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lunes, 18 de marzo de 2013

[21] La hora en que ficha la melancolía



“Las 4 y 10”, de Luis Eduardo Aute, en su álbum Rito (1973)


A los que recuerdan con cariño.

Continuando mi serie dedicada a los momentos del día, va la canción que elegí para representar la tarde, de Luis Eduardo Aute: autor filipino, de padre catalán (como yo). Vivió sus primeros años en Manila, donde las cartas y los documentos impresos en A4 se guardan en sobres “de acá”. Habla filipino, inglés (estudió en colegios ingleses de Manila hasta los 11 años) y español, pero para comunicarse con su familia habla catalán, porque claro, sus padres no le contestan, de lo contrario.

Cuando Luis cumplió 11 años, el trabajo del padre en Filipinas terminó, y la familia regresó a Iberia y se instaló definitivamente en Madrid. L.E. Aute inició y terminó “la academia”, como llama al secundario, en dicha ciudad. Desde los 15 años se dedicó principalmente a la pintura, pero le interesaron y practicó casi todas las artes (además de exponer cuadros, escribió cuentos y novelas, filmó películas y, obviamente, compuso canciones [muchas] y las cantó). Es un humanista, como los de la vieja escuela. Y aunque no alcanzó nunca (en mi opinión) los niveles cantautoriles de un Serrat o de un Silvio Rodríguez, sí compuso muchas canciones buenas, varias muy buenas, y tres o cuatro excepcionales.

No estoy seguro de que “Las 4 y 10” se incluya en este último grupo. Es, sin lugar a dudas, una de las canciones más famosas de Aute: la gente la corea en masa en los recitales, y las luces de los encendedores amenazan con incendiarlo todo ante la menor corriente de aire.
¿Por qué “Las 4 y 10” alcanzó ese nivel de fama? No es fácil decirlo. El tema tiene, sin lugar a dudas, cierto encanto: plantea, sin estribillo y en dos estrofas simétricas de doce versos cada una, un encuentro del narrador (el yo poético) con su noviecita del colegio, muchos años después. Como en otras canciones de Aute, lo que se sugiere es mucho más importante que lo que se dice (escuchen por ejemplo, si no lo hicieron ya, “De alguna manera”, tal vez la mejor canción de Aute [aunque sin dudas, la mejor versión de dicho tema es la cantada por Joan Manuel Serrat; compruébenlo ustedes mismos, me da fiaca guglear las referencias].

(Digresión: Va aquí abajo la tapa del disco y un cuadro de Aute:)




Lo que a mí más me gusta de la letra son las referencias específicas a un momento histórico irrepetible (de manera similar, me sopla mi hermana la tercera, a como Machado prefería, de las coplas de Manrique, aquellas que hacen referencia a las ropas y las costumbres de una época que ya no existe ("¿Qué se hizieron las damas, / sus tocados e vestidos, / sus olores? / ¿Qué se hizieron las llamas / de los fuegos encendidos / d´amadores? / ¿Qué se hizo aquel trovar, / las músicas acordadas / que tañían? / ¿Qué se hizo aquel danzar, / aquellas ropas chapadas / que traían?"). El pasado de cada persona es único, pero hay elementos que retratan por sí solos una época y que hermanan, por así decirlo, a todos quienes los experimentaron. El yo poético (diré “él”, para abreviar) empieza apelando a la memoria del tú (“ella”), haciendo referencia a algo que sucedió en un cine (“¿te acuerdas?”): estaban pasando Al este del Edén, de Elia Kazan, con James Dean. Aquí incluyo un link con extractos de la película, para que adviertan que la música del filme es la misma que utiliza Aute como inicio de su canción:



Mientras en la película se desarrolla una escena específica, él la besa. “Tus labios parecían de papel”, que a mí me gusta más, como imagen, que los ojos de papel de la muchacha de Spinetta (por más que la canción del flaco sea espectacular). Cuando salieron del cine, un “triste inspector” les pidió los carnets: esa es otra referencia muy específica, que da cuenta del momento histórico: el inspector triste (no sabemos si es triste per se o lo triste es que trabaje de botonazo) les pide sus documentos para chequear si tienen la edad suficiente para estar en el cine (supuestamente no, no tienen la edad, aunque es raro que el inspector les pida los documentos “a la salida” del cine: ¿los va a echar, cuando la película ya terminó? Raro. Tal vez era un inspector vago, o no llegó a tiempo para inspeccionar los carnets cuando la gente entraba al cine).

Luego, él vuelve al colegio “para no faltar a clase de francés”. Este verso, que Aute canta como si nada, a mí me enloquece (de furia, digo): ¿cómo que vuelve al colegio? ¿Dónde se vio que alguien se haga la rata (la rabona, la chupina, como quieran llamarlo) y luego vuelva al colegio…? ¿Eh? Me enerva. Faltaste al colegio para ir al cine con tu noviecita; se dieron el primer beso (tampoco queda claro, en la letra, si es el primer beso de él o es el primero que se dan entre ellos dos, o ambas cosas a la vez). Y entonces, él decide que tiene que volver al colegio “para no faltar a clase de francés”?????!!! La profesora de francés debía ser algo espectacular, o en su defecto el pibe es un nerd que tiene un orden de prioridades completamente trastocado.

Encima, ese acto de volver al colegio es lo que aparentemente genera (faltándonos más datos sobre el asunto) el desencuentro entre ambos, porque ella se queda esperándolo “hora y media” en un bar o restaurante (donde están, años después, almorzando), y él “se retrasó”… ¡Por no perderse la clase de francés! Increíble. Se merece toda la melancolía que pueda sentir.

En la segunda estrofa se pasa del recuerdo lejano al presente, con una sucesión de frases de compromiso y diálogos entrecortados que ocurren en esa mesa de restaurant mediopelo, siempre narrados desde el punto de vista de él: él pregunta si desea postre (que elije él, “helado de frutilla”, no le deja elegir a ella qué quiere; o tal vez el restaurant es tan malo que solamente tienen esa opción) o quiere ya el café (presupone que ella quiere café); él le pregunta cómo está, pero no espera a que ella le cuente (ya sabe lo que ella le va a contestar, que “está muy bien”). Le da una foto de sus hijos (tiene al menos dos); pero no menciona, sugestivamente, a su esposa o pareja, a la madre de esos hijos: ¿él está separado, y por eso se le ocurrió invitar a almorzar a su noviecita del secundario? No se sabe. Tampoco se sabe por qué ella aceptó la invitación de ese fantasma del pasado, si “se encuentra muy bien”…  Él pide la cuenta, y se niega a compartir los gastos (menos mal: lo único que faltaba era que la hiciera pagar el almuerzo a ella).

Y ahí, ya despidiéndose, le dice a ella que vaya, que no se demore, “no sea que no llegues a tiempo al almacén”. ¿Lo qué? Son (como se aclara en el verso final) las 4 y 10 de la tarde. Eso nos demuestra dos cosas:

a)  Lo tarde que están almorzando. O se despiertan al mediodía, como yo, o debían estar famélicos, para esa hora.   
b) Lo temprano que cerraban los almacenes en España, en los setentas. ¿A las cinco de la tarde ya con las persianas bajas? Uau.

Pero ponele que sí, que los almacenes cerraran a las cinco de la tarde: igualmente no queda claro por qué es taaaaan importante que ella llegue a tiempo al almacén. Lo que nos hace aventurar una hipótesis: ella le dijo a alguien (le mintió, bah) que iba al almacén, en vez de a almorzar con un antiguo noviecito. Y por eso debe llegar al almacén a tiempo: para volver con las compras y que no se descubra su mentirita. Eso nos lleva a conjeturar que ella está casada o en pareja, y que ese almuerzo, además de un guiño a la melancolía de la adolescencia, es una especie de trampa, una especie de inocente (pero no tanto) reincidencia, que deja abierta una puerta al futuro (“llámame el día que puedas”). Y esa puerta al posible futuro se remarca con la hora: “ya son las cuatro y diez”, es decir, un momento de la tarde (o de la vida) en que apenas queda tiempo para llegar adonde se quiere llegar, antes de que el almacén (o la oportunidad) se cierre.

Claro, nada de esto se dice explícitamente, así que uno tiene que andar adivinando o imaginando, y eso está bien, porque el resultado de callar es mucho más sugerente y abarcativo que el de decir, y nos permite entender la situación y asociarla con experiencias vitales propias, aunque nosotros no hayamos visto Al este del Edén en el cine ni tengamos ganas de invitar a nuestra noviecita del secundario a almorzar (parece desconocer, el yo poético de la canción, que nadie es el mismo que veinte años atrás (ni física ni mental ni espiritualmente), por lo cual el reencuentro con gente que no vimos en veinte años lleva necesariamente a decepciones, malentendidos, silencios incómodos y gags patético-ridículos).

Pero somos humanos, y en tanto tales, la memoria es el órgano que nos constituye. Cada tanto, podemos permitirnos un momento de melancolía esperanzada, y creo que eso es lo que captura Aute en esta canción y explica, tal vez, su tibio pero constante éxito.

Van dos versiones de la canción: la primera en vivo (en el recital que Aute hizo a dúo con Silvio Rodríguez), y la segunda en estudio pero malísima (la incluyo solamente porque en el clip está la escenita de James Dean tirando las piedras a la casa blanca; por lo demás, la versión es floja y el clip es insufrible).

http://www.youtube.com/watch?v=4w7mrt0Wjqo


Las 4 y 10
Fue en ese cine, ¿te acuerdas?
En una mañana al este de Edén
James Dean tiraba piedras
a una casa blanca; entonces te besé.
Aquella fue la primera vez,
tus labios parecían de papel,
y a la salida en la puerta
nos pidió un triste inspector nuestros carnets.
Luego volví a la academia
para no faltar a clase de francés.
Tú me esperaste hora y media
en esta misma mesa, yo me retrasé.

¿Quieres helado de fresa
o prefieres que te pida ya el café?
Cuéntame cómo te encuentras,
aunque sé que me responderás “Muy bien”.
Ten, esta foto es muy fea,
el más pequeño acababa de nacer.
Oiga, ¿me trae la cuenta?
Calla, que fui yo quien te invitó a comer.
No te demores, no sea
que no llegues a la hora al almacén;
llámame el día que puedas,
date prisa que ya son las cuatro y diez.


Bonus track: también de Aute, “Anda”, un gran tema que es (a menos que algún vaguito me refute) la única canción que incluye en su letra la palabra “concupiscencia”:

http://www.youtube.com/watch?v=gshvKzt6d_4



Y me despido, a la manera de Aute: “que dios reparta suerte, y va por ustedes”.
DJ Vago



1 comentario:

  1. "De alguna manera" nunca me terminó de cerrar esta canción, quizá por ese revolver el pasadito antes de ir al almacén, que es algo que no me interesa, pero es pura melancolía! coincido totalmente con usté, Vago!

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