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martes, 22 de marzo de 2016

[153] Deja que cante



“Zamba de mi esperanza”, de Luis Profili, por Jorge Cafrune



Sigue la serie “Cincuenta años no es nada, ponele”, para canciones de alrededor de 1965. Vieron que empecé con canciones en inglés (“California Dreamin´”, “My generation”). Y serán mayoría, porque en ese momento, arreciando los sesentas, el ojo de la tormenta musical mundial estaba en Inglaterra, y el resto del orbe, quién más quién menos, imitaba y copiaba lo que sucedía allá, que era de alguna manera el nacimiento del rock moderno.
Para que se den una idea, de 1965, acá en la Argentina, es una de las primerísimas canciones de rock en español, “La respuesta”, de Los Gatos Salvajes. Más allá de su valor como antecedente, es una imitación bastante sosa y somnífera de un tema (de los malos) de los Beatles.

Los Gatos Salvajes, “La respuesta”:


Otros, en cambio, imitaban a los Beatles pero les salía mucho mejor. Los uruguayos tenían algunos grupos muy buenos, y el gran hit del 65 por estas latitudes fue “Break it all”, de los Shakers, que parece propiamente compuesta por los Beatles del 65 (muchos no dudarían ni un instante en firmarla “Lennon-McCartney”), solo que con un mensaje bastante más antisistema que el de los pibes de Liverpool: “pero cuando empiece la música, no te quedes ahí como un pavote, salí a romperlo todo, ¡rompelo todo!”

Los Shakers, “Break it all”:


Pero por estos lares, el foco musical estaba puesto, desde hacía rato, en el folclore, que convocaba multitudes y llenaba los espacios disponibles de la radio y la televisión. El festival de Cosquín era EL acontecimiento musical del año, y todo el tiempo se componían y se grababan nuevos temas.

Es así que llegamos al tema de hoy, la archifamosa “Zamba de mi esperanza”, que si bien fue compuesta en la década previa (por el mendocino Luis Profili, que no sabía escribir música y componía así a la que te criaste con su guitarra), recién fue grabada en 1964 y 1965, por Cafrune primero y poco después por Los Chalchaleros. Así que, considerando los bajos estándares de calidad que me exijo a mí mismo, este tema me cuadra perfecto para la serie “Cincuenta años no es nada, ponele”. Y también, ya que estamos, para una mono-serie de “Cuarenta años no es nada”, porque ya mismo, pasado mañana, se cumplen 40 años del último golpe de Estado, que dio paso a la más sangrienta dictadura vivida aquí en la Argentina.

Y qué tendrá que ver la “Zamba de mi esperanza” con la dictadura, se preguntarán. Tiene. Ya llegaremos. Pero primero, presentemos al intérprete elegido, al gran Jorge Cafrune, “El Turco” como le decían (era jujeño pero hijo de sirio-libaneses, y se le notaba en la facha), quien fue el primero en grabar esta zamba y tal vez fue el primero en popularizarla. 


Cafrune empezó como parte de Las Voces de Hoayra (luego devenidos Los Cantores del Alba), pero luego se lanzó como solista y se presentó en Cosquín en 1962, con gran éxito. Pocos años después, mientras visitaba un pueblito perdido (Huanguelén), descubrió nada menos que al joven José Larralde. Y en el 65 llevó a Cosquín, sin avisar ni pedir permiso, a una pebeta papusa llamada Mercedes Sosa; Facundo Cabral siempre tuvo al Turco como gran amigo y maestro (“No soy de aquí ni soy de allá” la compuso para él)... Como para que se den una idea de que Cafrune no solo cantaba bien, también sabía de música, investigaba y escuchaba, y era buen tipo además. Solía salir a caballo y armaba largas giras visitando pueblitos y escapándole a las grandes ciudades.



En los setentas, Cafrune se fue de gira por España y Francia, y allí (en España) fue grabada la versión que elegi hoy, del programa de Rafaella Carrá. Mírenlo, no tiene desperdicio, comenzando por la siempre bizarrísima Rafaella, la facha del Turco (que me hace acordar al astrónomo árabe de El Principito (la película, recuerden que yo no leo), que hace un gran descubrimiento pero por cómo está vestido nadie le cree. Sin embargo, a Cafrune uno sí le cree, porque cuando termina la presentación y los besos y el cocoliche rubio de Carrá, empieza la intro de guitarra (muy linda) que Jorge compuso para la zamba, y luego empieza a cantar, y no hay nada bizarro aquí: tenía una hermosa voz, Cafrune, y la sabía usar. Pone la guitarra casi vertical, apretadita, casi como si le estuviera cantando a ella y a nadie más.




Zamba de mi esperanza

Zamba de mi esperanza,
amanecida como un querer.
Sueño, sueño del alma
que a veces muere sin florecer.

Zamba, a tí te canto,
porque tu canto derrama amor.
Caricia de tu pañuelo
que va envolviendo mi corazón.

Estrella, tú que miraste,
tú que escuchaste mi padecer;
estrella, deja que cante,
deja que quiera como yo sé.

El tiempo que va pasando,
como la vida, no vuelve más.
El tiempo me va matando
y tu cariño será, será.

Hundido en horizonte,
soy polvareda que al viento va.
Zamba, ya no me dejes,
yo sin tu canto no vivo más.

Estrella, tú que miraste,
tú que escuchaste mi padecer;
estrella, deja que cante,
deja que quiera como yo sé.


La zamba, de por sí, musicalmente, es de lo más sencilla. No tiene grandes complicaciones ni secretos, y toda su gracia (para mí) se contiene en esas dos notas del “zam-ba” inicial, ese intervalo descendente de cuarta (“de cuarta” es un término técnico, eh, no una valoración: de sol a re, cuarta descendente), intervalo que luego se va repitiendo en eco y estructurando toda la canción, dándole ese aire melancólico y lerdón, pero amable.

La letra está en segunda persona, el cantor le habla directamente a su amada, identificada con la palabra Zamba: la música, específicamente la zamba, es lo amado, lo que da sentido a la vida del cantor. Y le habla, entremedio, también a su destino (o a Dios, o a cualquier fuerza superior a lo humano), identificado con la palabra Estrella: le pide (en virtud de lo que pasó y padeció para llegar hasta allí) que le dé más tiempo para poder seguir cantándole a la Zamba. Por momentos parece que Zamba y Estrella fueran el mismo ser, en tanto mantiene la conversación con ambas a la vez; pero prefiero pensar que no, que una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, como decía Panigazzi: si fuera una sola, ¿por qué llamarla de dos formas distintas?

A la Zamba le dice que la quiere y que no lo deje; a la Estrella, en cambio, le pide que sí lo deje: que le dé tiempo para seguir viviendo, amando, cantando: “Deja que cante, deja que quiera como yo sé”. La del cantor es una doble esperanza, de amor y de tiempo; y como toda esperanza, es puro anhelo pero sin ninguna seguridad, porque la muerte puede sorprenderlo en cualquier momento y en la forma menos pensada. Puede decirse que es una canción esperanzada, pero no es alegre. Y está bien que así sea.

De ninguna manera esta zamba puede considerarse una canción de protesta, y su contenido político es tendiente a cero. Y sin embargo, los militares del gobierno de facto que comenzó el 24 de marzo de 1976 incluyeron a la “Zamba de mi esperanza” en su listado de canciones prohibidas (había, por supuesto, también listados de libros prohibidos, de teorías matemáticas prohibidas, de ropas y aspectos prohibidos, y claro, personas prohibidas, a esas directamente las mataban o las desaparecían).

En 1977, el papá de Cafrune (que era músico también) murió. Jorge volvió al país para el velorio, y se quedó. En enero de 1978 se volvió a presentar en Cosquín, ante una multitud que lo adoraba. Le pidieron “Zamba de mi esperanza”, y él, tras un instante de duda, dijo: “Aunque no está en el repertorio autorizado, si me la piden, la cantaré”. Y cantó la zamba.
Pocos días después, comenzó una larga cabalgata con rumbo a Yapeyú, en Corrientes, donde pensaba dejar un poquito de tierra que había juntado en Boulogne-Sur-Mer; de la tumba de San Martín hasta el lugar donde él había nacido. A poco de haber comenzado la cabalgata, fue embestido de lleno por una camioneta, que lo mató (nunca se aclaró, pero supongo que al caballo también). El hecho fue catalogado por las autoridades como “un accidente vial” y el conductor de la camioneta, supongo, ni siquiera fue preso. 

El dudoso “accidente”, con el tiempo, fue probado como un asesinato en toda la regla, pues se reunieron testimonios de personas detenidas ilegalmente en el campo de concentración y exterminio La Perla, en Córdoba (bajo responsabilidad del reverendísimo hijoputa Luciano Benjamín Menéndez), que escucharon cómo unos milicos nefastos planeaban “el operativo especial” contra Cafrune, que no podía ser un “típico” secuestro seguido de torturas y muerte, en tanto el Turco era una figura muy popular y lo único que había hecho era cantar una zamba. Pero los milicos consideraban que haber cantado “Zamba de mi esperanza” era un gesto de rebeldía, y que si no hacían nada, pronto seguirían otros gestos, y así quién sabe adónde podían llegar a parar. Tal vez, a torcer el rumbo, a cambiar las cosas, a evitar que siguieran robando (porque los civiles y milicos que propiciaron el Golpe se hicieron millonarios de la noche a la mañana, nunca hay que olvidar eso), torturando y matando... Tenían miedo, pavor de que se sumaran los gestos, de que la gente cantara lo que no debía cantar, leyera lo que no debía leer... Tras el “accidente”, los mismos milicos, en La Perla, festejaron el éxito de su “operativo especial”, que no dejó que cantara más uno de los más grandes folcloristas que dio nuestro suelo.

Alguien podría preguntarse, también: ¿y por qué estaba esta zamba en el listado de canciones prohibidas? La respuesta es tan sencilla y absurda que no podría incluirse en ninguna novela o cuento, porque sería tildada de inverosímil; pero la realidad es menos quisquillosa que la ficción. “Zamba de mi esperanza” estaba prohibida por incluir una única palabra, una palabra que no querían que sonara ni existiera. Esa palabra era esperanza.


Hasta la próxima semana, espero,

DJ Vago


2 comentarios:

  1. La esperanza fracasa muchas veces, el dolor jamás. Por eso algunos creen que más vale dolor conocido que dolor por conocer. Creen que la esperanza es ilusión: son los ilusos del dolor
    juan gelman

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