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lunes, 19 de diciembre de 2016

[173] Tócala de nuevo, Toro


“Zamba para olvidar” (1969), por Daniel Toro


Y este señor olvido que no olvida
(en “Milonga del alma III”, Benavides/Zitarrosa)





Hoy inauguro la serie “Voces notables”, con una hermosa canción, la famosa “Zamba para olvidar”, con letra de Julio Fontana y música de Daniel Toro.

En el blog, en las más de 170 entregas que lleva, aparecieron ya montones de enormes voces: Dolores O´Riordan, Nina Simone, Gardel, Pavarotti, Amalia Rodrigues, Robert Plant, Ella Fitzgerald... en esta serie solamente incluiré algunas voces que no habían aparecido hasta ahora, sin implicar, para nada, que son mejores que los otras grandes de la música que fueron apareciendo en el blog.

Además de componer la música, Daniel realizó, en opinión de todos, una de las mejores interpretaciones de esta zamba; y en mi opinión, la mejor, por mucho y muy lejos. Quienes intentaron cantarla pegándose a la versión original, hicieron versiones dignas (Mercedes Sosa, Soledad Pastorutti, Los Nocheros) pero que no llegan ni cerca a la de Daniel. Los que hicieron covers creativos, en cambio, asesinaron la pieza y solo lograron ponerse en ridículo y hacer sangrar mis oídos (por ejemplo Diego Torres, Luciano Pereyra, Abel Pintos; si me quedan energías, abajo pongo links para que escuchen, comparen y disientan o consientan este duro dictamen). Por suerte, a todos ellos ya los empecé a olvidar y solo me queda la versión de Daniel, que es Toro en rodeo ajeno y Torazo en el propio.



El folclore es, quién lo duda, nido de tradiciones y, por lo tanto, poco amable con las innovaciones. Daniel Toro fue muy criticado en sus comienzos, en los años sesenta, por los folcloristas de entonces, por traer “nuevos aires” a la composición e interpretación del cancionero popular (de manera parecida a como criticaron, en los noventas, a Soledad Pastorutti). Pero a diferencia de la Sole, Daniel no solo fue un gran, gran cantor, sino un compositor notable en calidad y cantidad: al igual que Cadícamo en el tango, Daniel Toro está en el club de quienes compusieron más de mil canciones. Un club al que yo no me asomo ni para preguntar la hora, son gente demasiado hacendosa.

Durante la dictadura (a partir del 76), Daniel entró en las listas negras, fue censurado y sus canciones fueron prohibidas (ya hablamos de ese tema cuando comenté la “Zamba de mi esperanza”, en marzo de este año, posteo 153). En el 79, Daniel se enfermó de cáncer de garganta y no pudo cantar durante quince años. Terrible condición para un cantor, en especial para uno de tan buena voz (en cambio, la gran mayoría de los reguetoneros saldrían ganando, con el silencio).

Pero bueno, ya suficiente de introducción, vamos a hablar de la “Zamba para olvidar”, la canción que tararea Rick en su bar de Casablanca y que todos (la española, el Sam, el maitre gordo, la francesa cocorita y hasta el Viktor Laszlo) comienzan a cantarle a coro aunque él no quiera.

Porque la historia que cuenta esta zamba es, escena más escena menos, la misma que la de la peli Casablanca. Bueno, como Casablanca pero sin nazis, sin árabes y sin bar, y con un guitarrista aindiado en lugar de un pianista negro. Pero casi lo mismo, en todo caso.

Él, el cantor (el Bogart de la zamba) le reclama a ella (la amada, la Ingrid Bergman) que por qué volvió justo ahora y justo aquí (habiendo tantos bares en el mundo...), si él ya empezaba a olvidar(la).

Él no quiere escuchar explicaciones, excusas ni historias: prefiere callar. Lloró cuando ella se fue, y ahora ya no tiene nada, y tal vez por eso, rememorar aquel amor perdido le hace peor que escuchar un disco de Arjona (“qué mal me hace recordar”).

Lo único que tiene es una “pobre canción”, que da vueltas por su guitarra con la única intención de ayudarlo a olvidar. Pero con guitarra o sin guitarra, la cosa no estaría funcionando, porque claramente él no la había olvidado (mucho menos la va a olvidar ahora que ella volvió) y encima, la zamba traidora, que se suponía lo iba a ayudar a olvidar, la extraña a ella. Así no se puede.

Solo una pobre canción
da vueltas por mi guitarra
y hace rato que te extraña
mi zamba para olvidar.

Claramente, como dispositivo olvidativo, esta zamba es un fiasco. Por el contrario, es una canción memorable, que se te pega al recuerdo (siempre con la voz de Daniel, terciopelo y metal de verso en verso) y te hace presente la cruda realidad: que el olvido solo puede conseguirse cuando no se busca, cuando el recuerdo ya no cambia nada. Cuando la memoria importa, olvidar es imposible.




Zamba para olvidar
No sé para qué volviste,
si yo empezaba a olvidar.
No sé si ya lo sabrás:
lloré cuando vos te fuiste.
No sé para qué volviste,
qué mal me hace recordar.

La tarde se ha puesto triste
y yo prefiero callar.
Para qué vamos a hablar
de cosas que ya no existen.
No sé para qué volviste,
ya ves que es mejor no hablar.

Qué pena me da
saber que al final
de ese amor ya no queda nada.
Solo una pobre canción
da vueltas por mi guitarra
y hace rato que te extraña
mi zamba para olvidar.

Mi zamba vivió conmigo,
parte de mi soledad.
No sé si ya lo sabrás:
mi vida se fue contigo.
Contigo, mi amor, contigo,
qué mal me hace recordar.

Mis manos ya son de barro,
tanto apretar al dolor
y ahora que me falta el sol,
no sé qué venís buscando.
Llorando, mi amor, llorando,
también olvidame vos.

Qué pena me da
saber que al final
de ese amor ya no queda nada.
Solo una pobre canción
da vueltas por mi guitarra
y hace rato que te extraña
mi zamba para olvidar.


Como cierre, solo para los Vaguitos con espíritu científico que quieran comparar voces y versiones, van los covers de Diego Torres, Abel Pintos y Luciano Pereyra (los tres me caen bien, pero igual asesinan la melodía, enlentecen la zamba y la ultramelodizan-edulcoran).

https://www.youtube.com/watch?v=4Q__F9gVFUY


https://www.youtube.com/watch?v=8AgQ2pKau3k

 https://www.youtube.com/watch?v=wUckYmN7qgg



Hasta la semana próxima (si se acuerdan de volver),



DJ Vago 

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