embargo”, y ya como que ni necesitamos escuchar lo que viene para saber que la está por embarrar fiero:

y sin embargo un rato cada día
ya ves, te engañaría con cualquiera,
te cambiaría por cualquiera.

Lo que no sería tampoco definitivamente terrible, si no estuviera ese “ya ves”, que indica que ella sabe perfectamente cómo es él, y que eso que le está diciendo no es novedad ni noticia para ninguno de los dos.

En la segunda estrofa intenta llevar agua para su molino incluyéndola a ella en su grupo de wasap filosófico: “vos sabés mejor que yo que las cosas son así”. ¿Y cómo son las cosas, según él?:

... sabes mejor que yo que hasta los huesos
solo calan los besos que no has dado,
los labios del pecado.

La canción no dice si ella está de acuerdo con esto, pero este es el núcleo de la justificación de él por ser como es (fiel de corazón pero infiel de cuerpo) y es, a la vez, lo más discutible de la canción: uno podría pensar que calan más los besos que SÍ se han dado (a esa persona que amamos), que “los labios del pecado”.

Pero bueno. Él es así y ella lo sabe bien (como repite en la tercera estrofa lenta, donde cuenta que cuando está en un hotel y pide champán y cena con velitas siempre es con otra y nunca con ella).

b) Estrofas rápidas de siete versos, que empiezan con la palabra “Y” y que resaltan ese ritmo con la repetición de esa (según mi hermana la tercera:) conjunción copulativa en polisíndeton.

Y me envenenan los besos que voy dando
y sin embargo cuando duermo sin ti, contigo sueño,
y con todas si duermes a mi lado
y si te vas, me voy por los tejados
como un gato sin dueño ...

Los “y” repetidos no solo aceleran las escenas, sino que hacen que resalte mucho más el contraste (lo adversativo del “sin embargo”): da besos (a otras) que lo envenenan, pero cuando no está con ella la extraña, pero cuando sí está con ella no la aguanta y él “se va por los tejados”, y cuando ella vuelva es una fiesta, pero al día siguiente vuelve a comenzar “la guerra fría”...

Y cuando vuelves hay fiesta en la cocina
y baile sin orquesta y ramos de rosas con espinas,
pero dos no es igual que uno más uno
y el lunes, al café del desayuno,
vuelve la guerra fría
y al cielo de tu boca el purgatorio
y al dormitorio el pan de cada día.

O sea, este adicto a la inconstancia no solo se siente incapaz de cambiar: tampoco tiene ganas. Cual apocado doctor Jekyll, siente que su otro yo es diabólico pero igual sigue tomando la pócima burbujeante, hasta que ya duda si su DNI no tendrá Hyde como apellido.



Y sin embargo, lo que sería solamente una especie de canción semisicótica se hace más complejo e interesante porque aparecen intercaladas...

c) Estrofas de cuatro versos que comienzan con “Porque”. Son dos estrofas simétricas que incluyen un listado de comparaciones (“metáforas” me dice mi hermana, y sin embargo no le doy bola). El primer término de la comparación es siempre el mismo: “una casa sin ti”. Esa casa sin ella es comparada, entonces, con ocho elementos:

Porque una casa sin ti es una emboscada,
el pasillo de un tren de madrugada,
un laberinto sin luz ni vino tinto,
un velo de alquitrán en la mirada.
(...)
Porque una casa sin ti es una oficina,
un teléfono ardiendo en la cabina,
una palmera en el museo de cera,
un éxodo de oscuras golondrinas.

Bellas imágenes, ¿no? “Una casa sin ti es una emboscada” es un lindo verso; también es un hallazgo comparar la casa sin ella con “el pasillo de un tren de madrugada”: algo solitario, frío, ruidoso, impersonal, vacío, inquieto y mal iluminado.

En estas estrofas se aclara que es la presencia de ella lo que hace que una casa sea una casa (“El paraíso era allí donde ella estaba”, como dice de Eva el Adán de Mark Twain). Si la canción fuera solamente este listado (y Sabina tiene buenas canciones que son pura lista, como “Y ahora” o “Nos sobran los motivos”), sería una canción indudablemente romántica y buena onda. Y probablemente, más olvidable. Al estar estas estrofas mechadas con las otras, el mensaje de la canción es mucho más ambiguo, incierto y, en cierta forma, humano. Uno puede no compartir esa forma de sentir y de ver el mundo, pero sin dudas puede comprender que alguien sea así.


El videoclip es interesante también. Está en blanco y negro (en gris, mejor dicho), y lo protagoniza una ella (que es Olga Román, cantante amiga de Sabina), que muestra una vida típica y tranquila, un matrimonio de mediana edad con felicidad moderada y sin sobresaltos; e intercalado en esas escenas de vida cotidiana, aparece él (Sabina) como un ciego de traje y con anteojos oscuros (“un velo de alquitrán en la mirada”) al que le hace falta ir urgente al dentista, sentado en una terraza vacía, inhóspita a fuerza de sol pleno. Hacia el final del clip ella se despide del marido y se cruza con él en el pasillo de un tren: intercambian una mirada, él fuma, la deja pasar, cuando se va la sigue mirando (probablemente, sabiendo cómo es Sabina, le mire el culo), luego se apoya en la ventanilla y mira hacia afuera mientras sigue fumando. No hay nada que sugiera un asunto amoroso entre ellos dos, “y sin embargo”...



Y sin embargo

De sobra sabes que eres la primera,
que no miento si juro que daría
por ti la vida entera,
por ti la vida entera
y sin embargo un rato cada día
ya ves, te engañaría con cualquiera,
te cambiaría por cualquiera.

Ni tan arrepentido ni encantado
de haberme conocido, lo confieso:
tú que tanto has besado,
tú que me has enseñado
sabes mejor que yo que hasta los huesos
solo calan los besos que no has dado,
los labios del pecado.

Porque una casa sin ti es una emboscada,
el pasillo de un tren de madrugada,
un laberinto sin luz ni vino tinto,
un velo de alquitrán en la mirada.

Y me envenenan los besos que voy dando
y sin embargo cuando duermo sin ti, contigo sueño,
y con todas si duermes a mi lado
y si te vas, me voy por los tejados
como un gato sin dueño
perdido en el pañuelo de amargura
que empaña sin mancharla tu hermosura.

No debería contarlo, y sin embargo,
cuando pido la llave de un hotel
y a medianoche encargo
un buen champán francés
y cena con velitas para dos,
siempre es con otra, amor, nunca contigo,
bien sabes lo que digo.

Porque una casa sin ti es una oficina,
un teléfono ardiendo en la cabina,
una palmera en el museo de cera,
un éxodo de oscuras golondrinas.

Y me envenenan los besos que voy dando
y sin embargo cuando duermo sin ti, contigo sueño,
y con todas si duermes a mi lado,
y si te vas, me voy por los tejados
como un gato sin dueño
perdido en el pañuelo de amargura
que empaña sin mancharla tu hermosura.

Y cuando vuelves hay fiesta en la cocina
y baile sin orquesta y ramos de rosas con espinas,
pero dos no es igual que uno más uno
y el lunes, al café del desayuno,
vuelve la guerra fría
y al cielo de tu boca el purgatorio
y al dormitorio el pan de cada día.

Y me envenenan los besos que voy dando...



Con esto termino mi lunes. El martes, al café del desayuno, me encontrarán durmiendo, por supuesto: ese es mi pan de cada día. Ya saben lo que digo.

DJ Vago


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